Germán Orizaola, investigador en Chernóbil: «La radiación actual es menor a muchas pruebas de hospital»

ASTURIAS

El invetigador Germán Orizaola trabajando en la zona de exclusión de Chernóbil
El invetigador Germán Orizaola trabajando en la zona de exclusión de Chernóbil

El doctor en biología de la Universidad de Oviedo explica los trabajos que se están llevando a cabo por el 35 aniversario del mayor accidente nuclear de la historia

26 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Este lunes se cumplen 35 años del mayor accidente nuclear de la historia. El 26 de abril de 1986 un reactor de la central nuclear Vladímir Ilich Lenin explotó y ardió, provocando una gran controversia y oscurantismo en todo el mundo. El desastre tuvo lugar cerca de la ciudad de Chernóbil, en la antigua URSS y el actual norte de Ucrania. Más de tres décadas después la zona de exclusión -que tiene un tamaño similar a la mitad de Asturias- se ha convertido en un lugar donde abunda la flora y la fauna salvajes, que ahora son objeto de estudio por parte de investigadores de todo el planeta. Germán Orizaola, investigador de la Universidad de Oviedo, se dedica a ello desde el 2016.

-¿Cree que podría repetirse un accidente así a día de hoy?

-Si uno hace caso a la gente que sabe de producción de energía nuclear, el tipo de diseño y el tipo de medidas de seguridad que ahora mismo tienen estas centrales nucleares -radicalmente distinto al que existía en Chernóbil en los años 80, en parte por los accidentes y en parte por la tecnología- es imposible que se repita, porque ya no quedan reactores que funcionen de esta manera. Aquel era muy inestable y especialmente peligroso.

-Sus investigaciones se llevan a cabo en la zona de exclusión de Chernóbil, que tiene un tamaño de 4.500 km2. En comparación hablaríamos de unas dimensiones aproximadas a la mitad de Asturias. En todo ese territorio, más de tres décadas después del accidente, ¿es posible la vida?

-Hay vida y hay muchísima vida. El número de especies que viven en Chernóbil es enorme. Esa zona es ahora mismo el refugio de osos pardos, linces boreales, lobos, bisontes europeos, más de 200 especies de aves… De hecho, oficialmente, es una reserva natural.

-Desde 2016 se dedica a estudiar la flora y fauna de esta zona de exclusión. ¿Por qué es importante ese estudio 35 años después?

-La mayoría de las personas son conocedoras del accidente, sus consecuencias y la situación actual. Tuvo y tiene un interés social muy importante. También con un trasfondo económico. Es decir, evaluar de manera correcta el impacto que un accidente de este tipo puede tener tiene unas repercusiones económicas a nivel de gestión de residuos nucleares o producción de energía nuclear.

El hecho de trabajar con la fauna tiene una explicación muy clara. Una vez que se produce el accidente la población humana es evacuada y lo que nos queda como una referencia de organismos vivos en los que estudiar cuáles pueden ser los efectos de la radicación es la fauna. Fundamentalmente los grandes vertebrados, que son más parecidos a nosotros. Es una zona importante para avanzar en nuestro conocimiento de cómo se enfrentan los organismos vivos a la radiación.

-Existe mucho mito en torno a la radiación. ¿Ha notado alguna fauna o flora diferente que haya brotado en Chernóbil a raíz del accidente?

-En general, no. Los grandes resultados apuntan a que no ahora. En el momento del accidente los niveles de radiación eran muy altos y sí que hubo un impacto muy fuerte sobre la fauna, sobre todo los primeros meses después del accidente. Lo que pasa es que al contrario que ocurre con otro tipo de contaminación, la radiación va decayendo. Los elementos radiactivos se van desintegrando. En Chernóbil ahora mismo queda, aproximadamente, el 10% de la radiación que se emitió en el momento del accidente. Con lo que más trabajamos nosotros son anfibios y están expuestos a unos niveles que consideramos están por debajo de los niveles internacionales en los que se considera que tendrían un impacto negativo.

Trabajo de campo dentro de la Zona de Exclusión de Chernobyl. Mayo de 2019. Pablo Burraco muestreando en una zona con nivel medio de contaminación radioactiva. Autor: Germán Orizaola
Trabajo de campo dentro de la Zona de Exclusión de Chernobyl. Mayo de 2019. Pablo Burraco muestreando en una zona con nivel medio de contaminación radioactiva. Autor: Germán Orizaola Germán Orizaola

-¿Cuántos viajes ha realizado a la zona de exclusión?

-Fundamentalmente realizamos un viaje al año, en ocasiones dos, de varias semanas, que pasamos totalmente dentro de la zona de exclusión. No salimos hasta dos o tres semanas después. Estos viajes suelen ser en primavera.

-¿Y tiene miedo de las consecuencias a largo plazo que pueda tener la radiación en su cuerpo?

