Así ataja la Universidad de Oviedo los intentos de plagio

J. C. G.

ASTURIAS

Universidad de Oviedo
Universidad de Oviedo

Protocolos académicos y herramientas telemáticas intentan atajar en tesis y trabajos de investigación un «latrocinio intelectual» sobre cuyo alcance discrepan los docentes

14 sep 2018 . Actualizado a las 07:20 h.

«Plagio» es la palabra del día. Al margen de su eficiencia como la munición del momento en la 'guerra de másters' que agita el frente político, suscita ecos de alcance más permanente y más profundo. Estos, en el ámbito académico. ¿Es posible que el 'cortaypega' sin cita, la piratería de ideas y textos, el fraude universitario y científico, más allá de los sonados casos de estos días, sean frecuentes o estén incluso generalizados? ¿Hay mecanismos para que los investigadores y el propio saber científico se defiendan de los plagiadores en la institución universitaria? Al menos formalmente, la Universidad de Oviedo está prevenida ante la posibilidad del plagio en tesis o en los trabajos de sus investigadores y alumnos y dispone de medios para atajarlo. A los protocolos y controles estrictamente académicos en los procesos de realización y evaluación de los trabajos de grado y posgrado, tesis incluidas, se añaden desde el pasado curso herramientas telemáticas accesibles desde el Campus Virtual, entre ellas el programa Urkund de control antiplagio.

Aun así, ¿es suficiente? Existen discrepancias de grado al respecto. Pensando en concreto en las tesis, Enrique del Teso, profesor de Lingüística General en la Facultad de Filología y director de varias de ellas, cree que «una tesis plagiada, que es al fin y al cabo una incorrección formal, es difícil que pase los controles» aunque admite que «puede suceder». Frente a ese parecer, Ignacio Fernández Sarasola, profesor de Derecho Constitucional y víctima él mismo de un plagio múltiple que acabó costando el puesto a todo un rector universitario, opina que esta conducta «que más allá de la ética puede dar lugar a acciones civiles e incluso penales» está «más extendida, por desgracia en la universidad de lo que hasta ahora se pensaba». No es el único caso de plagio que le ha afectado: «Una vez me llegó un proyecto de investigación, y cuando lo fui a leer para evaluarlo, resulta que el informe era corta y pega de un trabajo que dio la casualidad que era mío. Incluso plagiando el resumen de lo que piensan llevar a cabo», recuerda.

La cosa no es baladí ni asunto de broma: «Parece que el latrocinio sobre un elemento material tenga más importancia que el latrocinio sobre un elemento intelectual, pero a fin de cuentas no deja de ser un acto de latrocinio. No es solo una cuestión de falta de ética sino de infracción legal que implica actuaciones civiles e incluso penales».

El parecer de otros enseñantes universitarios consultados por La Voz de Asturias se inclina más bien hacia la primera opción: el plagio siempre es posible, pero el plagiador no lo tiene excesivamente fácil.

Herramientas telemáticas

¿Qué se lo pone difícil al plagiador en la Universidad de Oviedo? Por empezar por el cortafuegos más reciente -las herramientas online- los profesores universitarios advierten una evidente limitación: la labor de contrastación de párrafos 'sospechosos' se limita a los textos digitalizados y colgados en internet. Bien es verdad que cada vez más bibliografía está colgada en la Red, sobre todo la más actual -cuya frescura siempre es valorada en trabajos académicos- pero siempre queda un remanente 'analógico' que no se puede consultar. Internet es un arma de doble filo, pero ante todo perjudica al potencial tramposo: «Es verdad que el plagia tiene más fácil plagiar porque hay más acceso a más fuentes de información y por tanto es más difícil que los miembros del tribunal o de la revista que evalúa su trabajo se percaten de ello: pero también basta con que pongas el párrafo o la frase que te resulta sospechoso en Google para que aparezca de dónde se ha sacado», apunta Fernández Sarasola.

