«Hola Marcos, te escribo desde la NASA»

Carmen Liedo REDACCIÓN

ASTURIAS

Personal de la agencia espacial estadounidense ha contactado con un ingeniero informático que reside en Oviedo y que forma parte del equipo Reesistencia Team para colaborar en la revisión del respirador que han diseñado y que ya sido enviado a la Agencia del Medicamento

02 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El virus COVID-19 ha generado en unas pocas semanas una crisis sanitaria mundial que en muchos aspectos ha tenido una respuesta global y que ha puesto de manifiesto que personas en distintas partes del planeta pueden implicarse por el bien común en la lucha contra esta pandemia. Incluidos ingenieros de la mismísima NASA.

Bien lo sabe Marcos Castillo, un ingeniero informático afincado en Asturias que desde hace tres semanas se dedica en cuerpo y alma junto con una veintena de profesionales de distintos ámbitos y de distintas zonas de España en sacar adelante el diseño de un respirador de rápida fabricación con el que ayudar a los miles de personas afectadas por el coronavirus que necesitan un respirador automático. El pasado jueves 26 de marzo, este equipo de trabajo se encontraba en la difícil tesitura de encontrar la manera de hacer las «pruebas de estrés» del aparato que han diseñado en el menor tiempo posible en vista de hacer unas pruebas a ritmo normal conllevaría más de un mes cuando el objetivo es que el respirador pueda empezar a fabricarse más pronto que tarde. Una entrevista que Marcos concedió a una radio nacional lanzó el llamamiento al mundo y la respuesta no pudo ser más sorprendente para este ingeniero informático: «Hola Marcos, te escribo desde la NASA».

Este mensaje que Marcos Castillo recibió en su teléfono móvil lo dejó tan incrédulo como ilusionado, y es que nadie mejor que personal de la agencia del gobierno estadounidense responsable del programa espacial civil para validar una máquina cuyo objetivo es «que pueda ayudar a todo el mundo y que sea replicable en cualquier parte del planeta» donde pacientes y personal sanitario la puedan necesitar. Tras contactar con el emisor del mensaje, Marcos se encontró con la disponibilidad de un grupo multidisciplinar de ingenieros y científicos de la NASA formado por siete personas del departamento Goodgard Space Flisht Center «a disposición para resolver todos los problemas» que pudiera tener el aparato que se encuentra en fase de comprobación por parte de la Agencia del Medicamente para la homologación del respirador.

Implicación de más de 16.500 personas

Marcos cuenta que este proyecto comenzó hace tres semanas cuando contacta e inicia conversaciones con un grupo de gente tecnóloga que viendo lo sucedido en otros países a consecuencia del coronavirus se plantea diseñar un respirador de rápida y fácil fabricación. En el proceso para sacarlo adelante, comenta este ingeniero informático de Bilbao casado con una asturiana, que han participado hasta 16.500 personas que han ido formando subgrupos para solventar los problemas por aquellas cuestiones que los impulsores desconocían por ser, por ejemplo, de ámbitos sanitarios.

«Las jornadas pueden ser de 22 horas, el dormir está sobrevalorado y a veces no sabes si son las tres de la madrugada o las once de la mañana, pero cuando decidí hacer esto era para tener una dedicación plena», señala Marcos, que explica que el objetivo es sacar un aparato «lo más barato posible que sea replicable en cualquier parte del mundo», y es que una de las condiciones que se han impuesto todos los que trabajan en este proyecto es que no tenga patentes ni marcas comerciales. De hecho, una vez que tengan todas las validaciones y se complete el trámite burocrático que ahora tienen por delante, lo que harán, según asegura Marcos, será «liberar la documentación» de forma que sean las administraciones que determinen quien puede fabricar este aparato que, afirma, tardaría en montarse tres horas. «Es como una mesa del Ikea. Una persona normal tardaría tres horas en montarlo», señala.

Marcos destaca que este proyecto ha sido «como hacer una cátedra en 20 días», pero pone de relieve que «no hubiéramos podido hacer nada sin la Universidad de Oviedo, que nos ha tratado a capricho. Nos ha dado una ayuda fundamental de personal y de medios». «También la Guardia Civil ha ayudado en todo lo que hemos necesitado», traslada el mismo, que ha recordado que les aportaron las boquillas de los alcoholímetros para que pudieran seguir avanzando en el diseño del respirador. «Estamos agotados, pero yo he disfrutado mucho al ver la calidad de la gente. Ha sido una experiencia vital», concluye Marcos Castillo.