«Es estupendo traducir el Quijote al asturiano, pero urge más hacer cosas que conecten con la juventud»

Pablo Batalla Cueto

ASTURIAS

Entrevista en profundidad a Inaciu Galán, presidente de Iniciativa pol Asturianu y factótum del movimiento de reivindicación lingüística.

21 abr 2018 . Actualizado a las 10:27 h.

Si el policéntrico y variopinto movimiento de reivindicación de la cooficialidad de la lengua asturiana puede compendiarse en un único rostro, ése es el de Inaciu Galán. Gijonés del ochenta y seis, preside Iniciativa pol Asturianu, una activa oenegé fundada en 2011 sobre la base de algunas convicciones sólidas sobre lo que el asturianismo lingüístico había hecho mal hasta entonces y debía rectificar. IxA es políticamente transversal y ello le ha permitido nutrirse de una militancia heterogénea que abarca todo el espectro político: cuenta con miembros de la FSA, del PP y hasta Ciudadanos. Convencidos de que fiarlo todo a la oficialidad sólo podía conducir a la melancolía y de que debía manejarse un programa mínimo además de un programa máximo, sus miembros no pierden de vista el horizonte estratégico de una reforma del estatuto que dignifique por fin como se merece a la lengua vernácula de Asturias, pero celebran también los éxitos parciales y pequeñitos como no ha solido hacerlo el asturianismo lingüístico. Galán, además, es un auténtico factótum del asturianismo: a ésta de presidente de Iniciativa pol Asturianu suma las facetas de poeta, periodista, profesor, productor audiovisual, renovador del género del monólogu, coleccionista de libros viejos de la literatura asturiana, autor de ensayo histórico (en este momento escribe una tesis doctoral sobre el asturiano bajo el franquismo) o fundador y primer director de la revista Formientu, entre otras. En esta entrevista que se celebra en su casa, desgrana las enseñanzas y experiencias que tales actividades le han venido reportando y acaba por abogar por una oficialidad a la asturiana que a nadie copie y se componga a la medida sociolingüística de la región. Se conseguirá, dice, no en esta legislatura, sino en la siguiente.

-Alguna vez ha contado que desciende de Antón Forascepi, un marinero llastrín del siglo XIX que combinaba esa profesión con la escritura de textos satíricos en asturiano.

-Eso lo descubrí ya de mayor, porque es de estas cosas a las que no se daba demasiado valor en la familia. Antón Forascepi era tío de mi abuelo. Mi abuelo era de Llastres, pero vino muy joven a Gijón con su padre, que era un marinero gallego de Ferrol que se había enamorado en Llastres y allí se había quedado, y después fue uno de los dirigentes del puerto de El Musel antes de la guerra. Y este Antón Forascepi era cuñado suyo y venía mucho a Gijón a, como él decía, comprar piedres pal mecheru. Venía y se quedaba cuatro o cinco días en casa de mi abuelo, que estaba en medio de El Musel, a tres metros de la mar, y que acabaron derribando para hacer un aparcamiento: estas cosas que se hacen. Él en su tiempo tuvo una fábrica de conservas en Llastres y tenía una marca que además tenía nombre en asturiano: La Xoya. Y el caso es que yo, investigando un poco la historia de la familia, encontré en un momento dado una fueya volandera con unos poemas suyos. Escribía en asturiano, y lo que yo conseguí recuperar fueron dos o tres poemas humorísticos y algún artículo en prensa. No es que fuera un poeta de fuste, por así decir, pero sí que debía de ser popular en Llastres, porque escribía sobre cosas y gentes del pueblo, y siempre en clave de humor. Por lo que me contaba mi abuelo, también escribía obras de teatro y las representaba allí en Llastres con un grupín que tenía, pero eso no lo he investigado todavía. Algún día me pondré con ello.

-En Llastres el asturiano sigue siendo una realidad muy, muy viva. El asturiano más puro que yo he escuchado hablar en mi vida, con la posible salvedad de alguna aldea del concejo de Aller, lo escuché allí: concretamente, en un barco de pesca en el que me monté un día para hacer un reportaje.

-Sí, sí, es verdad que en Llastres se conserva bien el asturiano, y que además hay cierto orgullo de hablarlo. De hecho, cuando se recuperó el nombre oficial, funcionó muy bien. Se ve en los nombres de las asociaciones del pueblo, que es donde mejor suele apreciarse si la toponimia tradicional cala o no: Coro Manín de Llastres, Asociación de Vecinos de Llastres, etcétera. Yo en casa siempre escuché a mi abuelo decir Llastres y llastrín. Supongo que puede tener que ver con el tamaño del pueblo: en las villas un poco más grandes suele funcionar un cierto complejo de inferioridad y una cierta ansia por separarse de las zonas rurales del concejo. Y en Llastres eso no pasa o pasa menos.

-Usted también está vinculado familiarmente a una parroquia rural del concejo de Siero, ¿no es así?

-La Collá, sí. Mis abuelos paternos eran los dos de Llastres, aunque mi abuela nació ya en Gijón, en la calle Santa Lucía, detrás de la calle Corrida. Pero por la otra parte, mi abuela es de La Villa y mi abuelo de La Collá, y aunque vivieron un tiempo en Gijón, en un momento dado se trasladaron a La Collá, y yo ya los conocí allí. Yo pasé mucho tiempo allí siendo niño y adolescente: fines de semana, veranos, etcétera. Tenía allí un grupo de amigos. Eso me permitió hacer algo de vida rural: pañar manzanes, ir a la hierba y ese tipo de cosas, aunque fuera siempre siendo el urbanita que se asustaba por los bichos o por ir en coche a cien kilómetros por hora por una caleya (risas). Para mí, la verdad, es una suerte haber tenido esas experiencias de contacto con la naturaleza (con la naturaleza entendida no como una postal, sino como el paisaje más la actividad humana que se desenvuelve en él) que en la ciudad normalmente nadie tiene y que en mi caso me aportaron una manera un poco distinta de ver el mundo.

-Ha hecho investigaciones sobre toponimia en esa zona, ¿no es así?

-Toponimia menor, sí: nombres de prados, caminos, montes, etcétera. Lo hice con una amiga, Marta Lozano, poco después de acudir por primera vez a los cursos de verano de la Academia de la Llingua, con diecisiete o dieciocho años, y tras conocer la colección que la propia Academia tiene. Decidí que era bueno hacer la aportación de recoger la toponimia del pueblo de uno, sobre todo porque el ser de allá hace que sea más fácil que te abran las puertas: en estudios de este tipo, dar confianza y una sensación de comodidad al informante es muy importante, porque sucede mucho que de mano piensen que eres del catastro y vienes a cobrarles algún impuesto. Yo empecé por mis abuelos y luego fui visitando las casas. Fue una experiencia guapa, porque básicamente visité a todos los vecinos de La Collá. A muchos los conocía, pero a otros no, y vi comportamientos y cosas muy interesantes. Era muy frecuente, por ejemplo, que la gente te dijera el nombre correcto del pueblo mientras te hablaba en asturiano pero, cuando le preguntabas directamente, te dijera la castellanización. Me pasó, por ejemplo, con un pueblo que se llama Güerbu. Una señora con la que hablé lo llamaba así mientras conversábamos, pero cuando le pregunté directamente cuál era el nombre correcto, me dijo: «Pues el que pone el cartel: Hu-er-go», y me lo dijo así, forzando mucho la pronunciación de Huergo. Conocer esos estigmas lingüísticos en primera persona es interesante y muy útil incluso aunque uno no se acabe dedicando al tema de la toponimia. También haces hallazgos curiosos e inesperados: inevitablemente, toda esa gente te cuenta historias de los paisanos que vivían en esas casas y de cosas que pasaron en esos pueblos, y al final te da casi hasta pena tener que limitar el trabajo posterior a la cuestión toponímica, porque te has hecho con todo un material interesantísimo que tienes que descartar, aunque luego lo puedas utilizar para otros trabajos.

-Lo que cuenta de aquella señora de Güerbu me recuerda al debate medio existencial que hubo en Villaviciosa en torno al cambio, hace unos años, del nombre de la plaza mayor de la villa, que seguía llamándose Plaza del Generalísimo pero cuyo nombre tradicional es El Güevu. Todo el mundo en la villa dice El Güevu y no dice otra cosa, pero a la vez gran parte de los maliayeses, y sobre todo los que viven en la propia plaza, clamaban que oficializar ese nombre era ridículo con argumentos como la vergüenza que sentirían al tener que dar su dirección a alguien. Y hubo quien sugirió afinar el nombre y dejarlo en El Huevo, pero eso generó otra vigorosa reacción en contra que en gran parte protagonizaban las mismas personas, que rechazaban ahora esa castellanización que les sonaba tan ridícula como decir Bilbado en lugar de Bilbao. El poeta murciano Eloy Sánchez Rosillo tiene un verso precioso que dice: «A la vez respiramos la luz y la ceniza; principio y fin habitan en el mismo relámpago», y en Asturias, en lo que respecta a la identidad asturiana, nos pasa algo así con el orgullo y la vergüenza.

-Sí, sí, sí. El debate que hubo en La Villa fue importante. Y fue curioso, porque en aquel momento había, si no me equivoco, un gobierno PP-URAS que era favorable a a que el nombre de la plaza fuera Plaza del Güevu, pero, según tengo entendido, tal y como tú dices, la enorme presión social que hubo impidió que así fuera.

-El nombre que se acabó aprobando fue el aséptico Plaza del Ayuntamiento.

-Sí. Y sí, ese estigma que comentas es evidente que existe, y se aprecia en todos los ámbitos de la vida. Yo tengo compañeros profesores que te sueltan todavía unos argumentos contra el asturiano, siendo en muchos casos hablantes de asturiano, que te caes para atrás. El problema es que en Asturias, decir que llevamos cuarenta años sin que se hiciera nada sería seguramente injusto, pero a la vez prácticamente cierto. Nunca se lanzó desde las administraciones otro mensaje que no fuera el del estigma y la falta de prestigio para el idioma. Es tremendo que no hayamos tenido nunca un presidente de Asturias que alguna vez hable en asturiano; que sigamos, desde luego, sin tenerlo; que no pase simplemente lo que pasa ahora con la Universidad, donde se está notando un cambio porque hay un rector que simplemente lanza mensajes positivos sobre el asturiano y lo utiliza con normalidad cuando considera que procede.

-No como activista, sino con la naturalidad con que en el País Vasco hasta los políticos del PP emplean a veces el euskera.

-Efectivamente. Eso cambiaría radicalmente la forma de la gente de ver las cosas. Cuando yo le decía a mi abuela que ahora había diputados que hablaban asturiano en el parlamento asturiano, ella se sorprendía: «¿Cómo? ¿Pero cómo es que saben asturiano?», me decía. Le parecía imposible que gente que para ella representaba la cultura, el tener estudios, etcétera, se rebajaba a hablar lo que hablaba ella. No le entraba en la cabeza. Pero a la vez le gustaba. Eso también lo detectas. Al principio la gente se sorprende, pero lo que evidencia después de ese momento inicial de desconcierto es una actitud positiva derivada de un refuerzo de su autoestima. Por eso a los asturianistas nos preocupan tanto ataques como los que ahora hace continuamente Mercedes Fernández. No pensamos en nosotros mismos, que al fin y al cabo estamos concienciados: esos ataques nos pueden hasta reforzar. Pensamos en todos esos hablantes vulnerables que no recibieron una formación adecuada sobre lo que hablan y siguen teniendo baja autoestima con respecto a ello, que siguen siendo receptivos a ese tipo de mensajes negativos sobre que lo que hablan no vale para nada y con las que estamos a un tris de volver a perder lo que se consiguió gracias, por ejemplo, a los medios de comunicación y la TPA, que aunque ha venido haciendo muy poco por el asturiano y en gran parte lo ha venido arrinconando sólo a determinados contextos, sí que dotó al idioma de mayor prestigio que el que tenía. Fíjate, en aquella mesa redonda que organizó el PP en Gijón contra el asturiano, con asistencia de Carlos Cuesta, una de las personas que habló desde el público era una víctima de todo esto. Era un señor mayor, y recuerdo que dijo: «¡Con lo que me costó a mí aprender castellano cuando salí del pueblo…!». Ese tipo de discursos son muy típicos. Yo los viví en casa con mi madre, mi tía y mi abuela. La gente se metía con mi abuela cuando, en los años ochenta, volvió al pueblo: se reían de ella porque volvía a hablar aldeano. Y ella alguna vez me ha venido a decir que le desconcierta que ahora venga yo, su nieto, y le diga todo lo contrario: que tiene que hablar más asturiano.

