Carcedo: «Es evidente que faltó material pero los países pugnaban por quitarse los productos unos a otros»

ASTURIAS

La exministra de Sanidad, María Luisa Carcedo
La exministra de Sanidad, María Luisa Carcedo Luca Piergiovanni

La asturiana Maria Luisa Carcedo, ministra de Sanidad la pasada legislatura, destaca que hay una responsabilidad compartida en la gestión de la crisis sanitaria

25 abr 2020 . Actualizado a las 05:28 h.

Con una amplia experiencia política en la gestión sanitaria, Maria Luisa Carcedo, vive el confinamiento de la pandemia en Madrid, como diputada socialista por Asturias. La anterior ministra de Sanidad destaca que hay un vínculo profundo entre las agresiones medioambientales y los, cada vez más frecuentes, saltos de virus animales que son capaces de contagiar a humanos y desatan crisis como la del presente. Pone buena nota a la gestión que ha hecho la comunidad asturiana para hacer frente al COVID-19 pero prefiere no pronunciarse sobre otras de momento y destaca, en todo caso, que la responsabilidad en la gestión sanitaria de la pandemia es compartida, entre partidos e instituciones, en un país descentralizado como España.

-Dentro del drama general, parece que en Asturias el sistema sanitario ha respondido mejor que otros territorios al impacto de la epidemia.

-En términos generales el sistema asturiano respondió muy bien por varias razones, una por cómo está planificado y dimensionado el sistema en Asturias, está muy pensado por las características poblacionales y territoriales y también por el grado de envejecimiento que tenemos, por el incremento de la esperanza de vida. Y en un momento de estrés del sistema fue capaz de resistir sin llegar en ningún momento al colapso. Yo siempre digo que los enfermos que están en la UVI no caen del cielo, llegan por haberse contagiado, por haber enfermado y que en una comunidad como la nuestra, con mucha gente mayor, con pluripatología, porque tenemos a muchas personas que trabajaron en sitios con muchos riesgos laborales, que a pesar de todo la mortalidad comparativamente con otros territorios ha sido menor y el sistema fue capaz de dar respuesta a la epidemia.

-Al comienzo de la crisis, y aún ahora, la preocupación era muy grande porque la asturiana es una población muy envejecida.

-Claro, y por eso digo que a pesar de las características de la población ha respondido bien. Vamos a ver, una sola muerte nunca es razonable, pero el sistema fue capaz de responder bien. Quizás en Asturias haya habido más elementos que el propio dimensionamiento de respuesta del sistema. Cuando estamos ante una epidemia hay que seleccionar los mecanismos adecuados de respuesta y una epidemia, por definición, es un problema de salud pública, de salud comunitaria; y en Asturias hay una buena red de centros de salud y, hay que reconocerlo también, en Asturias tenemos muy buenos profesionales. Esto ha permitido que Asturias ponga muros de contención a la diseminación de la epidemia.

-Esas diferencias, ¿también se verán a la hora del desconfinamiento? El presidente Sánchez señaló que la desescalada no sería por divisiones administrativas, que no tendría por qué coincidir con comunidades o provincias.

-Tendrá que ser con comunidades poblacionales y habrá que ver qué mecanismos tiene esa comunidad, cómo se mueve. Porque hay una cuestión que hay que tener en cuenta siempre también en las epidemias. Pensemos en el Sida, que fue también un shock, aunque ahora lo olvidemos, pero sólo se contagia si se practican sin protección prácticas de riesgo, pero con el coronavirus no, no tienes que practicar nada, se contagia haciendo tu vida cotidiana, relacionarte con otras personas, y por esas características que tiene este virus hay que tener muy en cuenta la sociología, cómo vive una sociedad, qué valores tiene, cómo se mueve. Y por eso va a ser muy diferente en cada territorio, en Asturias no se mete la gente en el metro por miles como en Madrid. Por eso, una vez visto que, aparentemente se ha contenido el virus mejor, hay que ver cómo es Asturias, a qué se dedica, si los paisanos pueden ir a la huerta, que es algo muy sensato, hay que mirar cómo se comparta cada uno en cada ámbito, y en España hay pocas diferencias pero hay alguna. Y todos ellos son elementos que hay que tener en cuenta lo que llamamos desescalar. Igual que en Madrid hay un riesgo en soltar a un millón de personas en el metro, en Asturias hay costumbres que pueden suponer algún riesgo, los culetes de sidra con un vaso compartido, por decir una anécdota.

