«¿Tengo que llevar en la frente que soy una docente con discapacidad para que lo tengan en cuenta?»

Susana D. Machargo

ASTURIAS

Marta Gallego, docente con una discapacidad reconocida
Marta Gallego, docente con una discapacidad reconocida

Marta Gallego cuenta los obstáculos que se encuentra para trabajar en Asturias y cómo lidia con la incomprensión. Ha presentado un recurso contra Educación y está dispuesta a abrir la vía penal

03 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«¿Tengo que llevar en la frente que soy una docente con discapacidad para que lo tengan en cuentas?». Habla en medio de la desesperación Marta Gallego, una maestra de Primaria que este curso todavía no ha comenzado a trabajar, aunque asegura que ya le hubiera correspondido si la Consejería de Educación hubiera cumplido con la ley, una normativa que ha tenido que ir adaptando a golpe de sentencia judicial, gracias a la batalla emprendida por el colectivo Maestros Capacitados. Marta Gallego amenaza con ir ella misma a los tribunales si la administración no tiene en cuenta el recurso que ha presentado contra la adjudicación de plazas correspondiente a la convocatoria de 19 de diciembre de 2019. Quiere, además, contar su caso para enterrar algunas críticas veladas y los propios recelos de la consejería. No quiere aprovecharse de nada. Tan solo ejercita un derecho. La administración tiene la obligación de reservar el 7% para los profesionales con discapacidad. En la plantilla de docentes asturianos, apenas alcanzan el 2%. Siempre les reservan las últimas plazas, las peores, las que nadie quiere y ellos no pueden coger. No se respeta la cadencia de entregarles una cada 15, tal y como está establecido. 

Marta Gallego relata su periplo antes de llegar a diciembre de 2019 para que todo el mundo pueda entender el callejón sin salida en el que se encuentra. Aprobó la oposición y lleva en listas de maestra de educación Primaria desde el año 2006. Aprobó por turno libre, no por el reservado a la discapacidad, ya que entonces todavía no la tenía reconocida. Realizó los trámites tiempo después por recomendación de su médico. «Sabía que podía realizar la solicitud pero no lo había hecho. Podía trabajar y creía que era algo que se hacía si no podías desarrollar tu profesión», explica. Su doctor la sacó de su error. Le explicó todos los obstáculos que debe vencer en su día a día y le insistió en que era un derecho. Hasta entonces, Marta Gallego no lo sabía, pero su médico también tenía reconocida una discapacidad. «Ahora soy consciente de que posiblemente si me hubiera presentado a las oposiciones por el turno reservado hubiera conseguido la plaza», admite.

El aterrizaje

Pero como eso ya no tenía vuelta atrás, lo que sí hizo fue seguir las recomendaciones del doctor. Al lado de su nombre, en las listas de interinos, aparece desde entonces una letra R, que es la que identifica al colectivo. No hizo nada diferente. No movió nada más ni se incorporó a ninguna asociación. Seguía mirando las convocatorias y solicitando todo aquello que le venía bien. Vive en Gijón sola con su hijo, porque su marido está trabajando en otra comunidad autónoma, así que cuando sale convocada analiza todos los puestos y opta a aquellos que quedan a un radio de 45 minutos en coche desde su casa.

Hace tres años, después de las oposiciones de Primaria, cuando todavía no estaba trabajando, recibió una llamada de teléfono. Era de otro docente con R que la había estado buscando. «Te están chuleando una plaza y si no reclamas estás perdiendo tu puesto y nos estás cerrando el paso a los demás que vamos detrás de ti», dice que le comentó una voz al otro lado del teléfono. Así entró en contacto con otros docentes con discapacidad y comenzó a enterarse de todos los desaguisados que había con las listas. En teoría, era la maestra de Primaria con discapacidad en lista con mayor puntuación, si no le asignaban un puesto que le correspondía los que iban detrás quedaban bloqueados. Su colega había mirado las listas, comprobado las puntuaciones y el orden de adjudicación y no tenía dudas. Era la primera convocatoria del mes de septiembre de interinos, después de la masiva de agosto y todavía quedaban suculentas vacantes. La ayudó a hacer y presentar una reclamación. Incluso agitó el fantasma de la vía penal si no se cumplía con la legislación.

Con la reclamación ya en marcha, a la siguiente semana, volvió a salir convocada, solicitó una vacante para todo el año en un colegio de Gijón y la consiguió. Ahí comenzó a enfrentarse a los comentarios de otros docentes y también a hechos, como mínimo, curiosos. El día que fue a firmar la plaza a la consejería, algunos compañeros le preguntaron por qué le habían adjudicado a ella la plaza si tenía pocos puntos. Tuvo que explicarles, ante alguna mirada recelosa, qué es el turno reservado para discapacidad y cómo funciona. La administración le reclamó, de hecho, el certificado de compatibilidad de su puesto. Marta Gallego había tramitado la discapacidad en Galicia así que lo que hizo fue autorizar a la Consejería de Educación a que solicitara su certificado en otra comunidad, para no tener que desplazarse ella personalmente.  