-Es que es terrible: esta gente lleva sesenta, setenta, ochenta años recibiendo mensajes contradictorios con respecto al asturiano. Es lógico que el desconcierto sea enorme.

-Claro. Nosotros vivimos situaciones de represión también, pero desde una perspectiva muy diferente: no se puede comparar de ninguna manera. A ellos los machacaron. Para ellos hablar asturiano siempre se identificó con la exclusión social, y el castellano en cambio era la lengua de la mejora social, del acceder a estudios y a nuevas posibilidades. Yo entiendo que en su día mi abuela quisiera que mis tías y mi madre se castellanizaran. Para ella, darles el castellano, que era la lengua socialmente útil, era como legarles una buena herencia: un instrumento de mejora. Contra esas ideas, hay un trabajo que no se hizo en estos cuarenta años de democracia, que sí se hizo en otros sitios y que tendrá que hacerse en algún momento.

-De alguna manera, la necesidad de la oficialidad (de la que hablaremos más en profundidad después) no es tanto de orden práctico, en tanto la toponimia tradicional ya se ha recuperado en la mayor parte de Asturias, el bable nes escueles de los setenta se ha venido cumpliendo aunque sea de manera precaria y uno ya se puede relacionar con la Administración en asturiano en la mayor parte de la región, como una urgencia más difusa y cuyo cumplimiento, por cierto, no cuesta dinero en puridad: dotar de autoestima a esos hablantes estigmatizados.

-Sí, sí. Aquí hay dos cuestiones: una es la conservación y la puesta en valor del asturiano de cara a la gente que ya lo utiliza y que, efectivamente, lo hace con baja autoestima, y otra luchar por que la transmisión generacional del idioma no se rompa. Se está rompiendo: hay muchas familias en las que ya no se transmite la llingua, y la oficialidad, si se acompaña de medidas potentes en todos los ámbitos para hacerla efectiva y no es simplemente una cosa escrita en un estatuto ?que también puede pasar?, puede hacer que ese proceso se revierta. A mí me preocupa mucho que la gente piense que el día que consigamos la oficialidad ya está todo hecho: para nada. El camino empezará ahí, en realidad, y no va a ser fácil, mucho menos en Asturias.

-Volviendo a sus orígenes familiares, usted, de alguna manera, accede a casi todas las Asturias posibles ya desde la infancia: la urbana en la que nace, la interior y campesina que conoce a través de sus abuelos sierenses y la marinera a través de su otro linaje llastrín. ¿De qué manera influyó, si es que influyó de alguna, esa constatación temprana de la diversidad asturiana en su concepción de lo que es Asturias?

-Entre otras cosas, me hizo darme cuenta de que debía ver con cierto recelo proyectos del tipo de éste que nos quieren vender ahora de la Ciudad Metropolitana Asturiana, que a mí me da a pensar que no hay ninguna preocupación por revertir el abandono absoluto de la zona rural. Yo tengo un ejemplo sobre esto que cuento siempre: en mi pandilla teníamos un amigo de Tineo al que siempre le pedíamos que saliera más por Gijón, porque venía muy de tanto en tanto. Tanto le insistimos, que un día se cansó y nos dijo: «Mirad, es que para salir por Gijón tengo que tomar un autobús que me cuesta tanto». No recuerdo cuánto era exactamente, pero sí que prácticamente lo que a nosotros nos cuesta ir a Londres en un vuelo barato. Con la CTA, cuanto más lejos estás, más pagas. ¡Tendría que ser al revés! Si hay que subvencionar el transporte público, y a mí me parece muy bien que se subvencione, será para facilitar que las personas que viven en esas zonas, y que queremos que sigan viviendo ahí (pero es muy cómodo decir eso desde Gijón), puedan venir al centro de Asturias a hacer compras o a disfrutar de la oferta de ocio que tenemos aquí y que no llega, por desgracia, a esos concejos. La Asturias rural, y ésta es otra cosa que aprendí muy pronto, no es esa Asturias arcádica e idealizada que también fabulan algunos. A La Collá, que es un pueblo que está a quince kilómetros de Gijón y a otros tantos de Pola de Siero, que es otra capital central y rica, no llegó el teléfono hasta 1997, y a día de hoy no hay agua del Ayuntamiento allá: tienen su propia traída. La caleya, los vecinos llevan treinta años pidiendo que se asfalte, y todavía está por asfaltar. Cuando uno ve eso a dos tiros de piedra de Gijón, se pregunta: diablos, ¿cómo estarán en Somiedo, en Ibias, en toda otra serie de sitios mucho más alejados del centro urbano de Asturias y de los que a mí me parece milagroso que siga viviendo gente allá, porque las dificultades que tienen para simplemente tener Internet o las comodidades tecnológicas más básicas son abrumadoras?

-Es como si el plan fuera animar a todos los asturianos a emigrar a una gran Ciudad Astur de un millón de habitantes y dejar las alas despobladas y convertidas en una suerte de parque gigantesco al que ir a darse un paseo de vez en cuando.

-Sí, y una consecuencia de eso son los tremendos incendios que venimos sufriendo en los últimos años. Yo eso también lo veo en La Collá: hace veinte años los caminos y los prados estaban limpios, pero ahora hay muchos prados que se han convertido en monte salvaje, árboles que se caen sin que nadie mire para ellos, etcétera. Y eso es un desastre. Lo que era un ordenamiento racional de la vida y una convivencia armoniosa entre el hombre y la naturaleza, en buena parte ya no existe.

-El caso es que de la crisis del campo se lleva hablando mucho tiempo, y generaciones anteriores del asturianismo se han venido enfrentando a ella literaria y también políticamente. Nuestra generación, en cambio, se está enfrentando a una crisis nueva: la de la ciudad, que yo no hay ningún momento en que más la note que en Navidad, cuando todos los jóvenes emigrados vienen a Gijón a pasar las vacaciones y de pronto se llenan bares y cafeterías que normalmente están vacíos como no lo estaban hace veinte años.

-Uf, sí. Y nuestra generación vive eso con mucha normalidad, pero a mí, que soy muy sentimental para estas cosas, me parece verdaderamente dramático. Nos arrebataron el poder vivir con nuestros amigos. El otro día miraba yo una foto de mi final de bachillerato y me di cuenta de que de toda esa gente, ahora vive fuera de Asturias algo así como el ochenta por ciento, o más. Todo el mundo está fuera, y yo entiendo que no se hizo lo suficiente para evitar eso. Cuando gente de fuera de Asturias visita Gijón o visita Oviedo se da cuenta en seguida; dice: «Madre, qué cantidad de viejos hay aquí». Y al revés: yo, cuando viajo a Madrid, me sorprendo de la cantidad de gente joven que hay por la calle.

-A mí me pasa con las embarazadas: siempre me sorprendo cuando veo una.

-Sí, sí, totalmente.

-Hemos perdido hasta la conciencia del nacimiento y la reproducción.

-Es así, sí. Y es terrible. La crisis demográfica asturiana es una cosa terrible, porque además no es sólo que la población decrezca, es que toda esa gente deja de consumir y de cotizar aquí. Y lo que a mí más me abisma es que los medios de comunicación parecen encantados: llevan años preocupándose de enseñarnos lo bien que le va a toda esta gente que está fuera, como para animarnos a los que nos quedamos a irnos también. No entiendo muy bien cómo a El Comercio o a La Nueva España les puede interesar que la gente se vaya y ellos vendan menos periódicos, pero es así. Debe de interesarles de alguna manera, porque además esa imagen que se da es falsa, y lo saben. La mayor parte de la gente no está fuera porque haya conseguido un contrato y un trabajo buenísimos, sino que vive más o menos precariamente. Es terrible. Una sociedad exportadora de emigrantes es una sociedad fracasada y con el futuro muy comprometido. Bueno, y luego está ese otro discurso que nos lanzan, que es el de: «Tranquilos, porque todos esos emigrantes van a aprender muchísimo y van a tener allá unas ideas buenísimas, y luego van a volver y las van a aplicar aquí y a relanzar Asturias». Eso no es verdad, y los asturianos, que siempre fuimos un pueblo emigrante, tenemos la demostración en las generaciones anteriores que se fueron. De los que se fueron a América, la mayoría no regresó: sólo lo hicieron unos pocos que amasaron fortuna y pudieron permitírselo. Y los que en los años cincuenta y sesenta se fueron a Bélgica, a Suiza, etcétera, están volviendo ahora, de viejos, pero sus hijos ya no vuelven. A mí, una señora del barrio, que vivió en Suiza muchos años con un marido también asturiano y volvió hace unos años con él, que ya murió, me contaba el otro día que había comprado un local confiando en que sus hijos vinieran y montaran un negocio, pero los hijos le dijeron que no, que preferían montarlo en Lausana.

-¿Quién que viva en Suiza querría cambiar aquello por esta Asturias inmersa en aquello que cantaba La Polla Records: «esta absurda derrota sin final»?

-Bueno, yo no sé si esto es peor que aquello. No creo que lo sea. En todo caso, da igual: para ellos, aquello es su vida, su sitio. Esta mujer volvió porque se había casado con otro asturiano, pero la gran mayoría de la gente que se va ahora a Madrid se va a casar con uno de Burgos, o de Sevilla, o de La Coruña; y los que se han ido a Londres se casarán con una inglesa, o una italiana, o qué se yo; y se instalarán en cualquier parte menos Gijón y echarán raíces allá. Va a ser muy complicado recuperar a esas generaciones perdidas.

-¿En qué momento empezó a interesarle propiamente hablando la lengua asturiana; en qué momento comenzó a ver clara la necesidad de defenderla y contribuir a impulsarla?

-Esa adquisición de conciencia tiene mucho que ver con el tiempo que pasaba en La Collá y con los amigos que tenía allí, que tenían un registro lingüístico mucho más acusado que el que podíamos tener los chavales de esa época en Gijón. Por otro lado, el primer texto en asturiano al que yo accedí en mi vida fue la Antología del bable de Luciano Castañón, que tenían mis abuelos en casa y que a mí, echándole un día una ojeada con catorce o quince años, me despertó mucho interés. Poco después empecé a interesarme por la política, y la primera opción que me llamó la atención fue la asturianista. A partir de ahí, algunos amigos y yo empezamos a sacar libros de la biblioteca, a aprender bien el idioma (que por cierto nunca se nos ofreció como asignatura en mi colegio, que era el Corazón de María) y a escribir alguna cosa. Y hasta hoy (risas).

-Alguna vez ha contado que una profesora le reprendió en 1ºESO por escribir una redacción en asturiano.

-Bueno, yo de eso no tengo un gran recuerdo, sino que me lo recordaron, así que no puedo decir que fuera un gran trauma que me generara después una conciencia asturianista. Pero sí, es verdad: debía de tener yo trece años, y un día hicimos una visita al Mike’s, fíjate tú. Aprovechando que estaba (y sigue estando) al lado del colegio, nos llevaron allá a ver cómo se hacían las hamburguesas (risas). Y después nos mandaron hacer una redacción, y yo, no recuerdo por qué, quizás porque ya empezaba a interesarme por el tema, decidí escribirla en asturiano. Y ya digo que no tengo un gran recuerdo de ello, pero sí que tengo en la memoria a la profesora haciéndome grandes tachones por todas partes y ordenándome que la reescribiera en castellano. Pero bueno, estas cosas siguen pasando ahora: yo lo veo en el instituto en el que doy clase. Los alumnos vienen contándote cosas como que no sé qué profesor les dijo que hablaban mal; que hablaban aldeano, y que en su clase no puede hablarse en aldeano. ¡Y estamos en 2018!

