Bobes propone un tratamiento hormonal para el «violador del estilete»

Pilar Campo OVIEDO

ASTURIAS

El violador del estilete en Oviedo
El violador del estilete en Oviedo

El psiquiatra se muestra partidario de modificar la ley para aminorar los riesgos de comportamientos como el de Félix Vidal

03 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

¿La medicina ofrece alguna alternativa para que los violadores como Félix Vidal Anido, con un historial que abarca agresiones sexuales a más de medio centenar de víctimas, con un amplio abanico de edades que van desde los 3 a los 60 años, una vez cumplida la condena puedan salir en libertad de la prisión y no reincidir? ¿La castración química es la solución? Julio Bobes García, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo, aporta las respuestas para estos interrogantes.

La excitación en el forcejeo y sometimiento

Julio Bobes coincide con la opinión del vicedecano del Colegio de Criminólogos del Principado de Asturias, Miguel Ángel Perianes, en que el perfil de Félix Vidal, conocido como el violador del estilete no responde al de una persona que busca el placer en la relación sexual en sí misma sino en la excitación que le produce el forcejeo y el sometimiento de la víctima al ejercicio de su intimidación.

A juicio del catedrático de Psiquiatría, el comportamiento de estos depredadores sexuales «técnicamente se podría mejorar de forma sustancial», aminorando el riesgo de reiteración de sus conductas delictivas, si se les somete a tratamientos antihormonas que favorecen «el control de sus impulsos». No obstante, estima que esta actuación debe ir acompañada de una modificación de la legislación para aportar a los jueces los instrumentos legales necesarios para que, incluso en contra de su voluntad, puedan ser sometidos a un tratamiento.

Su forma de actuar responde al mismo patrón: «Por un lado, suelen forzar a las víctimas bien con relaciones completas, lo menos habitual, o bien con tocamientos, que es más frecuente, porque no buscan una relación de placer, sino que su excitación se produce a través del forcejeo y la sensación de tener sometida y acorralada a la otra persona», explica Julio Bobes.

La doble vida del violador

Los estudios avalan la eficacia de los tratamientos encaminados a la anulación de los efectos de la hormona testosterona propia para que se conviertan en personas menos impulsivas, de manera que pasen de un estado de irritabilidad y compulsión a una sensación de relajación y bienestar por la preminencia de los estrógenos. «Bloqueamos la testosterona y los estrógenos pasan a tener más importancia en el comportamiento del individuo. Los estrógenos tienen muy buena prensa porque generan esa relajación y les modifica su comportamiento. Este tipo de personas no buscan siempre una relación genital, sino más bien la excitación del apurón, del forcejeo, de comprobar la situación de supremacía sobre la víctima», expone Bobes.

Paradójicamente, un violador multirreincidente como es el caso de Félix Vidal, puede llegar a mantener una relación sentimental que responda a los cánones sociales de la «normalidad» y a la vez ser un depredador sexual. Por su experiencia como psiquiatra ve perfectamente compatible que puedan coexistir ambos perfiles en él. «Se da una doble situación. Por un lado mantiene un comportamiento que cabe dentro de los límites de la normalidad social y por otro necesita forcejear con su víctima por un estímulo, mediatizado por ese papel de sometimiento de la mujer», corrobora.

Más instrumentos para los jueces

Sin embargo, sólo se trataría de un parche si se suspenden los tratamientos o no se tiene controlados a estos delincuentes. «Los violadores como Félix Vidal no tienen mucha conciencia de enfermedad y, aunque la tengan, el seguimiento y la adherencia al tratamiento va en función de cómo les van las cosas. A medio y largo plazo, que es donde podríamos evaluar el cambio, hay falta de adherencia y mucho incumplimiento del tratamiento», reconoce.

Con la ley actual, los jueces «no pueden hacer nada», reconoce, porque si bien técnicamente se pueden aplicar alternativas, no están respaldados por una normativa que favorezca que puedan realizar el  tratamiento al individuo aún en contra de su voluntad. «Nosotros queremos que nos apoye la población en general porque cuando hay daños a terceros la situación cambia. Estas personas pueden transmitir enfermedades. Estos temas tienen que resolverse desde el punto de vista legal. Porque, de lo contrario, la situación va a persistir. Si no podemos obligarles al tratamiento volvemos a la posición de partida, donde el individuo no se controla y actúa impulsivamente y luego vete a explicarles eso a las víctimas», comenta.

«El sálvese quien pueda»

Hay medicamentos de liberación prolongada, que duran «uno, tres o seis meses» y que, bajo sus efectos, los delincuentes sexuales están bien controlados, pero una vez que estos efectos se pasan, se vuelve a la situación inicial. «Si yo, por ejemplo, les pongo una inyección al mes, durante ese tiempo sé que van a estar bien, porque están tratados, pero una vez que pasa su duración, hay que pedir otra autorización al juez. Esta situación se mejoraría con la modificación del articulado de la Ley», reitera.

El problema de fondo es, en su opinión, que no hay armonía entre el derecho a la libertad del individuo y el derecho a la salud. «Y mientras tanto, hablamos y hablamos y hay víctimas y más víctimas y recogemos firmas, pero no lo arreglamos porque al juez hay que facilitarle que se modifique la ley y que esté orientada a la realidad social. Estos problemas se pueden aminorar sustancialmente de esta forma, porque lo contrario es sólo lamentarlo. Para eso hace falta que se legisle a favor de la salud porque si sólo prima el derecho a la libertad es el sálvese quien pueda», advierte Julio Bobes.