«Soy un liberal a favor de la cooficialidad; el Club de los Viernes son neofascistas y unos tarados»

Pablo Batalla Cueto GIJÓN

ASTURIAS

Humberto Gonzali
Humberto Gonzali

Humberto Gonzali, exprofesor de asturiano, escritor del Surdimientu y exmilitante del PP expone sus posiciones ante el debate lingüístico en Asturias

21 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Humberto Gonzali fue profesor de asturiano y es uno de los escritores más prolíficos del Surdimientu, pero también empresario y, en sus propias palabras, «un viejo liberal». Militó en el PP, donde llegó a desempeñar cargos internos e institucionales; pero abandonó la formación en 2015 debido a su incomodidad por la actitud antiasturianista del partido. En esta entrevista, expone sus opiniones sobre el ardoroso debate que se ha desatado en torno a la posible cooficialidad del asturiano, que él apoya sin reservas.

-La plataforma Cooficialidad No, vinculada al colectivo Club de los Viernes, a su vez ligado a Vox, asegura que la cooficialidad del asturiano provocaría el surgimiento en Asturias de un proyecto nacionalista de izquierdas inspirado en la izquierda abertzale vasca. Usted, ¿qué opina?

-Opino que no es que sea mentira, es que es una broma que nadie puede tomarse en serio. Vamos a ver, para empezar, ¿qué es el Club de los Viernes? Yo creo que decir que son club ya es decir mucho. Se trata de un grupo de conocidos muy pequeño y que yo creo que tienen un problema gordo de aburrimiento. No saben qué hacer y por eso hacen estas cosas. Pero bueno, representan lo que representan. Parte de sus miembros, efectivamente, son miembros de Vox, que es una fuerza de extrema derecha; una formación neofascista: no tiene otra definición. Y a mí, que soy un viejo liberal, me fastidia que estén usurpando la palabra liberal. Son liberales de opereta; o liberales a la manera de cierto Partido Liberal que hay en Austria. El auténtico liberalismo es todo lo contrario de lo que ellos dicen y hacen; y en el siglo XXI es respeto a los derechos de todos los ciudadanos y ciudadanas o, como decimos los liberales asturianos, de los paisanos y les paisanes, porque el término ciudadano nos parece demasiado jacobino.

-Una de las contradicciones más flagrantes en las que incurren es reivindicar a Jovellanos, que fue el primero en proponer la creación de una Academia de la Llingua y tiene textos preciosos sobre el asturiano, del que decía que era «la lengua viva de nuestro pueblo» y que «todos le mamamos, por decirlo así, con la primera leche; va pasando tradicionalmente de padres a hijos y se continúa de generación en generación».

-Sí, sí. Y la hermana de Jovellanos escribía en asturiano. No, a esta gente no hay por donde pillarla. Yo no entiendo por qué se les está dando tanta vela. Son muy activos, es cierto, pero son cuatro, y lo que pasa es que determinados medios les conceden una representación absolutamente sobredimensionada. Medios de derechas y medios de izquierdas, ¿eh? Eldiario.es publicó hace no mucho un artículo en el que venían a contar la misma cantinela que me comentabas antes; eso de que esto va a volver a todo el mundo nacionalista y va a llevar a la independencia de Asturias; que vamos a acabar como en Cataluña. Y fíjate: yo sí admito el símil de Cataluña, pero al revés. Aquí, igual que allí, existen unos supremacistas que discriminan absolutamente a una parte de la población, conculcan sus derechos y les ponen todos los obstáculos del mundo para que hablen su lengua, con la diferencia de que aquí los discriminados somos los asturianoparlantes. El equivalente aquí de los señores Puigdemont y compañía, por la parte gubernativa, es la dirección actual del Partido Popular y lo que queda del gobierno socialista interino, que sigue empeñada en negarle el pan y la sal a otros socialistas que ya están en el siglo XXI y quieren darle la vuelta a la cosa y empezar a cumplir la legalidad vigente. El artículo 3.2 de la Constitución lo dice muy claro: «Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos». Dice «serán», no «podrán ser» ni «serán o no». Y el Estatuto de Autonomía llama al asturiano «lengua tradicional de asturias». Lengua, no dialecto ni sistema fonético, como decía hace poco el líder de Vox, Santiago Abascal, que ni es asturiano ni vive en Asturias ni es filólogo ni tiene ni idea. España es el país con más filólogos por metro cuadrado. Todo el mundo sabe de todo y todo el mundo opina, pero los lingüistas lo tienen claro: el asturiano es una lengua. Y puesto que lo es, al no hacerla oficial se está incumpliendo la Constitución, que hasta donde yo sé es la ley máxima del Reino de España, del que hasta donde yo sé forma parte Asturias.