-Se ha dicho que los países asiáticos cuentan con más experiencia frente a las epidemias y que estaban mejor preparados que los occidentales, aquí el golpe ha sido muy duro.

-Creo que hubo un elemento disuasorio por aprendizaje anterior, cuando tuvimos la gripe A, el SARS o el MERS, también hubo muchísima alarma por parte de la OMS, pero fue más la alarma que lo real y hubo gente que pensó que esto iba a ser otra historia parecida. Si se empieza diciendo que en China con 1.400 millones de habitantes hay 4.000 muertos, y ahora parece que son más, se puede pensar que tampoco es para tanto. También es verdad que los chinos tomaron medidas súper rígidas, que no las tomaron en otros casos. Tedros Adhanom Ghebreyesus, el director general de la OMS estaba alertando, diciendo que no sabíamos si este virus no va a disminuir la transmisión en verano, como la gripe con el buen tiempo, cuando había gente que pensaba que con la primavera podía atenuarse. Pero no, es un virus nuevo, no sabemos si va a pasar; creo que esto es lo que pilló a todo el occidente desconcertado, pensar que era algo exagerado, que como en anteriores pandemias podía quedar en casi nada. Se dice que es un virus similar a la gripe pero es que para la gripe tenemos vacuna, y además a casi toda la población de riesgo vacunada, y sin ella no hay manera de amainar la virulencia, se extiende con toda su fortaleza.

-¿Por qué el impacto en España ha sido tan fuerte?

-Creo que tiene bastante que ver las características de la población, tanto nosotros como los italianos somos muy de convivir. Por eso decía que la sociología es muy importante, somos países en los que nos gusta juntarnos, ir a los restaurantes, besuquearnos todo el día y todo eso tiene que ver con que entrara más rápido el virus y nos pillara más desprevenidos. Está la excepción de Grecia, por ejemplo, que tiene también un comportamiento más del sur pero el virus entró después y tuvieron mejor manera de protegerse. Por eso insisto mucho en la sociología, en el modo social de convivir, que tiene mucho que ver en cómo se transmite un virus de estas características. Esa es una faceta importante, y luego se especula, porque todavía no sabemos todo del virus ni de la capacidad de defensa, ni de las cepas que mutan. También se habla, aunque no está claro, de algún componente genético en algunas personas que hiperreaccionan a la enfermedad. Muchos de los daños que produce no son por el efecto del virus sino por la defensa del organismo contra él, que provoca las inflamaciones, el problema de las neumonías. Puede ser que haya que determinadas personas genéticamente tienden más a hiperreraccionar, como en las enfermedades autoinmunes en las que agredes a tu propio organismo, y esto podría ser parecido. Se especula que pudiera haber alguna variante genética que tengamos en común en el zona mediterránea, pero sólo es una hipótesis que los investigadores están planteando.

-Dejó el Ministerio de Sanidad no hace tanto, ¿ha pensado alguna vez en si le hubiese tocado lidiar con esta situación?

-Tengo virtudes y defectos y una virtud que tengo es que la tarea que me toque hacer me pongo orejeras y me pongo a ella. Sinceramente, no pensé nunca «vaya putada si me hubiera tocado». Si me hubiera tocado me hubiera puesto a ello, tendría unos disgustos cada día monumentales y monstruosos. Pero, bueno, me hubiera puesto manos a la obra, nunca rehúyo ninguna tarea que haya que afrontar. No me tocó pero no digo qué bien que me libré, alguien tiene que hacerlo.

-Dada su experiencia ¿le piden consejo, ha colaborado con el Ministerio en la gestión de la crisis?

