Todo lo que se sabe hasta ahora del «caso Sheila Barrero»

Raúl Álvarez OVIEDO

ASTURIAS

Los padres de Sheila Barrero en el lugar el crimen
Los padres de Sheila Barrero en el lugar el crimen De acebo y jara

Después de cuatro años de investigación, la Audiencia Provincial confirmó en mayo del 2008 el sobreseimiento de un sumario que no avanzaba. La joven apareció dentro su coche, con un tiro en la cabeza, el 25 de enero del 2004 en la carretera de Cerredo

02 oct 2018 . Actualizado a las 16:32 h.

Desde el año 2004, todos los 25 de enero son días de duelo en el concejo de Degaña. Aquella mañana de invierno, su propio hermano descubrió el cadáver de Sheila Barrero en el interior del coche de la joven, que tenía 22 años. Alguien situado a su espalda la había matado de un único disparo en la cabeza. A medida que pasaban los años, que los hechos se alejaban en el tiempo y que la vida continuaba para el resto de la sociedad, las sucesivas conmemoraciones de su muerte se hicieron cada vez más tristes para la familia. La investigación no tuvo éxito y el caso de su hija y hermana, casi 15 años después del asesinato, es aún un crimen sin resolver. Pero en el último enero, hace ocho meses, sus intervenciones sonaron más optimistas: el 2018, afirmaron, traería avances y tal vez la detención del responsable. Algo se mueve, desde luego. La Guardia Civil ha encontrado nuevos hilos de los que tirar y el Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA) ha confirmado la reapertura de un caso que el Juzgado de Cangas del Narcea sobreseyó en octubre del 2007 por falta de pruebas. En mayo del año siguiente, la Audiencia Provincial ratificó esa decisión y, desde entonces, la familia pedía la reactivación de las pesquisas.

Fue un domingo de neblina, frío y llovizna en La Collada, a medio camino entre Villablino y Cerredo. Allí apareció el Peugeot 206 de Sheila con la sombría escena que guardaba. La joven había terminado sus estudios de Turismo y ya trabajaba en una agencia de viajes de Gijón, pero todos los fines de semana volvía a la casa de sus padres en el concejo de Degaña. Llegaba el viernes y, a la noche siguiente, cruzaba a León para ganarse un sobresueldo sirviendo copas en un pub de Villablino. Era simpática y habladora y aquella última noche, antes de coger el coche para el trayecto de 20 minutos que la llevaría de vuelta a su familia, aún se había tomado un refresco con unos amigos. Fue un cambio de planes a última hora. Iba a quedarse a dormir en cada de su hermano, porque el auto estaba en un taller para una revisión, pero el hijo del mecánico se había pasado por el bar de madrugada, acompañado de su novia, para devolverle la llave y decirle dónde se lo había dejado.

En Cerredo tardó en dispararse la preocupación por su ausencia. Sus padres pensaban que había dormido en Villablino y que llegaría para la habitual comida en familia de los domingos. Solo cuando supieron que no estaba con su hermano empezaron a alarmarse, lanzaron una búsqueda, temerosos de que hubiera sufrido un accidente de tráfico, y encontraron el coche y el cuerpo a media mañana.

Pocas pistas

Hubo pocas pistas desde el principio. Las sospechas recayeron sobre un joven de Villablino, que tenía 19 años en aquella época y había mantenido con Sheila una relación de pareja que acabó de mala manera, entre amenazas y con denuncias, en una época en la que los reflejos ante la violencia de género aún no se habían despertado. Los investigadores de la Guardia Civil le practicaron una prueba para determinar si había residuos de pólvora en sus manos. Los encontraron, pero el chico alegó que en los días anteriores había disparado una escopeta de caza -una afición muy común en la comarca- y que en la madrugada del crimen no había salido. Aunque llegó a estar detenido e imputado, el juez acabó por levantar los cargos en su contra. No existía ninguna prueba suficiente para destruir su presunción de inocencia. La familia, sin embargo, nunca ha dejado de señalarlo.

Fue la primera ocasión en la que los investigadores de élite de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, reconocidos en los últimos meses por la solución del caso de Diana Quer y presentes en las últimas semanas en Llanes para investigar la muerte del concejal de IU Javier Ardines, se desplazaron a Asturias para asumir unas pesquisas. No había indicios de agresión sexual. Hicieron pruebas balísticas y de ADN, comprobaron cientos de teléfonos móviles para fijar desplazamientos y buscar posibles testigos y peinaron docenas de veces la escena del crimen. Todo lo que consiguieron fue un casquillo de bala, procedente del arma corta con la que se realizó el disparo a quemarropa, y una misteriosa bufanda, que en su momento hizo correr ríos de tinta y cuyo propietario jamás apareció. Era oscura y tenía dibujado un escudo. Las indagaciones en los registros de las antenas telefónicas llevaron a dos cazadores que pasaron por la zona alrededor de la hora del crimen, pero sus declaraciones no aportaron avances. La familia también sostiene que en aquellos momentos no contaron todo lo que saben por miedo o con la intención de proteger a alguien.

Conocía al asesino

Todo lo que quedó claro en la reconstrucción de los hechos realizada por los investigadores es que dos amigos dejaron a Sheila en su coche y que los dos vehículos circularon juntos brevemente. A la salida de Villablino se separaron para adoptar direcciones distintas. Después, en la subida al puerto, otro vehículo alcanzó al de la joven, lo adelantó y la hizo pararse. La Guardia Civil cree que conocía a su ocupante o sus ocupantes: no intentó ninguna maniobra para esquivarlos y dejarlos atrás en una zona donde la carretera lo permite. Los dos cazadores afirmaron haber visto a los vehículos parados a la orilla de la calzada. En algún momento, debieron apartarse hacia el área recreativa. Sheila dejó subirse a otra persona en el asiento de atrás del Peugeot. Desde allí le dispararon. Los restos de sangre apuntan a que su cuerpo cayó sobre el lugar del copiloto, pero el asesino recolocó el cuerpo tras el volante, en una posición poco natural, antes de desaparecer. Lo remoto del lugar, la neblina y la llovizna favorecieron su desaparición en el invierno sin cruzarse con nadie que pudiera acusarlo.

Lo que falta en ese relato es qué nuevo indicio o qué reinterpretación de los antiguos ha permitido a la Guardia Civil, que, en todos estos años, no se ha olvidado del caso ni en Oviedo ni en Madrid, reabrir sus pesquisas y convencer al nuevo titular del juzgado de que merecían el desempolvo del sumario. En sus primeras declaraciones públicas, la familia ha asegurado que no los conoce, pero aquel pálpito que manifestó a principios de este año se ha confirmado. Desde el 2007, el 25 de enero es día de luto oficial en todo el concejo de Degaña. Lo decidió el Ayuntamiento, resuelto a mantener esa señal de respeto hasta el esclarecimiento final del caso. Si los avances en la investigación son lo bastante rápidos, tal vez en el 2019, dentro de menos de cuatro meses, cuando se cumplan 15 años desde que Sheila falta, pueda recordarse a la joven con la convicción de que quien la mató ya no podrá seguir eludiendo a la justicia.