Ricardo Menéndez Salmón: «Una vez tomada la decisión de escribir este libro, la honestidad se la debía a todos»

Marcos Gutiérrez ASTURIAS

ASTURIAS

Ricardo Menéndez Salmón
Ricardo Menéndez Salmón Carlos Ruíz

En No entres dócilmente en esa noche quieta, el autor hace un repaso de su proceso vital a través de los años de convalecencia de su padre

09 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Ricardo Menéndez Salmón (Gijón, 1971) publicaba recientemente su última obra No entres dócilmente en esa noche quieta (Seix Barral), una obra en la que, a medio camino entre la catarsis literaria y la memoria, este autor repasa de manera objetiva y honesta los años de enfermedad de su propio padre, encontrando grandes verdades sobre sí mismo en el proceso.

--Comienza el proceso de composición de No entres dócilmente en esa noche quieta en junio de 2017, dos años después de la muerte de su padre ¿Cómo y cuándo surge la idea de crear esta obra?

--El libro me ha acompañado desde muy joven, pero para ejecutarlo debía cerrarse el círculo vital de mi padre. La obra ha ido creciendo conmigo a lo largo de las décadas, pero sólo se ha decantado cuando la situación que lo puso en marcha, la enfermedad paterna, llegó a su límite biológico.

--La muerte de su padre es el punto de partida del relato, si bien se centra en el largo proceso de la enfermedad ¿Hasta qué punto ha marcado ese proceso su evolución vital?

--Me ha privado de muchas cosas y me ha regalado otras tantas. Ha sido una situación sombría pero también, paradójicamente, luminosa. De hecho el libro acaba por conformar una radiografía intelectual y emocional de quien lo escribe. Hay aspectos de mi carácter, como mi pesimismo antropológico, y circunstancias vocacionales, como mi pasión por la escritura, que quizá no hubieran llegado a manifestarse sin las peculiares condiciones de la vida de mi padre.

--¿Cómo de complejo fue lograr ese equilibrio entre abordar algo tan íntimo como la muerte de un padre y, a la vez, hacerlo con una objetividad tan honesta?

--La mayoría de textos en torno a la familia se mueven entre la sensiblería y la exageración, acaban por resultar edulcorados o tremendistas. A mí me interesaba tomar distancia. El elemento más importante a la hora de escribir, y también el más complejo, ha sido lograr un equilibrio entre lo íntimo y lo forense, entre una visión que sólo a mí compete y una frialdad que me permitiera contemplarme a mí mismo y a mi familia con cierto grado de desapasionamiento.

--Ahondando en esta idea ¿Cómo influyó la enfermedad de su padre al Ricardo Menéndez Salmón escritor?

--Me regaló temas, intereses, un nutriente intelectual. No me atrevo a decir que no sería escritor si las circunstancias de mi padre hubieran sido otras, pero estoy seguro de que habría sido un escritor distinto.

--¿Se puede aprender o sacar conclusiones positivas de la enfermedad, de la muerte?

--Me ha servido para dialogar con mi padre, para llenar los silencios que en vida nos atenazaron, como le sucede a tantos hijos en la relación con sus mayores. Y también para hacer un balance de nuestra vida en común, con sus luces y sombras. Respecto a la muerte, es un límite. También para el lenguaje. El misterio de la muerte es que, en realidad, es inefable. Le podemos poner miles, millones de palabras, y no habremos dicho nada acerca de ella.

--Su padre se fue, pero su madre todavía vive ¿Supuso esto un problema a la hora de crear una obra tan confesional?

--No. Una vez tomada la decisión de escribir este libro, la honestidad se la debía a todos: a los muertos y a los vivos.

--Comenta que la enfermedad de su padre, en la práctica, redundó en la invisibilización de su madre.

--Sin duda fue uno de sus aspectos más dolorosos. En cierta medida la vida de mi madre queda rebajada debido a la enfermedad de su marido, se convierte en una versión disminuida de lo que podría haber sido. La enfermedad es tiránica, porque no sólo golpea a quien la padece en carne propia, sino que irradia su influjo a quienes conviven con ella.

--¿Ha leído su madre No entres dócilmente en esa noche quieta ya?

--Sí, lo ha hecho con generosidad y empatía.

--¿En qué porcentaje es una indagación sobre la figura de su padre y sobre usted mismo?

--A medida que el libro crece se acaba por convertir en un espejo. Empiezo escribiendo acerca de mi padre para acabar haciéndolo acerca de Ricardo Menéndez Salmón. En ese sentido hablamos de memoir, de autobiografía, de recuento de uno mismo.

--¿Hasta qué punto los hijos nunca llegamos a conocer a nuestros padres?

--Hasta el mismo punto en que no llegamos a conocer a nadie. La vida de los otros siempre es enigmática, está llena de habitaciones vacías y de páginas por leer. Joseph Conrad lo explicó en El corazón de las tinieblas cuando escribió: «Vivimos como soñamos: solos».

--¿Sigue pensando que las conversaciones verdaderamente importantes con nuestros seres queridos, padres especialmente, nunca las llegamos a tener con ellos en vida?

--Lo sigo pensando, sí. Pero también pienso que la literatura es una forma de paliar esa falta. De hecho creo que la literatura es una conversación ininterrumpida que mantenemos con nosotros mismos y con quienes han determinado nuestra vida.

--¿Diría que No entres dócilmente en esa noche quieta es más una catarsis o un exorcismo?

--Las dos definiciones son válidas. Hay una purificación del ánimo por un lado, y un intento de conjurar partes muy dolorosas de mis recuerdos por otro.

--¿Esa catarsis/exorcismo ha cambiado de algún modo su actitud como padre?

--No lo creo. Las circunstancias de mi vida como padre difieren mucho de las circunstancias de mi vida como hijo.