La importancia de la movilidad

Marcos de Balbín

ASTURIAS

Autopista
Autopista Pixabay

22 sep 2019 . Actualizado a las 09:51 h.

La movilidad no es una novedad de nuestro tiempo. La forma en que nos desplazamos (el coste, los tiempos y el alcance de nuestros desplazamientos), ha ido variando a lo largo de la historia y ha sido muy importante para la configuración del entorno que vivimos.  El descubrimiento de América, o la primera vuelta al mundo de Magallanes, no se habrían dado sin el descubrimiento de nuevas técnicas de navegación, fruto del empeño e interés personal de un rey portugués. Medios de transporte como el ferrocarril, el coche, o el avión, han ido cambiando nuestro sentido del espacio y del tiempo, y han condicionado el entorno en que vivimos.

Cada uno de esos modos de transporte se ha ido perfeccionando, y se han hecho más eficientes, porque la sociedad ha  dedicado cantidades ingentes de recursos para que funcionaran como redes puestas a nuestro servicio.

Pero aterricemos en nuestra realidad cotidiana. Supongamos que tengamos que coger un avión. Lógicamente, deberemos ir al aeropuerto.  Partiendo de nuestra casa, da igual que vaya en mi propio vehículo o en transporte público (autobús o taxi), tendré que desplazarme por las calles de la ciudad dónde vivo (que hemos pagado y mantenemos entre todos), Las calles por las que circulo están diseñadas para dar prioridad al coche, al taxi, o al autobús, frente a otros modos de desplazamiento. Fuera de la ciudad,  iré por una red de carreteras y autopistas (financiadas por el estado), también pensadas para que me pueda desplazar con facilidad y en tiempos razonables hasta el aeropuerto. En el aeropuerto dejaré mi coche en un aparcamiento público, o me bajaré del autobús o del taxi en un espacio especialmente diseñado para ese fin. Para que pueda viajar, necesito que haya una red de aeropuertos (fuertemente financiados por las administraciones), que haya líneas aéreas que hagan la ruta que deseo realizar, y que haya pasajeros suficientes para que el coste del billete no sea prohibitivo para mí. 

Si en vez de a coger un avión, fuera a comprar el pan, tendría que bajar a la calle, y me desplazaría por espacios pensados para ese fin.  Caminaría por aceras, pasos de cebra, y calles peatonales diseñadas, con mayor o menor fortuna, para que yo vaya de forma más o menos cómoda y segura. Cuando elijiera el itinerario, de forma inconsciente, lo haría en función del tiempo disponible, y de mi necesidad  de disfrutar de ese acto cotidiano. Al cruzar un paso de cebra, bajaré a la calzada para después volver a incorporarme al espacio seguro que para mí es la acera. Si el paso de cebra no tiene semáforo, yo tendré prioridad, pero si lo tiene, interrumpiré mi caminar hasta que me corresponda pasar.  Detrás de todas estas acciones cotidianas, de cada gesto que tenemos interiorizado, hay un montón de decisiones previas, que nos son ajenas, que han priorizado unas formas de movilidad frente a otras. Y que suponen que, como sociedad, dedicamos nuestros recursos a favorecer unos hábitos en el uso de la ciudad frente a otros.

Si en vez de ir a por el pan, fuera a trabajar, o al hospital, y tuviera que recorrer una distancia de tres o cuatro kilómetros dentro de la ciudad, debería  elegir mi forma de desplazamiento.

Si dispusiera de coche, y así lo decidiera, podría cercarme en diez minutos. Cogería el coche que he comprado, al que le pongo gasolina cuando la necesita, por el que pago un seguro, un impuesto de circulación, y para el que tengo alquilada o comprada una plaza de garaje (todos esos recursos los destino a poder acceder a ese tipo de movilidad). En mi destino, dejaría el coche, en un aparcamiento de pago, o en la calle, en un espacio que el ayuntamiento ha previsto para ese uso. Todas estas infraestructuras son imprescindibles para que yo pueda hacer un uso ventajoso de este medio de transporte, y todas ellas forman parte de la red integral de movilidad que hemos puesto a su disposición y que es la que me ha decidido a destinar parte mis recursos para poder tener un coche.

Si no dispusiera de coche, o no pudiera, o no quisiera conducir, podría solicitar un taxi y pagar por ese desplazamiento cuatro o cinco euros, y me llevaría en el mismo tiempo que si fuera en mi propio coche (diez minutos), con la ventaja de no tener que aparcar.