-Y usted no quiere que Asturias deje de formar parte de España, ¿me equivoco?

-No, claro que no. Yo, de hecho, podría decir que soy nacionalista español. Fuera de Asturias, desde luego que lo soy. Y a mí me gusta recorda que el señor Llera Ramos, autor de las tres encuestas sociolingüísticas que han ido revelando a lo largo de los años que la mayoría de la sociedad asturiana está a favor de la cooficialidad, y él mismo un defensor del asturiano, estuvo amenazado por ETA. A Javier Jové nunca lo amenazó ni ETA ni nadie, y me alegro, pero este señor tuvo que estar un tiempo yendo a la Universidad con dos escoltas detrás de él. Poco sospechoso de batasunismo debía de ser. El problema es que como esta gente siga por ese camino va a acabar convirtiendo en nacionalistas asturianos a personas a las que en ningún momento se les pasó por la cabeza discutir su pertenencia a España, pero que empiezan a estar hartas de tener que mantener discusiones bizantinas cada dos por tres con gente que entiende que Asturias es Segovia regada con sidra y dice que su lengua no existe. Con el nacionalismo a veces pasa eso: que tiene una parte importante de comportamientos primarios, y los comportamientos primarios generan otros comportamientos primarios. Tú me tocas los huevos a mí, pues yo te los toco a ti. Eso se ve muy bien en el caso catalán: el nacionalismo catalán se equivocó totalmente, se pasó de frenada y en esa pasada de frenada provocó que los que pasaban de todo salieran a la calle. Aquí puede pasar lo mismo, pero al revés: que tanto nos toquen los huevos que nos hagan ser lo que no somos. De todas maneras, yo, de momento, soy nacionalista español. Pero soy un nacionalista español que se castellanizó en la escuela, y soy mayor, pero no tanto. Y en mi entorno familiar, y en el concejo en el que nací y me crié, que es Mieres, y en los concejos de los que proviene mi familia, caso de Proaza, yo no hablo castellano. Cuando voy a Sograndio no hablo castellano. Y en el Club de Tenis de Oviedo o en el Club de Regatas de Gijón es distinto, pero no tendría por qué serlo. Hay cierto complejo provinciano que entiende que si uno va al Club de Regatas no puede decir un ye, por más que en el chigre sí lo haga. Pero yo, que voy al Club de Regatas de continuo, y voy porque puedo económicamente, sí que hablo asturiano allí cuando voy, igual que lo hablo en el chigre de debajo de mi casa, al que también voy de contiuo. Que haya gente que entienda que lo que vale para el chigre no vale para el Club de Regatas, y que para ser admitido en la jet set debe renegar de la lengua de sus abuelos, yo creo que no es un problema lingüístico, sino sociopsiquiátrico.

-La famosa diglosia.