-No estoy en el día a día de la gestión pero sí estoy pendiente, estoy en la comisión de sanidad en el Congreso, soy la responsable de sanidad en la ejecutiva federal del partido y estoy, más o menos, enterada de por dónde van los temas, no estoy en la gestión directa del Ministerio, eso es evidente. Hablo con la gente, con los responsables y, en lo que puedo, echo una mano.

-En la crisis sanitaria se ha dado, quizá más en España que en otros países, también una enorme división política.  ¿Qué nota le pone al Gobierno?

-A ver, hay que estar ahí ¿eh? Hay que estar lidiando con las responsabilidades que tiene cada uno. Es que aquí hay corresponsabilidades, y hay muchos partidos que tienen distintos ámbitos de responsabilidad, y esta es la cuestión: no hay un responsable único en la toma de decisiones. Aunque haya una declaración del Estado de Alarma, hay responsabilidades a todos los niveles, hay diferencias entre las comunidades autónomas y eso evidencia que además de las características de comportamiento en el ámbito de cada territorio, no me refiero a autonomías sino a comunidades de convivencia, y es diferente; también hay responsables a la hora de poner lo dispositivos de atención primaria y hay comunidades que no lo hicieron. No voy a criticar a ninguna porque no procede, ahora tenemos que estar todos a una y además supongo que cada uno haría lo que puede. Pero más que decir que el ministerio lo hizo bien o mal hay que pensar que se hizo colectivamente, por parte de todos los que tienen responsabilidades en esto. Para bien o para mal aquí hay corresponsabilidad y son muchos los partidos que tienen responsabilidades de gestión, no sólo el PP, Ciudadanos gestiona la sanidad en Castilla y León, en Andalucía está Vox en los pactos de gobierno, los nacionalistas vascos, los independentistas catalanes. Quiero decir que hay muchos partidos que tienen aquí responsabilidad en la gestión, y pongo el acento en esto porque es muy importante. Dentro de los criterios generales de abordaje de la epidemia, luego cada comunidad autónoma en su ámbito adoptó decisiones y tomó medidas. En Asturias se hizo bien y el sistema respondió bien; hubiéramos querido, claro, que no hubiera ningún fallecimiento. En síntesis, creo que hay una corresponsabilidad compartida de muchas instituciones y de muchos partidos políticos.

-Ha habido, y aún los hay, problemas de abastecimiento, muchos compartidos también en otros países, han faltado mascarillas y ha habido test que no funcionan. Especialmente al principio de la epidemia, en España despertaron mucha preocupación, incluso hasta para llegar a los tribunales: hay una denuncia de sindicatos médicos y de enfermeros.

-De hecho hay ya una sentencia del Supremo que dice que hay que informar cada 15 días si se da material por una denuncia del sindicato médico. Cada uno, en una democracia, utiliza los instrumentos que puede. A mí me parece que esto es un tema de trabajo institucional, serio y de gestión. Hay quien fue a los tribunales y para eso está justicia, para que cada uno vaya y defienda lo que quiera. Es evidente que hubo escasez de material al inicio de la epidemia pero es que es una pandemia, y por la propia definición de la palabra podemos ser conscientes de que todos los países estaban a quitarse los productos unos a otros en el mercado. Y luego, que salgan jetas, oportunistas que te vendan como un EPI algo que no hay por dónde cogerlo, siempre tienes ese riesgo. O que compres algo y te manden otra cosa de peor calidad, en circunstancias normales lo devuelves y nadie se entera, aquí lo devuelves y se arma una tremolina porque estabas esperando por ello como agua de mayo. Son cuestiones que tienen una finalidad sanitaria pero que responden a unas reglas que no tienen nada que ver con las sanitarias. Hay que ser conscientes de que ante una pandemia todos los países necesitaban los mismos productos y ese fue el gran problema. Sí hubo problemas, pero no sólo los tuvo España, en Estados Unidos hay falta de material, en fin, fue un problemón añadido a la gestión de la crisis, que exigió dedicarle muchas energías y generó muchos quebrantos. Porque es cierto que generó muchos quebrantos, la falta de protección de los médicos ha llevado a contagios y es tristísimo que mueras en el ejercicio de tu profesión, o que pasaron la enfermedad y estuvieron muy mal. Es un tema serio, fue muy rápido, es un virus nuevo y hay que pensar que en el mes de diciembre todavía no se sabía si se podía transmitir de humano a humano, son cuatro meses y en ese tiempo fíjate lo que pasó. Hay que ser un poco cautelosos en todo esto.

