«Vendrá una segunda ola de extrema derecha con políticos más hábiles»

ASTURIAS

Guillermo Rendueles
Guillermo Rendueles

El psiquiatra y ensayista Guillermo Rendueles participa como independiente en la lista autonómica de Podemos Asturies

24 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Guillermo Rendueles, psiquiatra y ensayista, cuenta con una larga trayectoria de militancia política que arranca en el antifranquismo. En estas elecciones ocupa un puesto simbólico en los últimos puestos de la lista de la candidatura de Podemos Asturies, como uno de los independientes que acompaña a la formación morada en la carrera por el Principado.

-¿Por qué ha dado este paso ahora y por qué con Podemos? 

-Es fundamentalmente un apoyo moral, o simbólico, y que no es extraño. En el franquismo estuve en la política, soy de los que salgo en el libro del Tribunal de Orden Público, me juzgó dos veces por luchar por las libertades políticas. Y también fui, también atrás en la lista, en la primera candidatura de Izquierda Unida; o sea que no soy un recién llegado a la política si no todo lo contrario. ¿Por qué Unidos Podemos? Porque me parece lo nuevo, el único movimiento joven de la izquierda que puede, si no avanzar mucho hacia adelante porque yo no soy muy optimista, por lo menos que no vayamos muy atrás; que haga que el partido socialista adquiera posiciones de izquierda, que defienda cosas mínimas o politizar un poco la economía. Sobre todo que me parece un movimiento joven, donde recalaron, por ejemplo, los insumisos, que es la última lucha en la que yo estuve muy activo.

-Se han terminado los tiempos de las mayorías absolutas y son necesarios los acuerdos de varias formaciones; en la pasada legislatura el entendimiento entre Podemos y PSOE fue muy complicado, ¿cree que será más sencillo en el nuevo mandato?

-Creo que la nueva legislatura cambia un poco, el nuevo PSOE no es el antiguo y hay que medirlo bien. A mí me pareció muy bien lo de Oviedo, por ejemplo, que hiciesen alcalde a un socialista que no estaba nada pringao en los asuntos de Villa y que no había participado en nada de eso y creo que esa figura puede ser la de la nueva legislatura. Y, cuanto menos, ser la voz que clama en el desierto. Lo que me decidió por esta candidatura es que yo antes iba  aun mitin de IU y tenía la agenda de todo el mundo, conocía por los menos la caras, y cuando fui a los primeros mítines de Podemos mi sorpresa es que no conocía a casi nadie, a los insumisos y poco más. Era gente nueva que se interesaba por la política, que dejaban de estar indefensos en ese mundo de lo íntimo que yo abomino, y me decidí a apoyar públicamente a esa posibilidad.

-¿Cuáles son sus prioridades para Asturias?

-No creo que varíe mucho respecto a las cuestiones generales salvo que en Asturias todo está como en caricatura. Me preocupan los temas de los poderes fácticos, de la Policía, de esas tramas de Villarejo; aquí uno de los gobierno del PSOE quiso hacer jefe de la Policía nada menos que a un antiguo miembro de la Brigada Político Social (Julio Bregón) y se paró. Para mí está la prioridad de levantar las alfombras, esos aparatos de estado turbios. Y en lo concreto, por lo menos parar la decadencia de Asturias aunque tiene mal arreglo todo, la pirámide poblacional, la industria, la fuga de cerebros, soy muy pesimista. Pero muchas veces la política tiene que ser, lo la locomotora de historia que decía Walter Benjamin, no hay locomotoras pero por lo menos echar el freno para no ir más atrás. Y creo que en Unidos Podemos, como son gente tan joven, tiene esa posibilidad. Que la crisis industrial que se nos viene encima no sea tan demoledora como amenaza ser. Por lo menos parar un poco, porque si la región sigue con más de lo mismo está condenada a la catástrofe absoluta. Y con una política activa y valiente se puede frenar un poco.

