«No se puede dejar un monte a la buena»

Natasha Martín REDACCIÓN

ASTURIAS

Un bombero participa en las labores de extinción del incendio declarado en la Reserva de la Biosfera de Muniellos (Asturias), considerado como el robledal mayor y mejor conservado de España
Un bombero participa en las labores de extinción del incendio declarado en la Reserva de la Biosfera de Muniellos (Asturias), considerado como el robledal mayor y mejor conservado de España J.L.Cereijido

Isabel María Llorente, ingeniera forestal, apunta al descuido de los montes como la chispa que hace que un incendio se vuelva arrasador

18 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El fuego es un elemento que arrasa con todo, y más si se dan las condiciones para que se expanda. Isabel María Llorente, ingeniera forestal y cofundadora de Maderea, una plataforma digital para fomentar el mercado nacional de la madera y optimizar sus recursos, apunta a que los montes que arden durante estos días en Asturias y Galicia sufren en mayor medida por dos razones básicas: la sequía y el abandono, dando lugar a un escenario desolador.

Lo que está pasando en toda España, más allá de las causas de unos actos que califica de «terrorismo» , es que «la situación que tienen los montes de abandono total y absoluto está provocando la gran extensión de estos incendios». El resultado de este descuido es el aumento de la biomasa vegetal, que actúa como un combustible que potencia y maximiza los incendios forestales. «Es por ello que no solo se pueden centrar todos los esfuerzos en la extinción de los incendios, sino también en un buen sistema de prevención que reduzca la propagación de los incendios en nuestros montes», asegura.

La distribución de los incendios no es homogénea en toda España por darse condiciones muy dispares. La región del Noroeste es la más azotada por los efectos devastadores de los incendios forestales, con un 44% de los siniestros. En 2016 se hicieron tratamientos preventivos en 2.642 hectáreas, mientras que se quemaron 65.816,99 hectáreas. «Estas medidas no son suficientes, no puede ser que tomes tratamientos preventivos en 2.000 hectáreas y que se te quemen 65.000», comenta Llorente. El problema descansa, asimismo, en la forma de destinar el presupuesto, que es mucho más elevando para la extinción de incendios que para la propia prevención. «La cuestión es que la prevención supone un presupuesto muy alto y es un gasto muy grande, sea para quien sea».

Las claves de la prevención

Cuando se plantea una repoblación de un monte hay que gestionar adecuadamente el espacio. Llorente explica que en este supuesto «habrá árboles que vivan y otros que mueran. Además, los árboles crecen y entre medias crecen otros que se van haciendo competencia entre ellos». Es entonces cuando se puede generar mucha densidad por metro cuadrado o por hectáreas, lo que dificulta el crecimiento de los árboles en condiciones favorables, dando lugar a que algunos perezcan, otros se derrumben y que el suelo no reciba la suficiente luz, perjudicando a la biodiversidad que hay en el mismo.

Las principales medidas de prevención a tomar para evitar esas consecuencias «podrían ser el pastoreo, quemas prescritas en épocas de bajo riesgo, acciones de desbroce y, sobre todo, una gestión forestal sostenible adecuada, confiando en el trabajo de los ingenieros forestales y de montes que hemos estudiado sobre ello en profundidad», explica. Dentro de las acciones de gestión forestal están las claras, «que tan solo es cortar los árboles que se están quedando más pequeños o que están impidiendo el crecimiento de otros, siempre con el objetivo de que entre luz a la tierra o para que los árboles se desarrollen mejor».

Teniendo en cuenta que la mayoría de los montes que hay en España son de propiedad privada, «muchos de estos propietarios, aparte de desconocer las medidas de gestión forestal, no tienen apoyo o no saben cómo gestionarlos», cuenta. Y al final sucede que el monte se deja a un lado. «Es entonces cuando se genera matorral y una determinada biomasa debajo que cuando hay un incendio forestal actúa como acelerante, como si echáramos gasolina», asevera Llorente.

Tomar estas medidas podría generar beneficios tanto para el propio monte, cuyos árboles crecerían con más fuerza y espacio, como para los propietarios. Llorente considera que «lo que deriva de las claras y de la propia biomasa se podría destinar para astillar, para leña, para palés o productos que se puedan fabricar con ese tipo de madera, lo que generaría a su vez un retorno económico para el propietario que lo podría invertir en cuidar el monte». Siendo así, se podría llegar a producir una pequeña economía en la que todo estaría cerrado: «se generaría empleo, los montes estarían mucho más cuidados y estaríamos aprovechando un recurso que tenemos».

Combatir el desconocimiento

La visión de Llorente, al igual que la de otros expertos en ingeniería forestal, no se está implantando de manera eficiente «por puro desconocimiento», comenta. «En España tenemos una escuela de ingeniería de montes y de expertos que estudian este tema. Ellos son los que pueden llegar al fondo de la cuestión».

También es habitual sentir reticencia a acciones como las propuestas, pues, como explica Llorente, «parece que el aprovechar madera o hacer una gestión forestal es matar árboles o dañar el monte cuando no es así, porque cuando esto se hace te apoyas en unos documentos y te basas en la selvicultura, que es la ciencia que asegura la sostenibilidad de los montes a largo plazo. Un monte no se puede dejar a la buena».

La sequía: un factor determinante

No se puede evidenciar que la sequía es el mayor aliado de los incendios forestales. Llorente argumenta que «si tenemos un suelo húmedo o tenemos un matorral también húmedo porque acaba de llover es muy difícil que se produzca un incendio. Al igual que si tenemos árboles sanos y muy grandes es complicado que llegue a arder. El problema es la acumulación de biomasa en suelo seco, los elementos más pequeños son los que más peligro tienen».

«Cuidar bien los montes, fomentar la gestión forestal y dejar a los profesionales trabajar en este tipo de acciones» son los mantras que se deberían empezar a seguir de manera continuada, según Llorente. «Cada monte necesitará una acción concreta pero para ello es necesario una adecuada gestión forestal. Necesitamos que se tomen medidas que prevengan».

Según el Colegio Oficial de Ingenieros de Montes, en los últimos 10 años ha habido más de 160.000 incendios en España. Sin embargo, solo 325 personas han sido condenadas. De estas, solo ocho ingresaron en prisión. Llorente sostiene en relación a ello que «es muy importante ver a estas personas que provocan incendios como criminales y que se les trate como tal».