Menéndez Salmón: «Podemos es el único verso de la izquierda parlamentaria asturiana»

Marcos Gutiérrez ASTURIAS

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Ricardo Menéndez Salmón
Ricardo Menéndez Salmón

El parlamentario de la formación morada cree que «es mejor una organización inestable por obra de sus debates internos que monolítica por sumisión a lo que dicte un líder infalible»

08 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ricardo Menéndez Salmón (Gijón, 1971) es, desde el pasado 23 de diciembre, parlamentario de Podemos en la Junta General del Principado de Asturias. Entró por Lorena Gil, que dimitió tras poco más de un año de legislatura, no sin antes advertir que cada vez eran más los obstáculos para desarrollar su trabajo político. Jara Cosculluela debería haberla reemplazado, pero también rehusó por motivos profesionales. Menéndez Salmón cree que «en toda organización política hay tensiones de familia» y que ese debate, lejos de ser nocivo, es «signo de vitalidad», siempre que se llegue a una estabilidad. Cree que la elaboración de «un plan real para Asturias» que frene la dramática «despoblación» de la región es inexcusable.

--El 23 de diciembre se convirtió en nuevo diputado de Podemos en el Parlamento asturiano ¿Cómo valora estos algo más de treinta días que han transcurrido desde entonces?

--Me han servido para hacerme con la fontanería interna de la Junta, que como sucede con toda institución tiene sus peculiaridades, y para ubicarme en los deberes y en las necesidades de un grupo parlamentario que, dada su limitación numérica con respecto a la anterior legislatura, debe intentar llegar a muchas partes y atender a muchos frentes con cinco diputados menos. El hecho de que enero haya sido un mes sin actividad parlamentaria me ha ayudado a disponer de un tiempo para ese doble aprendizaje.

--¿Se lo llegó a pensar o no tuvo dudas en aceptar el reto?

--Lo medité, sí. Y hablé con muchas personas. Uno no acepta ir a la Junta como acepta ir al monte de fin de semana. Pero había dos circunstancias que me animaban a ello. Por un lado, a nivel personal, la posibilidad de una experiencia que va a sucederte una vez en la vida; por otro, en términos colectivos, el hecho de vivir un momento decisivo para el presente de Asturias.

--¿Qué cree que puede aportar desde su posición a la política regional?

--El objetivo de la política debería ser uno solo: el bienestar de las personas. De hecho, Podemos nace como la expresión imparable, extraordinariamente compleja y plural de todo lo contrario: una sensación fortísima de malestar, la que sacudió a España con virulencia entre 2011 y 2015. En ese contexto de trabajar por un bien común, a mí me gustaría aportar discurso. No opinión, sino discurso. Sobre la extensión del Estatuto, sobre el papel de la cultura, sobre el anacronismo de nuestro 8 de septiembre o sobre el modelo de Universidad que queremos. Temas hay para dar y tomar.

--Más si cabe en el contexto pandémico en el que nos movemos, ¿es necesario reinventar Asturias o basta con aplicar parches?

--La inercia, el tira que libras, ha sido el deporte autonómico durante décadas. Somos ese dos por ciento del Estado que sólo sale en las noticias porque luce guapo en los folletos en cuatricromía. Pero ningún gestor de primera línea, ninguna administración autonómica ha tenido un plan real para Asturias que yo recuerde. Me refiero a un plan que fuera algo más que grandes palabras e ingentes carretadas de dinero tantas veces quemadas para nada. El resultado está a la vista, con ese enorme déficit que para mí es el verdadero drama de Asturias y que explica todas sus miserias: la despoblación. Y el problema de fondo es que quien ha dibujado las líneas maestras de esta región en democracia, que es la FSA, se obstina en negar la mayor, dibuja un panorama irreconocible del que ha desaparecido esa intrascendencia en la que transcurrimos. Le pongo un ejemplo. Cuando yo estudiaba Filosofía en Oviedo, el ministro de Trabajo era Martínez Noval. Y Martínez Noval decía que no entendía la melancolía asturiana, ese quejarse constante, que todo aquello era una cuestión de ánimo. Adriana Lastra se permitió decir no hace mucho que ella, viajera impenitente, veía Asturias en una situación envidiable. O sea, que los parches, desde Madrid, se convierten en un vestido radiante, cuando la sensación que yo tengo es que estamos desnudos, a la intemperie.

--¿Cuáles son las principales urgencias que, a su juicio, tiene que resolver la región?

--Insisto en el apunte demográfico. La catástrofe de población es la consecuencia del desamparo de Asturias, un desamparo para el que no vale ya sólo la excusa geográfica, los plazos bíblicos que han regido la plasmación de nuestras infraestructuras. Hay que detener esa sangría como sea, porque si no el resto de empeños serán un brindis al sol. La Comisión de Reto Demográfico debería estar, de hecho, en el corazón de la actividad orgánica del Principado.

--¿Se podrá lograr salir de esta crisis sin que, efectivamente, nadie quede atrás?

--Para eso habrá que gastar, sacar eso que Vidal Folch llamó el bazooka financiero hablando de la gestión que Alemania hizo al inicio de la pandemia. Pero ese gasto tiene también que agilizarse, no puede dilatarse debido a una administración reticente y premiosa. Cuando un barco se hunde, no puedes pedirle a la gente los pasajes. Hay que llevarlos a puerto, darles una cama, comida y protección. Y luego, cuando estén a salvo, les pides los papeles. No es defendible que entre la aprobación de un gasto y su disponibilidad corran ciertos plazos. La vida no espera.

--Su primera pregunta registrada para el gobierno autonómico en el Parlamento estaba relacionada con los analfabetos digitales, ¿en el actual escenario se han hecho muy evidentes las dificultades de cierta parte de la población para relacionarse con la administración?

--No sólo con la administración. Pensemos en las dificultades de acceso a la enseñanza que han padecido tantas familias. La pandemia ha desnudado muchas carencias estructurales, entre otras que el acceso a ese mundo 2.0 no es tan evidente ni universal como pensamos.

--Recientemente afirmaba que la crisis demográfica era una buena muestra de que las políticas de izquierdas aplicadas hasta la fecha necesitaban reinventarse, ¿en qué sentido?

--No hablaba de reinvención, sino directamente de fracaso. Los modelos políticos son como las teorías científicas. Están sometidos a pruebas de verificación. Unos sobreviven y otros mueren. Y el modelo que nos ha traído hasta aquí de hiperindustrialización, primero, y de fiarlo todo al sector servicios más tarde, ya no funciona. El futuro de Asturias pasa por el territorio, por explotar su extraordinario capital. Quien no vea eso creo sinceramente que está ciego. Siento decirlo así, pero necesitamos menos bares y más I+D+i. Y, por supuesto, no pensar que Amazon va a ser nuestro santo grial.

--Lorena Gil dimitió tras poco más de un año de legislatura tras advertir que cada vez eran más los obstáculos para garantizar un trabajo político a la altura de los principios que exigía su compromiso. ¿Cómo está ahora la situación en el seno del partido?

--En toda organización política hay tensiones de familia. Podemos no va a ser la excepción. De hecho, ese debate es saludable, signo de vitalidad. Otra cosa es que el debate se balcanice, que se acabe discutiendo por una nota a pie de página en un documento. Dicho esto, mejor una organización inestable por obra de sus debates internos que monolítica por sumisión a lo que dicte un líder infalible o el sursuncorda de turno.

--¿Se sienten en Podemos como un verso libre dentro de la izquierda asturiana?

--Más bien diría que Podemos es el único verso de la izquierda parlamentaria asturiana. El resto del poema es una nana para que los niños sigan dormidos.