El «padre coraje» que lleva 21 años esperando a hacer justicia a su hijo: «He sido hostigado y amenazado»

Marcos Gutiérrez ASTURIAS

ASTURIAS

Pedro José Corujo Uría, en el centro, con varios compañeros
Pedro José Corujo Uría, en el centro, con varios compañeros

El Juzgado de Instrucción número 7 de las Palmas de Gran Canaria ha reabierto el caso de Pedro José Corujo Uría, militar gijonés fallecido en 1999. Su padre sigue defendiendo que no se quitó la vida

10 sep 2020 . Actualizado a las 15:10 h.

A finales de junio, el juez titular del Juzgado de Instrucción número 7 de las Palmas de Gran Canaria dictó la reapertura de las diligencias previas en el caso de Pedro José Corujo Uría, cabo gijonés de la Policía Naval de Infantería de Marina. Hace 21 años, concretamente el 1 de septiembre de 1999, su cuerpo sin vida fue hallado con un disparo en la cabeza en los baños de la tropa de la Comandancia de Marina de Las Palmas de Gran Canaria.

Apenas un mes después se sobreseyó el caso. La investigación había concluido que se trató de un suicidio. Su padre, José Pedro Corujo Jamart, sigue defendiendo a sus 80 años que su hijo no se quitó la vida. Aún insiste en que falleció por ser testigo y dar parte de un robo de droga que tuvo lugar en las instalaciones militares en las que estaba destinado.

Son muchas las pruebas que ha presentado para lograr que se reabra el caso. Desde informes periciales criminológicos a perfiles psicológicos y análisis del carácter de Pedro José Corujo Uría. «Llevo 21 años esperando que se haga justicia y espero que, cuando denuncio, se lea al menos todo el escrito que, además, aporto como nueva prueba. Hasta ahora hubo un corporativismo de estado brutal y desleal», comenta.

«Cada vez que denunciaba me ignoraban o miraban para otro lado», añade. José Pedro Corujo Jamart se muestra especialmente crítico con la actuación del Ministerio de Defensa.

Pedro José Corujo Uría nació en Gijón, el 10 de abril de 1973, el sexto hijo de una familia trabajadora de once miembros. «Siempre fue muy moderado, modélico y educado con las personas», recuerda su padre. Trabajador y entregado, «incluso estuvo estudiando y trabajando para conseguir dinero para sus gastos personales, ya que en su casa; al ser tantos; no había una asignación monetaria fija».

En el ámbito académico llegó a terminar el COU a la vez que realizaba trabajos de camarero y barman, hasta que ingresó en la Armada en Septiembre del 94 como soldado profesional en Infantería de Marina (murió siendo Cabo de la Policía Naval y Protección Escolta de Autoridades). Lo hizo «siguiendo los pasos de su otro hermano, que había ingresado como profesional en el mismo cuerpo unos meses antes»

En el ejército mostró siempre «un enorme concepto de la amistad y del compañerismo» y estaba «muy bien considerado por sus mandos superiores; tanto a nivel profesional como personal». El padre del fallecido resalta que su hijo «era una persona a la que le gustaban los puestos de riesgo o con grado de dificultad, siendo un estímulo añadido saber sobreponerse al miedo, aparte de ser metódico y calculador».

No en vano insiste en que se fue a Canarias posteriormente para poder tener más posibilidades de ascenso, ya que allí se fijaban más en los militares que destacaban, escogiendo  puestos de riesgo y de responsabilidad. Uno de ellos fue el curso de Policía Naval, completado con otro de Protección y Escolta de Autoridades, «a los que sólo pueden acceder los mejores del curso de Policía Naval. En ambos sacó el segundo puesto».

Añade que «cuando se reclamó su documentación al Tercio de Armada (TEAR) para su incorporación en Canarias, éstos les comunicaron que se llevaban la Joya del TEAR». «Incluso poco después de incorporarse en este destino, salió citado en la Orden General del Día por felicitación expresa del Almirante Jefe del Alto Estado Mayor de la Armada», abunda.

