Marino Pérez: «De primeras, guardaremos más las distancias y el contacto»

MARíA DÍAZ OVIEDO

ASTURIAS

Marino Pérez Alvarez, catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo.
Marino Pérez Alvarez, catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo.

El catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo considera que sólo si hay rebrotes de coronavirus se acrecentarán las aprensiones

15 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Cambiaremos los asturianos nuestros hábitos sociales tras el coronavirus?, ¿cómo nos afectará psicológicamente la pandemia?, ¿cómo nos relacionaremos con nuestros mayores?,¿cómo afectará a los más jóvenes el confinamiento?, ¿nos acostumbraremos a utilizar los medios informáticos para hacer pandilla online? Muchas interrogantes que nos asaltan mientras esperamos a que pase otro día de aislamiento. El catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo, Marino Pérez Álvarez, considera que «al menos de primeras, esta situación nos cambiará algunos hábitos». A su juicio, tras pasar por esta experiencia «seremos más conscientes de las distancias y de lo mucho que nos tocamos al hablar y al estar en lugares públicos». Por ello, cuando se pueda salir a la calle «guardaremos más las distancias y seremos por un tiempo un tanto aprensivos con la cercanía y el contacto. La presencia de los otros tendrá una cierta ambivalencia entre contaminante y alguien que quisieras tener más cerca», afirma.

«Costará un poco hacer el reajuste de un equilibrio entre la cercanía y el contacto acostumbrados y la distancia de ahora», apunta. El catedrático Marino Pérez asegura que, en algunos casos concretos, habrá personas que de esta crisis sanitaria «les quedará un hábito un tanto obsesivo de limpieza por la contaminación». Sin embargo, a su juicio, a no ser que haya rebrotes «volveremos a las  andadas». Pero ahí hace especial mención en las segundas oleadas. «Si el coronavirus rebrota, entonces, todas estas aprensiones se acrecentarán».

Sentimiento de culpa

El coronavirus se ha cebado con los mayores y la relación con ellos, en opinión del catedrático de Psicología, también cambiará en algunos aspectos. «Quizá haya sentimientos de culpa, aunque nadie haya sido culpable de nada, lo que suponga más afecto y atención que compensen la falta actual», asegura. A su juicio, sería muy positivo que «se tomara más conciencia de la situación de los mayores, siquiera fuera por qué todos queremos llegar» y ahí abre el angular para mirar al individuo y a las políticas necesarias para tener protegido a ese segmento de la población. «Una conciencia que no debe ser meramente personal individual de cada uno, sino política en el sentido de derivar recursos, aunque sea quitándolos de otros sitios, que a la hora de la verdad quizá son más excusables», indica.

Dependencia de las máquinas

En la otra punta de la tabla poblacional, los más jóvenes, para el catedrático de Psicología, Marino Pérez, lo peligroso del confinamiento para los niños es que potencie aún más su dependencia de las consolas, videojuegos, teléfonos móviles, etc. «Sería una lástima que el confinamiento reforzara aún más los hábitos de las máquinas. Las dichosas máquinas cumplen como entretenimiento, pero también pueden ir en detrimento de juegos cara a cara y actividades deportivas de grupo, que se habrían de compensar en cuanto sea posible», advierte. Por lo demás, considera que si los adultos tienen sentido común para explicarles lo que pasa hasta donde lo entiendan, «a los niños no creo que les afecte mucho porque se adaptan bien».