Mariano Marín pone al Gobierno a hacer millas en Asturias

Juan M. Arribas

ASTURIAS

 Mariano Marín; en su etapa como delegado del Gobierno en Asturias
Mariano Marín; en su etapa como delegado del Gobierno en Asturias Alberto Morante

La actvidad pública continua del nuevo delegado gubernamental contrasta con el sedentarismo y la escasa visibilidad de su antecesor, Gabino de Lorenzo

16 may 2018 . Actualizado a las 07:29 h.

Desde los despachos del Sporting de Gijón a los controles del Centro de Seguridad Marítima de Veranes; desde las alfombras de la Fundación Princesa de Asturias hasta el ambiente popular de Feria de Tineo, en rondas de encuentros con los representantes institucionales o en jornadas sobre la administración amable, el nuevo Delegado del Gobierno en Asturias no para. En el mes y medio que ha transcurrido desde su toma de posesión, la actividad de Mariano Marín, el representante del Ejecutivo central en Asturias está siendo tan intensa que resulta casi imposible no establecer dos comparaciones. O, mejor, oposiciones. La primera y evidente con su tocayo en la presidencia del Gobierno de la nación, cuya inactividad política está siendo tan criticada desde hace meses desde todos los frentes. La segunda, y no menos notoria, con su antecesor en el cargo, Gabino de Lorenzo, un vicario gubernamental mucho más sedentario y mucho menos visible a pesar de su contrastada querencia de otro tiempo por la política-espectáculo. Evocando los sobrenombres de los reyes de antaño, Mariano el Dinámico frente a Mariano el Estático, y Mariano el Ubicuo frente a Gabino el Encastillado. No puede haber mejor actitud que esa para predicar con el ejemplo en unos días en los que el Gobierno ha celebrado en Asturias sus jornadas de Administración Abierta. Y ambulante, se podría añadir sin faltar a la verdad. La rareza es la foto que acompaña a estas líneas: el Delegado ahí quieto, en su despacho.

Prendes también se mueve

Otro político que empieza a moverse cada día un poco más por Asturias y a cobrar protagonismo en los medios es el gijonés Ignacio Prendes. El vicepresidente primero del Congreso de los Diputados visitaba el pasado fin de semana su ciudad natal y ayer las instalaciones de embotellado de aguas de Fuensanta y terciaba en asuntos como la cooficialidad -a la que se opone «absolutamente»- o sobre el candidato socialista Adrián Barbón, a quien acusa de estar «acallando» a los críticos de su partido de cara a las próximas primarias. Claro como el agua resulta para el diputado naranja que las tendencias pintan naranja de cara a 2019, y que su presencia será muy familiar de nuevo en su región natal para coger la gran ola de las encuestas. Lo que no está necesriamente tan claro es si la ola lleva a Prendes en dirección a Madrid o si lo trae de vuelta como potencial candidato a la presidencia del Principado.

El desliz (rectificado) de Wikipedia con los Premios Princesa

Wikipedia, ese depósito de la sabiduría humana prêt-a-porter, tiene desde hace tres años su Premio Princesa de Asturias: el de Cooperación Internacional que se le concedió en 2015 por su modelo universal, accesible y flexible de difusión del conocimiento. Su vínculo con los Premios es, por tanto, intenso y especial. Pero eso no evita que cometa respecto a los galardones asturianos esos deslices que son también marca de una casa donde todo el que entra puede hacer su aportación. Consultando la entrada dedicada a los Premios Princesa de Asturias de los Deportes -más que nada para confirmar o desmentir la hegemonía futbolística en el palmarés- esta redacción se topó ayer con que uno de los premios, precisamente futbolístico, había cambiado de manos: el de 2002, que misteriosamente ostentaba el malogrado motociclista japonés Daijiro Kato en vez de su legítima titular, la Selección Brasileña de Fútbol. Así que, haciendo uso de esa accesibilidad que entre otras virtudes le valió el premio, La Voz de Asturias se atrevió a entrar al scriptorium virtual restituir humildemente al combinado carioca su legítimo galardón. Bien está poder corregir con esa facilidad tan democrática; pero no deja de inquietar que sea tan sencillo equivocarse, también tan democráticamente. Alguna ventaja siguen teniendo la vieja autoridad y la especialización. Aunque la Britannica, quién lo niega, ocupa mucho más sitio y resulta mucho más cara.