Caso Sheila: La UCO da por resuelto el crimen; la familia no entiende que el asesino esté libre

Juan M. Arribas

ASTURIAS

La bala que mató a Sheila Barrero y fue encontrada en su coche
La bala que mató a Sheila Barrero y fue encontrada en su coche Espejo Público

Estas son las claves que han dado un giro a un crimen que conmocionó Asturias

24 ene 2020 . Actualizado a las 19:06 h.

Para la Guardia Civil es un caso resuelto, para la Delegada del Gobierno hay pruebas «muy concluyentes» pero el presunto asesino cenó ayer en su casa, junto a su familia, para indignación de la madre y el hermano de la víctima. La muerte de Sheila Barrero en 2004, uno de los asesinatos sin resolver más tristemente célebres de este país, ha dado un vuelco en las últimas horas. La UCO, la unidad de la Guardia Civil que ha resuelto casos como el crimen de Javier Ardines o la desaparición de Diana Quer, apunta directamente hacia B. V., el exnovio de la joven. Tras reabrir el crimen, los avances científicos han conseguido previsiblemente desentrañar el caso. La jueza de Cangas del Narcea lo reabrió a finales de 2018 y en enero de este año levantó el secreto de sumario. Con la reapertura se quería someter las pruebas a nuevos análisis en los laboratorios de Criminalística de la Guardia Civil. En primer término aparece también la familia de Sheila, su madre Julia y sus hermanos Mónica y Elías, que han luchado desde el primer día para encontrar al culpable. La Fiscalía valorará si acusa al exnovio de Sheila. Estas han sido las tres claves que han supuesto un giro total de un crimen que conmocionó Asturias.  

EL ESTAÑO

Sheila Barrero fue asesinada de un balazo en la en la parte posterior de la cabeza. El asesino estaba situado en el asiento de atrás del coche y con su mano derecha apretó el gatillo de una pistola de pequeño calibre, un 6,35. Es por eso que inicialmente se pensó que Sheila había muerto de un traumatismo craneoencefálico. Horas después, la autopsia reveló que su muerte se debía a un disparo a cañón tocante, que el proyectil había atravesado la nuca, que había rebotado en la luna del coche y había caído en la alfombrilla como consecuencia de la escasa potencia de pistola de 6,35 milímetros. El principal sospechoso, B.V., argumentó desde el primer minuto a los investigadores que había estado de caza y que en el examen de residuos iba a dar positivo. Así fue. Sin embargo, según remarca el nuevo informe de la UCO, los avances científicos han supuesto un vuelco. Si en su día se hallaron restos de plomo, estaño, bario y también antimonio en la mano de B. V. similares a los del casquillo, en la chaqueta que entregó B.V. a los investigadores días después del crimen también se halló valores de plomo, bario, antimonio y estaño en la manga derecha. Recordemos que la coartada de B.V. se basaba en que había salido de caza unos días antes y que había utilizado un arma de cartuchería metálica. La UCO sostiene que solo había restos de un único disparo (en la caza se realizan más de uno) y que «ninguna munición de caza tiene estaño en su composición». Es un dato clave.

LA FIBRA DE ALGODÓN

En el asiento trasero del Peugeot 206 que conducía Sheila se halló una fibra de algodón azul en una bufanda. Esa fibra se cotejó con la chaqueta de B.V. y el material era el mismo. Pero se determinó que podría haber pertenecido también a otra persona y que no se podía acusar a alguien solo por ese motivo. Los nuevos análisis puestos en marcha por la UCO han determinado que la fibra pertenece al exnovio de Sheila. Que el desgaste y las características de la fibra coinciden concretamente con la chaqueta de B.V.

INCONGRUENCIAS Y CONTRADICCIONES

Los padres del exnovio de Sheila atestiguaron en su día de que B.V. no había salido en toda la noche de su casa. Los investigadores dudan ahora de ese testimonio e incluso se cuestionan si los padres siquiera estaban en la casa ese fin de semana o podrían estar jugando al golf. La UCO también apunta hacia otras contradicciones. Un mes después del crimen, B.V. acudió al hospital porque padecía insomnio y nervios y allí culpó a la Guardia Civil de presionarle. Más tarde cambió su versión y atribuyó sus problemas nerviosos a su fracaso reiterado a la hora de suspender el examen de conducir. B.V. adujo que se había examinado seis veces sin éxito. La Guardia Civil investigó el dato y llegó a una conclusión: solo se había examinado dos veces, y lo había hecho un año antes de su visita al hospital. Una nueva incongruencia.