-La famosa diglosia, que también existía en Galicia en los años setenta. El mantenimiento del idioma en las zonas rurales de Galicia en aquel tiempo no era muy superior al del asturiano en Asturias. ¿Cuál es la diferencia? Pues que en un momento dado apareció por allí un señor que debía de ser muy separatista, muy izquierdista y muy abertzale, quizás porque su segundo apellido era vasco, y galleguizó a todo el mundo. Se llamaba Manuel Fraga Iribarne y una de las primeras cosas que hizo fue lanzar una campaña llamada Galicia Calidade y que consistía en hacer publicidad de la gastronomía y los productos de Galicia en gallego. Sacaba varias cosas y lo último que sacaba era el marisco, porque entonces, para el resto de España, Galicia era el marisco gallego igual que Asturias era la fabada. Fraga cambió la mentalidad de los gallegos sobre Galicia y del resto de España sobre la propia Galicia. Aquí no hubo una figura así. Cascos pudo serlo, pero Cascos no es Fraga. Si lo hubiera sido, muchos de los que ahora están por ahí pegándose con las paredes diciendo que esto es el acabóse y va a romper España estarían hablando más asturiano que nadie. En Galicia fue así, y fue así porque es rotundamente falso que reivindicar una lengua vaya necesariamente aparejado a ser nacionalista. El asturiano es absolutamente transversal en todos los sentidos. Hay bablistas que no llegan a fin de mes y bablistas que tienen una empresa y están contratando a gente. Los hay que van al chigre y los hay que van al Club de Regatas. Los hay de derechas, de centro y de izquierdas; los hay católicos y ateos; los hay heterosexuales y homosexuales y los hay hasta asturianos y no asturianos, porque también hay muchos que vienen aquí de fuera y se asturianizan mucho más rápido que los de aquí. Mira, te cuento una anécdota.

-Cuénteme.

-En la campaña electoral de las autonómicas de no recuerdo qué año, en la que el candidato del PP era Gabino de Lorenzo, Gabino hizo uso del asturiano. Lo hizo muy a su manera; muy monologuista, pero bueno, lo suficiente para poner muy nerviosa a la FSA. «¡No meta usted el asturiano en la campaña!», clamaban. Yo, en aquel entonces, frecuentaba mucho las calles aledañas al palacio de la Junta General. Iba a tomar café a los tres o cuatro sitios de rigor, entre ellos la cafetería en la que Vicente Alberto [Álvarez Areces] tomaba la tortilla de patata todos los días, y también otras en las que solía parar la gente del PP. El caso es que en aquel momento empecé a notar una cosa extraña: las mismas personas a las que hasta entonces yo había escuchado hablar castellano muy de aquella forma, con la clase de lindezas que suelta la gente que trata de falar fino, de repente hablaban asturiano cerrado. Era gente muy del PP, muy de Gabino, y el hecho de que Gabino hubiera empezado a usar el asturiano los había animado a hacerlo ellos también. Les había empezado a quebrar el complejo que tenían. A toda esa parte provinciana de la sociedad, bastaría un gesto así para recuperarla. La parte supremacista no; la parte supremacista es irrecuperable. Pero no ya para la normalidad lingüística, sino para la democracia, porque no son demócratas. Tienen planteamientos absolutamente preconstitucionales.

-Y son muy soeces.

-Son faltosos, sí. Yo últimamente no suelo meterme a discutir en Facebook, pero hubo un par de casos en que no me pude resistir. En un momento dado, Pablo González, del PP, me dijo que yo estaba a partir un piñón con podemitas y separratas. No era una errata: separratas.

-¡Uf!

-El nivel es ése. En otro momento, otro de éstos me dijo que lo que pasa es que yo quiero un puestín de profesor, y por eso defiendo la cooficialidad. Respondí: «No, mire usted, yo ya vivo de ser el dueño de una productora». Y entonces me dijeron: «Claro, vives de hacer películas en bable con nuestros impuestos». Ahí me puse faltoso yo también y le espeté a esta persona: «Mira, si quieres podemos medírnoslas y comprobar quién la tiene más grande; quien cobra más del erario público al final de cada semestre». El tipo es un exguardia civil, con todo el respeto para la Benemérita, pero debe de ser de los que no pasó del año setenta y cinco, igual que no pasó la presidenta regional del Partido Popular, doña Mercedes Fernández, que no es que sea ya supremacista, sino directamente rayana en la xenofobia, y me refiero a aquello que soltó de que Llamazares y Concha Mesa no tienen derecho a opinar sobre el asturiano porque son respectivamente riojano y burgalesa, y que ella hablaba más asturiano que ellos. A mí me recordó a otra cosa que pasó hace años en Gijón, cuando Pilar Fernández Pardo, la presidenta local de entonces, dijo que suscribía el principio de oficialidad sin obligatoriedad. Tengo por ahí el vídeo en el que lo dice. Rápidamente hubo intervenciones y recuerdo que [José Manuel] Sariego, que era el secretario general del PSOE de Gijón, le espetó que ella no tenía vela en este entierro, porque era zamorana.

