«Quienes combatían las políticas de pactos que yo defendía hoy las protagonizan»

ASTURIAS

Gaspar Llamazares
Gaspar Llamazares J.L. Cereijido

Gaspar Llamazares lleva a las librerías «La izquierda herida» en el que repasa los posicionamientos del bloque progresista y la influencia del populismo

10 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Gaspar Llamazares acumula una larga experiencia política que terminó, con un punto y seguido solamente, a mediados del año pasado cuando tras semanas de enorme tensión y enfrentamiento con la dirección federal abandonó Izquierda Unida y su escaño y puesto de portavoz en el parlamento asturiano. Los resultados de su plataforma Actúa no le acompañaron en las generales. Buena parte de sus pensamientos sobre esos momentos, pero sobre todo sobre el espacio político de la izquierda en España, sobre los cambios en los partidos que llevaron al bloqueo institucional primero y al gobierno de coalición después, se recogen en el recién editado libro «La izquierda herida» (La esfera de los libros) que se acampaña de un revelador subtítulo «una reivindicación de la democracia frente al espejismo del populismo».

-A lo largo de varios capítulos el libro tiene una visión muy crítica del 15M, de su eficacia y de sus resultados.

-Aparece como una inflación de expectativas, muchas frustradas y muchas que son contradictorias con el carácter y las posibilidades del sistema democrático hoy. Incluso generó la expectativa de que el populismo pudiera ser la alternativa a la democracia representativa; entendiendo el populismo como una suerte de modelo griego revivido de democracia directa incluyendo hasta el método de sorteo para acabar con la casta política. De esas expectativas a la realidad hay un largo trecho; pero básicamente ha sido la implosión de la representación política, es evidente, el bipartidismo se fue transformando en una especie de frentismo bífido en el sentido de que se mantiene la contraposición derecha-izquierda pero aparece una nueva entre nuevos partidos y tradicionales. Pero el 15M, surgiendo de un malestar que provocó una crisis económica, tuvo una expectativa de agenda social y otra de regeneración y lucha contra la corrupción que, si se mira lo que ha cambiado hasta ahora, se ha evolucionado muy poco.  Lo que sí se ha producido es un cambio de la representación política, un cambio de los políticos, ha sido prácticamente un cambio generacional, pero más allá de eso lo que hemos vivido es un largo periodo de bloqueo para transformar las instituciones, para convertir aquellas movilizaciones contra los recortes en política. De alguna manera ha habido una renovación de la representación política pero otros temas se han quedado en el camino y en algunos casos como caricatura; por ejemplo en cuanto a la transformación de los partidos políticos con las primarias que se han convertido en un útil de sus ejecutivas y del presidencialismo frente a las baronías, el pluralismo interno y el modelo horizontal del partido. El último caso es lo que está pasando en Ciudadanos con el proceso congresual actual.

-Hubo un momento determinado, especialmente al principio del 15M en que daba reparo usar la palabra izquierda, se prefería la terminología de «arriba y abajo» ¿cómo ha afectado eso a las fuerzas progresistas?

-Eso es el populismo como salida en falso de la crisis; primero para la izquierda y luego para una parte de la derecha y al final una muy viva y muy alarmante para la extrema derecha. El populismo se ha convertido en la política de la extrema de derecha. En principio se pone en cuestión la transición democrática, la Constitución, el compromiso de la izquierda hablando de «traición de la izquierda sumisa», se intenta demoler el marco de memoria y de cultura de izquierdas en nuestro país para edificar un paradigma nuevo de arriba y abajo y que convierte en casta todo lo que toca. Todo lo que no es asimilable y que pueda patrimonializar el 15M es casta. Eso lo impugno en la mitad del libro porque ha sido contraproducente y ha traído consecuencias. Porque en esa dinámica populista no es extraño que haya una alianza con aquellos que consideraban que la negociación del PCE en la transición democrática era una traición, y luego dio un giro nuevo del populismo al izquierdismo, que es el que ha vivido Podemos y con él la parte más izquierdista de IU, y me refiero al infantilismo de la izquierda, para dar ahora un nuevo giro, pragmático, y donde dije digo Diego cuando antes todo era ser la muleta del PSOE y ahora pactar es la mejor política posible. Y en ese tránsito del populismo al izquierdismo y al pragmatismo no ha habido una mínima reflexión. Es que se ha pasado de considerar a la Constitución una carta otorgada por parte del régimen franquista a utilizarla en campaña electoral como el modelo social ideal. Y hombre, ni tanto ni tan calvo.

