«Su hermana y yo somos los que más vamos a echar de menos a Tola»

Susana D. Machargo

ASTURIAS

Roberto García, con Paca y Tola. /LA VOZ DEL TRUBIA
Roberto García, con Paca y Tola. /LA VOZ DEL TRUBIA

El cuidador del cercado, Roberto García, se volcará ahora con Paca. «Nunca perdió el apetito», cuenta de sus últimos días

19 ene 2018 . Actualizado a las 18:07 h.

«Su hermana y yo somos los que más vamos a echar de menos a Tola». Roberto García, el cuidador del cercado osero de Santo Adriano y Proaza, fue el que se encontró con el cadáver de la osa de 29 años. Hace unos meses que la había separado de su hermana Paca, debido al deterioro de su estado de salud. Ya no podía jugar ni tampoco defenderse cuando tenían sus típicas riñas o encaramientos. Su carácter había cambiado. Cree que probablemente por las molestias que le generaba su lesión en la espalda, que también le había reducido la movilidad de las patas traseras. Le costaba darle la medicación y le preparaba una especie de cama que mudaba regularmente. Sabía que era cuestión de poco tiempo. Pero después de 22 años juntos esto no ha reducido el palo. «Las dos son parte de mi familia. Mi hijo mayor ha crecido con ellas», lamenta en una conversación con LA VOZ.

Ahora su principal preocupación es Paca. Aunque ya no dormían juntas se veían y estaban pendientes. Hoy está nerviosa. Salió a dar un paseo, vio más movimiento de lo normal y Tola no estaba. «Se cosca de todo lo que pasa, muchas veces incluso antes que yo. Lo percibe todo mucho mejor cuando es algo que afecta a su entorno», explica Roberto García, que reconoce que se va a «volcar» con ella. Molinera -Moli, como la llama el cuidador- está hibernando desde el pasado 19 de diciembre. Fue la última en llegar al recinto. Pese a estar en el cercado mantiene un letargo profundo, típico de los ejemplares en libertad. No pasaba lo mismo con las dos hermanas, que lo tienen más ligero. «Paca hiberna dos o tres días. Sale y da un paseín de una hora. Vuelve. Hoy, precisamente, la vi un momento», reconoce. Será con el tiempo cuando comience a añorar a Tola. 

Nunca perdió el apetito

Roberto García asegura que nunca descuidó a Paca pero durante los últimos meses que tuvo que centrarse en Tola. Sus condiciones así lo requerían. «Me absorbía el día entero», explica. El cuidador indica que su lesión en la espalda era muy parecida a la que pueden sufrir los hombres y su comportamiento también. La lesión «la trastocó». «Se alteraba por nada. Influyó en su carácter. Es normal. Pasa como con las personas. Estás que no te aguantas», explica.

Hubo momentos malos. Pero mantuvo la esperanza de que saliera de esta. «Nunca perdió el apetito y eso animaba», añade. Comía menos, pero era lo mismo que sucedía otros inviernos. Algunas veces la encontraba enroscada, más tranquila, en la zona interior en la que dormía. Finalmente, el jueves, 18 de enero, la halló muerta.  

Toda una vida

Para Roberto García, cuidar a Paca y Tola ha sido más que un oficio. Reconoce que ha sido una dedicación que ha centrado gran parte de su vida. En estas dos décadas, nunca se ha preocupado de los horarios. Ahí estaba cuando era necesario. Para todo. «Nunca me he fijado en el reloj. Esto es más como ser pastor o criador de perros. No hay horario», explica. No solo se ha decidido a su atención, también se ha volcado en la labor divulgativa, dando charlas, recibiendo a las excursiones de colegios, charlando con turistas. «No quiere que la gente se marche con datos erróneos porque esa es una bola que nunca saber a dónde va a parar. Prefiero que nadie marcha con ninguna duda», insiste.  

Las ha tenido controladas, vigiladas. Sabía perfectamente lo que les pasaba, si reñías, jugaban o estaban raras. Ese ha sido el grado de entendimiento al que ha llegado.