«La presión sobre el carbón no viene solo por razones del cambio climático»

Raúl Álvarez REDACCIÓN

ASTURIAS

Laura Díaz Anadón
Laura Díaz Anadón

Laura Díaz Anadón, ingeniera química y profesora ovetense que estudia el calentamiento global desde su cátedra de Cambridge, acaba de conseguir el premio a la Investigación Económica para menores de 40 años que concede la Fundación Banco Sabadell

28 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Laura Díaz Anadón (Oviedo, 1981) ha pasado de una a otra orilla del Atlántico, de un Cambridge a otro. En el de Massachussets, estuvo siete años como profesora e investigadora en Harvard, una institución a la que aún sigue asociada, y ahora lleva ya dos cursos en la no menos conocida y prestigiosa universidad inglesa, donde es catedrática en Política de Cambio Climático, miembro bye-fellow del College Peterhouse e investigadora del Centro de la Gobernanza de Medioambiente, Energía y Recursos Naturales de Cambridge (C-EENRG). Formada en ingeniería química y en gestión de políticas públicas en Manchester, Stuttgart y las propias Cambridge y Harvard, tiene una de las trayectorias académicas y profesionales más brillantes que ha dado Asturias en el campo de las ciencias sociales. Su trabajo acaba de obtener el reconocimiento de la Fundación Banco Sabadell, que esta semana le ha otorgado su codiciado premio a la Investigación Económica para menores de 40 años. Asesora a gobiernos, trabaja para el Panel Intergubernamental del Cambio Climático y es una voz autorizada internacionalmente sobre ese desafío que aún regresa a la comunidad autónoma para visitar a la familia y a los amigos en cuanto consigue unas vacaciones. En octubre ya tiene una cita en Oviedo para recoger el galardón.

-¿Trabajar sobre el cambio climático fomenta el pesimismo o es una tarea para optimistas que aún piensan en atajarlo?

-Pues la verdad es que yo siempre he sido bastante optimista. A veces sí que da la impresión de que, cuanto más lo estudias, más difícil parece. Pero todo depende de dónde se mire. Por una parte, se ha progresado muchísimo durante la última década en los costes de las energías renovables y, en términos de capacidad instalada, en los últimos años la mayor inversión ha sido en renovables. Y en España, según Red Eléctrica, en el 2017 un 33% de la electricidad se generó a partir de renovables (hidráulica, eólica, solar fotovoltaica, solar térmica, residuos renovables y otras). Por otra, la fracción de la electricidad global que provenía del carbón en 1997 y en el 2017 son similares: el 38%. Así que en muchos sitios tiene sentido invertir más en investigación en temas como la captura y secuestramiento del CO2.

-Asesora usted a gobiernos. ¿Qué le habría dicho al de Estados Unidos cuando se fue del Acuerdo de París?

-Hace unos meses escribí un artículo en Nature Energy sobre el tema, sobre todo argumentando que las propuestas de reducir las inversiones en investigación en nuevas tecnologías energéticas no tenían mucho sentido lo miremos desde donde lo miremos. Pero lo que diría ahora es que, aunque obviamente el que el presidente Trump dijera que EEUU iba a dejar el acuerdo de París (algo que no va a poder hacer oficialmente hasta noviembre del 2020) fue negativo, eso no quiere decir que todo lo que estaba haciendo el país para reducir emisiones se vaya al traste. Por ejemplo, el Congreso y el Senado no accedieron a las propuestas de Trump de estos dos últimos años de recortar significativamente la inversión en nuevas tecnologías bajas en CO2. En otras palabras, durante dos años consecutivos, el Congreso mantuvo los presupuestos de Obama para la inversión en investigación en nuevas tecnologías en el área de la energía. También conviene decir que los presupuestos en este tema de Obama habían supuesto una subida con respecto a los anteriores. La realidad es que los beneficios de las inversiones en investigación y desarrollo tienen más apoyo dentro de los dos partidos mayoritarios en EEUU del que se piensa. Es muy posible que esto se deba a que durante los últimos 10 años tenemos más datos sobre la contribución de estas inversiones a la competitividad. También se ha parado casi en absoluto la construcción de centrales de carbón en EEUU, no por París, sino por los bajos precios del gas natural. Así que igual no va a tener tanto impacto, a no ser que otros le sigan. Además, ha habido algún esfuerzo para compensar el posible impacto del anuncio a nivel de ciudades de todo el mundo, de estados dentro de EEUU y de actividad filantrópica.

-¿Hará algo la comunidad internacional para atajar el cambio climático antes de que sea demasiado tarde?

-Sabemos que, aunque se implementaran todos los planes nacionales que se enviaron para cumplir con los compromisos de París (y esto es una suposición bastante grande), es muy probable que la trayectoria de las emisiones de efecto invernadero en el futuro sobrepase los niveles de emisiones recomendados. Así que lo que hay sobre la mesa a nivel internacional no es suficiente, y parece difícil que a muy corto plazo se ponga en marcha otro proceso diferente. Va a tener que haber más acción a nivel nacional y local.

-¿Cuál debe ser el objetivo mínimo para un acuerdo?

