Fernando Beltrán: «Tardé meses en soñar algo que no tuviera nada que ver con el hospital»

Marcos Gutiérrez ASTURIAS

ASTURIAS

Fernando Beltrán
Fernando Beltrán

«La curación del mundo» es el nuevo poemario del  ovetense Fernando Beltrán, en el que se exorciza a sí mismo de la experiencia que supuso contraer y superar la COVID 19

25 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El de Fernando Beltrán (Oviedo, 1956) es uno de los miles de casos de personas que en España han tenido que mirar a los ojos al demonio durante 2020. Un año que, por suerte, está a punto de terminar. También afortunadamente este poeta, filólogo, nombrador y experto en identidad corporativa ha superado la experiencia del coronavirus para contarlo. Lo hace en «La curación del mundo» (Hiperión, 2020), poemario que, en cierta manera, le ha servido de catarsis y sanación espiritual. El también fundador de El Nombre de las Cosas, estudio pionero en España en la creación de denominaciones para marcas, profesor del Instituto Europeo del Diseño y creador del Aula de las Metáforas de Grado cree que su más reciente obra ha sido su «mejor curación».

--¿Cómo empezó a temer que se había contagiado?

--Sabores extraños al comer, cansancio y molestias sin importancia, achacadas al agotamiento por haber viajado los días anteriores impartiendo un ciclo de conferencias.

 --¿Qué le pasó por la cabeza cuando le confirmaron que, efectivamente, tenía el coronavirus?

--Impacto y sacudida emocional, pero desde la inconsciencia aún de lo que vendría después.

 --¿Llegó a pasar miedo?  

--Sí, en el hospital.  Reaccioné pronto, pero eso no me quitaba el pánico, porque había gente en mí mismo estado que se agravaba de pronto y moría en apenas unas horas. Aquellos días de finales de marzo y principios de abril fueron terribles en Madrid. Una debacle.

--¿Pensó en lo peor?

--No sé si lo peor, pero desde luego sí que empecé a sentir el estupor de la despedida. Pero a la vez una extraña calma, y el agradecimiento a la vida por haber tenido la suerte de amar tanto y haber sido tan amado.

 --¿Qué fue lo más difícil en el hospital?

--La soledad. El aislamiento. El pensar en mi mujer, mis hijas… Pensar que si me pasaba algo me iría sin darles la mano. Perder el tacto ha sido, y sigue siendo, lo peor de esta pandemia.

 --¿Y luego?

--El paso por el hospital es lo que más me ha costado quitarme de la cabeza. La curación siguió luego en casa, pero tardé meses en soñar algo que no tuviera nada que ver con el hospital.

--¿Qué lección ha aprendido de su propia convalecencia?

--Que la enfermedad venía de fuera, pero el sanar de dentro de uno mismo. Porque me aferré a la poesía y a mil metáforas de urgencia para salir adelante. También aprendí a posteriori que a la naturaleza le da igual que mueras o no mueras…, y que todo tiene sentido cuando todo se pierde. ¡Qué calma!

--¿Es terapéutica la poesía?

--En mi caso no es una opinión. Lo viví… De cualquier forma, siempre he pensado que la poesía es útil.  Porque si es útil para nosotros, por qué no va a serlo para los demás, si todos tenemos fríos, miedos, intemperies y dudas tan parecidas…

--¿Cómo ve la manera en la que, como sociedad, hemos afrontado esta pandemia?

--No tengo perspectiva suficiente todavía para valorarlo. Lo que sí creo es que al principio no le dimos la importancia que tenía; con memes, y bromas cuando ya se morían cientos de personas en un país tan cercano como Italia. Pero luego se ha afrontado en general con responsabilidad, sentido común, y miedo, por supuesto

--¿Cómo surge la idea de crear «La curación del mundo»? 

--Surge porque de pronto aparece una luz en las persianas del hospital, tras la noche más infernal de la que pensé no saldría jamás vivo, y uno escribe mentalmente en su cabeza tres versos: Nunca / la luz del día / tanta luz. Versos celebratorios que luego resultaron ser los primeros de una serie, pero sin voluntad de libro. Eso viene luego, meses después. Como la voluntad de compartirlos.

--¿Algo así como dar testimonio?

--Sí. Y aportar a la sociedad tu oficio en estos momentos difíciles, como lo hacen cada día el panadero, la cajera del supermercado, la doctora, el conductor de autobús, la profesora, el camión de la basura atravesando cada noche la hora más fría de la pandemia.

--¿Es este poemario una suerte de sanación espiritual, una vez que logró superar la enfermedad?

--Sí. Su escritura fue mi mejor curación. No tengo duda.  Y ese extenso primer poema llamado La jerarquía del ángel, la culminación de esa curación. Al menos del primer estado de shock.

 --Uno de sus primeros 'actos' tras superar la enfermedad fue visitar el Aula de las Metáforas de Grado, ¿Qué supuso para usted empezar a recuperar una actividad normal, dentro de las limitaciones de la pandemia?

--Supuso celebrarlo todo. Se habla de las secuelas, y se mencionan muchas, pero no se habla de las secuelas buenas, como son la celebración aún mucho más intensa de la belleza, el amar, los árboles, los campos de trigo, el verde de nuestra tierra, las cosas buenas de la vida… Y entre esas cosas buenas de la vida, está esa joya y espacio tan entrañable en el que sí, me rompí completamente, al pisarlo de nuevo y leer en alta voz el poema Tacto, en el que celebro, aquellos guantes de plástico que era lo único que me tocaba y curaba aquellos días. Por eso está dedicado a las enfermeras que me atendieron. Al mundo sanitario en general.

 --John Lennon decía que la vida es eso que nos pasa mientras estamos demasiado ocupados haciendo otros planes. ¿Puede o debe servirnos este año horrible para valorar ese cúmulo de pequeñas cosas a las que normalmente no concedemos importancia? 

--Claro. Pero ojo, valorar es un acto de voluntad. No permanece ahí porque sí. Hay que alimentarlo cada día. Y no sólo porque sea justo hacerlo así, es que las cosas van mejor así. Estoy convencido.

--¿Se puede dar algún consejo a alguien que, ahora mismo o en los próximos meses, vaya a pasar por el trance de la COVID 19?

--Recordarles que de esto se sale, también. Y que la medicina he de ir acompañada de fuerza interior, de lucha. De la metáfora que más ayude a cada uno.

 --¿Metáforas siempre en su vida?

--De hecho hay una no escrita, que quizás fue la primera. En el alfeizar del hospital se posó, uno de los días más aciagos, un mirlo deshilachado y oscuro, que no presagiaba nada bueno. Pero de pronto se giró y tenía un hermosísimo y vívido pico naranja. Y dije, ufff, ahí me agarro, porque de pronto quise pensar que aquel pico recto tan hermoso era como una señal de tráfico, una dirección que apuntaba a salir adelante. Había futuro. De ese naranja no me olvidaré nunca.

 --¿Desea añadir algo más?

--Sí. Un recuerdo emocionado para tantos seres que se fueron estos meses. Y un abrazo a cuantos sufren estos días su pérdida. Porque mientras gastamos, a veces a voces, inmensas energías en cuitas a menudo mezquinas, hay mucha gente, muchísima, sumida ahora mismo en un desgarro absoluto. Respeto y memoria, por favor. Y un saludo muy grande a todos.