Celestino Fernández Pérez, la primera víctima del coronavirus en A Mariña

j.a.q. RIBADEO / LA VOZ

ASTURIAS

Nacido en Ribadeo, sus cenizas serán llevadas a Avilés para reposar con con su esposa e hija, ya fallecidas

01 jun 2020 . Actualizado a las 08:28 h.

Nació en Ribadeo y apenas había cumplido los veinte años cuando viajó hasta Avilés buscando trabajo. Tuvo varios empleos, cosas menores, hasta que al final lo contrataron en Ensidesa. En la ciudad asturiana hizo su vida y en la empresa siderúrgica trabajó hasta que se jubiló con 62 años. Era Celestino Fernández Pérez, la primera víctima de A Mariña del coronavirus. Falleció en el hospital de Burela. Tenía 85 años.

Celestino tuvo una única hija, muerta hace veinte años. Un duro golpe que superó con su esposa. «Mi abuela era una persona muy activa e independiente y él estaba muy unido a ella. Falleció en diciembre y como yo estaba en Madrid estudiando, optamos porque mi abuelo fuese a una residencia privada en Ribadeo (el Mirador del Eo), básicamente porque era allí donde él quería estar, donde había nacido, cerca de su familia». Quien lo cuenta es la nieta de Celestino, Yolanda Teijido, de 23 años, la persona que más estrechamente estaba vinculada a él.

«Ingresó en la residencia a finales de diciembre del año pasado, y al poco tiempo empezó con una tos, un catarro que no se le curaba nunca. Le habían dado antibióticos, pero no acababa de mejorar. Una semana antes de fallecer ingresó en el hospital de Burela con la intención de inyectarle directamente el antibiótico en vena y solucionar de una vez el problema. Y allí no se sabe lo que pasó, a mí no me han dicho nada oficialmente, pero el caso es que le diagnosticaron coronavirus y murió por ello. Entró con una bronquitis y le derivó en una neumonía por el covid-19. Estuvo ingresado apenas una semana y desde que dijeron que tenía neumonía hasta que murió pasaron dos o tres días», añade Yolanda Teijido.

Su estancia en la residencia

En su breve estancia en la residencia ribadense, Celestino dejó una grata huella: «Era un señor encantador, muy calladito, muy buena persona. Se le veía bastante afectado por la muerte de su esposa y por la de su hija, pero tenía muy buen carácter, era comedido y muy educado», dicen en el Mirador del Eo.

El dramático desenlace, como todas las historias ligadas a las víctimas de coronavirus, es muy triste. «No pude verlo. Murió en Burela completamente solo, porque al tener el virus no dejaban entrar. Y después hubo que incinerarlo. Al haber sufrido el contagio no le hicieron la autopsia y había que enterrarlo inmediatamente, cosa que no quise, o incinerarlo», cuenta Yolanda Teijido.

Desde entonces, desde el 24 de marzo, las cenizas reposan en un tanatorio en Ribadeo. Yolanda, que aun siendo nieta era como una hija para Celestino, no ha podido ir a buscarlas al no estar abiertas las fronteras entre comunidades autónomas. «Quiero traerlo para Avilés y que esté con mi madre y con mi abuela, los tres juntos en el mismo nicho. Aunque nació en Ribadeo, donde realmente vivió fue en Avilés y es aquí donde creo que tiene que descansar para siempre», explica.

El dramático desenlace

«Son situaciones tristes, muy duras», apunta Yolanda, porque el coronavirus obligó a que Celestino pasase las últimas semanas de su vida sin ver a sus familiares: «Fue por causa mayor, pero saber que se vio solo en el hospital, y antes en la residencia, eso al final pesa mucho. No poder verle, no hablar con él, fallecer en estas circunstancias, por mucho que le explicasen que no podíamos ir a estar con él, es muy duro. No es solo por mi abuelo; es toda la gente mayor que ha pasado por eso y muerto sola».

Cuando afortunadamente las listas de fallecidos bajan a diario, con la desescalada de la alerta sanitaria en marcha, la presencia de todas las víctimas debe seguir más latente que nunca, porque ninguna debió de fallecer por covid-19 ni mucho menos como lo hizo.

Y este es el homenaje, el recuerdo, que le tributamos. En su memoria. La de Celestino Fernández Pérez.

«Fallecer en esas circunstancias es muy duro. No es solo por mi abuelo, es toda la gente mayor que ha muerto sola»