Los protocolos para tesis

Los filtros decisivos están o deberían estar, con todo, en los protocolos académicos y científicos. En el caso concreto de las tesis -precisa Enrique del Teso- «tiene que ser aprobada en primer lugar por una comisión doctoral del departamento, no en términos de calidad, sino en sus aspectos formales; luego va una comisión doctoral de distrito que hace lo mismo en un contexto más amplio». Además ese texto queda depositado y a disposición, de modo que es accesible para cualquiera. «Como en los matrimonios», bromea. En efecto, aparte de esa exposición pública similar, a su manera, a las proclamas prematrimoniales, en el acto de lectura de la tesis, el presidente del tribunal da la palabra a cualquier doctor que esté en la sala para que haga sus reparos. Que Del Teso sepa, no ha sucedido en ese trance pero sí en el protocolo previo: «Ya ocurrió alguna vez que en el periodo de depósito algún director dijo que aquello no era una tesis doctoral, bien sea porque lo considera como un ejercicio de clase y no una tesis, pero también porque podía haber plagio. Y se puede paralizar el proceso por ese motivo».

En resumen: «Que una tesis no sea buena y reciba un sobresaliente es perfectamente posible, pero lo que sí garantizan los distintos controles y comisiones es que aquello formalmente sea una tesis, con su director, con la titulación debida en su autor… y sin plagios», concluye Del Teso. Por su parte, Ignacio Fernández Sarasola pone el acento en su falibilidad o en la ausencia, a veces, de controles: «Ese tipo de filtros faltan», diagnostica. 

El vicio del descuido (no es el delito de plagio)

Aún así, insiste el profesor de la facultad de Filología, ponerse a 'fusilar' textos para una tesis doctoral exige audacia por el elevado riesgo de ser cazado. «Plagiar un artículo es una cosa, pero plagiar una tesis doctoral entera es mucho plagiar; salvo que tengas el morro, como decía Umberto Eco, de viajar a un país del Este y traerte una que no conozca nadie…», apostilla. Abunda mucho más «el descuido, la prisa por tener el doctorado, el máster» que el ánimo de meter 'goles' mediante el 'copieteo' a escala de posgrado. «Pasa con frecuencia que la gente que saca una tesis doctoral pero que tiene la cabeza en otro lado puede hacer trabajos chapucerillos, con el vicio del descuido. Pero es muy difícil que un tribunal pase una tesis con plagio o en la que las citas no estén puestas como es debido. Querer sacarse el doctorado de cualquier manera no es lo mismo que querer sacárselo de modo fraudulento», razona.

¿Qué motivos espolean esas tesis al galope? «Suele ser gente cuyo título coge peso en otro ámbito, por ejemplo es frecuente en centros tecnológicos: si tiene doctores, el centro puede generar documentación que se cuele en revistas más elevadas y eso a su vez abre puertas a que te den proyectos, subvenciones... No es inhabitual que esa aspiración se asocie a alumnos de tipo medio o medio tirando a bajo, pero en ningún caso suspensos. Pero el hacer trampa o caer en ilegalidades es otra escala». ¿Y dar ese salto? ¿Cuáles son entonces los motivos? «La razón por la que la gente plagia son muy variadas. No se suele plagiar para atribuirse un nivel intelectual que no tiene sino para trabajar menos», asegura Del Teso. Y no hay que olvidar que la investigación también cotiza. En sexenios, que reciben un complemento retributivo por publicaciones de investigación.

'Negros' y 'autoplagios'

Hay otros dos casos que no tienen que ver en absoluto con el plagio. El primero, fraudulento; el segundo, no. «Se puede dar el caso de que una tesis te la pueda hacer otro u otros; y eso sí puede ser, sí puede colar. Incluso el acto de la lectura de la tesis puede ser un muy protocolario. Y es muy difícil de controlar», señala el profesor de Filología.

El otro es el de la autocita, el de la inclusión de publicaciones previas en la propia tesis, el presunto 'autoplagio' que también se ha esgrimido contra Pedro Sánchez. «Eso es perfectamente posible: en mi propia tesis doctoral hay muchas páginas que ya estaban publicadas como artículos», replica Del Teso. Más aún: «Ahora existe la posibilidad de que tu tesis doctoral sea una compilación de artículos, siempre y cuando haya un director que te dé una dirección en la cual vas a organizar esos artículos y al final haya una línea argumentativa en ellos. En las facultades de ciencias está incluso bien visto, porque cada artículo que sacas supone una sanción exigente y previa de una revista de referencia».

Nada que ver con una perversión posible de esa forma de usar la propia bibliografía como material de doctorado: «Otra cosa es que alguien tenga el morro de publicar una tesis doctoral lo que previamente había publicado como un libro o una reiteración de algo que no se construyó como una tesis doctoral bajo una dirección; eso no se puede hacer», advierte el profesor, que recuerda más de un caso de rechazo de tesis que incurrían en ese defecto o que eran simples recopilaciones de artículos, sin más.