También podría ir andando de forma bastante segura, si mis condiciones físicas me lo permitieran, sin tener que pagar nada por ello. Acercarme de esta manera supondría para mí  unos cuarenta minutos de mi tiempo.

Si decidiera ir en autobús, dedicaría entre media hora y cuarenta minutos en ir, siempre que tuviera la suerte de que el autobús que fuera a coger tuviera frecuencias de paso cada menos de diez minutos (muchos tiene frecuencias de 30 minutos lo que hace que presten un servicio bastante deficiente). El coste del desplazamiento sería de unos 90 céntimos si tuviera un bono de transporte. La calidad de este servicio responde a los recursos (públicos) que se han puesto para prestar ese servicio.

Si dispusiera de bicicleta podría ir en quince o veinte minutos, asumiendo un cierto riesgo para mi seguridad personal en el desplazamiento por la ciudad. Los recursos que dedicaría a tener y guardar la bicicleta serían pequeños.

Para finalizar, también podría tener un patinete eléctrico (muy de moda) para desplazarme por la ciudad. En ese caso no sabría muy bien por dónde tendría que ir; si por la acera poniendo en riesgo la integridad de los peatones, o por la calzada poniendo en riesgo mi propia integridad física.

Si tuviera alguna minusvalía física mi capacidad de elección se vería, además,  fuertemente condicionada por las barreras físicas que suponen el uso cotidiano de la ciudad, y por las de acceso a los servicios de transporte público.

Si en vez de en la ciudad, viviera en la zona rural o en la periferia, mi movilidad estaría penalizada por la falta de algunas de estas alternativas y por las mayores distancias a recorrer.

Si viviera en otra ciudad, debería pensar en utilizar el coche, o en la combinación de varios modos de desplazamiento para llegar a mí destino.

En función de mis circunstancias personales, la distancia a la que se encuentra mi destino puede ser una o el triple, porque las distancias, en movilidad, se miden en tiempo de desplazamiento. El coste del desplazamiento también variaría enormemente en función de mi elección. La mejora de la movilidad, actualmente, se orienta a tomar en consideración las distintas formas de desplazarse, y a buscar que pueda elegir la mejor forma de hacerlo, según mis condicionamientos personales (físicos, económicos, o de oportunidad) y las características de cada desplazamiento. Para ello tengo que definir las características de cada una de las redes disponibles para cada modo de desplazarse y hacerlas compatibles entre sí. Así, como peatón mi interés es tener aceras anchas, arbolado, poco ruido, y pocas interrupciones en mis itinerarios. Como conductor, tener sitios dónde dejar el coche y vías que me permitan desplazarme por la ciudad en tiempos razonables. Como usuario del transporte público, tener acceso a las líneas de autobús o de tren a distancias razonables de mi casa, que pasen con frecuencias razonables y que el tiempo de desplazamiento también lo sea. Como ciclista necesitaré poder circular por vías seguras y tener lugares dónde dejar mi vehículo cerca de mi lugar de destino. Y como usuario del patinete eléctrico, saber por dónde debo circular y en qué condiciones de seguridad lo puedo hacer.

Este es el alcance del debate que debemos tener sobre la movilidad. Las políticas de movilidad nos afectan a todos, y por tanto nos debemos implicar como ciudadanos, y debemos exigir que sean objeto de grandes consensos políticos y sociales. No hablamos de nada abstracto sino de realidades concretas y cotidianas. Cuando hablamos de movilidad, hablamos de calidad de vida, de acceso a servicios y dotaciones públicas, de la accesibilidad, de seguridad y de riesgos para la salud, de felicidad.

La mejora de la movilidad está en la mejora de los tiempos y la reducción de costes de desplazamiento, y en la priorización de unos u otros modos de desplazamiento en función del alcance del mismo. La mejora de la movilidad es un potente motor de cambio de la sociedad. Existen grandes retos globales como son la crisis energética y climática, que nos conducen exactamente en la misma dirección. Y existen retos económicos de índole regional que también están íntimamente ligados a la mejora de la movilidad, pero nunca debemos olvidar que cuando hablamos de movilidad, hablamos de lo que pasa cada vez que salimos de casa. ¿Verdad que es importante?