«Aquí no hay tonos grises: o estás con la víctima o con el maltratador»

J. C. G. GIJÓN

ASTURIAS

25 nov 2017 . Actualizado a las 08:15 h.

Ana Ruiz Gutiérrez, abogada, expresidenta de la Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas y ahora vocal para asuntos de violencia de género en la entidad, es uno de los 250 rostros que aparecen en el cartel editado por la entidad que cuelga desde ayer en el museo Juan Barjola de Gijón. Su caso cobró especial relevancia mediática porque acabó con el suicidio en 2014 de su expareja, condenada previamente a dos años. Hoy secretaria de Ayuntamiento en Ponga, recuerda el proceso. Y quién es la víctima en su caso y en otros muchos que exigen  «que la gente se ponicione claramente» porque -asegura- «aquí no hay tonos grises: hay blancos y negros, o estás con la victima, o con el maltratador».

El proceso fue extremadamente largo: cinco años de noviazgo -desde que ella tenía 14- y otros 29 y medio de matrimonio en el que «malos tratos físicos no hubo, pero sí una situación de dominación y control que se hizo imposible cuando se convirtió en algo muy férreo». «Me llevaba a trabajar, iba a buscarme», recuerda Ana, que también rememora que incluso de recién casados una blusa demasiado transparente -a ojos de su pareja- podía volverse motivo de conflicto. Dio con su tope de tolerancia en una situación en apariencia banal: «Empecé a recibir clases de baile. Pero me las prohibir, me negué y me amenazó con matarme si no las dejaba. En ese acepté dejarlas. Intentaba salir viva de aquella situación». Pero sucedió algo inédito hasta entonces: «Cuando sucedió aquello ya me puse en contacto con una casa de acogida».

La situación se precipitó. En septiembre de 2010 sale de la casa de acogida y su marido entra en prisión por quebrantar una orden de alejamiento: dos años al cabo de los cuales, en septiembre 2012, vuelve a salir. «Y empieza de nuevo acoso», asegura Ana. Puesto en busca y captura, el hombre acaba saltándose un control policial después de exhibir una pistola y finalmente se sucidia. «Si no llego a estar en Galicia en esos días, no estaríamos hablando», asegura Ana.

«Antes de eso yo ya sabía lo que estaba pasando, pero en mi cabeza había también el recuerdo de una casa en la que mi padre no tenía buena vida con mi madre y estaba decidida a que mis hijos no viesen algo así en mi casa, ni una riña ni nada. Lo fui soportando. Mientras se dijo a todo que sí no hubo ningún problema; lo hubo la primera vez que dije que no, y entonces se me amenaza con matarme», relata Ana, que a partir de su experiencia extrae un mensaje.

«El mensaje es que hay salida. Hay que salida. No se puede aguantar, no se puede tolerar, no hay que llegar adonde yo llegué. Yo no estoy juzgando, no soy quién, y cada uno tiene la situación que tiene y todos tenemos que aguantar ciertas cosas. Pero hay salida. En Asturias tenemos suerte de que hay muchísimos medios para apoyar a las mujeres víctimas, muchísimos. Si no se atreven a presentarse en comisaría, porque es el paso más duro y más difícil, que requiere mucho valor, cuéntaselo a una amiga, a una vecina, a un familiar, pero hay que ponerle solución», anima.

Por eso ha querido aparecer en la una pancarta que «visibiliza el problema».«Que la gente lo entienda:. las víctimas somos las mujeres, no los maltratadores. Que no se puede juzgar a la víctima, que es lo que se está haciendo. Y, por otro lado, también doy la cara, es que no solo hay gente que te apoye sino que te posiciones frente al maltratador siempre, frente al delincuente».