-Volvemos a los mensajes contradictorios. Yo, que sí soy hijo del bable nes escueles y tuve la suerte de recibir clases de llingua en el Colegio Público Laviada, que recuerdo muy comprometido con la reivindicación lingüística (celebrábamos por todo lo alto la Selmana de les Lletres y así), tengo en la memoria una anécdota muy elocuente en este sentido. En una ocasión, advirtiendo que un mapa de las lenguas habladas en España que aparecía en el libro de lengua castellana no incluía al asturiano, varios alumnos le preguntamos al profesor, un viejo maestro gallego que además ni siquiera era profesor nuestro, sino que había venido a hacer una sustitución, por qué esa omisión, genuinamente convencidos de que se trataba de un error de imprenta; y él nos dijo con desprecio que terminar palabras en u y decir algún ye no era una lengua, sino un simple dialecto. En la misma mañana y a los siete u ocho años, uno podía recibir el mensaje de que el asturiano era una lengua de pleno derecho y que era una injusticia flagrante que no fuera oficial y el de que era un dialecto indigno de la menor consideración.

-Esas cosas siguen pasando, aunque yo detecto que los chavales tienen mucha más conciencia que entonces y cada vez pasan menos por esos aros, pero ahí es donde entra la labor del profesorado de asturiano, que debe ser capaz de explicar a los alumnos cuáles son sus derechos, cuál es la realidad lingüística de Asturias y que no se dejen pisar en esas situaciones. La experiencia que yo tengo es que la mayoría del profesorado da una visión positiva del asturiano, pero siguen existiendo profesores que prohíben hacer trabajos en asturiano, que niegan la existencia del asturiano, etcétera, lo cual es ilegal, porque incumple los currículos que están aprobados y que son la base de lo que se enseña en los institutos.

-El profesor de asturiano debe hacer pedagogía con los alumnos pero también con sus compañeros profesores.

-Sí, sí: desde luego, un profesor de asturiano tiene una labor que va mucho más allá de lo estrictamente profesoral. Y no debería ser así, pero por desgracia, efectivamente, un maestro de asturiano tiene que ser un normalizador dentro del instituto. Un profesor de asturiano es la imagen del asturiano, una suerte de embajador, y en muchos casos el único acceso al asturiano que muchas personas van a tener en su vida. Si uno da mala imagen como profesor de asturiano, provocará que haya personas que se posicionen en contra, y muchas que lo hagan para siempre. Y eso es una responsabilidad enorme.

-Usted, además de en secundaria, ha dado clases de llingua para adultos en la Universidad Popular. ¿Cómo es la experiencia? ¿Cuál es el perfil tipo del adulto que se acerca a la UP en demanda de aprendizaje de asturiano? ¿Hay más forasteros que asturianos? ¿Hay más castellanoparlantes, o más asturianoparlantes que lo que buscan es apuntalar y normalizar lo que ya saben?

Hay perfiles de todo tipo. Hay muchísima gente que no tuvo la oportunidad de estudiar asturiano en el sistema educativo y que es de zonas urbanas y de ambientes más o menos castellanizados pero en un momento dado adquiere la conciencia de que hay una lengua en Asturias y quiere aprenderla y usarla después en el día a día. También tenemos gente mayor que son falantes pero nunca tuvieron la posibilidad de plasmar eso por escrito y, cuando les llega la jubilación, quieren acceder a las herramientas para utilizarlo correctamente. A veces te encuentras a gente que son falantes totales de asturiano y que te enseña un montón de palabras y expresiones y se generan diálogos maravillosos y muy interesantes con gente que no sabe nada y que aprende también a través de esos compañeros. También hay gente joven y gente de fuera. Eso pasa mucho, y sobre todo, todo hay que decirlo, con gente que viene de territorios en los que tienen dos lenguas. Al venir a Asturias, dicen: «Bueno, ya que estoy aquí, tendré que tener la deferencia de aprender esa lengua». Yo he dado clases a japoneses, austríacos, estadounidenses, etcétera: gente a la que le interesan las lenguas y que vienen a Asturias a aprender asturiano sin ningún tipo de relación previa con Asturias, lo cual nos indica que el asturiano puede ser incluso un elemento interesante de atracción turística. La gente, cuando va a un sitio, quiere ver cosas diferentes; lenguas y culturas distintas.

-David M. Rivas suele poner el ejemplo de cierta marca de whisky escocés que vende dos botellas, una con la etiqueta en inglés y otra, más cara, con la etiqueta en gaélico; y que la que mejor se vende es la botella en gaélico.

-Sí, sí. Yo, este año, voy a dar una charla sobre el valor turístico de la lengua asturiana en la Universidad de Verano. Ahí hay todo un campo interesante de trabajo. En Asturias muchos concejos ya han ido caminando en esa dirección: hay rutas literarias vinculadas a autores en asturiano y muchas empresas de turismo que emplean el asturiano como un refuerzo de la marca Asturias. Los gallegos, en esto, nos llevan mucha ventaja: llevan años haciendo cosas como la campaña Galicia calidade, que funciona muy bien, mientras nosotros hacemos lo contrario, o sea, tapecer el asturiano. Las marcas de denominación de origen es muy raro que empleen el asturiano, aunque están empezando a usarlo, supongo que advertidas por las empresas de marketing, que les habrán dicho que esto tiene tirón. Además, los asturianos, como los gallegos, solemos caer bien fuera en general. La cuestión asturiana no es una cuestión conflictiva, y el asturiano es una lengua románica y cercana, por lo tanto, a todas las otras lenguas de la península salvo el euskera. Si el sistema educativo español funcionara mejor en ese sentido, todos sabríamos lo básico para poder entendernos con los hablantes de otras lenguas. Al final, no es nada difícil que yo me entienda con un valenciano o un portugués si me dan una mínima instrucción sobre cómo funcionan las lenguas románicas.

-¿Cómo se define usted políticamente?

-Eh... A ver, yo, desde que soy presidente de Iniciativa pol Asturianu, tengo el compromiso de no entrar en política, ni siquiera como militante. En general, todos los miembros de la directiva tenemos prohibido por estatutos ser parte de listas electorales; y yo, aunque no lo digan los estatutos, me he impuesto el compromiso personal de, en lo posible, evitar opinar sobre cuestiones extralingüísticas, porque, aunque pudiera tratar de dejar muy claro que son mis opiniones personales y no las de la oenegé, esa confusión siempre puede existir. De todas formas, sí que te puedo decir que creo que Asturias necesita un marco de trabajo diferente, porque la vía autonómica a la que accedimos no nos permite siquiera convocar elecciones de manera regular: hay que hacerlo pidiendo permiso y luego hay que volver a convocarlas cuando toque, como pasó cuando se tuvieron que adelantar las elecciones en 2012 y luego hubo que volver a celebrarlas en 2015. Creo que habría que solucionar ese tipo de cuestiones con una reforma del Estatuto que pensara en los problemas de la Asturias actual, que es muy diferente de la de 1998, cuando se hizo la última.

-Es periodista de profesión.

-Sí. De algún modo, siempre lo he sido, porque ya en primaria tenía claro que era lo que me gustaba, y cuando otros jugaban al fútbol, yo, con mis amigos, jugaba a ser periodista: nos repartíamos los papeles de cámara y de presentador, por ejemplo, y yo incluso llegué a hacer una revista con un amigo y una amiga. La escribíamos y editábamos nosotros y la vendíamos por ahí, no sé si a cien pesetas o una cosa así; pero en un momento dado una profesora decidió que no le parecía bien aquello y que teníamos que repartir los beneficios entre los alumnos, creo recordar que comprando gominolas. Eso nos fastidió mucho, porque nosotros queríamos ser profesionales del periodismo, y dio al traste con el proyecto (risas). Pero bueno, a mí siguió gustándome el periodismo, y a los dieciséis años o así empecé a hacer radio de manera amateur en Onda Peñes con un programa muy divertido hecho conjuntamente con mi amiga Maruxa Ceñera: Xuventú d’anguaño. Queríamos hacer cosas que normalizaran el asturiano entre la juventud y teníamos, por ejemplo, una sección del corazón en asturiano. Lo hicimos durante un año, y después, ya más propiamente metido en el asturianismo, empecé a hacer un programa de entrevistas a asturianistas, muy en el rollo éste endogámico nuestro (risas): Asina foi… el Surdimientu. Para mí fue un lujo en aquel momento, porque con diecisiete, dieciocho años tuve la suerte de conocer a mucha gente a la que yo admiraba: entrevistamos a Xuan Xosé Sánchez Vicente, a Xosé Lluis García Arias, a Ana Cano; a gente más joven, como Vanesa Gutiérrez... Queríamos abarcar a gente de todas las generaciones. También le hicimos la última entrevista que se hizo a Mánfer de la Llera, que murió a los pocos meses. Tengo muy buenos recuerdos de aquello.

-Después trabajó durante un tiempo en la extinta Televisión Local Gijón.

-Sí, empecé a hacer cosas en Telegijón con Arancha Fernández. Concretamente, un programa llamado La clas d’asturianu que a mí me parecía increíble la cantidad de gente que lo veía. A mí, que he tenido la suerte de trabajar en TLG y después en la TPA, me conocía y me paraba mucho más la gente cuando trabajaba en Telegijón.

-Es que Telegijón se veía mucho.

-Sí, sí. A mí me paraban por la calle muy habitualmente. No había sábado por la noche que no me pararan cuatro o cinco personas. Fue una experiencia guapa. Después, como yo no quería marcharme de Asturias, pero aquí no había periodismo, decidí estudiar turismo, aun no teniendo mucho interés en la cuestión (y sigo sin tenerlo), por aquello de que es una carrera que te vale un poco para todo, aunque al final lo que me topé fue una especie de empresariales aplicado al turismo: se aprendía básicamente economía, contabilidad... Mientras tanto seguía trabajando en la Cadena Ser, haciendo colaboraciones los fines de semana, y después hice un máster de gestión cultural, que sí que me interesa mucho. Y cuando apareció la posibilidad de estudiar periodismo a distancia, me lancé a ello.

-¿Qué diagnóstico hace de la presencia actual del asturiano en la prensa tanto escrita como audiovisual?

-Me gusta ver el vaso medio lleno: pienso que la importancia cada vez mayor de los medios de comunicación digitales ofrece muchas posibilidades al asturiano. Hoy en día es más barato y por lo tanto más fácil montar un medio de comunicación que hace veinte años.

-Y medios de comunicación más descentralizados: ya no hay que montar una redacción, una rotativa, un sistema de reparto, etcétera, sino sólo una buena página web en la que cada periodista puede trabajar desde su casa. Es decir, no se requiere ya una gran corporación que amase e invierta un enorme capital para montar un buen periódico.

-Claro, claro. Ahora casi cualquiera con un blog puede competir con medios de comunicación muy potentes, y yo creo que eso va a hacer espabilar a los grandes medios de comunicación, que van a comprobar que verdaderamente existe demanda de un medio de comunicación en asturiano o al menos de más noticias en asturiano en los medios en castellano, y van a empezar a responder a ella. La perspectiva, a mí me parece buena.

-De todas maneras, se dan situaciones un tanto dantescas, como la de que cierto periódico publique contenidos en asturiano para acceder a las subvenciones públicas que existen para promoverlo pero mantenga a la vez una línea editorial furibundamente contraria a la cooficialidad, que les hace dar, por ejemplo, un pábulo desmedido a la plataforma ultraderechista Contra Cooficialidad. ¿Hay que repensar esta clase de subvenciones?

-Las subvenciones a los medios de comunicación están muy mal pensadas, sí, y eso que se mejoró un poco en los últimos años. Para empezar, se subvencionan contenidos concretos, cuando lo que se tendría que subvencionar, al menos a mí juicio, son porcentajes transversales. Si el objetivo es normalizar el asturiano, no puede ser que se lo siga arrinconando, en los periódicos, a hablar de cosas del asturiano en las secciones de cultura: lo que hay que hacer es salpimentar de asturiano todas las secciones. Eso se consiguió de alguna manera a finales de los ochenta y principios de los noventa, cuando la presencia del asturiano en La Voz de Asturias en papel llegó a ser muy transversal gracias a Próspero Morán y alguna otra gente. Y ahora, con los medios digitales, es mucho más fácil hacer una edición bilingüe subiendo las noticias en los dos idiomas.

-A mí me sorprendió descubrir hace no mucho que existía una Europa Press en asturiano.

