2018: faltan tres mujeres porque sus parejas las mataron

Raúl Álvarez

ASTURIAS

Los asesinatos machistas rebrotan en Asturias con tres víctimas de generaciones distintas y entornos personales y familiares muy diferentes

31 dic 2018 . Actualizado a las 13:53 h.

Si se mira el dato de 2017, puede llegarse a conclusiones muy erróneas. El año pasado fue el tercero de los últimos diez (los anteriores fueron 2009 y 2014) en que no se registró ningún caso de asesinato por violencia machista en Asturias. Pero esa información ofrece una imagen distorsionada de realidad, porque más de 500 asturianas, según se supo en mayo, viven pendientes de un teléfono para su protección frente a hombres que las fuerzas de seguridad consideran lo bastante peligrosos para matarlas. Es una tasa de 1.042 por millón de mujeres, una de las más altas de España. Y eso no es todo. En 2018 se ha sabido también que el Principado es una de las comunidades autónomas donde más han aumentado las denuncias por malos tratos en los últimos años. Por eso, con ese caldo de cultivo, el dato de 2017 es una anomalía estadística. Hasta el cierre de este Anuario, tres mujeres de edades y procedencias distintas han muerto asesinadas por sus parejas entre enero y diciembre

1-. Paz Fernández Borrego, 43 años. Asesinada en Navia el 13 de febrero.

Su desaparición tuvo en vilo a Asturias durante tres semanas. Fue vista por última vez en Navia, adonde había llegado, como hacía de vez en cuando, desde Gijón para pasar un fin de semana. La mató el mismo día de su llegada, pero su presunto asesino llevó el cadáver a varios kilómetros, hasta el embalse de Arbón, donde lo tiró al agua. El cuerpo apareció el 6 de marzo. Mientras tanto, habían desaparecido otras dos mujeres de edades similares en Gijón y Gozón, lo que generó inquietudes en toda la región ante la posibilidad de que los tres casos estuvieran relacionados. La Policía y la Guardia Civil lo descartaron casi desde el principio.

Por el asesinato de Paz Fernández la Guardia Civil detuvo el 9 de marzo a Javier Ledo, que está en prisión desde entonces, investigado por la muerte de la gijonesa con el agravante de violencia de género. Los investigadores sostienen que la mató en su casa de un golpe con un objeto romo y que después condujo hasta el embalse para deshacerse del cuerpo. Tiene antecedentes por violencia de género contra otra mujer y, mientras la víctima estuvo desaparecida, se hizo eco de mensajes de aliento y búsqueda en las redes sociales y, cuando sintió estrecharse el cerco policial a su alrededor, concedió entrevistas a medios para proclamar su inocencia.

2-.Maribel Fuente Antuña, 84 años. Asesinada en La Felguera el 6 de julio.

Fue una descarga de violencia difícil de olvidar. La Felguera amaneció el primer viernes de julio con un cadáver tirado en mitad de una calle. Al abrir la puerta de la casa desde la que, aparentemente, se había tirado, su hijo y los policías que lo acompañaban descubrieron a la esposa: el hombre le había cortado el cuello antes de suicidarse. La identidad de los fallecidos añadió incredulidad al horror. El hombre que había matado a su mujer y luego se había suicidado era Javier Llaneza, de 88 años, uno de los constructores más exitosos y mejor conocidos de la cuenca del Nalón.

Desde el principio, la familia ha discutido la inclusión del crimen en la lista de casos de violencia de género. Los hijos sostienen que su padre nunca maltrató a su madre y que la mató y se suicidó al ser incapaz de sobrellevar el alzheimer que empezaba a afectar a la víctima. El Instituto Asturiano de la Mujer, sin embargo, no tiene dudas de que, fuera cual fuera la motivación que el hombre creyera tener, se trata de un crimen que encaja sin lugar a dudas en la definición de los asesinatos por razón de género-

3-. Yésica Menéndez, 29 años. Asesinada en La Caridad el 9 de septiembre.

Sus dos hijos, de cinco y siete años, estaban muy cerca cuando asesinaron a Yésica Menéndez. La mató su marido, de 51 años, en el piso familiar de La Caridad. No existían denuncias previas por violencia de género, pero los testigos relataron después a los investigadores que las discusiones eran frecuentes en la casa y que oían a los niños llorar con frecuencia. La noche del crimen, hacia las 23.30 horas, también hubo griterío y, de repente, un fuerte golpe. Un vecino se asomó a la ventana y vio el cuerpo del hombre colgando junto a la fachada del edificio. Llamó a la Guardia Civil. Cuando llegaron los primeros agentes, encontraron a la joven muerta, con heridas de arma blanca en el cuerpo, y a los dos niños solos. El pequeño dormía y el mayor repetía que había mucho ruido.