No somos «la chacha» de la sanidad: recetas para mejorar la Atención Primaria

Susana D. Machargo REDACCIÓN

ASTURIAS

pilar canicoba

Los médicos de Familia asturianos se suman a los colegas de otras comunidades que reivindican contra un sistema que les olvida

06 may 2019 . Actualizado a las 11:50 h.

Dimisiones y huelgas salpican el mapa médico de la Atención Primaria de media España, de Galicia a Andalucía pasando por Cataluña. Escasez de medios, cupos ingobernables, bajas que no se cubren,... La situación se ha vuelto tan compleja en lo que se considera la puerta de entrada a la sanidad pública que la ministra, la asturiana María Luisa Carcedo, ha decidido convocar a todos los consejeros de los diferentes Gobiernos regionales para mantener una reunión monográfica. En Asturias, por el momento, no hay ruido de sables. Eso no quiere decir que no existan carencias. De hecho, se está larvando un malestar que puede volver a generar conflictos. La diferencia con otras autonomías reside en que la Administración del Principado está manteniendo una actitud dialogante y en que los médicos todavía confían en que haya una solución. No obstante, advierten, el crédito no es infinito. Se confiesan «desbordados» y se niegan a seguir siendo «las chachas de la sanidad pública», en palabras de Carlos Fernández Moro, responsable de Atención Primaria del Sindicato Médico (Simpa). No quieren que se les continúe considerando los porteros del sistema.

Al borde del colapso

Todavía no ha llegado la gripe y el colapso de la Atención Primaria ya es palpable. Lo cuenta con datos concretos Fernández Moro. La espera por una consulta en un centro de salud medio puede oscilar entre tres y cuatro días. Cuando el virus alcanza la fase epidémica, entonces no es raro que se llegue a la semana. Las bajas o los permisos de un día no se suelen cubrir salvo en los consultorios unipersonales, con un único profesional, que habría que cerrar. Los facultativos pueden llegar a atender hasta a 50 pacientes al día, así que el mínimo de calidad de 10 minutos por enfermo se ha convertido en una utopía.

No solo atienden a decenas de pacientes, también tienen que darles los resultados de pruebas diagnósticas solicitadas por los especialistas, que tratan de aligerar sus listas de espera. Esto ha generado malestar en los centros de salud porque supone un incremento para sus ya de por sí sobrecargadas consultas. Denuncian que se sienten como los porteros del sistema porque asumen en solitario la labor asistencial. Las derivaciones a la Atención Especializada en el Principado están por debajo de la media nacional. Señala que solo están remitiendo a uno de cada diez. La acumulación de tareas ha llegado al límite. La consulta y los domicilios más las urgencias son una concentración abrumadora. 

Los cupos, además, están sobrepasados. Aunque Asturias tiene una media de pacientes por médico aceptable, inferior a la media nacional, Fernández Moro matiza que es precisamente eso, una media, y que en función de los centros hay auténticas desigualdades. Pasa tanto con el médico de Familia como con el Pediatra de Atención Primaria. Explica que en los centros los cupos están al máximo, una gran mayoría cerrados. Esos cupos máximos dependen de la dispersión geográfica del territorio que se atiende. Se divide en cuatro categorías. La máxima son 2.250 pacientes por médico. El resto son 1.750, 1.550 y 1.250. El responsable de Simpa explica que esa cifra se modificó al alza hace algunos años, con Elena Arias al frente de la gerencia del Servicio de Salud del Principado (Sespa), y que supuso un fuerte retroceso en la calidad asistencial  

¿Qué está haciendo el Sespa? La Administración está aceptando de manera masiva las peticiones de retraso de la jubilación. El Simpa no tiene cifras exactas pero sabe que se están concediendo todas y calcula que las están pidiendo el 80% de los profesionales. «Solo aquellos que tienen destinos insorportables se están jubilando a los 65», reconoce Fernández Moro. Han prometido una plantilla orgánica con alrededor de 70 plazas nuevas que lleva más de un año paralizada.