-Curiosamente, dos de las figuras más citadas por los antibablistas, Gustavo Bueno y Emilio Alarcos, también eran respectivamente riojano y salmantino.

-Claro, pero como ésos decían lo que decían, sí que valen vengan de donde vengan. Pero vale lo que vale. Emilio Alarcos y Josefina Martínez, su señora esposa, aparecen en un libro de 1976, la Gramática bable de Ana Cano, apostando por la normalización. ¿Qué pasó? Pues que hubo un encontronazo entre ellos y el grupo de la propia Ana Cano y García Arias por un asunto de dineros y ya sabemos lo que pasa en la Universidad, que es un mundo aparte, al menos en Asturias: como no me das lo que quiero, paso a estar en contra de ti y de todo lo que haces y dices. Pero mira, de todas maneras, aquella gente tenía un nivel. Uno podía discutir lo que decían, pero era gente de cierta talla y que por lo general hacía argumentaciones de calidad. Neira, por ejemplo, podía argumentarte que existían varios bables y que la lengua en la que se comunicaban los hablantes de uno y otro bable era el castellano. Y tú podías contraargumentarle con pruebas que no era así; que la koiné que empleaban un tratante de ganado del oriente y otro del occidente cuando se encontraban en Pola de Siero era el asturiano. Pero eso no le quitaba a Neira, que tiene por ejemplo trabajos muy guapos sobre el habla de Lena, el mérito académico que le correspondía. El antiasturianismo de hoy es muy distinto. Al señor Jové, que por cierto tampoco tiene un apellido muy asturiano que digamos…

-Es de Valladolid, creo.

-Pues ya ves. Llamazares no vale porque es riojano pero este señor sí que vale aunque sea vallisoletano. Parece una broma. El problema de esta gente, que era también el problema de Gustavo Bueno, es que vienen a Asturias con una mentalidad de colono. Se ven a sí mismos como colonos y nos ven a nosotros como nativos; como gente que somos humanos pero menos; como españoles de segunda que estamos para lo que estamos: para reírse de nosotros. A mí me gustaría saber por qué lo que dice el PP en Cataluña o en Galicia o en Valencia o en Navarra o en el País Vasco no tiene nada que ver con lo que dice el PP de aquí. ¿No es el mismo partido? Y lo que digo del PP lo digo también de Ciudadanos, que en Cataluña dice una cosa sobre el catalán y aquí dice otra cosa del asturiano. ¿Por qué lo que vale para Cataluña no vale para nosotros? ¿Por qué allí se cumple la Constitución en lo que respecta a las lenguas propias y aquí no? Es esta gente, no nosotros, la que crea separación; la que divide a la sociedad. El tema del asturiano era un tema con el que no había mayor problema. Se iba encarando poco a poco e iba creciendo tanto su demanda como su uso en ámbitos en los que no se estaba usando. Es verdad que se van perdiendo los hablantes patrimoniales, pero la cosa va avanzando, y esa pérdida no es irreversible. Quiero recordar que en la última reforma integral del Estatuto de Autonomía, un señor que entonces era vicepresidente del Gobierno de España por el Partido Popular trasladó a quien es la actual presidenta regional del PP la oferta de poner en el texto estatutario que se podría declarar la oficialidad cuando hubiera una mayoría cualificada. A mí me pareció prudente. Y a día de hoy, con ese texto en el estatuto y con las fuerzas que hay, el asturiano sería oficial.

-Se suelen criticar las prisas y el maximalismo del asturianismo de los noventa.