-No, porque el miedo se combate con conocimiento. Cuando trabajamos en la zona llevamos siempre unos aparatos que nos miden el nivel de radiación a la que estamos expuestos en cada momento, el que acumulados durante esas semanas. En conclusión, estos niveles de radiación son infinitamente menores que los de muchas pruebas que te puedan hacer en un hospital. Nosotros trabajando allí acumulamos tanta radiación como si volaras un par de veces ida y vuelta a Estados Unidos.

-Me sorprende lo que me cuenta. ¿Se podría decir entonces que la radiación actual de Chernóbil es muy baja?

-La verdad que sorprende, sí. Pero es bastante baja. Gran parte de la información que llega a la opinión pública es muy diferente a lo que hay. El mensaje suele ser de miedo. Hace varios años me tuvieron que hacer un escáner cerebral, que vienen a ser unas 3.000 unidades de radiación. Para hacernos una idea, dos semanas en Chernóbil para mí representarían unas cien. Una mamografía, por ejemplo, suele andar por unas 300 o 400. El triple de lo que puedo acumular a lo largo del año en Chernóbil. Si decimos que la zona de exclusión es la mitad de Asturias, el bosque rojo al oeste de la zona cero del accidente, que sería la zona con más radiación de todas, no llega ni tan siquiera al tamaño de Oviedo.

-Hábleme sobre las investigaciones que están realizando. ¿Qué papel activo juega en ellas la Universidad de Oviedo y cómo se están llevando a cabo?

La Universidad está jugando un papel absoluto. El equipo que yo dirijo es el único equipo español que trabaja en la zona de exclusión y de los pocos internacionales. Aunque parezca mentira no hay tantos equipos trabajando sobre estos aspectos en Chernóbil. Aportamos sobre todo desde el área de zoología. Una vez que estamos allí miramos un poco todo. Intentamos sacarle la máxima rentabilidad a la estancia. Estudiamos la contaminación de la fauna y cómo afecta eso a toda su biología. Desde cómo son capaces de responder a enfermedades, si tienen tumores, cambios genéticos, comunidades de bacterias que pueden tener asociadas. Estudiamos todo lo que podemos para tener una visión lo más completa posible.

-¿Y qué resultados están sacando de las investigaciones?

-A nivel de contaminación, por ejemplo, las ranas están por debajo de los niveles que uno espera sean dañinos. Asociado a eso no detectamos alteraciones a nivel fisiológico o de respuesta inmunitaria. Sí detectamos que hay una abundancia enorme de anfibios en toda la zona de exclusión. Lo que hemos encontrado que es bastante relevante es un cambio en el color de las ranas. En las zonas de fuera son verdes y dentro son bastante más oscuras, tirando incluso a gris o negro. Esto lo interpretamos como una respuesta de adaptación a vivir en condiciones de radiación. Al igual que los hongos, los más oscuros son capaces de vivir en la zona. Incluso crecen en la zona del reactor nuclear. Parte de la información que nos estarían dando estos resultados es que buena parte de la zona de exclusión ahora mismo reúne las condiciones para ser habitada de nuevo.

Rana verde centroeuropea (Pelophylax lessonae). Autor: Germán Orizaola
Rana verde centroeuropea (Pelophylax lessonae). Autor: Germán Orizaola Germán Orizaola

-En los 90 se estimaba que la vida en Chernóbil no sería posible hasta al menos 20.000 años más tarde del accidente

-A día de hoy viven en la zona e exclusión unas 2.000 o 3.000 personas de forma habitual. Gente que sigue trabajando en la central nuclear en tareas de desmantelamiento o descontaminación. Luego, buena parte de la zona de exclusión tiene unos niveles de radiación que son perfectamente compatibles con la vida humana. Lo que ocurre es que al no estar la central nuclear, que daba trabajo a miles de personas, Chernóbil ya no tiene ningún atractivo económico especial para los humanos. Es complicado que vuelve a haber ese volumen de personas.

-Ahora van a empezar a trabajar con una raza de caballos llamada Przewalski, que vive en la zona de exclusión.

-Así es. Se trata de una especie muy singular. Es considerada la única especie de caballo salvaje del mundo. Se extinguió de la naturaleza a principios del siglo XX y se pudo volver a criar en cautividad gracias a unas pocas crías que quedaban en zoológicos. Ahora mismo hay unos 2.000 ejemplares en el mundo.  Es un modelo muy interesante porque es de las pocas especies que viviendo en Chernóbil no estuvieron expuestas al máximo de radiación en el momento del accidente, porque llegaron después.

-¿Ha visto la serie de Chernóbil que estrenó hace unos años HBO? ¿Cree que refleja bien lo que pasó por aquel entonces?

-La serie la vi, pero la vi tarde porque cuando se estrenó estaba justamente en Chernóbil. Sin duda la serie está muy bien hecha y refleja muy bien el accidente y el tiempo justo después del accidente. La serie cubre hasta un año después del accidente. De hecho en esa serie se dice precisamente que la zona va a quedar deshabitada durante 20.000 años porque es lo que se decía en aquella época. Ahora sabemos que eso era un error, pero la serie está muy bien desde el punto de vista cinematográfico, histórico y técnico.