La rabia de las monjas clarisas contra La Manada: «Qué cerdos salvajes»

Claudia Álvarez REDACCIÓN

ASTURIAS

Clarisas de Villaviciosa.
Clarisas de Villaviciosa.

Las religiosas de Villaviciosa han querido apoyar a la víctima con un poema

01 may 2018 . Actualizado a las 11:13 h.

Las Carmelitas Descalzas de Hondarribia (Guipuzcoa) mostraron hace unos días su indignación frente a la sentencia por el caso de La Manada en su cuenta de Facebook. «Nosotras también somos mujeres. Hermana, yo sí te creo» era el mensaje que enviaban a toda la sociedad y en especial a la víctima de la agresión. Esta vez han sido las Clarisas de Villaviciosa quienes también han querido mandar un mensaje de apoyo en forma de poema. La autora ha sido la abadesa María Luisa Picado de 74 años, que mediante unos «sencillos versos menores» pretende manifestar el deseo de justicia por parte de la fraternidad monástica.

El poema se titula simplemente «La Manada»:

Eran cinco lobos

grises como el viento,

en aquella noche 

sin luna en el cielo.

Abrían sus fauces

llenas de veneno,

sobre una chiquilla

muriendo de miedo.

¿Era una manada?

Era el hervidero

como de jauría

entre fango y cieno.

La niña, temblando,

gime sin aliento,

con terror y llanto

prendido en su pecho.

Ellos, más feroces

que el lobo del cuento,

dejaron su cuerpo 

marchito y maltrecho.

¡Qué cerdos salvajes!

¡Sí que se lucieron…!

En negra batalla

se ensañaron fieros.

¿Qué pasa en el mundo?

¿Por qué el desacierto

campea en la vida

a los cuatro vientos?

¿Por qué tantas cosas 

pasan hoy sin cuento?

¿Por qué historias negras 

a diestro y siniestro?

Irrumpen los aires

la voz de los pueblos

clamando justicia, 

amor y respeto.

Que la ley proteja

a niños y enfermos;

que ya se terminen

los lobos hambrientos.

Que sean las leyes

un respaldo honesto

donde se proteja 

al ser más pequeño.

Que juntos forjemos

un mundo fraterno,

con paz y justicia

en un nuevo Reino.

Comienza dirigiéndose a los que ponen título a su poema como «lobos» para luego pasar a denominarlos «cerdos», con todo el valor denotativo que estos animales conllevan, mientras que simplemente definen a la víctima como a una niña. Cierra el poema, tras una descripción lírica de la situación, cargado de preguntas de incomprensión como: «¿Por qué historias negras a diestro y siniestro?».

Sabida la sentencia, se solidarizan las Clarisas y apelan a las leyes que son las que tienen el poder de proteger «al ser más pequeño». Mandan un mensaje de fraternidad y apoyo con el que se consiga «paz y justicia».