César Rendueles: «Las élites se están movilizando porque tienen miedo de perder sus privilegios en la crisis»

Marcos Gutiérrez ASTURIAS

ASTURIAS

El sociólogo César Rendueles
El sociólogo César Rendueles

El sociólogo asturiano César Rendueles publica Contra la igualdad de oportunidades. Un panfleto igualitarista (Seix Barral) en el que reflexiona sobre la caducidad del proyecto social y económico que aún impera en el mundo

25 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El sociólogo gijonés César Rendueles nació en el año 1975. El mismo en el que moría Franco y, con él, empezaba a hacerlo la España más caduca. Ese país se subió rápidamente al tren de la modernidad y el neoliberalismo imperante. Pero, al igual que el resto del planeta, desde hace más de una década esa nueva España surgida de las cenizas de la dictadura ha comenzado a ver las costuras de la defensa a ultranza de los mercados y el sector privado frente al Estado. Su nueva obra Contra la igualdad de oportunidades. Un panfleto igualitarista (Seix Barral) reflexiona acerca de la desaparición del «compromiso con la igualdad real de nuestros consensos democráticos comunes» y de la clara descomposición del liberalismo tecnocrático.

--¿Qué le lleva a escribir Contra la igualdad de oportunidades?

--Es un libro en el que trato de estructurar una serie de ideas que me llevan preocupando desde hace casi diez años. Tienen que ver con la desaparición del compromiso con la igualdad real de nuestros consensos democráticos comunes, de las reglas del juego democráticas. Sobre todo, quería exponer esas preocupaciones de una forma que pudiera interpelar a lectores de todo el espectro político. Creo que hay o debería haber una forma de ser igualitarista desde la derecha.

--¿Podemos estar viviendo los 'últimos días' del neoliberalismo?

--El neoliberalismo, un término del que hemos abusado mucho, es un proyecto social que está experimentado una descomposición acelerada desde la crisis de 2008. Eso no significa que no existan procesos de mercantilización. Incluso se han vuelto más agresivos. Pero ya no funcionan como una ideología capaz de convencer a una mayoría social. Casi nadie se cree en serio que las privatizaciones nos benefician a todos. Aceptamos esas medidas que benefician a las élites económicas porque nos las imponen o porque no vemos alternativa. Es algo que se ve muy bien en el giro que han dado las políticas económicas de la Unión Europea.

--¿Es este el momento del igualitarismo?

--Creo que sí. Muchos de los callejones sin salida políticos y sociales a los que nos enfrentamos, algunos muy alejados de la economía, tienen que ver con la desigualdad: problemas sanitarios, políticos, educativos, culturales... No creo que el igualitarismo sea la solución a todo. Pero sin abordar la desigualdad tenemos las manos atadas.

--Su defensa del papel de una eficaz burocracia en el libro, ¿se ha puesto en valor con los problemas que hemos pasado en la actual crisis?

--En efecto. La crisis sanitaria ha sacado a la luz los efectos del desmantelamiento de los sistemas públicos de salud. Tenemos pocos médicos, centros de salud, respiradores… Pero también ha mostrado nuestro déficit de burocracia eficaz: recursos humanos y administrativos para intervenir rápidamente donde haga falta. Los efectos de esto se han visto muy bien en los problemas de gestión de datos fiables, en las descoordinaciones… Frente a lo que mucha gente cree, España tienen proporcionalmente muchos menos empleados públicos que los países europeos más desarrollados. Esta incapacidad de gestión ha generalizado un sistema que consiste en que los responsables administrativos o políticos se limitan a emitir un protocolo con el que se blindan legalmente y abandonan a los que están por debajo para que se busquen la vida para aplicar esa norma. Así ha pasado en sanidad, en educación o en los centros de trabajo.

--¿Es el concepto de la meritocracia una idea que, en realidad, perpetua  las desigualdades?

--La meritocracia es, básicamente, un sistema de justificación de los privilegios de la élite económica y social como algo merecido. En realidad, 'meritocracia' es una traducción bastante exacta de 'aristocracia'. Los ricos siempre han justificado la desigualdad por sus méritos superiores. Hoy los méritos de los que hablaban los nobles de la Edad Media nos parecen ridículos, pero las élites actuales hacen lo mismo apelando a su esfuerzo, inteligencia o capacidad de liderazgo. Lo que hace la meritocracia es cargar sobre las espaldas de los que peor están la responsabilidad de su propia situación y de la reducción de las desigualdades.

--¿Desde el igualitarismo, qué medidas se deberían poner en práctica para deshacer los excesos del neoliberalismo?

--Bueno, hay medidas de choque muy inmediatas y creo que, en realidad, bastante consensuales: una reforma fiscal para que las grandes empresas empiecen a pagar impuestos, un programa de políticas públicas dignas de tal nombre en ámbitos como la vivienda, la energía o las finanzas, un sistema de protección social que garantice la subsistencia… Otras medidas son mucho más lentas y complejas y tienen que ver con el modo en que incorporamos el igualitarismo a nuestras vidas cotidianas, igual que hicimos con la aceptación de la desigualdad.

--Recientemente ponía como ejemplo la 'revuelta' del barrio de Salamanca y los confinamientos selectivos en ciertas zonas del sur de Madrid como una manifestación tangible de que el mito del 'todos somos iguales' es, eso, un mito.

--Las élites se están movilizando porque tienen miedo de perder sus privilegios en medio de la crisis. Los ricos han salido literalmente a la calle para decirles a los gobernantes: no olvidéis quien os ha colocado ahí, no olvidéis que sois de los nuestros. Y algunos políticos han aceptado ese mandato y están poniendo en marcha medidas abiertamente clasistas. Es lo de mandar obedeciendo de los zapatistas, pero en versión elitista.

--¿Cree que hemos asumido demasiado dócilmente que la injerencia de los mercados en nuestras vidas es inevitable?

--Sin ningún género de dudas. De hecho, no sólo no es inevitable sino que en buena medida es un mito. Esos mercados que controlan nuestras vidas han estado auxiliados sistemáticamente por el Estado. Especialmente en España, donde las clases altas parasitan lo público. Todos esos ricos que llaman paguita a las ayudas, muy modestas, a gente que está en la miseria… ¿qué sería de ellos sin las gigantescas inversiones públicas en autopistas o en planes urbanísticos? ¿Qué sería de ellos sin el rescate bancario o el monopolio energético?