Los secretos de Asturias F5, la escuela digital solidaria

Marcos Gutiérrez ASTURIAS

ASTURIAS

Formadores y alumnos de la escuela asturias F 5
Formadores y alumnos de la escuela asturias F 5

Asturias F5 es la cuarta escuela de la red de Factoría F5 en España, dedicada a formar a personas en situación de vulnerabilidad en el mundo de la programación y el desarrollo web

16 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Preparar a los alumnos desde el minuto cero para trabajar en proyectos tecnológicos como los que se van a encontrar en su primer día de trabajo. Ese es uno de los objetivos de Factoría F5, la primera red de escuelas digitales solidarias, inclusivas y gratuitas en España dedicada a ofrecer oportunidades a personas en situación de vulnerabilidad en el mundo de la programación y del desarrollo web. Trabajan con una innovadora metodología orientada a la inserción laboral, basada en el modelo de éxito internacional Simplon.co.

Su metodología se basa en formación intensiva, que incluye un acompañamiento individual para la inserción laboral; aprendizaje a través de la práctica y del trabajo en equipo; evaluación entre compañeros/as y compromiso social. Asturias F5 es la cuarta escuela de la red de Factoría F5 en España. Comenzó su formación en un formato presencial en remoto (online) el pasado mes de octubre con 24 personas, con una gran diversidad de perfiles. Fueron seleccionadas en base a 4 criterios: la motivación, la lógica, la autonomía y la capacidad de trabajo en equipo. Durante 7 meses (1.000 horas), los y las coders recibirán la formación necesaria.

Rebeca Rodríguez es la responsable de la escuela de Asturias F5, con la que colaboran Capgemini, el servicio de Empleo del Principado, Ayuntamiento de Gijón y la Fundación Nous Cims. Explica que con las «1.000 horas en las que se está trabajando saldrán desarrolladores web junior, que podrán ir a trabajar a casi cualquier empresa tecnológica asturiana». Se imparte una «formación transversal que les permitirá incorporarse al mercado tecnológico en Asturias» y, asimismo, que empresas del ámbito tecnológico dispongan de profesionales con una formación muy orientada a conocer lo que es el día a día habitual de una compañía del sector.

Se trata «del primer bootcamp (ndr: curso intensivo) de Asturias». Los alumnos crearán páginas web y aplicaciones web con un aprendizaje práctico. Posibilitarán una experiencia de usuario atractiva y dinámica usando HTML, CSS y JavaScript. Adquirirán también las habilidades para instalar un entorno de desarrollo, una introducción a la programación con JavaScript y colaboraciones en proyectos GitHub. La responsable de la escuela en el Principado indica que el único perfil de alumnos que se busca es el de «personas con inquietud y talento digital».

«Es una formación muy dura, pero es que en 1.000 horas, en siete meses, consigues el perfil para entrar a trabajar como desarrollador junior». Entre los alumnos «hay personas desde los 18 a los 59 años; algunas que no tienen titulación, otras que la tienen de la ESO, con ciclos formativos de otros sectores…». Considera que lo único necesario es contar con un «pensamiento lógico, básico para entender la programación, interés por ella y mucha motivación, compromiso, capacidad de trabajar en equipo y comunicación». «Nosotros nos encargamos de la formación técnica y de proporcionar los apoyos transversales», añade Rebeca Rodríguez.

Clara Suárez es una de las coders que recibe formación. «Yo soy delineante industrial y no tengo que ver nada con la informática. Lo que sí es cierto es que, por mi trabajo, fui más hacia lo técnico dando soporte a empresas. Estuve luego en Capgemini de help desk y me pareció muy interesante entrar, por así decirlo, al otro lado; es decir, ser tú el que haces una aplicación, una web y aprender cómo se llega a lo que realmente ves». Cree que es una iniciativa formativa «práctica, de trabajo en equipo y proyectos. Muy dinámica».

Ángel Martínez es otro de los alumnos de la escuela de Asturias F5. La descubrió «un poco por el boca a oreja». «Quería reciclarme. Yo había trabajado en un montón de sitios: en un almacén, en un supermercado, en mecánica industrial…», explica. Un amigo suyo le comentó «que estaban seleccionando gente y se acordó de mí. Mi plan era pasar por todo el proceso para formarme. Es un curso muy intensivo, pero si te esfuerzas sales muy preparado».

Valora, además, que «ya hay empresas con los ojos puestos» en los participantes. «Tú tienes tu proyecto y los formadores son como los clientes que te plantean lo que quieren, te cambian cosas y proponen cambios. En una empresa un programador tiene que buscarse la vida».

Rebeca Rodríguez destaca que «el mundo tecnológico cambia de manera vertiginosa y hay una competencia fundamental en el sector TIC, que es la de estar actualizado y saber dónde buscar». La escuela «es como una simulación de empresa», si bien adelanta que «dentro de poco los clientes van a ser empresas reales que vendrán con proyectos de verdad y hay que presentar un resultado».

Comenta que «nuestra metodología es presencial. En el momento en que la pandemia se solucione podremos volver a ese formato. Eso sí, se ha sido lo suficientemente flexible para no perder ni una hora de formación».

Clara Suárez valora el hecho de que «para diferentes proyectos los grupos van cambiando», por lo que resulta fundamental «ir avanzando todos en equipo» y apoyarse mutuamente entre los alumnos. Explica que ahora mismo está «trabajando en un proyecto para una librería, con su base de datos, y también en su apartado visual. Por otro lado estamos con una App para un restaurante».

Ángel Martínez comenta que «cuando te cambias de equipo te vas a encontrar con un proyecto diferente. Parecido, pero diferente. A mí me tocó pasar de una librería a una tienda de cómics, que te piden cosas similares pero, a la vez, distintas. A lo mejor el dueño de la tienda de cómics, no quiere vender online como en la librería, sino que lo que busca es tener un control de su catálogo». «La App para restaurantes, que además está muy enfocada a la situación actual de la COVID 19, nos animaron a regalarla, adaptándola a quien se la queramos dejar en cada caso. Con ello ves que lo que haces realmente tiene una utilidad y le puede servir a alguien», explica.

Rebeca Rodríguez cree que «se ha creado una dinámica de apoyo y amistad muy bonita», más allá de que el objetivo final sea que «empresas asturianas conozcan lo que estamos haciendo» y se beneficien de ello. «Nuestro objetivo es la inserción y lograr la interconexión entre las necesidades y realidades de las metodologías de trabajo empresariales con lo que hacemos en el bootcamp», concluye.