-Sí, sí: ésa es una de las consecuencias positivas de las ayudas públicas a los medios de comunicación, aunque yo creo que debería tener más repercusión de la que tiene, porque la mayoría de los medios asturianos están suscritos a Europa Press. La Voz de Asturias sí que tira bastante de esas notas en asturiano que además posibilitan una presencia muy transversal: tan pronto hay una noticia en asturiano sobre Iniciativa pol Asturianu como sobre Donald Trump. Pero yo no veo que otros periódicos echen tanta mano de ese servicio. Por otro lado, y volviendo a las subvenciones, otra cosa que parece absurda es que un medio de comunicación reciba subvenciones por el uso del asturiano y ni siquiera emplee la toponimia que es oficial en este momento. Manejar la toponimia correcta debería ser un requisito inexcusable para acceder a esas líneas de subvención. Si no, no entiendo cuál es su utilidad. Pero bueno, ya digo: hay motivos para el optimismo. Los hay incluso en lo que respecta a las redes sociales. Yo, en un trabajo de fin de máster que tuve que hacer para un máster de sociedad de la información y el conocimiento, ya detectaba que en las redes sociales se usa más el asturiano de lo que pensábamos, y la última encuesta sociolingüística que ha presentado la Academia de la Llingua ha venido a confirmarlo. Y yo creo que eso tiene que ver con el proceso de escolarización del asturiano, evidentemente, pero también con que hoy en día hay muchísimos más ámbitos en los que se emplea el lenguaje oral por escrito. Antes, la gente, cuando escribía, escribía una carta, y solía escribirla buscando un registro lo más formal posible; pero hoy tenemos toda una serie de canales informales en los que estamos constantemente escribiendo tal como hablamos: WhatsApp, Facebook, Twitter, etcétera.  

-Los límites entre lo oral y lo escrito se han desdibujado.

-Sí, y ésa es otra ventaja para el asturiano. Se solían pensar que las nuevas tecnologías, Internet y demás iban a ser un absoluto desastre para las lenguas minorizadas, pero a veces la vida te da sorpresas, y a los asturianistas nos las está dando. La gente está perdiendo el miedo a escribir, escribe tal y como habla y, cuando habla asturiano, escribe en asturiano. Y escribe sin cumplimentar las normas ortográficas, porque no se la ha enseñado a hacerlo, pero da igual: está usando el asturiano, y eso es muy positivo.

-Estoy recordando ahora la época dorada de los vídeos de Terapia de grupo, aquellos doblajes humorísticos de trozos de películas y series al asturiano que se emitían en la TPA y tanto éxito tuvieron hace unos años. Circularon muchísimo por Internet, y pese a que no dejaban de suponer seguir estigmatizando al asturiano arrinconándolo a lo humorístico y lo costumbrista, yo recuerdo que de pronto uno empezaba a escuchar a la gente empleando corrientemente palabras y expresiones asturianas antes impensables: oyisti, meter picu, pufista y cosas de ese tipo. Sucedió también con el éxito de Los Berrones.

-Sí, sí. Eso demuestra que los procesos de normalización funcionan muy bien incluso aunque uno no quiera hacerlos y los haga sin querer. Efectivamente, hay palabras que hoy se escuchan muchísimo, como folixa, que ahora es muy natural y conocida en la gente, y que no lo eran tanto o incluso eran muy minoritarias hace no mucho tiempo. Si además se llevara al asturiano a la parte, digamos, más seria de la TPA, los efectos serían mucho mayores. Que hubiera un telediario en asturiano, por ejemplo, y no sucediera lo que sucede ahora de que llega la Selmana de les Lletres y en el telediario dicen, como si leyeran un aviso de bomba, que «a continuación, con motivo de la Selmana de les Lletres, las noticias se darán en asturiano». Lo normal sería que el informativo de la TPA fuera entero en asturiano, pero si no lo es, digo yo que no requerirá ningún aviso previo ni ninguna prevención dar las noticias en asturiano en la Selmana de les Lletres, ¿no? A mí me recuerda a cuando, durante las elecciones, los informativos están obligados por ley a conceder unos determinados tiempos a los partidos: algo que se hace porque no queda más remedio. Pero bueno, tengo que decir que la TPA evolucionó mucho y en la dirección positiva desde sus primeros tiempos. Hay que recordar que cuando se puso en marcha la TPA, en 2006, se llegó a valorar la idea peregrina de que el logotipo fuera una a cuando el contenido fuera en castellano y se le diera la vuelta como una especie de Anticristo y se convirtiera en una e cuando fuera en asturiano.

-Ah, sí, lo recuerdo. Al final no se hizo.

-Yo me preguntaba entonces si, cuando se diera una situación muy habitual en Asturias, que son las conversaciones bilingües en las que el entrevistador habla en asturiano y el entrevistado en castellano, la a estaría girando continuamente. Y sí, por suerte aquello quedó pa prau, pero sirve para darnos cuenta de cuál era la idea inicial de la TPA, que por otra parte no emitió ni un minuto en asturiano durante su primer año entero. La idea de [José Ramón Pérez] Ornia era un canal que lo mismo pudiera verse aquí que en cualquier parte del mundo: una cosa totalmente aséptica e incluso ofensiva, con algunos programas que había y que prefiero olvidar. Después, como siempre pasa, el asturiano fue ganando espacios a golpe de éxito de audiencia. En un momento dado empezó a emitirse Camín de cantares, el programa de Ambás, pero los sábados y a una hora intempestiva de la mañana, pensando que no lo iba a ver nadie. Ambás, de hecho, cuenta en el último Anuario de la música asturiana que al principio querían llamar al programa Caleyando por el quinto pino.

-Santo Dios.

-Ése era el plan, sí, y revela la concepción de Asturias que había ahí detrás: Asturias es Gijón y poco más y lo demás es el Salvaje Oeste y Ambás iba poco menos que a visitar a los indios. Él se negó, como es lógico, y al final acabaron llamando al programa Camín de cantares. Y el caso es que ese programa que ellos pensaban que no iba a ver nadie fue un éxito, y a partir de ahí el asturiano fue ganando más y más espacio. Las audiencias de programas en asturiano y sobre cosas de Asturias siempre son mejores que las de programas en castellano, y programas dedicados a la cultura y la música asturiana, como Cantadera, interesan mucho y funcionan muy bien, pero eso es algo que debería haber sido obvio desde el principio. Siempre que se le da la oportunidad a los asturianos de impulsar el asturiano, sucede como con la asignatura de asturiano en primaria: hay un sesenta por ciento de matriculaciones que es muy estable a lo largo de los años y que emerge rápidamente a poco que se ofrece la opción a las familias. Es mentira que suceda lo que supuestamente sucedía en mi colegio, que decía que no daba asturiano porque no había ninguna persona matriculada. De mil familias que tienen hijos en esa escuela, ¿me estás diciendo que ni una sola escogió el asturiano? Los que estudiamos en un colegio concertado y sabemos cómo funcionan, sabemos también que no es así. Cuando se da de verdad la opción, el primer año hay sólo unas pocas familias que escogen el asturiano, pero al segundo eso se normaliza y empiezas a tener más y más alumnos. Y eso en las circunstancias en las que estamos los profesores de asturiano, que vamos saltando de colegio en colegio de un año a otro, a media jornada, y no echamos raíces en ninguno, lo cual hace muy difícil conseguir una continuidad en los proyectos y actividades que impulsamos. Pues con la televisión sucede lo mismo. Mi abuelo, que te puedo asegurar que no tenía ninguna clase de veleidad nacionalista (de hecho era franquista(, cuando llegó Telecable y ponía la gallega decía: «Pero oye, ¿por qué la gallega es en gallego y la nuestra no es en asturiano? No lo entiendo».

-Hay un cierto perfil de persona de derechas, e incluso muy de derechas (yo al menos me lo he ido topando), que, partiendo de posiciones fuertemente españolistas y de entender Asturias en los términos del covadonguismo, es sin embargo muy sensible al agravio evidente de que Cataluña, el País Vasco y Galicia disfruten de determinados privilegios de los que Asturias carece. El razonamiento es: no deberían existir tales privilegios, pero si existen, nadie debería tenerlos más que Asturias, que a comunidad histórica no la gana nadie.

-Sí, sí, eso existe. Yo recuerdo que una vez fuimos a visitar la fábrica de El Gaitero y mi abuelo se puso a preguntarle a la guía por qué la empresa se llamaba El Gaitero y no El Gaiteru. La señora le dijo lo que fuera y él siguió insistiendo: básicamente, aquella buena señora tenía que cambiar aquello en aquel mismo momento (risas). Sí, hay ese orgullo por lo asturiano que aflora con mucha naturalidad en el momento en que esa gente consigue desprenderse de la vergüenza de la que hablábamos antes. Y es transversal. Lo ves en gente de izquierdas y de derechas, igual que ves lo contrario: no hay más que ver lo antiasturianista que ha sido el PSOE de los últimos treinta años y lo que le ha costado y le sigue costando a la FSA modificar esa postura. En fin, volviendo al tema, yo creo que si se apostara más por ese camino, la TPA tendría unos resultados mucho mejores. Ha dado muchos pasos, pero tiene que dar muchos más.

-Usted tiene una colección completa de Les Noticies, ¿no es así?

No, no: lo que tengo es, para desgracia de mi madre, que los tiene todavía en casa, todos los ejemplares desde que empecé a comprarlo, que fue hacia 2003, y hasta que cerró en 2012. Les Noticies empezó a publicarse cuando yo tenía diez años. Para mí Les Noticies fue muy importante. Era como sentir que existíamos de verdad. Yo muchas veces no estaba de acuerdo con lo que se decía en aquel periódico, pero me daba igual: era nuestro periódico, y fue una verdadera pena que cerrara.

-¿Qué lecciones, qué enseñanzas, debería extraer el asturianismo del fracaso de Les Noticies?

-Bueno, era un fracaso un poco inevitable, porque los medios en papel tienen los días contados en general, y es lógico que los más débiles cierren primero. Tampoco quisiera atreverme a dar lecciones a nadie, pero sí que creo que Les Noticies era en gran parte (y eso se notó especialmente cuando el asturianismo entró en crisis) un proyecto que servía esencialmente para retroalimentar al asturianismo como movimiento. De alguna manera, es nuestra historia de siempre: el asturianismo es un movimiento lleno de gente muy válida, muy culta, que sabe mucho de muchas cosas, pero al que en contrapartida le cuesta trabajo llegar a la gente; hacer cosas menos trascendentes y más populares. Igual hubiera sido más interesante, de cara a promocionar el asturiano, hacer un periódico deportivo en asturiano.

-Hay quien dice que una buena táctica de cara a la normalización sería asturianizar aquello que se sabe fehacientemente que la gente va a ver de todas formas incluso aunque sea antiasturianista: la información deportiva de la TPA, por ejemplo, que muchos aficionados del Sporting y del Oviedo siguen impenitentemente.

-En general, cuando se echa fútbol en asturiano en la TPA, tiene más audiencia que cuando se hace en castellano, y eso que la TPA no tiene los derechos del Sporting y se ocupa de ligas inferiores. El camino es ése, sí: darle normalidad a la lengua en el mayor número de ámbitos posible y no centrarse sólo en hacer literatura, aunque también se haga. Ya digo: en aquel momento a lo mejor hubiera sido más interesante hacer un periódico deportivo, pero tenemos cierta obsesión con darle prestigio al idioma, y la literatura siempre fue el centro de toda la actividad asturianista. Todos escribimos algo: se nos inculca desde muy pronto que tenemos que hacerlo.

-También hay quien dice que un problema del asturianismo es que hay demasiados filólogos.