-Hecho el diagnóstico, ¿cuáles son las soluciones?

-Yo leí, y no es por citarme, el manifiesto de los sindicatos minoritario el primero de mayo en Gijón, y era un documento con pocas menciones concretas pero que reivindicaba eso de la clase obrera y eso sería lo primero, reconstruir una cierta idea de clase que se ha venido abajo. Parece que las luchas de los mineros por defender las cuencas no tenían nada que ver con las de los metalúrgicos y cuando se trataba de unir las dos cosas se ponía el grito en el cielo. Es lo que me parecía demoledor, porque eran luchas muy sectoriales y el primer paso es ver que los problemas van a ser muy globales y por eso hablaba antes de politizar la economía. El gran pecado de los movimientos obreros es ver la economía como una especie de fatalidad, como una catástrofe natural y si eso se acepta, como hacen en Estados Unidos, terminas viendo comarcas completamente vacías, kilómetros y kilómetros, extensiones más grandes que Asturias, donde la gente cerraba ciudades y pueblos que quedaban completamente vacíos. La imagen de Asturias no es tan catastrófica pero si dejas al capitalismo con sus propias leyes, si no hay unidad de clase, podemos vernos en una de esas. Si Mieres o Sama estuviesen en esa América profunda serían poblados completamente abandonados y ya lo están bastante. Por eso digo que ser progresista hoy es defender una política de mínimos de que no nos arrollen completamente desde la economía, desde las grandes finanzas y no nos dejen un Principado, por decirlo así, pobre y deshabitado, un panorama desolador.

-Las elecciones generales estuvieron muy marcadas por el auge de la extrema derecha, ¿le preocupa?

-No es una ola única, esta es la primera ola, pequeña, con gente muy tosca, pero detrás va a venir una ola más grande de extrema derecha, y que se puede parecer más a Francia. Marine Le Pen es una política inteligentísima que tiene mayoría en todos los barrios de París que yo conocí que eran de extrema izquierda. Y ahora en vez del primero de mayo celebran a la Doncella de Orleans (Juana de Arco). Creo que en España se va a repetir ese doble movimiento. Estos de ahora dan bastante risa pero van a ser sustituidos, como en el resto de Europa, por políticos más hábiles. He pensado mucho en ese fenómeno europeo porque cada vez que voy a Francia me apetece llorar. Me di cuenta de que este auge del fascismo es porque hay gente de abajo que ha visto como el mercado lo arrasaba todo y les dejaban sin trabajo pero también sin costumbres. Los franceses tienen muchas tradiciones pero las hamburgueserías y las boleras han arrasado la cultura popular. El fascismo es un movimiento nostálgico, que tiene nostalgia de la Gran Francia, de la Francia de las costumbres; me recordaba a lo de la Falange de la familia, el municipio y la nación. El capitalismo arrasa con todo, arrasa con las familias y las costumbres, y esa nostalgia les lleva a querer volver atrás. Por cuando digo que en Unidos Podemos hay gente joven, me parece que hay un proyecto que también plantea esos problemas pero que, en lugar de volver atrás como pretende Le Pen, quiere recrear hacia adelante, nuevas solidaridades, nuevas familias. En ese sentido creo que en estas elecciones se repetirá que no va a haber auge de la extrema derecha pero sí lo habrá en el futuro. Es un fenómeno interesantísimo que hay que estudiar, yo no creo que en los mítines de Vox digan ¡Viva el mal, viva el capital! Sino que son gente cegada en la nostalgia y encabezada, eso sí, por señoritos y gente muy maligna del estilo de siempre del fascismo tradicional. Pero el sentimiento de base es el importante, el capitalismo crea ese malestar vital, esa malaria que lleva a la gente a cosas locas. La segunda ola será más importante y por eso es importante crear antídotos y no creo que ese antídoto vaya a ser la izquierda tradicional, tipo PSOE, si no izquierdas de esas nuevas que tienen también un programa vital muy por abajo, muy festero.