Los fuegos calcinan hábitats críticos para osos y urogallos

Susana D. Machargo REDACCIÓN

ASTURIAS

Un bombero participa en las labores de extinción del incendio declarado en la Reserva de la Biosfera de Muniellos (Asturias), considerado como el robledal mayor y mejor conservado de España
Un bombero participa en las labores de extinción del incendio declarado en la Reserva de la Biosfera de Muniellos (Asturias), considerado como el robledal mayor y mejor conservado de España J.L.Cereijido

Los expertos reclaman la implantación de nuevos protocolos de seguimiento para ver si han muerto ejemplares y cómo se están comportando las especies. Reclaman medidas contundentes contra «el terrorismo ecológico»

18 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hablar de la reserva de la biosfera de Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, en Asturias, y del Alto Sil, en León, es sinónimo de osos y urogallos, al tratarse de dos enclaves cruciales para la supervivencia de ambas especies. Los fuegos que durante los últimos días han arrasado el suroccidente de Asturias y el noroeste de Castilla y León han calcinado hábitats de gran calidad para estos animales y pueden tener efectos en su comportamiento tanto a corto como a medio plazo. Así lo reconocen cuatro expertos consultados por La Voz, que reclaman a las administraciones dos tipos de investigaciones. La primera para identificar a los autores. Algunos creen que es clave para acabar con lo que denominan «el terrorismo ecológico». La segunda es para conocer el grado real de afectación. Para saber si han muerto ejemplares en los incendios forestales, cuánta superficie se ha quemado, si era lugar habitual para su alimento y hacia dónde se han desplazado todos los animales que se han visto sorprendidos. Al mismo tiempo, hay que comenzar a pensar en la regeneración del suelo. Cuando se apagan las llamas, comienza una frenética actividad en la que biólogos y conservacionistas tienen mucho que decir.

Población osera 

A falta de perimetrar el territorio exacto quemado, los expertos coinciden en explicar que «tendrá un impacto grande en el oso». Son palabras de Guillermo Palomero, presidente de la Fundación Oso Pardo, que señala que son zonas «de gran calidad». El núcleo occidental, que además de la Cangas del Narcea, Degala, Ibias y el Alto Sil llega hasta Proaza, cuenta con algo más de 200 ejemplares, de los que 34 son osas con crías. Esas son las cifras aportadas en el último censo presentado hacen tan solo unas semanas. Además, la FOP reconoce que este otoño entre las localidades de Páramos del Sil y Palacio del Sil se han observado en unas laderas la presencia de unos 20 ejemplares. Este territorio coincide con el punto de turismo de avistamiento incontrolado, en el que -como quedó constatado en un vídeo- los visitantes llegan a acosas a los animales. «Es un robledal precioso que ha podido quedar muy dañado», lamenta 

La zona es clave y la época también. En eso coinciden Guillermo Palomero y Javier Naves, biólogo de la Universidad de Oviedo y especialista en esta especie. El otoño es el momento en el que se alimentan antes de la hibernación. Este año, debido a las condiciones meteorológicas, no hay demasiados hayucos ni bellotas, así que han tenido que buscarse la vida y localizar fuentes de alimento adecuadas. «El otoño es fundamental para engordar», explica Palomero. «Es un época bastante crítica», insiste Naves. Lo primero que tienen que ver es si se han calcinado esos terrenos y en el estado en el que han quedado. Es decir, lo primero será evaluar el impacto directo. Si el fuego ha quemado bosques o solo el matorral aledaño. Luego ya se podrá ver su influencia sobre la especie.

Javier Naves y Guillermo Palomero indican que hay que saber es si ha podido morir algún ejemplar atrapado por las llamas. No es lo más habitual, ya que es una especie con gran movilidad, pero tampoco sería extraño. Después también habría que observar si ha habido desplazamientos y hacia dónde. Si están fuera de los perímetros habituales o no. «Puede que no engorden los suficiente para pasar el invierno y en el caso de las osas preñadas podría suceder que el embarazo fracase», teoriza Naves, a la espera de datos más concretos. Además, explica que los osos que se han aventurado por zonas menos conocidas para escapar de las llamas se enfrentan a otros peligros añadidos. «Tienen más riesgo de caer en una trampa, de sufrir un atropello o cualquier tipo de accidente, al margen de que quizá no alcance el peso que necesitan», argumenta el biólogo de la Universidad de Oviedo, que reconoce «sería bueno estar especialmente vigilantes en las zonas limítrofes» para conocer la situación exacta. 

