Alfredo Rotella, el asturiano superviviente del exterminio nazi en el Kommando Hohwacht

L.O.

ASTURIAS

Alfredo Rotella
Alfredo Rotella

Falleció en Francia el pasado 5 de marzo tras haber superado la guerra y los campos de Buchenwald y Neuengamme

30 abr 2020 . Actualizado a las 17:12 h.

Alfredo Rotella Morán nació en Sama de Langreo en 1922 y murió en Eauze, en Francia, el pasado 5 de marzo. La trayectoria y las fechas de este periplo dan una pista de lo extraordinario de su vida. Efectivamente, la de Rotella Morán fue una marcada por la Guerra Civil en España primero, luego el exilio y la Segunda Guerra Mundial para ser atrapado por los nazis y padecer los terribles campos de concentración en los que también sufrieron y murieron miles de españoles huídos de la dictadura de Franco.

Rotella Morán fue prisionero en dos de esos infiernos de alambre de espino, Buchenwald y Neuengamme, a los que llegó tras haber padecido los rigores del conflicto en Asturias y España. En dos ocasiones. Su padre ya había sido encarcelado por los sucesos de la revolución de octubre de 1934, en la guerra consigue escapar, tras la caída de Asturias en 1937, hasta Francia desde donde logra entrar de nuevo en España por Cataluña. Es una historia similar a la de miles de asturianos que lucharon por la república en ambos frentes. También como la de ellos es un relato de derrota y exilio. Tras la victoria de los nacionales debe escapar a Francia y tras varios confinamientos consigue escapar y unirse a la resistencia en la lucha contra los nazis. Pero es capturado y en 1944 fue deportado primero a Buchenwal, donde le asignaron el número 44321; y luego a Neuengamme, donde le dieron un nuevo número, el  63667.

Un panel dedicado a Alfredo Rotella en la exposición  Sufrir la guerra, buscar refugio  del  Grupo Eleuterio Quintanilla
Un panel dedicado a Alfredo Rotella en la exposición Sufrir la guerra, buscar refugio del Grupo Eleuterio Quintanilla

Neuengamme es singular por varias razones, una que es un campo que estaba en la propia Alemania, en la región de Hamburgo, allí murieron más de 56.000 personas. Era además al final de la guerra uno de los puntos en los que se obligaba a trabajar a los prisioneros en la elaboración de piezas para las «armas milagrosas» de Hitler, los cohetes V1 y V2, el primer misil balístico de combate de la historia. Estos grupos de esclavos trabajaban en el llamado Kommando Hohwach.

La Association Française Buchenwald Dora et Kommandos recoge en su web el testimonio de Rotella Morán esos días, en el final de la guerra y de cómo logró escapar con el apoyo de un soldado desertor alemán. 

Su relato es el de un Kommando formado por alrededor de 200 prisioneros de varias nacionalidades, entre ellos estaban cuatro españoles. Las duras jornadas de trabajo se sucedieron hasta que los alemanes comenzaron a intuir el final de la guerra y la derrota definitiva del nazismo. En abril del 45 fueron evacuados hasta la localidad de Rathmansdorf y el 3 de mayo, apenas unos días antes de que terminara el conflicto, «uno de nuestros guardias, que hablaba francés por haber sido prisionero durante la guerra de 1914-1918, nos dijo: 'Si quieres, te llevaré a través del canal de Kiel y, después, Me voy a casa porque para mí la guerra ha terminado'».

El soldado aprovechó que ya no había SS en la zona, y con un grupo de 20 prisioneros (4 españoles, 6 belgas y 10 franceses), escapó. «Al llegar al puente sobre el Canal de Kiel, nos detienen los guardias que vigilan el puente. Nuestro guardia les dijo que tenía órdenes de escoltarnos para reparar un camino que había sido bombardeado. Pasamos y llegamos a Kiel. Allí, el guardia nos abandona».

Tras esconderse en un búnker fueron al encuentro de las tropas aliadas, las encontraron en Neumünster aunque al principio fueron detenidos. «Vamos al ayuntamiento para solicitar alojamiento. Llaman a la policía local y terminamos en la cárcel donde nos quedamos tres días. Hacemos ruido y un guardia viene a vernos. Solicitamos reunirnos con el director. Después de la palabrería, vienen los soldados aliados; les decimos que somos soldados. Inmediatamente nos liberan y llegamos a un cuartel de exsoldados alemanes. Nos piden nuestros nombres y direcciones en Francia. Finalmente somos hombres libres».

Era el 20 de mayo de 1945 y todavía le seguiría un largo camino hacia Bruselas y finalmente Francia, donde se asentó. A las generaciones venideras, Alfredo Rotella les dejaba un mensaje «ni odio ni olvido».