«El uso y abuso de alcohol es un problema de salud pública de primer nivel»

Pilar Campo OVIEDO

ASTURIAS

Julio Bobes
Julio Bobes

El psiquiatra Julio Bobes avala iniciativas como la de Escocia de incrementar el coste de las bebidas alcohólicas para reducir los consumos

07 may 2018 . Actualizado a las 18:30 h.

El catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo, Julio García Bobes, ha escuchado pronunciar frases del estilo «a mí no me afecta» o «a mí me sobran neuronas», a lo largo de su dilatada carrera profesional, a personas que presentan adicciones derivadas del consumo de alcohol. Y desde su prolija experiencia refrenda la necesidad de que se aborde su problemática desde varios frentes: la promoción de la salud mental y la prevención del uso y abuso de alcohol, así como a través del tratamiento asistencial, una vez que la enfermedad ya se ha contraído, para la aminoración de los daños.

La iniciativa impulsada por Escocia de encarecer los precios de las bebidas alcohólicas, fijando un precio mínimo en función de la unidad de alcohol, para lograr la reducción de los consumos es bien vista por los expertos. Julio García Bobes reconoce que no es un problema exclusivo de Escocia, sino que es «de toda Europa», ya que se ha demostrado científicamente, a lo largo de la historia, que dentro de las medidas disuasorias «si se suben los precios del alcohol, bajan los consumos. Es una disuasión permanente, lo mismo ocurre con las multas y otras muchas medidas punitivas. Ahora bien, ¿un tipo de medida sólo cambia el panorama real del proceso?», inquiere. Y él mismo ofrece una respuesta contundente: «No»  

«No se pueden permitir las ofertas de 3 por 1»

En su opinión, no hay duda alguna de que el encarecimiento de los precios tiene una incidencia clara y directa en la caída del consumo de alcohol. «Esta no es una idea original de los nórdicos. Ahí saben que cada vez que suben el precio de los alcoholes, durante varios meses y años, bajan los consumos. Y ocurre también lo contrario. Allá donde hay precios más bajos, en vez de una cerveza se toman dos».

Él está radicalmente en contra de las campañas promocionales como la hora happy, la hora tonta o el momento brillante. «Hay varias formas de decir que ahora es la hora de consumir, que el precio está a la mitad. Es una invitación a beber», advierte. El problema surge ante la imposibilidad de controlar este tipo de actuaciones. «No hay Policía que vigile esto, porque cada bar lo puede hacer cuando le dé la gana y quién va a saber que tal día, a tal hora, van a regalar una cerveza o a duplicar la dosis».

Las invitaciones publicitarias al consumo

Julio García Bobes se muestra partidario de promover medidas disuasorias que contribuyan a eliminar aquellas invitaciones que, desde la publicidad, incitan a consumir. «De modo que el 3 por 1 o el 5 por 3 no se puede permitir. Igual que tampoco se debería permitir que vayas por la acera y esté la calle llena de invitaciones a beber a través de anuncios gratuitos, porque las sillas de un bar las paga una alcoholera, la sombrilla otra y así todo».

Es algo similar a las campañas publicitarias que asocian alcohol con deporte. «Es lo que ocurría cuando te ponían un anuncio de whisky asociado a una imagen de baloncesto. ¿Qué tenían que ver? Tratan de buscar la imagen positiva del deporte o de la música con el consumo de tal o cual bebida y no tienen nada que ver unas cosas con otras», ratifica.

El psiquiatra Bobes lamenta que la legislación tenga que andar siempre «detrás de las alcoholeras, que buscan nuevas formas de anunciar y promover bebidas. Por ejemplo, ni se demostró que ninguna de ellas fuera bebida saludable, ni a dosis bajas, medias, ni moderadas, pero si a ti te financian una serie de anuncios, desde el punto de vista de la divulgación te ves inducido a diseminar noticias de que el alcohol es bueno. Y no es así», reitera.

Las banalizaciones del «a mí no me afecta»

El uso y abuso de alcohol es uno de los más problemas de salud «más importantes», subraya el catedrático de Psiquiatría, quien explica que no sólo afecta al sistema digestivo, sino que «afecta al sistema nervioso central, a todos los nervios incluido el cerebro, el encéfalo, y eso da unos problemas de neurotoxicidad muy importantes, que si bien no son desconocidos sin embargo tratan de banalizarse con frases como «a mí  me sobran neuronas», «a mí esto no me afecta como a otros», que son banalizaciones que quizá a algunos les pueda servir para sonreír de vez en cuando en un bar, pero que desde luego tienen una gran importancia», advierte.

Otra banalización se produce en el caso de mujeres embarazadas que piensan que la ingesta de alcohol en su estado no tiene trascendencia para el feto; una aseveración que descarta Julio García Bobes. «Hay mujeres embarazadas que consumen alcohol y sus hijos nacen con el síndrome de alcohólico fetal, que supone que desde el nacimiento ya hay afectación cerebral como consecuencia del consumo de alcohol de sus madres y a lo largo de la vida, por supuesto, el testimonio de los padres y el modelo social en el que vivimos requiere acotar más y más las cosas», indica.

Otra situación es la que se plantea cuando, ante la subida del precio de una bebida alcohólica, las personas se decantan por cambiar de sustancia. «Si la bebida habitual sube de precio y la que hay al lado no sube entonces desplazas las bebidas destiladas por fermentadas, o viceversa. Son medidas que tienen que aplicarse armónicamente unas con otras», explica.

Las medidas, desde todos los frentes

Otros escenarios posibles serían la puesta en marcha de propuestas encaminadas a que los locales cerraran antes de una determinada hora. «El tiempo de disponibilidad también influye. Si tú tienes toda la noche abierto todo, la gente bebe toda la noche; si cierras a la una, dejan de beber a esa hora. Los nórdicos tienen mucha experiencia sobre los procedimientos que han ido implantando y les han dado muy buen resultado. Ahora bien, ¿hacen que baje la gente notoriamente la cantidad de lo que beben? No. Baja en cierto porcentaje: un 5 ó 10 por ciento, pero baja. Ocurre igual que con los cigarrillos, que cuanto más suban los precios, más baja el consumo», argumenta.

A su juicio, el uso y abuso de alcohol sigue siendo un problema de salud pública «de primer nivel. Hay medidas para evitar exponer a la población a los consumos que tenemos en la actualidad y, por tanto, se puede reconducir la situación de este proceso a consumos de menos porcentaje de gramos de alcohol al cabo del año y también hay otras medidas disuasorias, de promoción de la salud mental, que no tienen que ver con subir los precios».

Normalmente cuando se busca disminuir este problema se adoptan medidas desde distintos frentes: educativas, de promoción de la salud, disminución del daño. Julio García Bobes hace hincapié igualmente en la responsabilidad de los padres para evitar que sus hijos beban alcohol «porque a veces cuando hay problemas con el alcohol viene asociado a otros problemas, como por ejemplo al absentismo académico», advierte el catedrático de Psiquiatría.