-¿Viendolo en perspectiva, debieron celebrarse las manifestaciones del 8 de marzo? También ese día hubo otros actos políticos, fútbol...

-Se esgrimen permanentemente esas manifestaciones por un componente ideológico clarísimo. No dicen lo mismo de otro tipo de eventos que también se celebraron ese fin de semana, y con anterioridad, y eran reticentes a que se adoptasen medidas. En fin, no me atrevo a hablar mucho porque yo no estaba en el Ministerio y no tengo los datos para saber si con la información que había en esos momentos podías pensar en tomar otras decisiones. Supongo que cuando tomaron las que tomaron sería porque tenían la información en la que basar su decisión. De hecho ya se habían dado algunas recomendaciones para que no hubiera eventos con personal sanitario. Yo tenía un acto a propósito del 8 de marzo organizado por el Colegio de Enfermería y se suspendió. Era el día 4 pero ya todos los eventos médicos y sanitarios esa semana se suspendieron para evitar que el personal sanitario se contagiara. Pero el resto, si no había bases para suspenderlo, en fin; había muchos eventos, otra cosa es que se quiera poner el foco en esas manifestaciones por el componente ideológico que hay.

-¿Crecerá el apoyo al sistema público sanitario o todo se quedará en los aplausos de las ocho?

-Espero que sí, que haya un refuerzo al apoyo al sistema sanitario, todo el mundo está súper agradecido. Sí hay que estar preparados para cuando esto pase y haya que volver a la normalidad, que hay muchas patologías, muchos enfermos crónicos, y está todo un poco postpuesto. Se tendrán que recuperar muchos controles y pedir a la ciudadanía que tenga calma, que no quieran que todo siga a la misma vez. Esta etapa de transición de vuelta a la normalidad del funcionamiento sanitario sistemático, diario y cotidiano hay que pensar en ella como un uso sensato de los centros sanitarios, no sobrecargarlos hasta que sean incapaces de dar respuesta. Todo esto se tendrá que ir digiriendo en la gestión de cada hospital y cada centro de salud, hasta que se transite a una etapa de normalidad, de nueva normalidad.

-¿Las mascarillas serán parte de nuestra rutina en las calles durante mucho tiempo?

-Yo espero que al final tengamos vacuna. Es muy difícil que el virus llegue a desaparecer y ya veremos cómo se comporta, porque cada día aprendemos cosas, podremos saber si será estacional o no. Si hay vacuna podremos saber si muta mucho y hay que cambiar de vacuna cada temporada como pasa con la gripe. Todavía tenemos que saber muchas cosas pero, de momento, con las cepas que hay ahora hay que intentar encontrar una vacuna y que podamos normalizar un poco la convivencia. Lo que sí debemos sacar de conclusión de esto es que en los últimos años, con demasiada frecuencia, vemos saltos de virus de especies animales a las personas. Fue así con el Sida, el ébola, todos los coronavirus, se producen con demasiada frecuencia y esto tiene que ver, evidentemente, con todos los cambios ambientales. Difícilmente entendemos que somos seres biológicos, que formamos parte de los ecosistemas planetarios, no somos algo ajeno. En nuestra vida, sólo por vivir, por respirar o alimentarnos, estamos interaccionando con nuestro entorno, como cualquier otro animal. No tenemos eso en la cabeza y estamos agrediendo tanto los equilibrios del planeta. La OMS, a propósito del cambio climático, lleva advirtiendo décadas de que las consecuencias en la salud vendrán por grandes epidemias. Tenemos que sacar esa lección, que somos vulnerables y al igual que podemos acabar con otras especies, nos puede pasar a los humanos porque formamos parte de ecosistemas que estamos rompiendo continuamente.