-El o todo o nada es un problema del asturianismo, desde luego. Yo recuerdo que cuando se aprobó la ley de Uso, a Sánchez Vicente (que es a quien se debe esa ley, no al PP; fue él quien agarró al PP por los argumentos y les dijo que o se aprobaba esa ley o no había presupuestos) le cayeron por todos los sitios. Sin embargo, a día de hoy es la ley a la que se agarra todo el mundo. En la vida hay que ser un poco políticos; hay que saber negociar y esperar. Si entonces se hubiera aprobado eso que se llamó oficialidad diferida, con la distribución de fuerzas que hay en el Parlamento y con todas las encuestas a favor, el asturiano sería oficial. Que ésa es otra: las encuestas. Los antibablistas no es ya que se erijan en filólogos, es que se erigen hasta en sociólogos o más bien antisociólogos, y afirman que una muestra de ochocientas personas no refleja la realidad de Asturias. Vamos a ver, ¿usted sabe lo que es una encuesta sociológica? ¿Usted se piensa que para saber lo que opina un millón de asturianos sólo vale entrevistar a todo el millón asturianos? No, hombre, la sociología es una ciencia muy antigua y que sabe cómo hacer las cosas; y sabe cómo hacer una muestra selectiva que refleje al conjunto de la sociedad. La demoscopia es eso. Estos tipos hablan sin tener ni puta idea de nada, cuando no mintiendo como bellacos. A mí me hace gracia que afirmen que representan a la inmensa mayoría de la sociedad asturiana. Hicieron una manifestación anticooficialidad y fueron seis, ¡seis! Bueno, ellos dicen que fueron siete, pero el séptimo era Pablo González, que pasaba por ahí y al que pidieron que les hiciera una foto. A mí no se me ocurriría pedir que me sacaran una foto si hubiera convocado una manifestación de seis personas. Ni vergüenza torera tienen, y el asunto ése de la manifestación demuestra que en buena parte están tarados de la cabeza. Esto se puede poner: están tarados de la cabeza. Son unos neofascistas, unos tarados y unos babayos acomplejados que piensan que no pueden ser nada en el mundo si no se ríen de los asturianos; y no representan a nadie. Vox es una fuerza residual y muy extraparlamentaria que en las últimas elecciones tuvo menos votos que el Partido Animalista. Y las encuestas dicen algo muy distinto a lo que dicen ellos: que el personal quiere que el asturiano tenga el mismo nivel que las otras lenguas del Reino de España pero al mismo tiempo no quiere que lo obliguen o le impongan nada, que es algo que yo entiendo.

-¿Qué significaría esa cooficialidad sin obligatoriedad? ¿El asturiano como asignatura troncal en los colegios pero no como lengua de inmersión educativa?

-Significaría que el asturiano se adaptara a la realidad social de Asturias, que es algo muy saludable, entre otras cosas porque cuando las cosas se aplican sin que la realidad social las sustente están condenadas al fracaso. Para mí, lo suyo sería que hubiera una asignatura de asturiano en todo el ciclo formativo y que, allí donde hubiese demanda, se pudieran impartir en asturiano otras materias. En Gijón seguramente sea complicado dar matemáticas en asturiano, pero quizás en Mieres no. Cuando se lanzó aquel experimento bilingüe en diez centros pilotos, en Gijón hubo una demanda de en torno al cincuenta por ciento, y en Mieres no llegó al cien porque había unos padres que eran testigos de Jehová y a los que Yahvé les decía que sólo hay que estudiar las lenguas importantes, pero más allá de eso todo el mundo estaba por el bilingüismo. Se trataría de eso; de adaptar el asturiano a cada entorno y de presentar el asturiano como algo propio, cercano y agradable, no como una imposición ni como algo que creara problemas a la gente de Asturias.

-Para los funcionarios, ¿sería condición sine qua non saber asturiano?

-¡Claro que no! Ésa es otra de las mentiras recurrentes de esta gente, que te pone de ejemplo no sé qué cosa que pasó en Ibiza con no sé qué neuróloga que no sabía mallorquín. No, hombre, no. De los médicos se valorará que sean buenos en lo suyo y dará igual que vengan de Vitigudino o de Siria. Hombre, si una señora llega y dice que le duele el papu, o el banduyu, o la petrina, no estaría mal que el médico supiera de qué va la cosa. Hay paisanos y paisanes que no saben llamar a ciertas cosas de otra manera que como las llevan llamando toda la vida, y a las que no les vas a decir: «¡Oiga usted, hábleme en cristiano!», como supongo que le diría alguno de estos liberales de opereta. Pero al médico no se le obligaría a saber asturiano, claro que no. En todo caso, se le animaría a que hiciera cursos, como ya sucede en sitios como Gijón, se pondría el asturiano como un mérito más, igual que lo es saber inglés.

