Ganaderos y ecologistas: Asturias se divide en dos campos

Raúl Álvarez REDACCIÓN

ASTURIAS

Un lobo en el cercado de Belmonte
Un lobo en el cercado de Belmonte J.L.Cereijido

La escalada verbal de descalificaciones y acusaciones por los incendios y la gestión del lobo ahonda la brecha entre los dos bandos

01 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Nunca la gestión del medio natural asturiano había sido tan divisiva. La deriva hacia posiciones irreconciliables de las asociaciones que representan a los agricultores y ganaderos de la comunidad autónoma, por un lado, y las organizaciones conservacionistas, por el otro, ha llevado este año las relaciones entre ambos bandos a un punto bajo sin precedentes en las últimas décadas. Los desacuerdos sobre las prioridades y las formas de abordar los problemas no son ninguna novedad, han existido siempre, pero tampoco se recuerda otro momento tan cargado de desprecio mutuo e intercambio de calificativos y acusaciones tan graves. Si desde las entidades agrarias se desliza el término ecoterrorismo para definir el comportamiento de los activistas verdes, estos, a su vez, replican a los ganaderos con cargos de comportamiento mafioso y exterminador de especies. La actitud hacia el lobo, cuya población tiene un tamaño insoportable y un comportamiento agresivo y en exceso dañino para unos y una conducta normal en un animal salvaje a juicio de los otros, ha sido la espoleta de una crisis y unas discrepancias sin remedio que se extienden ahora hacia otros ámbitos: la gestión del oso pardo, una especie hasta ahora totémica e intocable; la responsabilidad en los graves incendios de los últimos años; y la reforma de la ley de montes, que tras un cambio aprobado por la Junta General permite el aprovechamiento para pastos de terrenos quemados.

«Hay ecologistas que son radicales, verdaderos ecoterroristas. Vienen con acusaciones injustificadas y sin pruebas contra todos los ganaderos. Absolutamente todos, sin excepción. De esa manera, no solo somos quienes sufrimos las consecuencias de una mala gestión, sino que además nos retratan como delincuentes», ha afirmado esta semana la secretaria general del sindicato agrario COAG en Asturias, Mercedes Cruzado. «El lobo no es el único problema, y probablemente ni siquiera es el mayor, de los ganaderos asturianos. Además, el mundo rural abarca muchos más aspectos que la ganadería. No solo ellos pueden decidir sobre la biodiversidad, la riqueza y los recursos naturales, que son de todos. La gestión no puede hacerse de esa manera. Claro que existen los daños, pero para cubrirlos están las compensaciones de la administración», señala, por su parte, Olga Álvarez, coportavoz en Asturias de Equo, el partido verde.

Precisamente sobre la administración (el Gobierno autonómico, que ejerce las competencias en la materia) se cruzan las miradas y los reproches. A los ecologistas les parece criticable su opacidad, la falta de datos concretos a partir de los cuales puedan formularse políticas. Los ganaderos creen que no hace lo bastante para impedir la proliferación de daños. Hay quien interpreta esa pasividad como alineamiento del Principado con una de las dos partes, aunque no hay acuerdo sobre cuál: depende del alineamiento del observador, que por lo general considera que el Ejecutivo favorece a la parte contraria en la polémica. Sin embargo, Xuan Valladares, impulsor del colectivo Asturias Ganadera, opina que es una postura calculada para presentarse ante la opinión pública como la opción templada y responsable entre los dos radicalismos opuestos de quienes quieren matar muchos lobos y quienes no quieren tocar ni uno solo.

El surgimiento de nuevas agrupaciones conservacionistas que cuestionan desde la base el control de las poblaciones y el sentimiento de agravio en el campo después de decenios de abandono se combinan, a juicio de Valladares, para dar lugar a esta nueva mezcla explosiva de ideas y sentimientos contrapuestos. «En los últimos 40 años, no se ha hecho nada por el mundo rural. Al contrario. Se le ha desempoderado», reflexiona. Equo pone objeciones a ese planteamiento. «Se confunden los marcos y no se analizan los problemas de unos y de otros. No todas las explotaciones sufren por igual. En unas se producen ataques y en otras no. ¿Por qué es así?», apunta Olga Álvarez.

La Fundación Oso Pardo, que trabaja por la conservación de esa especie en diversas comunidades autónomas y en foros de ámbito nacional, añade otra consideración al debate. El enconamiento máximo entre las posturas opuestas es una singularidad de Asturias. Galicia y Cantabria, por citar a dos comunidades vecinas del Principado, han encontrado enfoques pragmáticos respaldados por consensos amplios. «Desde luego, lo que pasa en Asturias no sucede en otras partes. Si no se recupera la voluntad de acuerdo, las cosas van a ir a peor», vaticina el presidente de la organización, Guillermo Palomero.