Las lonjas asturianas se quedan sin sardinas

Noelia Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

Sardinas frescas en una pescadería gallega, en una imagen de archivo
Sardinas frescas en una pescadería gallega, en una imagen de archivo PACO RODRÍGUEZ

Cada barco sólo puede pesacar mil kilos a la semana a la espera de que la reducción permita recuperar la especie en unos meses

29 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Los efectos del cupo de pesca de sardina ya se dejan notar en las lonjas asturianas que han visto como este pescado es menos frecuente en sus subastas. La medida se puso en marcha el pasado 1 de mayo y será provisional, si se consiguen los resultados esperados con esta reducción obligatoria. El objetivo es recuperar la biomasa de esta especie en las costas cantábrica y atlántica, por lo que las restricciones afectan tanto a las embarcaciones que faenan en el noroeste de España como en el país vecino de Portugal y el golfo de Cádiz. La escasez de sardina, algo que ya se venía constatando en los últimos años, ha hecho que gane espacio en las lonjas asturianas la parrocha, que principalmente viene del Mediterráneo, según explica Ramón Álvarez, gerente de Nueva Rula de Avilés, la principal lonja de pescado de Asturias.

Los barcos de cerco del Principado pueden capturar mil kilos de sardina a la semana cada uno durante mayo y se espera multiplicar por seis esa cantidad en los meses de junio y julio, la temporada estrella de la sardina. Una vez haya pasado este tiempo llegará el momento de evaluar los resultados del cupo y, si el Consejo Internacional para la Explotación del Mar (ICES) comprueba que la biomasa ha aumentado como mínimo un 10%, el cupo también crecerá para los próximos meses. Las medidas para recuperar la sardina ibérica no son temporales, sino un plan a largo plazo, que tiene previsto tenga vigencia hasta 2023. El objetivo es que cada año la biomasa crezca un 10%, lo que garantizaría su supervivencia y stock suficiente para el mercado. Álvarez se muestra convencido de que el cupo tendrá resultados positivos, «como ya se hizo con otras especies y se vio que funcionó».

La medida de crear un cupo de sardina, del mismo modo que se ha hecho con otras especies para recuperar su biomasa, es una propuesta de los gobiernos de España y Portugal que ha recibido el visto bueno del comisario europeo de Medio Ambiente, Asuntos Marítimos y Pesca, Karmenu Vella, y forma parte de un plan de gestión para la sardina ibérica, que busca mantener abierta la pesquería, al tiempo que garantiza la recuperación de la especie. Estas vedas temporales buscan la recuperación de juveniles, moratorias, tallas mínimas, limitaciones de desembarques y refuerzo de controles. Dada la dependencia de las flotas española y portuguesa de la pesca de sardina se ha buscado combinar su recuperación con el mantenimiento de este trabajo. Así, podrán capturar 14.600 toneladas este año, de las que la mitad serán hasta finales de julio. De estas cantidades un tercio corresponden a la flota española.

Un informe elaborado por el ICES el año pasado evidenciaba el problema existente sobre el estado del stock de la sardina con unos índices de biomasa y reclutamientos bajos y sugería el cierre de la pesquería para garantizar su recuperación. Se ha optado por un cupo, que los pescadores han considerado restrictivo, a la espera de conseguir la recuperación de la especie sin tener que prohibir por completo su pesca. La flota española de cerco dedicada a la captura de sardina está formada por 350 barcos. España es, además, el país europeo que más consume esta especie, 18 veces más que Francia, que ocupa el segundo lugar.

A la espera del bonito

La temporada fuerte de la sardina es en junio y julio, es cuando más capturas se venden y se consiguen mejores premios. Esta coincide con una de las campañas más potentes en las lonjas asturianas: la costera del bonito. Avilés suele ser la primera rula en que se subastan los atúnidos y este año parece que esa venta se va a retrasar con respecto a los últimos años, aunque manteniéndose en las fechas más tradicionales. Hay varias embarcaciones que están preparando su salida, que podrían poner en marcha en los últimos días de mayo, por lo que la subasta no será hasta junio. En esta ocasión han decidido no arriesgar tanto, puesto que en años anteriores tuvieron que ir más lejos para conseguir ejemplares que traer a tierra, lo que encarece el trabajo. De hecho el año pasado el primer bonito se vendió a 134,2 euros el kilo, casi 60 euros menos que el año anterior, un precio con el que los armadores que lo trajeron aseguraron que no habían cubierto los costes.