Los dos grandes problemas de fondo son la falta de presupuesto y la escasez de profesionales. La bolsa  para cubrir las vacantes está agotada y no hay manera de retener a los profesionales que terminan la residencia. Así que existe una dificultad grande para cubrir bajas y permisos. El incremento de las plazas MIR que anuncian las administraciones no dará resultados en años, hasta que concluya esa primera generación. Para entonces ya será tarde. El ritmo de jubilaciones no da ese margen de espera.

Con este panorama, el llamamiento de Carcedo para hacer una reunión monográfica suena a medida poco contundente. Fernández Moro considera que ha llegado el momento de pasar a la acción. Hablar y crear grupos de trabajo no parece lo más eficaz para resolver un colpaso que ya está encima de la mesa. Lo fundamental, a su juicio, es el dinero. Reclama una proporción realista del Producto Interior Bruto (PIB) que debería llegar al 25%. 

Medidas concretas

La primera medida concreta que urge adoptar es el incremento de la plantilla. En la actualidad, sumados todos los profesionales médicos de Atención Primaria, incluidos los de las Urgencias, rondan el millar. La proporción es de dos especialistas por cada médico de familia. Fernández Moro indica que tendría que ser justo al revés para garantizar un correcto funcionamiento: dos médicos de familia por cada especialista. Rechaza que la alternativa sea la acreditación masiva de médicos extracomunitarios, con una formación muy diferente. Cree que con ese proyecto hay que ser cauto. La mejor opción es hacer atractivos los puestos con las condiciones económicas.

A corto plazo, plantea la idea de proponer la extensión de jornada en centros de salud colapsados, con profesionales que podrían hacer una o dos tardes a la semana. Aunque en Sanidad no hay horas extras y el término peonadas arrastra muy mala fama, podría denominarse prolongación de jornada. Fernández Moro entiende que la creación de cupos de tarde es más complicada, ya que sería difícil encontrar voluntarios. 

«Un médico una función», es la teoría que sostienen en el Simpa. Esto implica que las Urgencias de Atención Primaria tendrían que estar atendidas las 24 horas del día, como ocurre en los hospitales. Es decir, como existe un área de Urgencias en un hospital tendría que haber otras en los centros de salud. Los médicos de Familia se quedarían con las consultas y con los domicilios pero no tendrían que dejar colgados a los pacientes citados porque ha salido una emergencia, explica Fernández Moro.

Su idea sería que también hubiera una especie de discriminación previa. Es decir, que no todos los pacientes fueran atendidos por el facultativo. Esto requeriría una reorganización del servicio y de las funciones. Su propuesta es que haya un filtro previo en el que se ve para qué es necesaria una cita y qué se puede resolver sobre la marcha. «Lo que no puede ser es que nosotros, los médicos, tengamos que estar pegándonos con los pacientes con el volumen de trabajo que hay o porque de repente te llegan urgencias de dudosa urgencia», explica. Esto implicaría la creación de un equipo previo, con una enfermera Comunitaria, por ejemplo, que asumiría esa tarea.

El mapa de zonificación tiene ya más de 30 años. El sindicato propone que, al menos, se revise su estructura. En estas tres décadas la población del Principado ha registrado muchos cambios y eso es palpable en el día a día de los centros de salud. Algunos médicos o pediatras se han quedado sin apenas cartillas mientras que otros tienen el cupo cerrado desde hace años. No se trata de dejar sin atención los pueblos, matiza Fernández Moro, pero sí de ver cómo se puede mejorar la organización para que haya un reparto más equilibrado entre los profesionales y de reforzar allí donde sea necesario. La presión asistencial en algunas zonas puede terminar pasando factura, advierte. Lo ideal sería poder limitar el número de consultas por médico a un máximo de 30 diarias, para poder dedicarle el tiempo necesario al enfermo y también para mejorar la atención domiciliaria, que sí es parte indisoluble de la función de un médico de Familia.

No se fían demasiado de esa reunión monográfica que ha convocado María Luisa Carcedo para atacar las flaquezas del sistema. Creen que ha llegado el momento de actuar y no de hablar.