Ansiedad, trastornos de conducta o depresión: cómo la pandemia azota la salud mental de jóvenes asturianos

Carmen Liedo REDACCIÓN

ASTURIAS

María Pedreda

La demanda de asistencia profesional para los sectores de población de menor edad se ha incrementado en la región en los últimos meses como consecuencia del confinamiento, las restricciones y las limitaciones impuestas para hacer frente al coronavirus

27 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El virus que ocasiona la infección del Covid-19 ha generado una crisis sanitaria y una crisis económica que ha afectado de forma global. En función de las medidas y restricciones tomadas por los distintos países, subyacen otra serie de crisis que si bien no tuvieron efecto en los primeros momentos tras la declaración de la pandemia, se están viendo de un tiempo a esta parte. Es, por ejemplo, la crisis psicológica Covid, una crisis que no solo está teniendo repercusión en la población adulta, sino también en los niños y adolescentes, y los jóvenes asturianos no son una excepción respecto a los del resto del país.

Elisa Seijo, presidenta de la Sociedad Asturiana de Psiquiatría, asegura que la demanda de asistencia profesional para los sectores de población de menor edad «se ha incrementado en toda España y en Asturias también» como consecuencia del confinamiento, las restricciones y las limitaciones impuestas para hacer frente al coronavirus, medidas que conllevaron que en los hogares también se pusieran medidas para afrontar una convivencia tan intensa. Derivado de todo ello, con el paso de los meses los profesionales perciben un aumento de los casos de ansiedad, estrés postraumático, depresión, trastornos de la conducta, alteraciones alimentarias e, incluso, autolesiones o tentativas de suicidio entre los jóvenes.

Seijo explica que si bien la pandemia ha afectado psicológicamente a los más pequeños en la alteración de la conducta en casa, en irritabilidad o en la dificultad de manejar su conducta, en el caso de los adolescentes la crisis sanitaria ha impactado de forma más importante ocasionando una sintomatología ansiosa y depresiva que en los diagnósticos más graves han requerido hospitalización en la planta de psiquiatría infantil del HUCA. Seijo pone de relieve que además de lo que supuso para los menores aislarse de su entorno y alterar sus rutinas, muchos han vivido que la situación en el hogar se complicara «por la preocupación laboral de sus padres, porque han sufrido la enfermedad de sus progenitores o porque han pasado duelos en casa». Para la psiquiatra, eso posibilita «que haya un estrés aumentado, un estrés agudo que aunque al principio no lo era tanto, en tantos meses de pandemia se vaya alargando, y ante situaciones de incertidumbre, la ansiedad se maneja falta», comenta Elisa Seijo, que manifiesta la importancia «de que estas patologías no se cronifiquen» entre la población joven.

La presidenta de la Sociedad Asturiana de Psiquiatría apunta que para los menores el aislamiento de la escuela, la ruptura de las rutinas, que no hubiera actividades de ocio o deporte y el distanciamiento de sus iguales «fue algo terrible». A eso suma que la imposición de límites y normas en el hogar durante la convivencia tan extensa a la que obligó el confinamiento también generó conflictos importantes, con lo que se creo en las casas una situación de «pescadilla que se muerde la cola» muy difícil de gestionar porque, además, «se produjo un incremento de las adicciones sin sustancia», como puede ser al uso de internet o al juego patológico. Elisa Seijo también considera que los jóvenes también han estado sometidos «a la crítica general, como aquella campaña que decía que si se contagiaban mataban a su abuela».

En su opinión, es importante que se agilice la vacunación entre los sectores de población de menor edad y que se hagan programas que promocionen la salud mental teniendo en cuenta que en España han aumentado los casos de suicidio entre los jóvenes de entre 15 y 29 años. Esos programas de promoción de la salud mental pasan, según señala, en primer lugar por contribuir «a quitar el estigma para un acceso generalizado» al ámbito de la psiquiatría. «Cuando los niños se aíslan, comen menos, están más irritables…, hay que acudir a un profesional lo más rápido posible, pero cuesta quitar el estigma», manifiesta Seijo, que insta a los padres a estar atentos a los signos que puedan ser manifestaciones de una enfermedad. «Todavía hay gente que dice que los niños no se deprimen y cuando llegan a la consulta están fatal porque siempre se achaca a que son cosas de la edad», comenta la misma sin querer alarmar.

Lo que tiene claro Elisa Seijo es que de esta crisis psicológica «se va a tardar años en recuperarse», porque dice que «se tiene que recuperar todo para que los jóvenes también se recuperen, y va a llevar tiempo volver a la situación prepandemia». Es más, está convencida de que en los próximos meses todavía seguirán saliendo casos postconfinamiento, por lo que considera que aún se incrementarán más los casos que lleguen a las consultas de psiquiatría.

Impacto de la pandemia en las relaciones familiares

Por los casos que está teniendo en su consulta, el psicólogo Miguel Silveira habla claramente del impacto que ha tenido la pandemia en los adolescentes y la repercusión en las relaciones familiares. Señala que «el confinamiento tuvo un impacto brutal en toda la sociedad y, sobre todo, en los jóvenes» en tanto que el tener que quedarse en casa sin salir durante tanto tiempo fue lo contrario a lo que suelen hacer. «Para ellos fue más importante: supuso meterse en casa, apenas tener relaciones sociales, reducir la presencia en las aulas… El impacto fue muy grande porque supuso restringir su libertad», comenta Silveira, que achaca a eso en que en tantos casos se complicaran las relaciones familiares. Sin embargo, apunta que no fue la única consecuencia del confinamiento. También enumera «un aumento de la ansiedad y la inquietud y una mayor desmotivación y desgana con el paso de las semanas y los meses».

«He visto que los jóvenes se han entristecido», dice el psicólogo, que también pone de relieve que «muchos adolescentes se han hiperconfinado en su habitación para vivir las relaciones sociales a través de internet». Eso, añade, ha ocasionado conflictos en el seno del hogar «porque muchas familias no han permitido o no han soportado que los adolescentes se metiera en el mundo de su habitación», y precisa que las relaciones familiares han sido más dificultosas aún cuando se ha tratado de hogares en las que estaban las madres con sus hijos tratando éstas de poner horarios y limitaciones a cosas como el uso abusivo de las pantallas e internet. «En esos casos, se ha acentuado más el conflicto y, sobre todo, si ya no había una buena relación», apostilla el mismo, que habla incluso de casos en los que se generó «violencia verbal o física con tan del conseguir que sus padres no les quitaran dispositivos como puede ser el móvil».

Silveira traslada, no obstante, que «aunque no haya que justificar determinados comportamiento que se producen ahora, como los botellones, tampoco hay que extrañarse» porque asegura que «los jóvenes lo han pasado mal durante la pandemia y el confinamiento».