Los urogallos

Algo muy similar ocurre con los urogallos. Mario Quevedo, investigador del departamento de Biología Orgánica de la Unidad Mixta del CSIC y uno de los máximos especialistas en estos animales, señala que todavía no sabe si hay cantaderos afectados o no, si se ha quemado zona de bosque o de matorral. Esta información es importante para conocer el grado de afectación de la especie. Lo que es innegable es que las llamas han perjudicado a estos animales, con un censo más que exiguo. Según los últimos datos que maneja Quevedo, el suroccidente y el Alto Sil pueden sumar unos 100 ejemplares. Esta es una estimación genética en base a los estudios realizados, no un recuento efectivo en un censo, pero lo más aproximado que existe en estos momentos. 

La época también es crítica para los urogallos y sobre todo para las hembras con juveniles que todavía son dependientes y que están alimentándose. El hábitat es de gran calidad y con recursos suficientes para encontrar alimento, tanto en el matorral dentro del bosque, donde se sienten protegidos, como en el matorral alto y apretado que rodea esas masas. Puede que alguno haya muerto entre las llamas, pero Quevedo explica que son animales que pueden realizar vuelos largos, de una ladera con fuego a otra, o recorrer varios kilómetros sin problema. Otra cosa es el grado de agotamiento que tengan y los vulnerables que quedan después, matiza. Son hervíboros que pueden convertirse en presas con facilidad si están fuera de refugio, en terreno que no conocen. Por eso, la restauración es una tarea urgente.

Esos movimientos también preocupan a Rolando Rodríguez Muñoz, experto en la materia, investigador de la Universidad de Éxeter en el Reino Unido y miembro del colectivo conservacionista Geotrupes, que, sin conocer los detalles sobre el terreno, explica que es una zona «crítica para el urogallo». Recuerda que la especie está a punto de declararse en situación crítica y este tipo de incendios no hace más que empujar hacia el abismo a los urogallos. No obstante, cree que es fundamental realizar una evaluación, para ver qué ha ardido exactamente, si son cantaderos, zonas de celo o de reproducción.  

Terrorismo ecológico

Los efectos de las llamas han sido «atroces, dramáticos», por usar términos de Guillermo Palomero. El director de la FOP califica de «terrorismo ecológico» la acción de los incendiarios, tanto de aquellos que inician los focos para limpiar montes como aquellos que padecen piromanía. El término lo abrazan también algunos de sus colegas. Rolando Rodríguez cree que ese término que comienza a utilizarse en círculos conservacionistas debería tener una traslación jurídica efectiva. Para conseguirlo, cree que es necesario incrementar la presión social, que la percepción sea lo bastante negativa y que los políticos sientan la obligación de poner freno a la «catástrofe» que son los incendios. El amanecer frustado del lunes, debido a la nube de humo y cenizas que generaron los fuegos del suroccidente, León y Galicia, cree que ha llevado a las puertas de la Asturias central el drama que supone la quema de los montes. «Cuando se ve desde casa y no en la televisión, la gente es más consciente de lo que está ocurriendo», señala.

Palomero exige que los delincuentes que han prendido los bosques más secos que ha visto en su vida, a sabiendas de que eran puro combustible, sean tratados con toda la dureza que permite la legislación. La virulencia de las llamas le ha impresionado. En términos más coloquiales, Mario Quevedo explica que «las administraciones nunca deben rebajar la ley sobre los terrenos quemados» porque eso da alas a que ocurran «negligencias de imbéciles». Javier Naves señala que, a su juicio, «ha sido un error tremendo eliminar los acotamientos de los terrenos quemados». En su caso, entiende que hay que detener a los delincuentes pero también incide en la importancia de la educación. «Los montes hoy en día no son igual que los de hace 50 o 100 años y las prácticas tradicionales que entonces funcionaban, como las quemas, ya no lo hacen. Están desfasadas y tienen graves consecuencias», argumenta. 

La FOP es contundente: «Los incendios amenazan la biodiversidad del noroeste ibérico». Los expertos reclaman medidas desde todos los frentes para que no se produzcan pérdidas irreparables.