Los secretos de Arcadio, el hombre que venció al coronavirus con 95 años

ASTURIAS

Arcadio Rodríguez
Arcadio Rodríguez TPA

Antiguo trabajador de Ensidesa, el enfermo de la residencia de ancianos en Grado ha sido uno de los pacientes más longevos en recuperarse

04 abr 2020 . Actualizado a las 09:44 h.

Fueron muchos días de angustia, de darle vueltas a la cabeza de madrugada por la gravedad de la situación, pero las penurias de Natalia se terminaron cuando una llamada de teléfono le dijo las palabras más mágicas de esta época: le dan el alta. Su abuelo, Arcadio Rodríguez, de 95 años, se había convertido en uno de los paciente más longevos (días después le superó una mujer centenaria en Avilés) en vencer al coronavirus y se convirtió en un símbolo de esperanza para muchas familias que viven bajo el temor de la terrible letalidad de la epidemia para las personas de más de edad, y la no menos espantosa cadena de rumores que sugiere que no se trata a los ancianos en los hospitales para liberar recursos ante los más jóvenes.

«Yo estuve leyendo que estaban eligiendo, no sé qué; y ayudaron a mi abuelo, no lo dieron por perdido y eso dice mucho de la sanidad de aquí, no se rinden», dice su nieta Natalia, la única familiar de Arcadio que vive en Asturias ya que, como ella, la mayor parte reside desde hace años en la República Dominicana, a donde emigró uno de los hijos del veterano moscón décadas atrás.

Antiguo trabajador de Ensidesa, siempre fue un hombre vigoroso y es algo que ha hecho notar en la última de las batallas en las que ha salido vencedor. «Tu abuelo es un tronco de hombre», fueron las palabras tranquilizadoras que pudo escuchar Natalia de los médicos que le atendían cuando tuvo que ser trasladado al HUCA después de contagiarse en la residencia de la Grado, donde se produjo uno de los principales brotes de la epidemia en Asturias. «Siempre fue un hombre de campo, de hacer muchas cosas manuales por su cuenta, estuvo primero en Ensidesa, y aquí tenía su huerto, que lo cuidó hasta los 92 años». Como cualquiera que llegue a esa edad, Arcadio sufrió achaques, neumonías tras una vida de fumador y también problemas en la cadera, pero se vale por sí mismo y su nieta, aliviada ahora, cuenta que de cabeza está muy bien y maneja los números como nadie.

Pero hubo muy malos momentos. El brote de la residencia de ancianos en Grado ha sido uno de los más virulentos de Asturias, con afectados que se cuentan por decenas tanto entre residentes como entre trabajadores del centro. Cuando Natalia recibió la llamada de que su abuelo había dado positivo se quedó «en shock», con toda su familia a miles de kilómetros de distancia, porque las fronteras están cerradas y sus padres están en Santo Domingo, uno de sus hermanos también aislado en Madrid tras el confinamiento, y una niña pequeña a su cargo. «A mí se me cayó el mundo, fue como una montaña rusa y cuando caí llamé a la residencia para ver si podía hablar con él y me dijeron que ya estaba saliendo por su propio pie a la ambulancia y que no me lo podían poner».

El aislamiento de los enfermos en un drama para las familias que tienen el temor de que nunca lleguen a volver a verlos, ni haber tenido un momento para despedirse, si las cosas se tuercen. Natalia pasó horas frenéticas llamando al HUCA, buscando el teléfono y la persona correcta, chocando con un muro que esgrime la protección de datos «entré en crisis hasta que exploté y le lloré ¿cómo es esto, ustedes no tienen corazón? Mi abuelo está solo». Finalmente el médico que le trataba se puso en contacto con ella y día a día le iba contando que estaba estable, que tenía fiebre, pero que la evolución era buena. 

No es que fuera un gran consuelo. Natalia miraba las noticias a diario con el balance de enfermos, contagios y fallecidos que ofrece cada noche el Principado y si había notificaciones de los últimos miraba la edad para que no coincidiera con la de su abuelo. «Mi preocupación era que no hablé con él, no le dije que le quería, que se va a morir solo, o seguro que está preocupado por lo que está pasando, viendo el hospital y que nosotros no vamos, el abuelo va a caer y nos lo van a traer en un botecito».

«Todos los días me llamaba el doctor, todos los días, y si no podía el fin de semana me llamaba otra persona y él me decía sigue estable», explica la nieta que afirma que «no sé si la sanidad aquí es requetebuena, pero para mí lo es. Yo vengo de un lugar que la sanidad no es así. Los médicos están luchando por las personas, la presión que tiene que sufrir esa gente, y yo la sentía, es increíble; no es para cualquiera, están haciendo su trabajo y tienen mucha confianza porque son los que saben de eso y están tomando la responsabilidad de una vida y no dejan morir a gente como mi abuelo con 95 años, eso dice mucho de lo que son».

En todo ese tiempo Natalia cuenta que se apoyó en la oración porque su familia es muy religiosa y que aunque con momentos de duda siempre tuvo fe en que saldría adelante. Finalmente llegó la ansiada noticia del alta aunque el aislamiento se mantiene. Su abuelo regresó a la residencia de Grado, porque es el entorno que mejor conoce y eso le ayuda a no sentirse desorientado. «Ahora mismo los servicios de sanidad son las personas más importantes, siempre, porque la salud es lo más importante. Para mí son como ángeles aquí, en primera línea de batalla, son una representación de que todo va a salir bien y son las personas a las que hay que cuidar porque son las que nos cuidan a nosotros», afirma Natalia que dice desear que la historia de su abuelo sirva como un rayo de esperanza a los demás. «Mucha gente me decía ten paciencia, yo les digo que tengan fe y esperanza. Aquí tienden a ser muchos muy negativos».