-Ahora mismo, internacionalmente, lo que tenemos es el acuerdo de París. Sería muy difícil reemplazarlo a corto plazo. Para responder a esto la herramienta más útil para los gobiernos son los informes del IPCC. Entre otras cosas, analiza las probabilidades de que distintos escenarios de emisiones resulten en distintos impactos. He tenido la suerte de ser elegida como 'lead author' del Grupo de Trabajo III en Mitigación del Cambio Climático del sexto informe del IPCC, y durante los próximos meses empezaré a trabajar en ello.

-¿Considera posibles los escenarios más catastróficos que llegan a la prensa: inundaciones en algunas regiones, sequías extremas en otras, disolución de los casquetes polares, subida del nivel del mar y alteración de la vida en la costa?

-El Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) produce el análisis más reconocido del tema, y efectivamente, indica distintos niveles de probabilidades de distintos impactos negativos en distintas partes del mundo, incluyendo sequías, subidas del nivel del mar, y pérdidas de biodiversidad.

-Hay quien considera que ya hemos pasado el punto de no retorno hacia esas catástrofes. Para usted, ¿dónde está?

-Pues todo es cuestión de probabilidades. Como dice el IPCC, hay probabilidades considerables de que los impactos del incremento de temperaturas sean dañinos. Y ahora mismo parece muy difícil limitar las emisiones globales para que sean compatibles con una probabilidad alta de contener el incremento de temperatura medio a los 2 grados centígrados.

-¿Cómo se da el salto de la investigación a la formulación de políticas? ¿Cuál fue el proceso en su caso?

-Siempre me motivó el intentar reducir el impacto de nuestra sociedad industrial en el medio ambiente, y eso me llevó a estudiar ingeniería química. Yendo a conferencias y leyendo, me empezó a interesar la economía. Particularmente, decidí que para entender el papel de los gobiernos e incentivos en acelerar los procesos de innovación y en coordinar era necesario completar mi formación con la economía. Así que decidí ir a Harvard, inicialmente a hacer un Master de Políticas Públicas en el 2007. Enseguida empecé a investigar, a llevar proyectos, a dar clases, y al final acabé allí de Assistant Profesor of Public Policy, totalmente metida en análisis económicos en políticas de energía, innovación y cambio climático. En septiembre del 2016 fue cuando me vine a la Universidad de Cambridge desde Harvard.

-El nuevo Gobierno español tiene un Ministerio para la Transición Ecológica. ¿Qué puede exigirse a un departamento con ese cometido? La ministra es una profesional de prestigio. ¿Ha trabajado con ella?

-No he trabajado con la ministra. Respecto al Ministerio, yo diría que se puede poner más énfasis en la financiación para la investigación y en probar y evaluar nuevos modelos de políticas públicas e instituciones en el área de investigación y desarrollo en tecnologías del sector energético. Creo que esto podría ser beneficioso para el medio ambiente y la competitividad.

-En Asturias arrecia el debate sobre el cierre de las centrales térmicas y el final de la minería del carbón. ¿Son ambas cosas incompatibles con un futuro limpio?

-A largo plazo, la generación de electricidad a partir del carbón sin capturar las emisiones de CO2 será difícil. La presión no viene solo por razones de cambio climático. Hay muchos estudios estimando los grandes costes a la salud provenientes de las emisiones de partículas de estas centrales, costes que tampoco están internalizados. También tenemos en muchos sitios precios de gas natural que hacen muy difícil construir carbón. Y además, hemos visto grandes mejoras en las renovables y avances en el almacenamiento energético. Así que invertir en investigación en tecnologías de captura y secuestración es necesario.

-Francia ha puesto en marcha contratos de transición económica para las comarcas donde cerrarán térmicas o nucleares. ¿Conoce esa experiencia? ¿Podría servir para Asturias?

-No lo he estudiado. Me parece muy importante fomentar la inversión en formación, retraining e investigación.

-¿Nos contradecimos cuando queremos ser a la vez una región verde, que basa su imagen en la naturaleza, y mantener las formas de trabajo de la segunda revolución industrial?

-Esta no es mi área de trabajo, así que aquí contesto la pregunta en calidad personal y no de experta. Hay que intentar crear oportunidades de trabajo y, al mismo tiempo, preservar la región tan bonita que podemos. Hay investigación que indica que las economías más diversas tienen más capacidad para competir y crecer. Yo no diría que hay que mantener las industrias X ó Y, pase lo que pase, pero sí que, si no hay nada a nivel local que no sea servicios o naturaleza, a largo plazo no va a quedar mucho. Otras zonas o países se nos pondrán por delante.

-¿Cuándo se fue de Asturias? ¿Tuvo que ver con la fuga de científicos y, en general, de talentos que sufre la región?

-Me fui en septiembre de 1999 para estudiar una carrera entre la universidad de Manchester (UK) y Stuttgart (Alemania). No tuvo que ver con la fuga de científicos directamente, sino por mi estudio de inglés y alemán y las oportunidades que me fueron surgiendo en el extranjero. Marchándome fuera podía seguir con ambos idiomas. Pensaba volver a España al acabar la carrera y luego al acabar el doctorado, pero me fueron surgiendo oportunidades de investigación y de tener impacto muy buenas. Por ejemplo, el Máster en Políticas Públicas que hice en Harvard después del doctorado fue muy importante en mi trayectoria, que me llevó de la ingeniería química al estudio económico de políticas públicas de energía, innovación y cambio climático tratando a las distintas tecnologías de la forma más rigurosa posible.