El factor humano

Todos los docentes consultados convienen en un mismo extremo: el más determinante de los controles es la actitud de los controladores. El celo, la formación, la implicación y el criterio de los directores y/o evaluadores de los trabajos académicos constituye la mejor criba para detectar al trapacero y, en general, garantizar la calidad de la producción universitaria en estos terrenos.

«Todo depende de los miembros del tribunal», afirma Fernández Sarasola: «Al final, si una tesis no es original, quien tiene la culpa son los miembros del tribunal, que han valorado esa tesis y no se han percatado de que existía un plagio». De estos casos, claro, no suele quedar constancia. Sí de los contrarios: «Conozco casos de miembros tesis que sí se percataron de que había párrafos que estaban plagiados e inmediatamente lo hicieron saber al doctorado. Pero depende de sus conocimientos o su diligencia, por lo que estas situaciones se pueden dar perfectamente». Enrique del Teso apostilla: «El primer interesado en que no se cuelen estas cosas y no se cuele morralla es el propio tribunal».

Aparte de eso, todo depende en buena parte del olfato del director de tesis o los miembros del tribunal. Un buen director -señala una docente de la Universidad de Oviedo- «sabe perfectamente cómo el trabajo va creciendo» y si lo que lee es congruente o no con ese proceso. Es cuestión casi de sensaciones: la textura del estilo, la aparición inesperada de un párrafo con demasiadas subordinadas, un cambio en el léxico, incluso «un punto y coma»...

Artículos de investigación

Al margen de las tesis doctorales, se plantea también en este delicado terreno el control de plagios y de calidad en las publicaciones de artículos de investigación en revistas especializadas. En teoría -y en la práctica, aunque no todo el mundo les conceda la misma fiabilidad- la producción académica que llega a ver la luz en ella pasa aduanas exigentes como el llamado 'sistema de evaluación por pares', lectores especializados nombrados por el consejo científico de la revista. Incluso, si hay discrepancia entre los dos 'pares', se busca el desempate con un tercero, un procedimiento generalizado en las revistas académicas especializadas... que no resultan fiables del todo para todo el mundo.

Ignacio Fernández Sarasola no oculta su escepticismo: «Cuando envías un artículo a una revista o una editorial, los filtros que pasan son a veces muy escasos. Se someten a informes de especialistas que a veces no lo son tanto, y no se fijan en si ese texto que reciben es original o copia». Y extrae un corolario: «Lo que no puede ser es que estemos exigiendo a los alumnos es que sean honrados, y luego los propios profesores no lo seamos cuando publicamos en una revista científica».

 ¿Los profesores también plagian?

Al margen de esos casos que cita el profesor Fernández Sarasola, ¿hay otras situaciones en las que los propios profesores lleguen a plagiar a conciencia, descuiden la calidad de su producción para conseguir currículo o compensaciones económicas, e incluso firmen el trabajo ajeno? Enrique del Teso habla, al menos, del «toque del mandarín» y de una «vieja rumorología sobre la explotación de alumnos» utilizados como 'negros'. «Ocurre que cuando la gente tiene poder en un ámbito privado acaba teniendo un sentimiento patrimonial… Eso que sucede cuando empiezan a utilizar material público como si fuera privado, o el despacho de la Universidad como si fuera suyo. Con esa actitud, ponen su nombre en artículos que han escrito otros. Profesores o doctores que pueden aprovechar trabajos de alumnos que utilizan como 'negros' y meten en sus publicaciones. De eso siempre se habló, pero siempre como rumorología».

Otros profesores son capaces de falsear datos de sus investigaciones o plagian. Y eso es el fin: «Si hay algo que académicamente te puede hundir, es que te acusen de plagio. Hauser, un autor de referencia en comunicación y etiología animal, falsificó un montón de investigaciones, por voracidad o ambición, incluso teniendo un gran reconocimiento. Ahora el algoritmo de Google solo lo relaciona con sus fraudes; y eso un tipo con libros de referencia, que se debe leer. Da igual: ya nadie se fía de ti», relata Del Teso. Y Fernández Sarasola apunta hacia una vuelta de los instrumentos de control hacia los controladores: «Esas herramientas específicas pensadas para evitar plagios de los alumnos. ¿Por qué no las utilizamos también para controlar los plagios de los profesores? Porque al final acaban plagiando tanto los profesores que los alumnos», asegura.