El asturiano Pepe Álvarez, el sindicalista exigente

La Voz REDACCIÓN

ASTURIAS

Pepe Álvarez, secretario general de UGT, en una foto de archivo
Pepe Álvarez, secretario general de UGT, en una foto de archivo Óscar Cañas

El de Belmonte de Miranda es reelegido como secretario general de UGT para otros cuatro años

20 may 2021 . Actualizado a las 13:09 h.

Pepe Álvarez asume a los 65 años su segundo mandato como secretario general de UGT con la misma exigencia y determinación de 2016 por recuperar los derechos laborales perdidos tras la crisis financiera, un objetivo frustrado por la irrupción de la pandemia.

Álvarez (1956, Belmonte -Asturias-) dejó su tierra natal con 19 años para ir a trabajar a Barcelona a la empresa Maquinista Terrestre y Marítima (actualmente Alstom), donde entró en el mundo sindical y terminó siendo elegido secretario general de UGT Cataluña en 1990. Veinticinco años después y ya prejubilado de Alstom en el marco de un ERE, centró todas sus fuerzas en alcanzar el liderazgo del sindicato, y lo consiguió en 2016 tras unas elecciones muy reñidas que gano por 17 votos más que su contrincante Miguel Ángel Cilleros.

Su primer mandato ha estado condicionado por tres elecciones generales hasta que se constituyó el actual Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos, en el que Álvarez encontró el mejor interlocutor posible para derogar la reforma laboral del PP de 2012, su principal caballo de batalla. Ahora recuerda que fue él quien habló por primera vez de derogar la reforma laboral, una meta en la que inicialmente no encontró el respaldo de su homólogo por aquel entonces en CCOO, Ignacio Férnandez Toxo, más reacio a mirar al pasado en un momento en que la actividad y el empleo consolidaban su recuperación.

Pese a aquel inicio, la unidad de acción sindical ha sido una constante para Álvarez, que siempre ha ido de la mano de CCOO en todas las grandes reivindicaciones laborales, aunque tampoco ha vacilado en hacer campaña en solitario respecto a cuestiones concretas. Su presencia en los medios ha sido habitual en estos cinco años y responde al cambio de estrategia de comunicación respecto a la anterior etapa, en la que al sindicato no le quedó más remedio que ponerse a la defensiva tras verse salpicado por diversos escándalos de corrupción.

Con la idea de contribuir a la refundación del sindicato, Álvarez presentó en 2016 su candidatura a la secretaría general en el 42 Congreso Confederal, al que llegó como Josep María, aunque no tardó en reivindicar el Pepe con el que todo el mundo le conocía. Durante aquel reñido congreso se intentó generar polémica con su posición respecto al independentismo catalán, ya que en algún momento se había mostrado partidario del derecho a decidir, algo que quienes le apoyaban achacaron al entorno oficialista que respaldaba a Cilleros. De puertas adentro en estos años ha impulsado una mayor transparencia y una estructura más ligera del sindicato que, defiende, ahora ciñe sus gastos a sus ingresos de afiliados y es «libre» para defender los intereses de los trabajadores.

En cifras, UGT ha ido recuperando estos años los afiliados que perdió durante la crisis, por la caída del empleo y la pérdida de confianza por parte de las plantillas, hasta lograr alcanzar los 978.622 de cierre de 2020. De cara a los próximos cuatros años, Álvarez ha señalado sus prioridades con una idea central: construir un nuevo contrato social basado en la igualdad y el respeto al medioambiente.

La actividad negociadora de su mandato ha estado bastante concentrada en este último año, con siete acuerdos cerrados entre Gobierno, patronal y sindicatos, entre ellos, el que instauró la figura de los ERTE como la mayor herramienta de protección de los trabajadores durante la pandemia. A este pacto y sus cuatro prórrogas -la quinta está en el horno-, se suman otros como el del teletrabajo o el que asegura las condiciones laborales de los repartidores de plataformas digitales, los llamados «riders».

Pero para Pepe esto no es suficiente y no dudó en reclamar ayer ante el presidente del Gobierno «dejar de hablar y empezar a hacer», sobre todo en lo que se refiere a sus reclamos más importantes derogar las reformas laborales y la de pensiones. Moderno, de mente abierta, ácido en sus comentarios, Álvarez defiende a los trabajadores con un lenguaje de la calle, sitio en el que le gusta estar y no en vano ha cubierto toda una pared de su despacho con un grafiti.

La obra refleja sus ideales: protección a la clase trabajadora, defensa del medioambiente y apuesta por la digitalización, y todo desde un alegato por la diversidad que Pepe transmite, incluso, en su forma de vestir, informa EFE.