-Sí, y como movimiento de reivindicación lingüística tener filólogos es importantísimo, porque son los científicos de la materia, igual que lo es tener literatos, pero no vale sólo con eso. Necesitamos comunicadores y periodistas: siempre hubo muy pocos. Se hizo un grandísimo trabajo de investigación y de adquisición de conocimientos que no se tenían sobre historia del asturiano y del asturianismo, y hay gente como García Arias haciendo unas investigaciones increíbles sobre toponimia y otra que hace cosas maravillosas sobre literatura. Pero no tenemos tanta gente capaz de divulgar eso; de darlo a conocer. A la gente no podemos darle un artículo de Lletres Asturianes para que lo lea. No podemos pretender que la gente tenga, como tengo yo aquí, la colección entera de Lletres Asturianes: eso no va a pasar. Lo que hay que hacer de cara a llegar al público general es cosas más divulgativas y accesibles y que contribuyan a generar interés y autoestima en la gente con respecto a estas cosas. Contarle, por ejemplo (pero contárselo con las herramientas del periodismo) que la primera novela en asturiano, El viaxe del tíu Pacho el Sordu a Uviedo, se publicó antes que la primera novela en gallego, y que fue además una mujer la que la publicó: Enriqueta González Rubín. Y transmitirle con ello que tan malos no seremos si publicamos una novela antes que otros o si el primer periódico escrito íntegramente en asturiano, Ixuxú, se publicó nada menos que en 1901; y que eso que hicimos en 1901, ¿por qué no lo vamos a hacer ahora?

-O que Jovellanos defendía el asturiano y fue el primero en proponer la creación de una academia del asturiano, que es algo que no sé si incluso en Gijón, donde tan jovellanistas nos vanagloriamos de ser, conoce mucha gente.

-Muy poca gente lo sabe, sí, en gran parte porque muchos de los que lo saben, y muchos medios de comunicación que también podrían hacer divulgación y se niegan a hacerla, lo ocultan a sabiendas, igual que ocultan que era antitaurino. De Jovellanos, cada uno tapa lo que no le interesa. Y sí, ésa es otra cosa de la que podría hacerse más labor de divulgación. Pero yo me quedaría con el mensaje positivo de lo que podemos hacer si queremos.

-Para mí Ixuxú fue una verdadera sorpresa.

-De Ixuxú hay una edición facsímil muy chula que sacó la Academia en 1996, mira [Inaciu Galán extrae una voluminosa carpeta de su biblioteca]. No están todos los números, pero hicieron una carpeta más gruesa que lo que llenan los números que se pudieron sacar esperando que si alguna vez esos números perdidos aparecen se pueda hacer una tirada con ellos y meterlos ahí. Fíjate, todo estaba escrito en asturiano: hasta el recuadro para formalizar la suscripción. Y mira, era un periódico muy poco sospechoso de ser de izquierda radical: «Viva’l Rei, viva España católica, viva Asturies cristiana». Era un periódico católico dirigido por Pachu’l Péritu.

-Y está muy bien escrito, por lo que veo: la ortografía es evidentemente preconciliar, pero muy cuidada.

-Sí, sí, hay un esfuerzo claro por hacer un asturiano cuidado. Hay que tener en cuenta que Pachu’l Péritu fue miembro de la academia de la llingua del año diecinueve, la Real Academia Asturiana de les Artes y les Lletres, y tenía un interés por configurar un cierto modelo lingüístico.

-Volviendo a Les Noticies, a mí siempre me ha sorprendido lo que duró el proyecto pese a todo. Uno pensaría que algo así estaba llamado a extinguirse rápidamente.

-Fueron dieciséis años, sí, y era una presencia bastante normalizada en los quioscos: se distribuía bien. Eso era importante, también: que la gente, comprase o no el periódico, lo viera allí compartiendo espacio de forma natural con los diarios en castellano. Falló, ya digo, la conexión con el público, que es algo que en el asturianismo sólo supo solventar (eso sí, muy bien) el mundo de la música. En los demás campos, esa conexión ha sido siempre muy problemática.

-Ixuxú y la novelística en asturiano del siglo XIX y principios del XX, igual que la Academia de 1919, también nos demuestran de algún modo que, por más que el Surdimientu sea indudablemente un parteaguas en la historia del asturianismo, en realidad ya estaba todo hecho antes de los años setenta, aunque fuera de forma deslavazada y a modo de conatos.

-Sí, sí, tienes razón. El Surdimientu cambió completamente la concepción del idioma, eso es evidente: se pasó a usar, y nunca se había usado, el asturiano como lengua vehicular. Pero sí que es verdad que minusvaloramos con frecuencia la cantidad y la calidad de lo que ya se había hecho, lo cual tiene mucho que ver con el hecho de que la historia de la lengua y la literatura asturianas la escribieron los protagonistas del Surdimientu, y que hay cierta tendencia comprensible a que esa gente que de algún modo se investiga a sí misma realce su propia importancia.

-Incluso durante el franquismo se hicieron cosas por el asturiano. Usted, si no me equivoco, está haciendo una tesis doctoral sobre el tema.

-Sí, sí. Hubo ciertos movimientos y cosas interesantes, como Amigos del Bable, fundado por José León Delestal y que fue un antecedente de Conceyu Bable. En mi opinión, es imposible entender Conceyu Bable sin entender Amigos del Bable (no confundir con los Amigos de los Bables de los años noventa). Sin ser una asociación extremadamente reivindicativa, sí que se dio cuenta en aquel momento de que el asturiano empezaba a estar en peligro y había que promocionarlo y hacer cosas por el idioma, y entre otras darle prestigio vinculándolo a gente conocida; a los famosos asturianos del momento y sobre todo a los que estaban en Madrid, que era donde vivía Delestal (trabajaba en Radio Nacional de España, si no me equivoco): José Suárez, Juan José Otegui... Por ejemplo publicaron la Discoteca del bable, una serie de discos en asturiano entre los cuales hay uno titulado ¡Bones pascues! de Menchu Álvarez del Valle.

-¿La abuela de Letizia Ortiz?

-La abuela de la reina Letizia, sí, que entonces era una locutora de radio muy popular y que en ese disco recita y canta poemas navideños de Enrique García Rendueles, José Aniceto González y Teodoro Cuesta con el coro del Centro Asturiano de Madrid. También hay otro de su hermana Marisol, que también era locutora de radio, en este caso recitando los poemas del libro Cancionines d’Asturies, de Luis Aurelio; y después se publicó otro más de Menchu, esta vez titulado La poesía bable canta a la mujer asturiana y en el que Menchu recitaba distintos poemas de Delestal, Isidro Díez de la Torre, etcétera. Y también se llegó a editar un disco en el que Matías Prats padre y el barítono asturiano Antonio Medio recitaran Andalucía y Asturies, de Diego Terrero y Teodoro Cuesta. La idea general era reivindicar y darle difusión a la poesía asturiana, tanto la humorística como la lírica. Por otro lado, en aquel momento se discutía en las Cortes de Madrid la posibilidad de introducir tímidamente en las escuelas lo que en aquel momento llamaban las lenguas vernáculas, y José León Delestal (que por cierto era un franquista convencido) dio varias conferencias en Asturias reclamando que el asturiano tuviera presencia en el sistema educativo. Recibió muchas críticas de otros sectores del franquismo que se negaban a que el asturiano tuviera ninguna clase de presencia en la educación, y él empezó a explicar que no pedía que se enseñara asturiano en las escuelas, sino simplemente que la poesía bable tuviera un espacio dentro de la asignatura de lengua castellana y que incluso se animara a los chavales a escribir ellos mismos.

-Era una propuesta audaz en aquel momento, en todo caso.

-Sí, pero fíjate: ni siquiera entonces esa propuesta era nueva. Javier Cubero y yo rescatamos hace poco para la Revista de Filoloxía Asturiana una entrevista de 1926 de Pachín de Melás al padre Galo en Cadavéu para el diario Región en las que el padre Galo dice algunas cosas que en aquel momento eran totalmente revolucionarias. Mira, te lo leo: «Hay en Asturias miles de maestros de castellano, centenas de maestros de latín y multitudes de francés o inglés y había alguno de esperanto. Todo ello está muy bien; pero es lamentabilísimo que en toda Asturias no haya una triste escuela de asturiano. En todas las escuelas antedichas se inculca inconsciente o conscientemente el desdén, cuando no el desprecio, para el idioma del Principado. Es tristísimo oír a cada momento a los que castellanizan denostar a los que no lo hacen diciéndoles que no saben hablar. Miles de veces oí con el corazón partido de labios de gente humildísima esta frase dolorosa: “Nun i pareza mal el mio falaxe: nos nun sabemos falare”. Y cuando se piensa que estos son precisamente los astures asturianísimos, no cabe no indignarse. Esto no pasaría en Cataluña ni en Vasconia, ni en Galicia tampoco; pero pasa en el Principado, en la primera de las Españas, iniciadora de la Reconquista, porque en este rincón histórico la gran preocupación de la gente culta es “no hablar asturiano” y mostrar desdén o desprecio para quien conserve el idioma antiguo. Sería ya tiempo de iniciar una reacción y de que las autoridades se preocupen de proteger lo mejor que nos queda del habla de antaño la característica más notable que podíamos ostentar dentro y fuera de casa». Es la primera reclamación que conocemos de que el asturiano esté presente en las escuelas.

-Y el padre Galo tampoco era ningún bolchevique, precisamente.

-No, tampoco. De hecho tiene poemas dedicados a Franco. Él muere en 1939, y no sabemos cómo hubiera evolucionado, pero la verdad es que hay poemas suyos bastante duros. En fin, lo que decíamos: hay un hilo de continuidad del asturianismo desde Jovellanos hasta hoy que nunca se rompe. Hay momentos de mayor debilidad y de mayor fortaleza, pero durante todo el siglo XIX hay autores importantísimos: hablábamos antes de Enriqueta González Rubín, pero tenemos también a Teodoro Cuesta, que fue un fenómeno de masas como literato.

-Usted tiene una buena colección de libros viejos en asturiano, ¿no es así?

-Sí, he ido recopilando muchos, lo cual tiene un poco que ver con el continuo cuestionamiento que se hace de la lengua asturiana: que si es un invento y demás. Esa biblioteca es la demostración palpable de que no es así; de que la lengua asturiana y la preocupación por ella es algo que existe desde hace muchos siglos y que nunca llegó a desaparecer. Fíjate, Jovellanos nunca pensó que fuera a tardarse doscientos años en fundar una Academia de la Llingua, pero al final se hizo. Y tampoco pensó que fuera a tardarse más aún en publicar un diccionario etimológico, pero García Arias acaba de publicarlo. A mí, todos esos libros, me gustaría donarlos algún día a la Academia o a cualquier otra institución que los quiera, y tengo la lista publicada en mi blog para que quien quiera los consulte, porque yo siempre entendí que cuando uno tiene un material así tiene que hacerlo accesible. Nunca entendí a esas personas que tienen materiales pero los tienen guardados para ellos y ni los enseñan, ni los publican, ni hacen nada con ellos. Me ponen malo, porque al final están siendo carceleros de la historia; están ocultando una cosa que es de todos. En el asturianismo sucede muchisimo, y otras personas saben más que yo de eso. Antón García sabe fehacientemente de gente que tiene un montón de material inédito de Antón de Marirreguera y otros escritores (cartas y así) que arrojaría mucha luz sobre la historia de la lengua y la literatura asturianas, pero que no comparte nuestro amor por la llingua y prefiere que esas cosas sigan guardadas a cal y canto. Es terrible.

-¿Qué joyas, qué hallazgos, se siente especialmente orgulloso de tener en esa biblioteca?

-Supongo que el más importante es uno que conseguí recientemente, que es el Evanxeliu según san Mateo en la versión que se publicó en Londres en 1861 a instancias del príncipe Luis Luciano Bonaparte, sobrino de Napoleón, que tenía afición por estas cosas e hizo publicar ese evangelio en muchísimas lenguas de Europa: diversas variedades del euskera, gallego, etcétera. Él patrocinaba la publicación y encargaba la traducción a expertos, y en este caso se la encargó al obispo y escritor Manuel Fernández de Castro. El caso es que era un libro que yo pensaba que no conseguiría nunca, porque sólo hay cinco copias conocidas en el mundo y están repartidas por bibliotecas públicas y privadas. Pero de pronto apareció un ejemplar en una de las librerías que suelo consultar y conseguí hacerme con él. Yo no daba crédito, y además luego descubrí que no era un ejemplar nuevo, sino uno de los cinco que ya se conocían, porque las características del libro, que está firmado por Luis Luciano Bonaparte en persona con una dedicatoria al embajador de España en Londres, venían descritas en una de las publicaciones. Es un libro guapísimo. Hay tres ediciones facsímiles: una de los años setenta, otra de los años ochenta y otra de los años noventa, o sea, es fácil acceder a él, pero yo me siento muy orgulloso de haberlo rescatado y haberlo traído de vuelta a Asturias. Luego también tengo muchos libritos de fiestas de pueblos y demás. Antes se publicaban mucho ese tipo de cosas: cartafueyos, fueyes volanderes, etcétera, que es algo que también nos habla de esa continuidad histórica que mencionábamos antes. Incluso en el franquismo se hicieron muchas publicaciones de ese tipo: folletitos muy pobres, porque en aquel momento todo lo que se publicaba era muy pobre, pero muy interesantes. Había autores como Anxelu que publicaron infinidad de monólogos durante el franquismo, en los años cuarenta y cincuenta, con hasta quintas ediciones en algún caso. Ese tipo de publicaciones se vendían mucho.