Lo más llamativo ocurrió a su llegada al centro. La directora no tenía ni idea de que contaba con una interina más, con que habían sacado a concurso una vacante que llevaba más de un año solicitando sin éxito. Incluso telefoneó a Educación para cerciorarse de que no había ningún error. «Ya entonces muchos me dijeron que lo habían hecho para callarme. De hecho, nunca me contestaron a la reclamación anterior», matiza. Poco después el docente que la puso al corriente de todo también consiguió una plaza. 

Nuevas sorpresas

Al curso siguiente, en septiembre consiguió una plaza por puntuación, no por el turno reservado, en un colegio de Oviedo. Ese año el problema al que se enfrentó fue otro. El día que nuevamente pasó por la consejería para firmar, la metieron en un despacho. Le reclamaron el certificado de compatibilidad. Ella explicó que había obtenido el puesto en el turno general pero aún así le exigieron esa documentación. Si tienes una R en la lista debes acreditar siempre la compatibilidad, aunque no haya influido en la designación. Eso le dijeron. Entonces ella les propuso, como había hecho el año antes, darles una autorización para que la propia administración lo solicitara a Galicia. Se negaron. Lo que había servido el año antes ya no valía. No pudo firmar su incorporación y en su lugar metieron a otro interino hasta que ella cumpliera con todos los trámites. Cuando, finalmente, tuvo el documento, se incorporó el titular de la plaza y ella tuvo que volver a la lista de interinidad sin haber impartido ni una sola hora de clase. Porsteriormente, a lo largo del curso trabajó de manera intermitente en varios centros, en uno en Candás y otros dos en Gijón.

Este año le ha ido peor. A finales de diciembre todavía no había dado ni una clase. Volvió a marcarse, sin éxito, ese radio de 45 minutos en coche desde su casa. En la adjudicación de la convocatoria del 19 de diciembre, llegó la puntilla. Por el turno reservado le tocaba una plaza en San Claudio y no se la dieron. Tiene toda la documentación que lo acredita, con todo el proceso. 

La administración comenzó a cubrir las plazas que había sacado a concurso y en el turno de adjudicación, le tocaba a un docente con R, es decir, a una persona con discapacidad, para así cumplir con ese 7% que marca la ley. Era una media jornada, que está considerada no forzosa. La siguiente ya era la de San Claudio. Delante de Marta Gallego había otra docente con discapacidad con más puntuación pero no había pedido San Claudio así que legamente tenía que ser para Marta. Pero no fue así. No se respetó el orden legal. 

La mayor parte de la documentación es pública. Tanto el listado de las vacantes como la puntuación de los candidatos o el proceso de adjudicación. Lo único que Marta Gallego tuvo que investigar por su cuenta es si la docente con discapacidad que va justo delante de ella en la lista había pedido San Claudio. Y no lo había hecho. Se lo confirmó personalmente cuando la localizó. Así que ha ido a por todas. En la reclamación presentada ante la Consejería de Educación acompaña la normativa, con la resolución de 15 de noviembre de 2019 con el sistema de reserva de plazas de aspirantes a interinidad para el personal docente con discapacidad. En uno de los párrafos finales, en el resuelvo, dice literalmente que «si la plaza es "no forzosa" y no ha sido solicitada por la primera persona con discapacidad se comprobará si ha sido solicitada la plaza de la penúltima persona adjudicada y así sucesivamente hasta que la plaza adjudicada sea forzosa». «No hay lugar a dudas ni a interpretaciones», insiste. Así que va a por todas y eso incluye los tribunales. Está todo en manos del abogado de Maestros Capacitados. Marta Gallego sigue saliendo convocada y va a continuar pidiendo. Con todo lo que lleva pasado, no se la quiere jugar y que le excluyan de la lista. 

Cuestiones pendientes

Quizá haya leído toda esta información preguntándose cuál es la discapacidad de Marta Gallego. No se ha mencionado aún. Esta docente ha cumplido con todos los trámites legales para que se le reconociese, cuenta con toda la documentación acreditativa. Pero su discapacidad no se observa a simple vista. No tiene una discapacidad auditiva ni visual ni tampoco de movilidad. Así que la gente la mira con recelo y le pregunta qué es lo que tiene. Algunos incluso le recriminan que intenta aprovecharse. «Hay gente que me dice que es injusto. Nadie cuestiona que haya aparcamientos reservados, por ejemplo. Pero eso sí. Yo tengo una discapacidad aunque no lo lleve en la frente. No puedo ser ni conductor, ni taxista, ni socorrista», insiste.

No tiene ningún problema en contar qué es lo que le pasa pero lo hace con cierta rabia. Entre las varias enfermedades que padece, cuenta con un diagnóstico de una diabetes complicada. Le han implantado un sensor que mide constantemente sus niveles de glucosa y que está conectado a su teléfono y al de su marido, en Galicia. Suena un gallo o una trompeta, en función de si están bajos o altos. Su hijo pequeño conoce el significado de cada sonido y la avisa si ella no los escucha. Lo tuvo que comprar con su dinero porque no lo financia la Seguridad Social. Jamás ha sufrido una hipoglucemia en clase y lleva 14 años ejerciendo. Si el dispositivo la avisa, es tan sencillo como comer un caramelo o tomar un zumo, es decir, adoptar alguna medida básica. Se somete a revisiones, debe renovar el carnet de conducir de manera más frecuente,.. Aún así, es consciente de que, además de con la diabetes, tiene que lidiar «con la incomprensión».