-De la colonización del inglés nadie se queja.

-No, qué va. Ésa sí que es una batalla perdida. El otro día vi un chiste muy bueno al respecto en no recuerdo qué periódico: un señor que montaba un pollo a una señora porque le había hablado en catalán pero estaba rodeado de carteles en inglés y llevaba toda la ropa llena de palabras inglesas. Eso sí que es preocupante. En doblaje, por ejemplo, decimos take para referirnos a cada una de las partes en que se divide un guion cuando podríamos perfectamente decir toma; y hay un término spanglish que también se utiliza mucho: el takeo. Volviendo al tema de las carencias del asturianismo, también hay que decir que el asturianismo ha sido a veces un poquito miedoso. Yo ya hace veinte o treinta años que hubiera iniciado los trámites oportunos para reclamar el cumplimiento del artículo 3.2.

-¿Ante quién?

-Ante el Tribunal Constitucional.

-¿Nunca se hizo?

-No, no, nunca. ¿Qué puede pasar? Pueden pasar dos cosas: que te digan que tienes razón y se declare la cooficialidad y que te digan que no la tienes y te quedes como estás. Pero es que no te dirían que no, porque el tratamiento del asturiano, igual que el del aragonés, no es anticonstitucional, tanto más cuanto la cuestión de las lenguas aparece en los primeros artículos, que son la parte importante de la Constitución; los principios generales que rigen todo el texto.

-Cuando usted estaba en el PP, ¿era una voz solitaria en esto de defender el asturiano, o había todo un sector favorable?

-No, no, había varios cientos de personas a favor, algunas de ellas bastante señaladas: que si no sé qué asesor, que si un concejal de no sé dónde… Y algunos llevábamos unos cuantos votos detrás por ser quienes éramos y no por la sigla. La prueba es que cuando el PP empezó a emplear un discurso más duro y más soez contra el asturiano y empezó a irse gente como yo comenzó a pasar lo que yo ya les había avisado que pasaría: que el PP perdió una buena cantidad de votos. Yo, cuando me fui, les dije: «Si me voy, dejo de tener compromiso alguno, y yo voy a decirle a toda la gente que tengo alrededor que no vote al Partido Popular», y como yo hubo varios. Ahora mismo no queda nadie mínimamente señalado en el PP que defienda el asturiano. Si lo hay, lo defiende en la intimidad. Cherines soltó la consigna de cargar contra el asturiano y, como en el PP hay unos cuantos y unas cuantas que tienen unas ganas locas de pisar el Pozo Moqueta, pues pasó lo que pasa en todos los aparatos: que empezaron todos como a pelearse por ver quién decía la burrada más grande contra el asturiano y, en el caso de Gijón, por incumplir flagrantemente lo que decía el programa electoral, que conozco de buena tinta porque lo redacté yo. El PP de Asturias, y muy concretamente el de Gijón, es como una cebolla que ha ido perdiendo capas. Han ido espantando a la gente más centrista, moderada y proactiva en materia de derechos civiles, ello pese a que el partido se declara de centro reformista. De un sector democristiano bastante importante que había, ya están todos fuera. Y si tú miras el organigrama del PP de Gijón para comprobar cuánta gente lleva treinta, veinte, diez años en el PP, te encuentras con que quedan tres o cuatro que tienen más moral que el Alcoyano.

-¿Qué hay de Ciudadanos? ¿Cuál es la geopolítica interna del partido en la cuestión del asturiano?

