«El 80% de pulpo que se come en España, e incluso en Asturias y Galicia, no es español»

e.g. Bandera

ASTURIAS

Peter Godfrey-Smith | EFE

«Es una especie que ha sobrevivido dos extinciones naturales y ahora está desapareciendo», advierte Luis Laria, del Cepesma

21 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Por tradición, los españoles son los europeos que más pescado consumen. El presidente de Cepesma, Luis Laria, aporta al respecto un dato significativo : «Si no fuera por el pescado que se pesca fuera de nuestras aguas, no tendríamos pescado más que para dos meses». Advierte, con ello, de que habría que empezar a plantearse restringir la pesca valorando los stocks, «pero de forma estable, no porque lo hagamos de hoy para mañana ni este año ni dentro de cuatro años vamos a dejar de desestabilizar el medio acuático». Pone como ejemplo el pulpo, que precisamente se encuentra ahora en parada biológica, algo que, en su opinión, ya se tenía que haber planteado hace diez o 12 años. 

«Estamos agotando las reservas de pulpo. Está desapareciendo. El 80% del pulpo que hoy se come en España no es español. Incluso en Galicia y en Asturias hay cantidad de sitios donde comes pulpo y no es español a pesar de que te lo vendan como pulpo del Cantábrico», asegura Laria, que explica que recientemente daba una conferencia sobre esta especie que, en Asturias en concreto, no se empezó a pescar de forma específica hasta 1983. «Hasta entonces, los que se comercializaban eran los que caían en otras artes de pesca, pero no había barcos que fueran al pulpo. El único que se vendía era esporádico y limitado a esas capturas accidentales. En 1983 comienza a pescarse y, como ocurre siempre, empieza una lancha, después empiezan 40 y, como no sabemos regular la actividad, ahora está desapareciendo», lamenta. 

También explica que el pulpo es una especie que, por mucho que se investigue y se trabaje con ella, no se ha conseguido reproducir en cautividad pese a los avances tecnológicos y genéticos. «El pulpo no lo podemos reproducir por el momento y eso es un problema añadido. Vamos a tener problemas muy graves si el pulpo desaparece porque lo hará una especie muy singular, tremendamente inteligente y con una capacidad extraordinaria de adaptación. Es uno de los ejemplares más singulares que existen en el planeta en muchos ámbitos y, sin embargo, no le damos ningún valor. Lo comemos y no nos importa en absoluto que esté desapareciendo o no». 

Esa capacidad de adaptación ha hecho que sea además una especie tremendamente longeva. «Los cefalópodos hace muchísimo tiempo que colonizaron las aguas del planeta, han logrado sobrevivir a dos extinciones naturales y no va a sobrevivir a la que vamos a provocar nosotros», indica Laria, que insiste en que si llega a tener un stock crítico, será muy difícil de recuperar. 

Por ello, considera que los paros biológicos de algunas especies que también están viéndose cada vez menos en las rulas deberían servir «para darnos cuenta de que tenemos que empezar a restringir la pesca».    

La «sinrazón absoluta» de las explotaciones de acuicultura

Laria también se refiere a las explotaciones de acuicultura, de las que asegura que son una «sinrazón absoluta»: «El ser humano se cree tan prepotente que dice que puede regular las explotaciones e incluso adaptarlas a sus intereses como en la acuicultura, que es el ejemplo más nefasto de la insostenibilidad del planeta, en este caso en el medio acuático». Explica las razones por las que hace estas consideraciones: «Para que nosotros podamos engordar una lubina y que alcance el kilo de peso en una explotación acuícolas al menos hemos tenido que darle nueve kilos de pescado salvaje, además de que lleva un cantidad de compuestos químicos para evitar infecciones en esa población masificada de peces. Es decir, que estamos cogiendo pescado salvaje que podríamos comercializar perfectamente y, para mantener la salud de esas lubinas entre comillas, tenemos que meter una cantidad ingente, entre otros elementos, de antibióticos». 

Pone como ejemplo el caso de los cientos de miles de salmones tratados con una alta carga de antibióticos que escaparon de un criadero en Chile en julio debido a los temporales y que «son un peligro absoluto para la salud humana y del mar, porque ese antibiótico puede generar unos problemas increíbles». Vuelve a poner otro ejemplo: las miles de personas que mueren por infecciones cada año por la resistencia a los antibióticos. Según los datos de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc), en España 35.000 muertes se deben a ese uso inadecuado de los antibióticos y, de hecho, España es el primer lugar del mundo en su consumo sin ninguna razón epidemiológica justificada.

«Se mueren porque ha habido un abuso de antibióticos y de compuestos químicos que estamos ingiriendo para cualquier dolor, para cualquier tontería», indica Laria, que añade que en la acuicultura «eso está pasando constantemente, con una carga de medicación espectacular que estamos ingiriendo también cuando comemos una de esas lubinas».