Tono, el minero de Teverga que se parecía a Diógenes

ASTURIAS

28 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La semana pasada el destino fue generoso conmigo y me puso en el camino a José Antonio Pérez Fernández Tono, un veterano minero de Teverga, natural y residente en el pueblo de Campiello. Con 86 años y 37 de mina, Tono abría paso a Santa Bárbara en el sentido homenaje que los mineros jubilados del pozo San Jerónimo quisieron tributar a la Santina, en un año tan especial en los territorios de Don Pelayo como es el 2018, y en el que además se rubrica el finiquito para la minería asturiana.

Con paso lento pero firme y con su vieja lámpara de mina encendida, Tono marcó la ruta desde El Repelao hasta la Cueva, donde la patrona de la minería se hermanó con la Virgen de Covadonga en una simbólica ceremonia. Como una especie de Diógenes, Tono convertió su silencio, su respeto y su capacidad de sufrimiento en virtud, esa virtud que durante décadas fue signo de identidad de la minería en Asturias: la humildad.

Los que conocieron bien a Tono en activo, cuentan de él que era una persona excelente, altamente comprometida con sus compañeros y con el bien común, en el verdadero sentido de esta expresión que ya ha caído en desuso. Parece que Tono, cuando Hullasa atravesaba ya momentos críticos, se esforzaba cada día en ayudar a que se alcanzase la producción pactada para impedir el cierre de la explotación, y así durante varios años.

A pesar de los esfuerzos de Tono y de muchos otros como él, Hullasa echó el cerrojo bajo siete llaves, y las llaves se arrojaron al fondo de un pozo, al mismo pozo al que se fue arrojando sucesivamente todo el futuro de la minería astur, hoy ya absolutamente estertórica.

Observando a Tono, tan valiente y tan digno, cuando ponía rumbo a la Santina, me asaltaron algunas emociones inevitables cuando llevas dinamita en las venas (y eso sin ser un explosivo). Y de pronto pensé, ¿cómo es posible que con tantas personas buenas, decentes y trabajadoras que formaban el colectivo minero asturiano la historia haya terminado así? Algo hicimos muy mal, pero ¿qué pudo ser?

¿Cómo es posible que los villas se hayan impuesto a los tonos? ¿Cómo es posible que los charlatanes de feria, los rufianes analfabetos, los impostores, los indecentemente vagos y manipuladores hayan podido con las personas de bien? ¿Cómo es posible que las malas praxis políticas hayan liquidado una de las sociedades más avanzadas y cultas de la Europa occidental como era la asturiana?

¿Qué hicimos mal los herederos de los valores de Tono? ¿O todo esto es un mal sueño del que vamos a despertar, aunque sea desde el sobresalto?

Yo no tengo respuesta, aunque si tengo mi parte proporcional de responsabilidad cívica y personal en el desastre de mi pequeño, humilde y adorado reino astur.

Porque teníamos que haber sido más valientes, seguro.

Sea como fuere, en medio de este naufragio, a mí, Tono me reconfortó. Me pareció casi un anacronismo histórico, una figura legendaria, un personaje sacado de un relato, pero resulta que José Antonio Pérez Fernández es un ser humano, y es el testimonio vivo de que otras formas de entender el compromiso y la solidaridad son posibles, aunque las puertas de la ilusión se cierren bajo siete llaves y esas llaves se arrojen al fondo de un pozo...