-Ciudadanos es un partido que es contrario a todo lo que tenga que ver con la diversidad lingüística. ¿Qué pasa? Que en Cataluña no pueden decir lo que dicen aquí. Allí, todo lo más que pueden hacer es reivindicar el bilingüismo y que hay respetar el castellano. En Galicia, lo mismo. Pero en Asturias pueden ser como son. Muchos vienen de UPyD y del ala derecha del PSOE y vienen con una mentalidad furibundamente jacobina. El problema de Ciudadanos en lo que respecta al asturiano es ése: el jacobinismo, igual que el problema del PP son los resclavos de la mentalidad franquista, que en alguno que otro son más que resclavos. En circunstancias extrañas, yo tengo miedo de que alguno nos mandara directamente al paredón, y no es broma. No hay más que ver las cosas que dicen, las claras incitaciones al odio que sueltan por esa boca y cómo marcan e insultan gravemente a la gente asturiana que habla asturiano. De mí han dicho de todo, empezando por que estoy por el asturiano para llevarme dinero público. A mí el asturiano nunca me ha dado un duro, al contrario: me cuesta miles de euros todos los años.

-Comentaba antes que también le dicen que lo que quiere en realidad es un puesto de profesor y que les respondió que no era así. Y no lo es, pero es curioso cómo a veces uno se deja atrapar por el discurso del adversario y termina suscribiendo sus filias y sus fobias. En realidad, ¿qué hay de malo en querer ser profesor de asturiano? ¿Por qué esa voluntad ha de ser motivo de vergüenza?

-Eso digo yo, ¿qué hay de malo? Yo entiendo que un profesor de bable en Murcia sería un atentado contra la dignidad humana, pero esto no es Murcia, señores: es Asturias. Pero bueno, quizá con el asturiano pase dentro de diez años lo que pasó en su momento con la ley de divorcio o la de matrimonio homosexual: que de repente sean los que lanzaban invectivas furibundas contra la destrucción de la civilización occidental los que se divorcien dos veces o vayan a la boda de su hijo con Pepín. Yo echo mucho de menos un centro-derecha que no vaya a rebufo de los avances sociales; que sea moderno y del siglo XXI. Uno de los grandes problemas de España es ése: que no hay centro-derecha. La derecha está todavía entre el siglo XIX y el XX; en ir a la corrida de toros, bailar unas sevillanas, tomar unos finos y montar una Feria de Abril en Piloña, que es algo que a mí no me parecería mal si Piloña tuviese una comunidad de habitantes procedentes de Andalucía, como sí la hay en Gijón.

-Otro de los argumentos de los antibablistas es lo cara que sería la cooficialidad. ¿Qué responde usted a eso?

-Respondo que sería un coste pequeño y que en gran parte ya está asumido en lo que se está haciendo ya por el asturiano; y que no hay que olvidar que los asturianos y las asturianas estamos pagando a través de nuestros impuestos las oficialidades del resto de España. Si hubiera cooficialidad, en lugar de estar de paganinis recibiríamos. Y además crearíamos puestos de trabajo y dinamizaríamos ciertos sectores que están un poco fastidiados, como el editorial o el audiovisual. Habría más personas con más dinero en la mano, que es algo muy liberal; y gastarían ese dinero aquí y no en Segovia, porque vivirían aquí; y dejaríamos de pasarnos la vida naguando por una nueva Uninsa o una nueva Hunosa. En Galicia pasó. Hay muchos gallegos que no hablan gallego pero que están encantados de que el gallego sea oficial, porque Galicia convirtió el gallego en una marca y en un dinamizador de la economía. Sea como sea, no sé adónde nos llevaría el bable, pero yo preguntaría a esta gente: el no bable, ¿adónde nos llevó?

-Gran parte del discurso y la actividad en redes sociales del Club de los Viernes y Cooficialidad No también se basa en sobredimensionar al minúsculo nacionalismo de izquierdas compartiendo constantemente sus panfletos, lemas y convocatorias y presentándolos como la norma del asturianismo.

-Sí, vienen a clamar que Asturias está llena de gente dispuesta a salir a la calle con una metralleta y a pedir la beatificación de Belarmino Tomás. Pero la realidad es que el nacionalismo asturiano es más irrelevante todavía que Vox: debieron de sacar mil votos en las últimas elecciones. La sociedad asturiana no va por ahí.