-Se ha preocupado por impulsar la modernización del monólogu asturiano. En 2008 publicó la primera Antoloxía de monólogu modernu: ¡Pa echar unes rises!, con textos propios y de otros autores. Y en 2011 publicó una segunda parte con textos de nuevos autores. ¿A qué debe su interés en ese género? ¿Quizás a esa idea suya de desintelectualizar en cierta medida la causa asturianista y acercarla más al público general?

-Sí, sí, exactamente eso. En los ochenta ya había habido intentos de modernizar el monólogu: Rubén Sánchez Vicente, hermano de Xuan Xosé, hizo algunos intentos y publicó un par de cartafueyinos al estilo tradicional pero modernizando los temas, y después también hizo alguna cosa Adolfo Camilo Díaz. Y a mí los monólogos fueron una de las primeras cosas que me interesaron cuando me empecé a meter en temas de defensa del asturiano. En 2008 organizamos un certamen aquí en Gijón, en el Albéniz, con la idea de aprovechar que era un momento en que estaba muy de moda el Club de la Comedia. Vuelve a estarlo de alguna manera cada poco tiempo, pero aquel momento fue especialmente potente, y Benxa Pérez, otro chaval de Gijón, y yo pensamos que había que hacer algo aquí. Juntamos a un monologuista que hacía cosas más en el estilo de la stand up comedy, Antón González, y a otros autores como Cellero o Antón Caamaño más apegados al monólogo tradicional asturiano pero que estaban modernizando un poco los temas, y la cosa tuvo mucho éxito, porque por allí apareció gente que nunca hubiera ido a un stand up comedy y gente que nunca hubiera ido solo a un monólogu tradicional, y también mucha gente joven que descubrió que aquello del monólogu, hecho bien y sin que sea todo una cosa procaz y chabacana, podía ser muy divertido.

-Carlos Alba Cellero planteaba hace un tiempo convertir en monólogos «histories que rulen per Internet, como la moza de la curva, la de la paisana que metió’l gatu nel microondes, o la de la que confundió’l poliuretanu con xampú» y crear nuevos personajes, «como’l rapaz de barriu que sustituya al aldeanu o llabriegu de monólogu tradicional». ¿Se ha caminado por ahí?

-Sí, Cellero sobre todo ha trabajado mucho en esa dirección, y lo ha hecho muy bien. Yo lo que escribo de monólogos va en una línea más de stand up comedy, que no trabaja tanto el personaje como lo trabajaba el monólogu tradicional. Pero son dos líneas complementarias, y lo que hace Cellero también conecta muy bien con el público. Con los monólogos pasa como con la música: hay gente que piensa que hay que tocar la gaita tal cual se tocaba tradicionalmente y que de ahí no se puede salir y gente que piensa todo lo contrario. Y yo creo que ni lo uno ni lo otro: que habrá que hacer cosas de gaita tal cual se hizo siempre y habrá que hacer fusiones con otras músicas y acerquen la gaita a otras generaciones.

-Volvemos a esa idea que usted manifiesta en casi todo lo que hace: estar avizor para ser capaz de prender el asturiano de lo que está de moda en cada momento, en este caso el talk show anglosajón.

-Claro. Yo ahora estoy implicado, con la productora nuestra, en un proyecto que se llama PlayPresta y que es una plataforma de vídeos youtuberos en asturiano. Sí, de lo que se trata es de estar en lo que se lleva en cada momento. Yo creo que eso es clave para el asturiano. Es estupendo que publiquemos La Odisea en asturiano, o el Quijote, pero hay que tocar otras cuestiones que no se han tocado prácticamente y que son claves para la modernización del idioma y para conectar con la juventud. Con La Odisea sólo podemos conectar con una parte muy pequeña de la juventud, pero con un vídeo de YouTube podemos llegar a muchísima gente.

-De esas traducciones de grandes clásicos, yo siempre he barruntado si no parten de algún modo, aunque sea inconsciente, de la convicción de que el asturiano se va a morir y hay que dejarle a esa posteridad sin él un corpus lo más grande posible de obras excelsas que demuestren que la llingua existió y fue grande. Ustedes hacen todo lo contrario: en lugar de pensar en la posteridad, piensan en la inmediatez y asturianizan lo efímero, el vídeo de YouTube que tan pronto como se consume se olvida, pero que pese a todo, sumado a otros, va dejando un poso.

-Son cosas complementarias; tienen que serlo, pero hubo mucho tiempo en el que lo que estamos haciendo ahora con PlayPresta no se hacía, en parte porque era mucho más complicado. O tenías una televisión en la que emitirlos, o no podías hacer programas de televisión por muy de bajo presupuesto que fueran; y el refugio de este tipo de cosas efímeras estaba en la música y en lo que las ayudas públicas permitían hacer, que siempre estuvieron mucho más vinculadas a lo otro; a las grandes traducciones y producciones literarias. Ésa es otra: quizás habría que pensar en unas líneas de ayuda distintas, que no se preocuparan tanto de lo literario como de estas cosas. Sea como sea, hoy sí se puede hacer algo muy parecido a un canal de televisión con pocos medios.

-Casi basta con un croma, la cámara de un teléfono móvil y un ordenador portátil.

-Bueno, no tan poco: nosotros intentamos hacerlo un poco mejor que eso (risas). Pero sí, las necesidades no son muy grandes. Fíjate, yo, cuando me entrevistaron por primera vez en Les Noticies a cuenta del tema de los monólogos, dije, y titularon así la entrevista, algo así como que al asturiano le faltaba política de marketing. Lo he pensado siempre: estamos anclados en un modelo de recuperación lingüístico que pudo funcionar en otros momentos, pero hoy está desfasado.

-Es casi decimonónico en muchas cosas, sí.

-Sí, sí, eso es. En el siglo XIX, Xuan María Acebal, que quería darle prestigio al idioma, se puso a escribir poesías muy cultas y a traducir clásicos para demostrar que el asturiano tenía las herramientas lingüísticas para hacer eso. Y fue algo muy bueno, pero yo creo que eso ya está superado y que podemos permitirnos otras cosas. Lo hablábamos de algún modo antes: incluso cosas que a veces pensamos que desprestigian al idioma, como Terapia de grupo, que en el asturianismo horrorizó mucho y generó mucho debate sobre si era contraproducente o no, acaban demostrando que no, que la gente ve Terapia de grupo y se divierte en su lengua y no hay más; y después ven el informativo en castellano y tampoco pasa nada y no pasaría nada si fuera en asturiano, porque en asturiano lo verían. Nosotros tenemos una conciencia lingüística diferente, pero la gente normal no se hace estas disquisiciones: simplemente ve lo que se echa si es de calidad.

-La Wikipedia en asturiano, un proyecto muy exitoso que suma ya más de setenta mil artículos, número sorprendente para una lengua del tamaño de la nuestra, y que además puede enorgullecerse de cosas como ser la segunda Wikipedia mundial con más artículos sobre mujeres tras la galesa, también forma parte de eso.

-Ahí Vítor Suárez está haciendo una labor muy importante. La Wikipedia es una herramienta muy útil, porque todo el mundo conoce la Wikipedia, y que de repente entren ahí y ven que el asturiano está en un lugar destacado es muy potente. Y en las escuelas también es una herramienta de trabajo muy útil.

-Es autor del primer diccionario básico asturiano-inglés, inglés-asturiano, que también es, si no me equivoco, el primero que permite traducir el asturiano a una lengua distinta del castellano. En ello parece latir un cambio de paradigma llevado a cabo por nuestra generación, más globalizada y menos interesada en el mundo hispanófono y romance que anteriores hornadas de asturianistas. Ha habido un cambio de códigos culturales y a nosotros, como a su tocayo antiasturianista de apellido Edu Galán, lo que nos interesa es Bob Dylan, no Baudelaire, y Breaking bad, no La Celestina.

-Sí, es verdad, nunca lo había pensado. Las generaciones anteriores estudiaban francés y tenían otra visión del mundo, mientras que a nosotros se nos ha imbuido el inglés casi desde la cuna tanto en la escuela como a través de la música, las series... Mi diccionario, de hecho, sé que se ha usado en clases de llingua para hacer traducciones de canciones de moda que gustan a los chavales. El diccionario, yo lo publiqué con veinte años, y tuvo que ver con que yo siempre iba de vacaciones a Cataluña y me interesaba mucho el catalán, aprender catalán y comprar libros de catalán. Y siempre que iba a las librerías veía diccionarios de catalán con una montonera de lenguas: inglés, francés, ruso, árabe... Y me di cuenta de que nosotros sólo teníamos el diccionario con el castellano, así que decidí ponerme manos a la obra y hablé con Antón García, de la editorial Trabe, y con Ana Cano, que me hizo un prólogo. Con dieciocho o diecinueve años, me sentía muy inseguro y muy poco avalado para hacer aquello, y me preocupaba que la editorial y la persona que lo prologara fueran del mayor nivel posible y me echaran una mano. Recuerdo que un periódico aludió a ello citándome como «el profesor Inaciu Galán»: yo daba nada más que unos cursillos de asturiano muy de andar por casa, y me hizo mucha gracia. Me imaginaba a la gente suponiéndose un señor muy viejo encerrado en un despacho y escribiendo un diccionario muy sesudamente en lugar de la realidad: un chaval joven tecleando en el ordenador en el salón de casa mientras sus padres veían la tele en bata (risas).

-¿Cómo lo hizo? ¿Agarró un diccionario Oxford y fue traduciendo palabra por palabra?

-Agarré varios y fui seleccionando palabras. El primer trabajo fue escoger la lista de palabras: creo que en total el diccionario tiene unas veinticinco mil. Después hice las traducciones dándole varias vueltas y revisándolo todo muchas veces. Fue un trabajo muy duro: yo no sé si volveré al trabajo lexicográfico, pero sí que me da pena que no se publicaran más diccionarios. Sé que hay uno asturiano-gaélico, gaélico-asturiano que se presentó alguna vez a ayudas públicas y nunca las ha recibido y otro de japonés-asturiano que hicieron entre una moza de la Asociación de Vecinos de La Camocha que se llama Sabel Tuñón y un chaval japonés que se llama Takechi Moritaku. La historia es muy simpática: este chaval vino a Asturias a aprender castellano y lo pusieron a convivir con una familia La Camocha, la de Sabel. Pero claro, en esa familia, ¿qué se hablaba? Pues asturiano, y en cuanto el chaval se dio cuenta de que aquello era otra lengua, aprovechó que había un curso de asturiano en el Jacinto Benavente para aprenderlo. Al final empezó a no ir a los cursos de castellano y a aprender asturiano, y Takechi, hoy en día, habla asturiano perfectamente aunque sea con acento japonés (¡ta llueu!, te dice): ha vuelto alguna vez a cursos de la Academia y demás. Y el caso es que en un momento dado Sabel Tuñón y él se pusieron a hacer un pequeño diccionario e incluso una guía de conversación.

-¿Qué acogida ha venido teniendo su diccionario? ¿Le consta que lo haya comprado algún angloparlante o que haya sido utilizado para alguna traducción?