-¿Se siente revindicado porque en ese tránsito, se haya terminado pactando un acuerdo de gobierno en el Estado después de un tiempo, especialmente en Asturias, en que se singularizaban las críticas a esa estrategia en usted?

-Es algo que empezó con el «No a la guerra» y la investidura de Zapatero. Hay una parte de IU que ya entonces estaba revisando la vía democrática al socialismo; en la juventud comunista de la cual forman parte ahora sus dirigentes y miembros del gobierno, impugnaban esa vía para retomar prácticamente el leninismo. Y en ese sentido la dirección que yo representaba era la dirección traidora, cada vez que llegábamos a un pacto se nos acusaba de estar cercanos al PSOE; esa fue la campaña que vivimos. Nosotros hemos sido angelitos en nuestras críticas internas comparado con lo que sufrimos entonces. Tengo cierta satisfacción, no sé si sana o insana, por ver que la gente que agitaba al partido contra esa política de alianzas, a pesar de que ha pasado la pelota y no ha pasado el jugador, están haciendo la política que nosotros planteábamos. Sembraban en tierra fértil porque en el PCE hay una cierta desconfianza por haber sido fuerza hegemónica en la dictadura y que luego sus resultados no se vieran correspondidos con el esfuerzo electoral. Al final, esta misma política es la que defendimos en el momento en que Aznar se mete en la Guerra de Irak, sucede la catástrofe del Prestige y hay un bloque de la izquierda social y política que busca una alternativa. Y ahora mismo, después de un largo tiempo de bloqueo, es lógico que la izquierda quiera también una alternativa. Hay mucho que decir de la política de alianzas, si programática o de coalición, y hay que decirlo porque además ha sido el origen de nuestras divisiones. No un debate ideológico, sino la política de alianzas con el PSOE y yo en el libro intento explicarme, desde la desconfianza de los años 30 pero sobre todo por la sensación que tiene el partido en la democracia de no ser bien tratado en las elecciones. En fin, quienes han combatido estas políticas de pactos hoy las protagonizan, me da satisfacción pero también tengo una inquietud y es que se haya hecho sin reflexión y pueda ser modificada al cabo de unos días porque haya una campaña electoral. Como en la última en la que la izquierda socialdemócrata y la postcomunista nos llamamos de todo. Me parece simbólica la cuestión del posicionamiento sobre el Rey, no es que unos aplaudan y otros se queden en silencio. Podemos seguir siendo republicanos y ver los límites institucionales que hay en una democracia. Yo querría para mi presidente de una república el mismo respeto que se tiene hoy al monarca como jefe de Estado. Y no porque a cambio se vaya a lograr el salario mínimo, la institucionalidad es una parte importante de la democracia, es una conquista, no es una concesión de las derechas. Igual que la unidad del país, que no es un tema accesorio que haya que subordinar a una visión reduccionista de la democracia diciendo que es mejor el referéndum que mantener la convivencia, no. Hay que reconsiderar cosas y yo no sé si lo han hecho.

-Para llegar a la coalición presente y es algo que marca mucho el momento político, fue precisa una abstención del independentismo, ¿cómo cree que debe replantearse su relación lo que llaman la izquierda española con el nacionalismo?

