El relato de una mujer maltratada: «Vivía en la casa del terror»

Carolina García

ASTURIAS

Protestas en Asturias por la sentencia de la Manada
Protestas en Asturias por la sentencia de la Manada ELOY ALONSO

La exmujer del condenado a 15 años por maltratarla durante años y agredirla sexualme relata el infierno en el que se convirtió su relación

19 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Ana no sabía lo que era estar tranquila un minuto en casa. Desde que se levantaba vivía con miedo, con la duda de cómo entraría por la puerta su marido. Eran 24 horas sin tregua, sin descanso, siempre alerta. La primera paliza llegó nada más comenzar la convivencia. La pareja se había conocido dos años antes, en 2008. Eran tiempos felices y nada hacía presagiar el «infierno» que se le venía encima. Era una pareja normal, con una vida normal. Ana se había enamorado como nunca y no lo pensó un segundo. Hizo sus maletas y comenzó una vida en Arlós (Llanera) junto a su pareja. Todo cambió nada más entrar por la puerta. Recuerda cada paliza, cada maltrato y ahora que ha reunido el valor suficiente quiere contarlo para que su testimonio ayude a otras mujeres. Antes lo reunió para denunciarlo. Acaba de conocer la sentencia que ha sido ejemplar en Asturias. El juez condena a su ya exmarido a 15 años y diez meses de prisión por maltratarla, a no acercarse o a no comunicarse con ella durante 15 años y a pagarle una indemnización de 10.000 euros (1.620 euros por los daños físicos).

 «Vivía en la casa del terror», afirma. «La primera vez que me pegó fue un sábado. Salimos de fiesta y él no quería volver a casa. Comenzó a pegarme en la calle y una patrulla lo arrestó», relata. Esa primera vez quedó en nada (cuenta que no pudo poner la denuncia porque la madre de él y el hermano mediano la acompañaron para que la quitara). Él volvió a casa y todo siguió su curso: palizas constantes, costillas rotas, perforación del tímpano y el detonante que puso el punto y final a una década de maltrato: el 19 de agosto de 2017 la agredió sexualmente. Ese día su hijo estaba en casa.

El fin de semana era de terror. «Él quería salir siempre de fiesta y si no se hacía lo que él quería comenzaban los golpes», recuerda. Por eso siempre que podía llevaba a su hijo con sus padres para mantenerlo alejado de ese infierno. «Mi familia no supo nada hasta el final. No quería que sufrieran», relata. Hasta aquel 19 de agosto. Entonces llamó a sus padres, a la Guardia Civil, al 112 y al 016. «Estaba histérica. Me había agredido sexualmente. Estaba en el baño que acaba de salir de la ducha, secándome. Entró y empezó a hacerme de todo…Fue horrible…  Entonces vi que estaba abierta un poco la ventana para sacar el vaho y para zafarme le dije que estaba pasando una vecina y que iba a llamarla. Dejó de atacarme y salí de casa a llamar. Ese fin de semana mi hijo estaba en casa. Había estado conmigo en el baño pero justo antes de salir de la ducha le dije que se fuera al salón. Me vio alterada pero no llegó a enterarse de lo que había pasado».

Cuando llegaron los agentes y entré en casa para recoger mis cosas para irme con mis padres, él, que estaba muy tranquilo, me dijo que contara que «había sido toda una broma porque, si no lo hacía, cuando saliera iba a ir a por mí y a matar a la perra». No se amilanó. Ana siguió para delante con su denuncia. Ahora, cuenta, le amenaza con su hijo. «Lo ve en un punto de encuentro y me ha llegado a decir que no está siempre tan vigilado como yo creo». Tampoco cumple siempre con la manutención.

 «Si no vuelves conmigo te voy a matar»

Se lamenta de no haber denunciado antes. Aguantó las palizas durante años. Primero por amor, con la confianza de que él iba a cambiar, de que iba a recuperar al hombre que conoció con 28 años y del que se enamoró profundamente y luego, por su hijo. Pero nunca cambió. «Vivía secuestrada. Era una cárcel. No tenia carnet de conducir, dependía de la madre o de él para ir a cualquier sitio». Él decía que «la mujer era para estar en casa y atender la casa». Incluso, cuenta que durante un tiempo no pudo visitar a sus padres porque no la dejaban. «Su madre vivía con nosotros y nunca quiso que denunciara». Estaba completamente dominada por su agresor, había que hacer lo que el dijera y si no, comenzaban los golpes. «Se gastaba el dinero en prostitutas, en salir de fiesta… El día que nació mi hijo pasó la noche en un prostíbulo». A dos días de celebrarse el juicio (fue el 14 de diciembre de 2018) aún recibió llamadas de su agresor que nunca descolgó, pero que sí denunció. Y seis meses antes le amenazó con que si no volvía con él le iba a matar.

Ahora que ha salido la sentencia tiene sentimientos enfrentados. Por un lado está muy contenta porque «él irá a la cárcel, va a pagar por lo que hizo y yo estaré tranquila», pero le duele la situación por su hijo. «Algún día le tendré que contar el motivo por el que su padre está en la cárcel». Desde aquel 19 de agosto la vida de ella y la de su hijo dio un giro de 180 grados. «Mi hijo es un niño feliz, yo tengo trabajo, vivimos juntos en una casa y he conocido a una persona con la que estoy muy feliz». En todo este camino sus padres han sido un pilar fundamental.  

Ana en realidad no se llama Ana. Prefiere no dar su nombre real, tampoco detalles de dónde vive ni dónde trabaja por miedo a que se entere su agresor. Ha perdido diez años pero ha recuperado su libertad. Ahora llega a su casa y sabe lo que es estar tranquila. Dentro de sus paredes ya no tiene miedo. Por eso quiere ayudar a otras mujeres que estén pasando por una situación parecida. «Yo he podido contarlo. Pero no siempre ocurre. Desde mi experiencia, pido a todas las mujeres que a la primera paliza no se callen y denuncien. La gente no cambia». Ana aún tiene que seguir peleando. Tiene pendiente juicios con su agresor: le ha llamado 90 veces seguidas pidiéndole que vuelva con ella. Ha sido un proceso lento, muy duro, pero ha salido del infierno, ha vuelto a sonreír, ha vuelto a vivir. Y, sobre todo, puede contarlo.