-Sé que la tuvo buena. Yo siempre decía que los diccionarios son muy desagradecidos, porque nadie te escribe nunca para decirte: «Oye, leí el diccionario y vaya cómo me gustó», como sí pasa con las novelas. Sólo te escriben amigos para decirte que buscaron tal palabra y no está (risas). Pero sí que fui sabiendo que se ha utilizado para traducciones y que hubo gente que aprendió asturiano desde el inglés. Yo mismo conozco a varios estadounidenses que hablan asturiano que lo utilizaron. Y también se utiliza mucho en los institutos, como ya comentaba antes, para hacer ejercicios entre las dos lenguas, que es una cosa que me parece muy guapa y en la que no pensé en su momento.

-Más proyectos. Es fundador y fue director de la revista literaria Formientu, fundada con el propósito de dar a conocer las voces más nuevas de la literatura asturiana, leonesa y mirandesa. ¿Cuándo y por qué surge esa iniciativa? ¿Qué repaso haría de su trayectoria? ¿Qué autores se siente más orgulloso de haber descubierto?

-Formientu nace en 2006. Yo estaba implicado, aquí en Gijón, en un evento cultural que había que se llamaba L’Arribada, y el primer año pensamos que sería buena idea hacer una revista para presentar allí que se centrara en los autores jóvenes y que fuera un escaparate para ellos. En aquel momento hicimos una revistina muy pobre pero en la que aparecieron un montón de autores: Vanesa Gutiérrez, Pablo X. Suárez, etcétera. Los más jóvenes éramos los de 1986, 1987, y teníamos diecinueve, veinte años. Desde entonces hasta hoy han ido desfilando por la revista más de ciento veinte autores. Algunos escribieron en un número o dos y no lo hicieron nunca más ni en asturiano ni en otra lengua, otros sí han tenido más recurrido y algunos han publicado muchos libros y siguen haciéndolo, y para mí es una satisfacción enorme. Creo que servimos de reactivo en el sentido de darle espacio y protagonismo a escritores que a lo mejor no hubieran publicado en otras revistas más potentes, y que en Formientu encontraron un campo de pruebas para experimentar e ir dándose a conocer. Mucha gente publicó libros gracias a Formientu, porque muchas veces los editores nos llamaban para decirnos que les había gustado tal o cual poema o tal o cual relato y que les pasáramos el contacto.

-Es una buena filosofía, ésa. Tal vez una revista literaria, sobre todo una de una lengua minorizada como el asturiano, no sólo deba publicar lo más excelso de lo que se le envíe, sino también dar oportunidad a autores primerizos de publicar cosas correctas y suficientes aunque no sean de una calidad despampanante, de tal manera que vayan adquiriendo confianza y soltura.

-Ésa fue mi filosofía desde el principio, sí: ayudarlos y que fueran aprendiendo el oficio de escritor. Y a recibir críticas, también: tanto positivas como negativas. Para un escritor en asturiano todo son dificultades: recibe las críticas de los que están en contra del asturiano, las de los que están a favor porque ese modelo lingüístico no les gusta y también las propiamente literarias. Mucha gente dice: «Buf, ¿para qué voy a escribir en asturiano, si aunque me vaya muy bien y sea muy bueno no voy a vivir de ello?». Hay que ser casi militante para ser escritor en asturiano, y una revista como Formientu permite coger confianza y hacer callo en ese sentido. Yo la dirigí durante casi doce años, desde 2006 hasta 2017. Y lo dejé porque, una vez celebrados los diez años de la revista, y teniendo yo ya cumplidos los treinta años y subtitulándose la revista «Revista de lliteratura mui moza»,  consideré que había llegado el momento de dar el relevo. Este año saldrá un número que será el primero que no dirija yo, pero para mí es una satisfacción, porque yo no soy de los que quieren que el proyecto que dirige sea suyo y de nadie más y cuando deje de ser suyo muera, que sé que hay gente que es asi; no, no, por mí, ojalá que Formientu dure muchísimos años mientras valga para algo y quieran los que lo dirigen ahora, que son Claudia Elena Menéndez y Diego Solís. De momento, la revista tiene garantizada la continuidad.

-¿Se hacen cosas interesantes en Miranda? ¿Cómo son las relaciones literarias con ese rincón asturianoparlante de la República Portuguesa?

-Se hacen pocas, porque Miranda, como casi todas las zonas lingüísticas en las que se hablan variedades del asturleonés, es una zona muy despoblada y con poca gente joven, menos aún escribiendo. Pero sí que fuimos publicando cosas, porque otro de los propósitos fundacionales de la revista era que los escritores de otras zonas lingüísticas asturleonesas se sintieran integrados. Hemos publicado autores de Miranda, de Extremadura, cántabros y por supuesto leoneses y escritores en gallego-asturiano, y me gustaría que se publicaran más, pero ya digo que es difícil.

-También es fundador y presidente de la oenegé Iniciativa pol Asturianu. ¿Cuándo y por qué surge Iniciativa pol Asturianu? ¿Qué relación mantiene con otras asociaciones del movimiento de reivindicación lingüística, como la Xunta pola Defensa de la Llingua Asturiana? ¿En qué se diferencia de ellas?

-Pues surge en un momento en el que yo tenía la sensación de que el movimiento de reivindicación lingüística estaba pasando por una situación de estancamiento. Publiqué un artículo comentando lo que pensaba y diciendo que había que hacer algo al respecto y encontré respuesta de Vítor Suárez, que en aquel momento tenía un blog con bastante repercusión a nivel del asturianismo. Nos juntamos y empezamos a perfilar una entidad nueva adaptada a los tiempos actuales y con una filosofía más transversal y una mayor frescura incluso en las formas. Por ejemplo, una cosa que procurarnos hacer desde el principio es adelantarnos a los acontecimientos, porque teníamos la sensación de que el asturianismo iba siempre un poco a la defensiva, a posteriori de lo que pasaba, y que había que procurar llevar la delantera y marcar la agenda de alguna manera dentro de nuestras modestísimas posibilidades. No siempre lo conseguimos, porque no siempre uno consigue lo que quiere, pero sí que hemos conseguido hacer muchas cosas de ese tipo. Las relaciones con otras asociaciones son en todos los casos positivas. El movimiento de reivindicación lingüística hoy es policéntrico. Hay asociaciones que llevan muchos años y otras que llevan pocos, pero yo creo que la convivencia es mejor que lo que nunca fue en el asturianismo en general. Tenemos nuestras diferencias a nivel estratégico y formal, pero yo creo que hoy todo el mundo tiene claro, porque lo aprendió por las malas, las consecuencias nefastas que tienen las peleas internas que hubo en otras épocas. En general, yo creo que el tiempo nos ha dado la razón: hemos conseguido atraer a la reivindicación lingüística a sectores a los que las asociaciones de reivindicación lingüística no conseguían acercar: gente políticamente moderada y menos implicada en el asturianismo político militante. La independencia de la política partidista nos parecía y nos sigue pareciendo fundamental. Nuestra idea es que hay que hablar y trabajar con todos y que además la reivindicación estaba muy estancada en simplemente reclamarle al Gobierno la oficialidad. Teníamos la convicción de que nosotros, como sociedad civil, implicando a otras asociaciones que no son del ámbito lingüístico (nosotros hemos trabajado con empresas y colectivos de lo más diverso), también podemos hacer mucho por el asturiano.

-No fiarlo todo a la oficialidad, sino buscar también éxitos concretos más pequeños que conduzcan a ella.

-Eso es clave. Nosotros siempre tuvimos claro que la oficialidad es el objetivo clave y principal de cara a la supervivencia del idioma, pero que no podemos tener a la gente en una derrota continua o en una espera eterna; que hay que ir dando pasos y celebrándolos cuando se produzcan.

-Infundir moral a las tropas.

-Efectivamente. Parece una tontería, pero hay que insistir mucho en la importancia de alegrarse de que pasen cosas buenas, por pequeñas que sean. Nosotros, todas las Navidades desde 2013, hacer una lista de las mejores noticias del año transcurrido para el asturiano. A veces hay noticias más flojas y a veces menos: tal año conseguimos que el asturiano sea lengua vehicular en las escuelas aunque sea en seis centros y una hora a la semana, tal otro no sé qué empresa hace un anuncio en asturiano, etcétera.

-Hay que buscar una simbiosis entre el programa máximo y el mínimo, ¿no es así?

-Claro. El asturianismo ha pegado muchas veces de un excesivo maximalismo. También hemos solido cometer errores a la hora de medir nuestras propias fuerzas. Y sé que es fácil decirlo a posteriori, pero es que en algún momento se llegó a hablar de oficialidad o nada, y eso es una barbaridad. Otra cosa que también procuramos hacer es estar en contacto continuo con las administraciones y no sólo cuando hay que protestar por algo: también cuando hay que felicitar. Antes, el asturianismo sólo aparecía cuando había que quejarse por algo o denunciarlo, y nosotros también hacemos quejas y denuncias cuando los derechos de una persona o las políticas que se prometen no se cumplen, pero cuando sí se cumplen también hacemos muchas felicitaciones públicas. ¿Que no sé qué concejal solitario hace no sé qué cosa bien en un pueblo? Pues le damos la enhorabuena; le hacemos un refuerzo positivo.

-Da igual el partido.

-Da igual el partido, claro. A veces, de hecho, también hacemos felicitaciones privadas: le mandamos aunque sea un simple correo a tal o cual persona que ha salido en prensa hablando a favor del asturiano y le decimos «oye, gracias por tu artículo, gracias por estar ahí». Eso también es clave, porque la oficialidad no se va a conseguir por que saquemos a la calle a no sé cuantísimas personas. ¿A cuánta gente tendríamos que sacar para hacer claudicar al Gobierno de Asturias? Yo creo que ése no es el camino aunque también se hagan manifestaciones, sino que lo es construir complicidades con todas las personas posible. Hasta Cherines va a encontrar aquí siempre los brazos abiertos si algún día cambia de opinión con respecto al asturiano. Los brazos y los oídos: nosotros también procuramos prestar atención a lo que esta gente dice para comprobar si lo dice porque tiene detrás una cuestión ideológica que le impide estar a favor del asturiano o porque se les transmitió mal una determinada idea. Yo siempre explico que, cuando estamos en una discusión con alguien que está en contra del asturiano, por más que lo que nos pida el cuerpo sea mandarle a ver la ballena o a algún sitio peor, tenemos que pensar que quizá a esa persona no la convenzamos, porque tiene esa base ideológica que le impide pensar otra cosa, pero que sí podemos convencer a gente a la que tiene alrededor y que, no teniendo esos prejuicios, presencie la discusión. Si hablamos con serenidad y argumentos científicos y no nos exaltamos, podemos cambiar la opinión inicial de mucha gente a la que simplemente nunca se le explicaron bien los beneficios de la cooficialidad. Si esa gente ve que un lado de la discusión está de buen rollo y utiliza argumentos bien construídos y potentes, y el otro sin embargo es un energúmeno que simplemente se mete con el asturiano de manera agresiva, puede llegar a cambiar de trinchera. Hoy, además, las discusiones, muchas veces, no son en persona, sino en las redes sociales.

-Y, ¿se consigue? ¿Hay alguna persona concreta a la que hayan logrado convencer?

Sí, sí que se consigue. Sí que la gente cambia. Mira, yo, hace cosa de siete u ocho años fui a la Universidad, al campus de Gijón, a llevar un papel en asturiano, y la señora que estaba en el registro me armó un espolín: «¡Eso está en bable, y aquí en bable no se puede presentar nada!». Era mentira: acababa de aprobar el rector Gotor un reglamento precisamente para aclarar que sí se podía a pesar de que ya se podía por la ley de Uso. Pero aquella señora se puso muy agresiva conmigo y acabó llamando al típico sitio al que llaman siempre que no saben algo. Armó tal espolín que una funcionaria que pasó por ahí se le acercó y le dijo: ¿qué pasa? Y ella, mientras hablaba por teléfono, señaló el papel y le susuró: «¡Bable, ba-ble!» (risas). Al final lo acabaron llevando a la jefa del campus, que llegó a venir a disculparse. Bueno, presenté el papel, me fui y no supe ni quise saber más de aquella señora. El caso es que al cabo de cinco años más o menos volví por allá sin acordarme ya de aquella historia con otro papel, y aquella señora se me acercó y me dijo: «Oye, tú y yo una vez tuvimos un conflicto, y a mí siempre me quedó la mala conciencia de que no tenía que haberte montado la que me conté: aquello no estuvo bien, me comporté mal, y quiero pedirte disculpas». Habían pasado cinco años, así que no era que la estuvieran obligando a disculparse: además se la veía genuinamente avergonzada; y yo creo que aquel día en que ella fue la exaltada y nosotros los incrédulos y los tranquilos le acabó dando a pensar que aquello que hacía era absurdo; que no podía coartar así la libertad lingüística de nadie. De hecho, aquel otro día, cuando le conté que estaba haciendo mi tesis en asturiano, me dijo: «¡Ah, muy bien, cómo me alegro!». Ya digo, siempre lo pongo de ejemplo de que convencemos a la gente. Muchas veces pensamos que no, pero sí: la gente cambia de ideas, y la matraca que damos todo el puto día, por más desesperante que nos resulte darla, a veces acaba funcionando y las sociedades van cambiando así. Hoy hay gente que es favorable al asturiano y que estaba radicalmente en contra hace diez, quince o veinte años. Lo que está pasando ahora en la FSA, por ejemplo, es posible gracias al trabajo que se vino haciendo en las últimas décadas.