José Pedro Corujo Jamart considera que una persona «que goza de todo esto y tiene bien definidos sus planes, desde luego que no tiene perfil de riesgo suicida; mucho menos después de tantos exámenes psicológicos que le hicieron desde su ingreso en la Armada. Mucho más exhaustivos y rigurosos para el Curso de Operaciones Especiales, ya que se trata de un puesto de élite, al que solo se accede si se supera y va acompañado de un examen psicológico».

Según la versión oficial, su hijo se habría suicidado por haber suspendido en el curso de capacitación a Cabo Primero, lo que a su juicio no tiene sentido, ya que «una persona que hace planes y se marca como meta ser Sargento para formar una familia no se suicida así porque sí y sin ninguna causa que lo motivase; y mucho menos por un pretendido fracaso escolar como expone la forense en su informe, basado en testimonios carentes de sentido y de fundamento. Y cuanto más aduciendo que podía ser por causa de un suspenso inexistente para el curso de ascenso a Cabo Primero, o a la no posible renovación por parte de la Armada; además de ser inciertas y tomadas de oídas, muy posiblemente intencionadas, tampoco son ciertas en ninguno de los dos supuestos. Incluso él sabía que no podía acceder al curso al tener pendiente una falta leve; aunque al estar propuesto por sus mandos conservase esa esperanza de poder hacerlo, pero siempre dependiendo de lo que decidiese la central en Madrid. Pero también con la seguridad de poder acceder al curso de Cabo Primero tres meses más tarde».

Por tanto, desde su perspectiva, «ni hubo tal suspenso, ya que nadie suspende sin haber sido siquiera convocado el curso, y mucho menos se puede decir que esto fuera un fracaso escolar y por ello no le renovarían el contrato, ya que tenía renovación hasta el 4 del abril del 2001». A su juicio «es preocupante el hecho de que, desde que murió, se esté ahora destacando, en alguno de los expedientes cubiertos por el AGRUCAN, su fracaso escolar en el curso de Operaciones Especiales, algo que no se menciona en aquellos que no lo consiguieron terminar, quizás para reforzar más la teoría del suicidio como la única causa que originó el incidente. Pero, más preocupante todavía, es que se omitan a la vez los cursos de Policía Naval y Escolta de Autoridades, así como de sus menciones especiales, recompensas y méritos que tuvo en 5 años de servicio»

Cree que «es incomprensible que con un perfil de carácter como este, en primer lugar, no hubiese dejado ninguna nota. Que, en segundo lugar, no se hubiese despedido de su hermano militar y de su hermana mayor que fue su protectora, sobre todo por el cariño y afinidad que tenían», tampoco que no hubiese repartido sus pertenencias entre sus hermanos, donado sus órganos en vez de ser incinerado y, sobre todo, que «por nada del mundo hubiese dado un disgusto así a su madre, sabiendo la angustia en que vivía cuando estaba fuera o iba de maniobras». 

Tampoco concuerda, desde su punto de vista, «el lugar elegido para suicidarse; cualquier sitio menos en un W.C. Incluso el hecho de dispararse atravesándose el casco que tenía puesto contradice la motivación suicida». El casco era, además, la «única prenda militar con la que se sentía ridículo». El «entusiasmo y celo por vivir terriblemente contagioso», que mostraba su hijo, «difícilmente concuerda con tener un perfil de riesgo suicida, más bien todo lo contrario».

José Pedro Corujo Jamart cree que tan sospechosa es la tesis del suicidio desde el punto de vista psicológico como desde los aspectos puramente mecánicos y físicos. Considera, cuanto menos, muy llamativo que su hijo recibiese el disparo en su retroauricular derecho con el casco puesto, siendo como era el fallecido zurdo. Asimismo, insiste en el hecho de que no se hallara pólvora en sus manos ni huellas dactilares en el arma que, además, no tenía el mismo número de serie que la que le proporcionaron ese día para realizar la guardia.   

Confiesa que, a lo largo de estos años, se ha sentido «hostigado, observado, amenazado, intimidado y un largo etcétera» por el ámbito militar.