-Hay un error estratégico, una cosa es una alianza táctica del independentismo ante la amenaza de la derecha y otra cosa es que vaya a haber una coincidencia con la izquierda federalista realmente existente. No estamos en el mismo barco y las diferencias son de fondo. En el libro dedico capítulo y medio a la cuestión catalana, el modelo autonómico y también al republicanismo porque nada hay más lejano al republicanismo que una secesión que deja en el camino el pluralismo de identidades. Y la izquierda se equivoca cuando asimila derecho a decidir con democracia; se ha extrapolado abusivamente del derecho de autodeterminación de los pueblos, y que yo creo que existe para Palestina o el Sáhara, pero para pueblos que viven en democracia. Y de hecho la aplicación de ese derecho a decidir tiene visos escasamente democráticos y escasamente republicanos. Y creo que ahí en la izquierda nos hemos equivocado y no sólo ellos, me he equivocado yo. Por ejemplo en el libro hago una valoración sobre el Plan Ibarretxe porque creo que entonces nos equivocamos en la posición política. Al final nos abstuvimos pero intentamos formular en el Congreso algo que era una trampa, en mi opinión, un federalismo de libre adhesión. No debimos votar favorablemente la reforma del estatuto del Plan Ibarretxe porque no contaba con una mayoría de la sociedad vasca, no era transversal y se realizaba además en un momento en que seguía la violencia. Mientras la izquierda no sea capaz de formular un proyecto de país, un proyecto de Estado, habrá una parte de los trabajadores que no nos entienda. Y eso nos ha ocurrido en los últimos tiempos, una posición subordinada, de sucursalismo frente al independentismo. Una consecuencia ha sido la aparición del patriotismo español reactivo y también situación de regresión en el marco autonómico. Igual que les digo que hoy no estamos más cerca de la república tampoco estamos más cerca del federalismo, estamos mucho más lejos. Porque en estos momentos hay componentes de la clase obrera y de la izquierda que dudan de hacia dónde va el modelo autonómico. Muchas de las reflexiones del libro las resumo en una cita de Santiago Alba Rico que dice que en estos momentos de precaridad en el trabajo y de hiperconsumo no se ve a la izquierda como una alternativa.

-Por pactar con la extrema derecha un gobierno regional en Alemania se ha levantado la CDU con Merkel hasta obligar a la repetición de elecciones en Turingia. En España no ha ocurrido nada semejante y se han cerrado acuerdos en Madrid, Murcia o Andalucía.

-Sí, es un contraste radical porque en España no se ha valorado la gravedad que significa la incorporación de la extrema derecha con capacidad de condicionar el debate público y los programas de gobierno. La derecha ha hecho gala de un pragmatismo bastante descarnado pero en particular por parte del centro político y de ahí parten las nefastas consecuencias que sufren, el centro está prácticamente en desahucio. Quizá porque Vox es un hijo del PP, de su crisis de corrupción, y un hijo también de la sobreactuación nacionalista de Ciudadanos. Ambos actúan en relación a Vox entre el temor del competidor y también la aspiración a la reintegración. Pero ese espacio se está consolidando y virando hacia una oposición similar a la de la extrema derecha europea. Es verdad que la europea intenta limar sus aristas, quedarse con la xenofobia o el proteccionismo y un programa muy acotado, la española no tiene ningún tipo de complejo para identificarse con la dictadura. Vox no sólo es la extrema derecha es que está incorporando muy bien la estrategia populista, es la expresión más acabada del partido populista en estos momentos en España. Y eso acentúa aún más la necesidad de desmarcarse de la estrategia populista y volver otra vez la profundización democrática.

-Cuando se pregunta a PP o Ciudadanos por sus acuerdos con Vox la primera reacción es negar que los haya y a continuación afear a la izquierda en todo caso que pacte con el independentismo ¿qué le parece?