-Hay que ponérselo fácil a la gente, no darle a posibles aliados moderados que estén dudando una imagen de radicalidad y de caballo de Troya político que siempre fue injusta y falsa, pero que el asturianismo no ha sabido o no ha querido muchas veces combatir.

-Efectivamente. Para ser capaces de construir complicidades, tenemos que dar facilidades a la gente.

-Me gustó mucho la respuesta de Iniciativa pol Asturianu en Twitter a la Plataforma Contra Cooficialidad y sus acusaciones absurdas de que la oenegé recibe subvenciones: era firme y calificaba a la plataforma de lo que es, extrema derecha, pero no agresiva ni insultante, sino razonada y serena.

-El lenguaje es importantísimo. Nuestro libro de estilo no escrito es el de la amabilidad y la sonrisa. Cuesta lo mismo hacer las cosas sonriendo que de malas. Y todo el mundo tiene días, vale, pero en general no cuesta nada ser amable. Otra cosa que nosotros nos propusimos desde el primer momento es estar en todos los medios de comunicación que pudiéramos y tener nuestro propio programa de radio en Internet, pero también conseguir presencia en los medios tradicionales, que siguen siendo los únicos a los que muchos asturianos acceden. El programa, Iniciativa… nes ondes, se emite en doce emisoras de Asturias, unas de Ayuntamientos y otras de asociaciones pequeñas pero que tienen gran implantación en algunas zonas, de tal manera que el paisano que está segando y pone la radio o la paisana que está en casa haciendo sus casas pueda escuchar un programa sobre la reivindicación lingüística hecho en tono amable. Comunicar es fundamental. Hay que llegar a las personas. Tenemos que ser capaces de hacer al menos una parte de ese papel que debería estar haciendo el Gobierno de Asturias a través de los medios de comunicación públicos y de sus declaraciones. Si lo hicieran ellos, el proceso sería mucho más rápido y más fácil, pero, como en todos los ámbitos, siempre nos toca cubrir las cosas que no está haciendo la Administración.

-¿Les cuesta mucho desenganchar la oenegé de los usos, costumbres y códigos de la izquierda a fin de construir esa imagen de moderación y de casa común? ¿Han encontrado problemas en ese sentido?

-Hay sectores para los que ese desenganche sí es complicado, pero para nosotros no fue nada raro, porque Iniciativa pol Asturianu siempre fue una casa común; nunca fue otra cosa. Es una asociación muy transversal. Este año descubrimos que tenemos muchos militantes de la FSA en la asociación. Sabíamos de algunos, pero de otros no sabíamos que tenían esa afiliación, y fue muy bueno ver que de repente se sentían cómodos para contarlo. Y nuestra posición con respecto al PSOE y sus posturas agresivas contra la oficialidad siempre ha sido firme, pero tenemos una manera de decirlo con la que ni siquiera gente militante del PSOE se siente atacada dentro de la asociación. Y con el PP, lo mismo: nosotros tenemos claro que la postura actual del PP es coyuntural; que en este momento Cherines adopta esa postura porque considera que le favorece.

-En otros momentos dijo otras cosas muy distintas.

-Sí, sí. Y dentro de un año puede volver a decir lo contrario; o el PP puede cambiar de líder y pasar a estar liderado por alguien que tenga otra postura. Por eso nosotros siempre tenemos mucho cuidado con lo que decimos sobre el PP. Siempre procuramos no adjudicar a todo el PP lo que dice Cherines y deslindar muy bien la crítica, porque además sabemos de primera mano que en su formación hay incluso diputados que no comparten lo que ella dice.

-¿Hay también militantes del PP en Iniciativa pol Asturianu?

-Sé que los hay, sí. Cargos, que yo sepa, no, pero sí que hay militantes.

-¿Y de Ciudadanos?

-También, también. De hecho, Ciudadanos es un partido del que tenemos la esperanza de que pueda cambiar su postura, porque ellos siempre presumen de decir lo mismo en todo el Estado, así que sería una contradicción que en Galicia y otros territorios asumieran y practicaran el bilingüismo y aquí, sin embargo, no. Nosotros no pedimos más que un equilibrio entre las dos lenguas y que no pase lo que pasa ahora: que el asturiano no tiene validez administrativa y hay dificultades mil para usarlo en determinados ámbitos. Además, el portavoz de Ciudadanos en el parlamento asturiano, Nicanor González, aparte de que es uno de los pocos que habla asturiano en la Junta, al menos es una persona que tiene muy claro ?y se ve cuando habla? que el asturiano está en una situación de peligro de desaparición y que eso debe preocuparnos. Lo que pasa es que no acaba de dar el salto a defender la cooficialidad. Yo creo que él sí que la apoya, pero defiende la que es la postura del partido en este momento, que es el no a la oficialidad y el desarrollo de la ley de Uso. Yo creo que la ley de Uso ya dio de sí todo lo que podía dar y que ha llegado el momento de dar un paso más, porque dentro del marco de la Constitución española, sólo la oficialidad garantiza o puede garantizar los derechos lingüísticos y la supervivencia de un idioma.

-¿Aceptaría Iniciativa pol Asturianu, si en algún momento se plantease ?aunque probablemente no sea posible? un referéndum sobre la oficialidad?

-No, porque los derechos básicos no pueden someterse a referéndum, y el marco en el que se tiene que aprobar la oficialidad es una reforma del Estatuto que se apruebe en bloque. Dudo mucho que el resto de medidas que se pudieran introducir en esa reforma se fueran a someter a votación, así que no entendería por qué el asturiano sí.

-¿Es optimista con respecto a la oficialidad? ¿Se va a conseguir?

-Yo soy muy optimista, sí, aunque creo que en esta legislatura ya es muy difícil, por no decir imposible, que se consiga, porque el actual grupo parlamentario del PSOE está formado por gente radicalmente contraria a la oficialidad, y no me parece que vayan a ceder en este caso. De todas maneras, también creo que es muy difícil que las formaciones que ahora suman mayoría para reformar el Estatuto (PSOE, Podemos, Izquierda Unida y Foro) no la sumen en 2019.

-El papel de Foro es un tanto equívoco.

-Tienen días, ¿no? (risas). Yo creo que la clave ahora es conseguir veintisiete diputados entre esas formaciones y, en el tiempo que queda hasta las elecciones, trabajar en un texto consensuado y sacar el asunto de este debate tan embarrado que hay en determinados momentos y en el que se nos intentan colar constantemente argumentos falsos. Los partidos tienen que tener un consenso sobre esto igual que lo tienen sobre otras cosas que no son objeto de una campaña agresiva entre ellos. Luego, evidentemente, cada partido tendrá matices sobre cómo aplicar la oficialidad, en qué plazos y con qué medidas, pero eso es totalmente legítimo y no debería suponer un problema.

-Ustedes, ¿procuran reunir a los partidos en espacios comunes; han configurado algún espacio de encuentro entre ellos para ponerlos a dialogar?

-Sí, sí. A principios de marzo celebramos un seminario que titulamos Oficialidá: el camín constitucional de futuru pal asturianu, que fue un éxito de gente y de contenidos. Vamos a publicar pronto todas las actas y los vídeos. Participaron personas como Xosé Alba, que es profesor de economía de la Universidad de Oviedo e hizo un trabajo excelente sobre los aspectos económicos de la oficialidad, explicando que la oficialidad no tiene el costo que nos están diciendo y que además supone importantes beneficios económicos y sociales. Después habló José Manuel Pérez, que es letrado del Tribunal Constitucional y explicó cómo la oficialidad simplemente es una aplicación de la Constitución y hay muchas maneras de aplicarla, y que lo lógico sería que Asturias tuviera un modelo lingüístico aplicado a sus características lingüísticas, sociales y políticas. Otra profesora, Isabel Hevia, habló sobre las ventajas de la presencia del asturiano en el sistema educativo. Todavía hoy salió una noticia sobre el plan piloto de la introducción del asturiano en primaria según la cual no sólo está funcionando muy bien el programa en sí sino que está repercutiendo en mejores resultados de los alumnos en otras materias. Se habla, en concreto, del colegio de Carbayín, en Siero: al recibir la clase de ciencias naturales en su propia lengua, los alumnos tienen mayor facilidad para aprender cosas sobre los árboles y los animales del entorno que los rodea, porque el profesor se los nombra y se los explica con los nombres que ya conocen. Después, en aquel seminario, también estuvo Xuan Bello, que hizo un discurso muy bonito y muy interesante que incluyó un llamado al Partido Popular: «Somos conciudadanos, somos vecinos, hablamos esta lengua que también es vuestra», decía. También hubo concejales que explicaron que en muchos concejos de Asturias ya se están llevando políticas que al fin y al cabo son una parte de la oficialidad y eso no genera ningún conflicto, sino todo lo contrario: está generando autoestima entre los ciudadanos. También se habló del asturiano como elemento de atracción turística. Y a lo que iba: al final hicimos una mesa con representación de todos los partidos que defienden la oficialidad. Y en el futuro esperamos seguir generando espacios de ese tipo para ir creando consenso alrededor de esta idea de que la oficialidad no es más que ampliar libertades y equiparar derechos y no supone ninguna imposición para nadie, sino todo lo contrario.

-¿Qué les parece esa oficialidad light que se propone, y se propone con ese nombre, desde algunas instancias, sobre todo del entorno del PSOE?

-A mí de lo que me gusta hablar es de oficialidad a la asturiana. Evidentemente, el modelo de oficialidad que va a aprobarse en Asturias va a ser a la asturiana, no a la manchega, ni a la murciana. Tendremos que diseñar un modelo propio, porque ninguno de los modelos de oficialidad que hay en España es igual a otro. Todos están adecuados a las características del lugar y es más: cambian según quién gobierna. La oficialidad sigue siendo la misma en el Estatuto, pero las medidas de política lingüística no. Cada gobierno hace unas distintas, pero eso pasa en cualquier ámbito: también en sanidad o medio ambiente las medidas son distintas según gobierne un partido u otro, y no es malo que sea así mientras exista un consenso básico que consista en dos puntos que aparecen en todas las oficialidades. Uno es la equiparación de derechos a nivel legal y jurídico y la obligación de la Administración de contestarte en el mismo idioma que escoges para dirigirte a ella y otro la cuestión educativa. Un sistema de oficialidad tiene que garantizar que al final del sistema educativo los estudiantes conozcan las dos lenguas oficiales además de las extranjeras que se enseñen. Eso puede garantizarse de muchas maneras: tampoco se garantiza igual en todos los sitios. En unos sitios hay procesos de inmersión lingüística y en otros hay modelos en que un tercio de las asignaturas son en un idioma, otro tercio en otro y otro tercio en otro.

-Existe incluso una comunidad autónoma, Navarra, en la que hay una triple zonificación y el euskera es oficial sólo en dos de las zonas y preferente en una de ellas. Pero ese modelo no sería aplicable a Asturias, claro.

-No, porque en Asturias hay una parte en la que se habla gallego-asturiano y otra en la que se habla asturiano, pero no hay ninguna en la que la lengua histórica no sea ninguna de esas dos. Por lo tanto, no tendría sentido eso que pasa en Navarra, que por otra parte seguramente cambie pronto ese sistema.