«Le enseñaré mi mano a Rajoy para que vea cómo es la situación de las kellys en España»

Claudia Granda REDACCIÓN

ASTURIAS

Pilar Cazorla, una de las «kellys» que se reunirá con Mariano Rajoy el próximo 5 de abril
Pilar Cazorla, una de las «kellys» que se reunirá con Mariano Rajoy el próximo 5 de abril

Pilar Cazorla Ruiz tiene la mano derecha paralítica y un 32% de minusvalía debido a su trabajo como camarera de piso. El próximo 5 de abril se reunirá con el presidente del Gobierno en Madrid

02 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Pilar Cazorla Ruiz trabajó varios años como camarera de piso en un hotel de Gijón y es una de las cinco «kellys» que se reunirá el próximo cinco de abril con Mariano Rajoy en la Moncloa. Tiene 43 años y tras sus diez últimos meses de trabajo le han diagnosticado un 32% de minusvalía y parálisis en su mano derecha, lo que la imposibilita a llevar una vida totalmente normal, dado que es diestra. Pilar es solo un ejemplo de los muchos que muestran las consecuencias de las polémicas condiciones de trabajo de este colectivo.

«Yo lo que quiero es enseñarle mi mano a Rajoy y decirle:"así estamos quedando vuestras camareras de piso"», cuenta Pilar, que asegura haber bajado casi 15 kilos desde que comenzó su andadura en este sector. «Entré a trabajar pesando unos 62 kilos y a día de hoy peso 48», lamenta. La mayoría de establecimientos turísticos externalizan las tareas de limpieza con empresas multiservicio que reducen los sueldos del convenio de hostelería casi un cuarenta por ciento. De 1200 euros por convenio, con pagas extras y vacaciones, a cobrar 1'5 euros por habitación. Aproximadamente 36 euros diarios en un contrato en el que se firman seis horas de trabajo pero se realizan más de ocho. Actualmente las empresas pagan a las «kellys» como limpiadoras y no se les aplica el convenio de hostelería.

La mano derecha de Pilar Cazorla está completamente paralítica debido a los esfuerzos a los que se ha tenido que someter como camarera de piso
La mano derecha de Pilar Cazorla está completamente paralítica debido a los esfuerzos a los que se ha tenido que someter como camarera de piso

La externalización de su trabajo es uno de los principales temas que el colectivo pondrá sobre la mesa el próximo 5 de abril en Moncloa. «Queremos que el PP desbloquee el artículo 42 del Estatuto de los Trabajadores para que se prohíban las externalizaciones», explica Pilar. Esta es una de las propuestas que alberga la Ley Kelly, pero no la única. «También le pediremos al presidente que se nos otorgue la jubilación anticipada, que reconozcan nuestra labor como trabajo penoso». Una kelly no solo limpia, también se ocupa de montar las camas supletorias y cunas, reorganizar las habitaciones y tirar la basura. Las jaulas de dos metros con ropa limpia también son su responsabilidad, además de darle la vuelta a los colchones. María del Pilar asegura que la carga a la que están sometidas es inhumana e imposible de realizar por una sola persona. «Necesitamos que se reconozcan como enfermedades profesionales la lumbalgia, ciática e incluso el estrés. Algunas de las camareras no pueden ir a trabajar si no es con opiáceos. Nuestro cuerpo ya no da más de sí», explica.

Las jornadas de estas camareras de piso comienzan, por lo general, a las siete de la mañana. Las empresas externalizadas realizan contratos de seis horas diarias, aunque Pilar asegura que siempre se realizan más de ocho horas. «En mi contrato ponía que soy auxiliar de piso, cuando era subgobernanta y camarera de piso. Mis jornadas duraban más de doce horas». Y los descansos no existen, ni siquiera para comer. Cuando Pilar terminaba sus obligaciones, es decir, cuando acababa de dejar impolutas 24 habitaciones -las correspondientes a una planta entera-, sentarse era lo último en lo que podía pensar. «Cómo sabían que era la más rápida me asignaron la planta con más habitaciones. Cuando terminaba mi trabajo tenía que ir bajando planta por planta ayudando a los demás». Así hasta el final de la jornada. Los desayunos de esta antigua camarera de piso consistían en un plato de fabada, un buen trozo de pan, huevo hervido y un ColaCao. «Y un antinflamatorio, porque sin él era imposible continuar ese ritmo de vida».

En cuanto a la relación con las gobernantas, cuenta Pilar que ya no es lo que era antes. «Ya no hay amistad. Te machacan continuamente, no sé si tal vez será por presiones de los de más arriba», explica. Pero a pesar de las elevadas cargas de trabajo a las que las exponen quejarse es la última opción. «Si abres la boca te tachan de persona conflictiva. Si te duele un hombro enseguida te dicen: "no te preocupes, te quedas de vacaciones"». Las vacaciones para estas empresas externalizadas significan dar de baja en la Seguridad Social a las «kellys» y despedirlas sin previo aviso.

Una visita esperanzadora

Pilar asegura que tanto ella como sus compañeras acuden a Moncloa con muchas ganas de dialogar y con esperanzas de que su situación mejore a raíz de la reunión con el presidente del gobierno. Esta cita supone un gran paso para el colectivo. «Justamente es el Partido Popular el que se niega a darnos facilidades, así que no hay mejor solución que hablar con quien se opone». Pilar defiende el papel fundamental de las «kellys» en el sector hotelero, «¿quién quiere habitaciones sucias?», cuestiona. Pero asegura que bajo este «yugo» no podrán soportar mucho más: «Nos están quitando la vida».