-Eso es una mala excusa. Si hay un partido que es totalmente contrapuesto a la Constitución, aunque la agite continuamente, es Vox. Oponiéndose a los derechos políticos y sociales reconocidos en la carta magna con un ultraliberalismo campante. Y un país que ha sufrido 40 años de dictadura no se puede permitir determinadas veleidades con la extrema derecha y eso debería estar muy claro. Desgraciadamente la transición democrática no trajo consigo como en Alemania, aunque allí se hizo tarde también, la desnazificación, que tiene que ver con algo más que una ley, con tener una cultura antifascista; eso no se desarrolló y de aquellos polvos estos lodos.  

-Hay un epílogo que titula «Homenaje a Asturias» con una mención destacada a los mineros y sobre la incertidumbre que despiertan los efectos de la transición energética en la comunidad.

-Trato de recuperar la cultura obrera como una parte esencial de la cultura política de la izquierda. Yo creo en las causas, y algunas de ellas me parecen esenciales como la igualdad de género o la lucha contra la emergencia climática, también creo que hay que hacerlo con un profundo respeto y sensibilidad hacia la cultura que viene de los trabajadores, la industrial o la agraria. Ahora estamos viviendo un episodio de indignación del campo, que la derecha ha querido manipular, y que viene de una contradicción con el modelo de oligopolios pero también con una ruptura ecológica, que parece que ahora los campesinos son culpables de los pesticidas y una parte de la catástrofe climática. Eso es injusto y ocurre también respecto al sector industrial; no puede ser que Teresa Ribera salga ahora a decir que han sido las compañías eléctricas las que han decidido achatarrar demasiado deprisa las centrales térmicas, eso es hipocresía porque todos hemos visto que se ha reunido con ellos para meterles prisa y que ha aumentado el nivel de compromiso de España sin tener un mínimo acuerdo social y político. Para hacer la transición energética en Asturias es necesario un liderazgo que yo, desgraciadamente, no veo porque el gobierno asturiano es muy pasivo en esta materia y que tiene que basarse en una sólida mayoría de izquierdas. En eso tiene una gran responsabilidad el PSOE pero también Podemos y junto a ello una alianza muy amplia porque de otro modo esa transición va a fracasar y será una reconversión muy dura. Hay que frenar un clima que se está creando en Asturias, que no tenían los trabajadores, y es pasar de la resistencia al agravio. Ahora somos los agraviaditos de todo, y se alimenta continuamente que Asturias es la peor en crecimiento, la peor en empleo, las peores comunicaciones; eso no es justo, no se corresponde con la realidad, en unas cosas estamos mejor y en otras peor, pero sobre todo es que no permite a la sociedad asturiana tener esperanza. Somos una sociedad con una cultura industrial y unos recursos naturales que le permitirían ese tránsito.

-Todavía esta semana se han vivido de nuevo tensiones entre IU de Asturias y la dirección federal respecto a una asamblea que no quieren reconocer, ¿cómo lo valora desde la distancia?

-El problema de fondo es que la dirección federal considera amortizada la identidad de la izquierda, la identidad que representa IU de Asturias, pero IU de Asturias, que tiene cuadros y que tiene un capital histórico y político muy importante o suficiente, pues se resiste. Se resiste porque no quiere morir ni que se malbarate o se desprecie su cultura, su tradición. No una tradición en sentido de antigua, sino de una base firme sobre la que asentar la renovación y el cambio. La cuestión no era Gaspar, que parecía una obsesión, sino que era una cuestión política de fondo. No la cuestión de la política de alianzas, porque además en estos momentos en Asturias IU da un apoyo parlamentario a un gobierno y la federal está dentro del gobierno; pero da igual. Porque el problema es el de la identidad. Para quien está decidido a malvender la identidad de la izquierda, ni le importa o incluso le molesta una organización como Asturias. Si en un momento determinado Asturias fue la luz que iluminó la resistencia antifranquista ahora para algunos es el punto negro de su estrategia.