«Si el turismo fuese un país sería el cuarto más contaminante del mundo»

Elena G. Bandera
Elena G. Bandera REDACCION

ASTURIAS

Pedro Bravo, en Gijón.
Pedro Bravo, en Gijón.

El escritor Pedro Bravo presenta en la Semana Negra el libro Exceso de equipaje, en el que reflexiona sobre los problemas de la masificación del turismo, un sector que «mueve dinero cada vez peor repartido y genera empleo precario»

08 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En España, el segundo país tras Francia con más volumen de turismo del mundo, se da la paradoja de que el 40% de la población no puede ni siquiera irse una semana de vacaciones al año. «Si el turismo es la gran industria que da trabajo para todos, ¿cómo es posible que un 40% de la población no se lo pueda permitir?», se pregunta el escritor y periodista Pedro Bravo, que hoy presentará en la Semana Negra (Espacio A Quemarropa, 18 horas), el libro ‘Exceso de equipaje: Por qué el turismo es un gran invento hasta que deja de serlo’, en el que analiza las consecuencias negativas de la masificación del turismo. 

«Cada vez somos más moviéndonos. El año pasado fue récord con 1.300 millones de movimientos turísticos internacionales, se había batido el récord alcanzado el año anterior y así sucesivamente. Y tiene pinta de que va a ir a más», recuerda Bravo, que explica que en su libro revisa el relato oficial del turismo. «Hasta ahora nos habían dicho, sobre todo en España, que el turismo es bueno y punto. Sin embargo, estamos empezando a comprobar que no es así en todos los casos y cada vez son más las personas que protestan porque están viendo afectados sus derechos. A la vivienda, al descanso, al espacio público… Últimamente, con la masificación y el aumento brutal de visitas, está habiendo problemas en muchos lugares del mundo», indica.

Incluso han surgido términos específicos como la turistificación y la turismofobia. «Cuándo deja de ser un gran invento el turismo no es tanto un momento temporal, sino una cuestión de cómo y cuánto. Cómo se practica, se promociona o se promueve y con cuánta gente. Hay muchísima gente haciendo muchísimas cosas y pretender que eso no tenga muchísimas consecuencias es creerse un cuento que realmente no existe», sostiene.

Turismo de naturaleza

Pese a que en Asturias no se dan, por ejemplo, los problemas de acceso a la vivienda que sí se están dando en otros lugares de España debido a la turistificación, Bravo explica que esta masificación turística no solo está llegando a todo tipo de entornos urbanos, sino también a los naturales. De hecho, dedica cada capítulo del libro a un destino turístico para centrarse en cada uno de los problemas que está generando el turismo de masas y uno de ellos es el impacto medioambiental. «El turismo ha presumido durante muchos años de ser la industria sin chimenea. Pero si el turismo fuese un país sería el cuarto más contaminante del mundo. La pretensión de que el turismo natural es bueno para la naturaleza es peligrosa», asegura. De las medidas que ya están adoptando algunos gobiernos, como por ejemplo en Barcelona, para paliar los problemas que la masificación turística genera, dice que aún es pronto para ver casos de éxito «porque las soluciones las empezamos a vivir ahora en todo el mundo». 

‘Exceso de equipaje’, en todo caso, no es ni mucho menos un libro en contra del turismo, «pero creo que debemos reflexionar sobre cómo afectan a los demás nuestras formas de viajar, entendiendo por los demás a la naturaleza, los animales, otras personas y los territorios que visitamos. Cada vez que ponemos el pie en un sitio nuevo estamos generando un impacto y hay que ver si es bueno o malo o regular». Él, que durante años escribió periodismo de viajes, hace tiempo que ya no está siempre en movimiento y, si viaja, se piensa más cómo lo hace. 

