Las «trampas» humanas que ponen en riesgo a los osos

Susana D. Machargo REDACCIÓN

ASTURIAS

Un oso en una colmena
Un oso en una colmena

Un estudio con participación de la Universidad de Oviedo concluye que la cercanía de ambas especies aumenta la mortalidad de las crías más jóvenes

06 abr 2018 . Actualizado a las 12:47 h.

No se refiere ni a los lazos ni tampoco a los cepos. La trampa en este caso es la cercanía o la convivencia. Los osos que viven en las inmediaciones de núcleos de población tienen una tasa de supervivencia inferior a aquellos que habitan espacios salvajes. Los animales no son conscientes de que la presencia del hombre provoca cambios en sus hábitos y los fuerza a adoptar otros nuevos mucho más lesivos para la especie. Entre esos nuevos hábitos que se convierten en trampas está por ejemplo el conseguir alimento en los huertos o de restos de basura, por ejemplo. Esto sucede con todos los plantígrados a lo largo del planeta, desde los grizzlies norteamericanos al pardo europeo e, incluso, el cantábrico.

Esto es lo que concluye un estudio reciente publicado por la revista Mammal Review y auspiciado por el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El primer firmante es Vicenzo Penteriani, investigador del Instituto Pirenaico de Ecología, pero ha contado con la colaboración de tres asturianos, Maria del Mar Delgado y Alejandra Zarzo-Arias, ambas del centro de la Unidad Mixta de Investigación de la Universidad de Oviedo, y Andrés Ordiz, del departamento de Ecología de la Universidad de Ciencias de la Vida de Noruega. Todos forman parte de un grupo de investigación que colabora de manera estable y que cuentan incluso con una web de divulgación.

Conclusiones del trabajo

Este estudio consigue demostrar que la coexistencia del oso pardo con los hombres provoca un declive importante de las poblaciones. No se trata solo de un efecto de la evolución o una obra de cazadores desaprensivos que obvian que la especie en una gran parte del planeta está en riesgo de desaparición, la mera convivencia de ambas especies tiene efectos negativos. Eso es a lo que el artículo denomina «trampas». Los osos se adaptan al entornos y toman por buenos los recursos que están de la mano del hombre, porque mejoran su bienestar a corto plazo, pero a la larga esto tiene consecuencias negativas.

¿Cuáles son esos recursos generados por el hombre? Desde la propia basura a los huertos y los colmenares, ya sean caseros o industriales. Ambos son modos fáciles para los osos de alimentarse. Los investigadores, en términos más rigurosos, hablan de recursos alimentarios naturales cerca de infraestructuras humanas   y zonas agrícolas o el uso de recursos alimentarios artificiales de origen humano. En el artículo se analizaron los diferentes mecanismos de trampas que pueden afectar a las poblaciones mundiales de esta especie.

Las edades tempranas son las más sessibles. Los científicos han llegado a la conclusión de que los efectos más graves se manifiestan con el incremento de la mortalidad de los ejemplares más jóvenes, sobre todo, con las crías menores de un año. Los ejemplares adultos, por su parte, sufren problemas fisiológicos y las poblaciones ven cómo se altera su estructura social. «Detectar estas trampas y los lugares en los que se hallan puede ser crucial para contribuir a la conservación», explica Vicenzo Penteriani.

Cómo se engaña a un oso

Esta investigación no responde a un nuevo trabajo de campo sino a la revisión de otros realizados con anterioridad. Su objetivo es detectar esas trampas para así poder trazar estrategias para evitarlas. Esta gestión es especialmente importante en poblaciones de osos pequeñas y aisladas, con hábitats muy humanizados donde en un espacio muy restringido conviven los plantígrados y los hombres. Esa es, según reconoce Vicenzo Penteriani, la descripción exacta de lo que ocurre en la Cordillera Cantábrica y con el oso pardo cantábrico. El científico del CSIC asume que la población del oso pardo cantábrico no goza de mala salud, porque ha conseguido crecer en los últimos años. Pero también indica que identificar los riesgos podría espolear ese incremento. «Es importante en poblaciones pequeñas y asiladas, cuyo futuro depende de su dinámica interior», insiste.

Se trata por tanto de engañar de manera involuntaria al oso. Si encuentra colmenas de abejas de apicultores se acostumbrará a comer en ellas porque es más sencillo que buscar alimento en la naturaleza. Pero además cruzará una carretera si es necesario para llegar, por lo que estará poniendo en peligro su integridad. Así que afecta tanto a su supervivencia inmediata como a su futura evolución y a la fecundidad de la especie.