«La reflexión que hay que hacer es la misma que haríamos en cualquier área de consumo. Se habla mucho de consumo responsable y, en el caso del turismo, también. Más que turismo sostenible, puesto que por definición el turismo es poco sostenible. En cuanto pones el pie en un avión ya estás contaminando. En cuanto pones el pie en un territorio nuevo ya estás causando un impacto», considera Bravo, para quien ser viajero es lo mismo que ser turista. «No me gusta la diferencia entre viajero y turista. Es una forma de exculparse a uno mismo. Los demás son los malos y yo, como viajero, soy el bueno. Y eso no es bueno a la hora de cambiar comportamientos propios», dice, explicando que de Madrid, en donde reside, a Gijón ha venido en tren y que es un viaje que, pese a tener como objetivo presentar su libro, computa como turismo. 

«Procuro siempre consumir los menos recursos posibles en los viajes. Es lo primero que podemos hacer cada uno, además de tratar de que el consumo sea local. Si vas a un hotel o a un restaurante, intentar que sean establecimientos locales. Parece muy obvio, pero hay que tener en cuenta que existen muchos fondos de inversión metidos en negocios turísticos”, dice, mencionando también el creciente auge de los viajes low cost. «El hecho de que cada fin de semana nos podemos ir a Copenhague, Bruselas o Berlín me parece una distorsión del viaje y del turismo. ¿Realmente necesitamos irnos todos los fines de semana a una ciudad europea? ¿Para demostrar qué? ¿Que somos personas de éxito en las redes sociales? Viajar compulsivamente es lo mismo que consumir compulsivamente. Por eso es importante reflexionar sobre qué experiencia te aporta y qué tipo de problemas estás generando en esos viajes. Viajar no es malo, pero viajar compulsivamente sin mirar lo que dejas a tu paso sí lo es, igual que en cualquier otra forma de consumo». 

Empleos estacionales, temporales y precarios

Volviendo a la paradoja del inicio, en el relato oficial del turismo, la economía y el empleo son fundamentales.«Cuando hablamos críticamente del turismo nos mandan callar diciéndonos que deja mucho dinero y mucho empleo. Y esto tampoco es verdad en todos los casos». El turismo representa el 11% del PIB en España y «se computa más como exportación porque le viene muy bien al Estado español para compensar una balanza de pagos muy importadora, pero realmente ¿cuánto de ese dinero se queda en el territorio o en los territorios?», pregunta Bravo, mencionando la presencia internacional en las grandes cadenas hoteleras e incluso en los apartamentos de Airbnb. 

También recuerda que ocho de cada diez empleos pertenecen al sector servicios y, de ellos, buena parte se deben al turismo. «Pero, ¿qué tipo de empleos son? Estacionales, temporales y precarios la mayoría o buena parte de ellos como dicen los datos del INE. O como demuestran las protestas de las Kellys y otros muchos colectivos que ven cómo los hoteles de cuatro o cinco estrellas tienen cada vez más ocupación y más estabilidad mientras les pagan menos a sus empleados». El turismo, añade, mueve dinero, pero «cada vez está peor repartido» y, sí, genera empleo, «pero empleo precario». 

El futuro, más que probablemente, será aún más de lo mismo. «El turismo es punta de lanza de la economía de mercado. Siempre lo ha sido. Sigue el modelo económico del capitalismo, en el que la desigualdad es importante y en el que la clase trabajadora está cada vez peor». Bravo no pasa por alto las consecuencias que supondrá la robotización y la inteligencia artificial en el mundo laboral. «La tendencia a la que vamos es a lo que llaman la Gig economy, la de los falsos autónomos, los trabajos precarios, los empleos muy estacionales e incluso las labores en las que comercializamos con nuestro tiempo libre, que al fin y al cabo es lo que supone Airbnb y otras fuentes de empleo en las que comercializas con tu bicicleta para ganar un poco más porque con tu sueldo no da. La tendencia general en el empleo, ya sea o no turístico, es la de muchos trabajos muy mal pagados y poco protegidos».