«¿Me podéis pinchar solo un poco de la vacuna por si me sienta mal?»: anécdotas de la inoculación en Asturias

ASTURIAS

Una mujer es inoculada con una dosis de la vacuna contra el coronavirus en Oviedo
Una mujer es inoculada con una dosis de la vacuna contra el coronavirus en Oviedo EFE | J. L. Cereijido

Ir sin cita previa por si sobran dosis para irse de vacaciones, creer que se puede comprar la profilaxis o desmayarse nada más ser inoculado son otras situaciones que se viven en los puntos de vacunación asturianos

01 ago 2021 . Actualizado a las 23:49 h.

Hubo que insistirle un par de ocasiones para que se animara a entrar al punto de vacunación. La mujer se había sentado cerca de la entrada y realmente se la veía muy angustiada. Al cabo de un tiempo, más de media hora, se decidió a entrar y propuso lo siguiente: «Tengo mucho miedo. ¿No me podéis pinchar un poco a ver cómo me sienta y, si no me sienta mal, me ponéis la dosis entera?» Es una de las muchas anécdotas que se han vivido y se viven a diario en los puntos de vacunación de Asturias, en donde ya se han administrado más de 1,4 millones de dosis de la vacuna contra el coronavirus, con casi 680.000 asturianos con la pauta completa y casi 100.000 más con una sola dosis.

El miedo a las agujas, o la tripanofobia, ocupa buena parte de esas anécdotas en esta masiva campaña de vacunación, a la que la mayoría de las personas que acuden «van muy contentas y motivadas, como si fueran a recoger el regalo de Reyes». Personal que trabaja en estos puntos de vacunación relata, no obstante, que hay personas en las que el miedo a las agujas se suma al temor a los efectos secundarios, sobre todo entre los menores de 50 años. «Entran con ese miedo e incluso ha habido algunas personas que nada más ponerles la vacuna se desmayaron. Nada más pincharles, por sugestión».

En algunos de esos casos la vacuna en cuestión era AstraZeneca -«ha habido gente que si era esta vacuna se daba la vuelta»-, pero recientemente, a raíz del fallecimiento por ictus de un hombre de 36 años en Sevilla que había sido inoculado 10 días antes con Janssen -un hecho que se está investigando en todo caso-, se contaron unos cuantos rechazos a esta profilaxis monodosis, que toca según la disponibilidad que exista a diario sobre las cuatro vacunas que se están administrando. Suelen ser personas, explican, con muchas patologías «que no se fían» o que simplemente no quieren ponerse esa vacuna en concreto.

También hay quien, cuando la vacunación se lleva a cabo en un lugar cerrado, pide por favor que las enfermeras y los enfermeros salgan fuera a pincharles. «Tienen tanto miedo que no entran dentro, no porque tengan poca movilidad, sino por miedo a las aguas y a la vacuna, y quizá les da vergüenza » En algunos de estos casos son los acompañantes los que explican lo que ocurre -«es que si no se desmaya»- y todo se soluciona en cuanto reciben el pinchazo en el exterior, o en el coche en el que han acudido al punto de vacunación, y comprueban que tanto sufrimiento previo posiblemente no fuera para tanto.

«Me voy de vacaciones y necesito vacunarme ya»

Incluso hay quien, pese a ese miedo a las agujas, se ve sorprendido cuando le dicen que ya tiene puesta la vacuna y ni siquiera se ha enterado del pinchazo. Los profesionales, sin duda, tienen mucha maña ya poniendo vacunas a mansalva… También hay quienes, pese a que cuando son citados por llamada telefónica pueden decir que no quieren vacunarse, prefieren acudir al punto de vacunación para que quede constancia de que no quieren vacunarse en persona. Otros, sin embargo, han acudido sin tener cita por la urgencia de las vacaciones.

«Mucha gente, como se va de vacaciones, dicen que tiene que vacunarse ya no sea que les llamen cuando están fuera». Y así acuden al punto que les toque, según su municipio, «por si sobran vacunas», dándose situaciones en cierto modo surrealistas como la ocasión en la que una persona, cuando le dijeron que como era la segunda dosis tenía que esperar a que se cumpliera el intervalo con la primera y fuera citada, pensó en una alternativa para poder viajar a un país en el que necesitaba el certificado de vacunación. «Bueno, tengo que irme de vacaciones, así que puedo comprar la vacuna en la farmacia, ¿no?, que me dijeron que las venden desde hace tiempo. ¿O es un bulo?».

En el punto de vacunación le explicaron que las vacunas no se venden y que, obviamente, estaba mal informada. «Quieren la vacuna sin tener cita previa y, si sobra alguna dosis, que se las pongan porque se tienen que ir de vacaciones. Lo primero son las vacaciones, no la vacuna». Quienes trabajan en los puntos de vacunación también se han visto sorprendidos, en ocasiones por personas que acuden, con cita eso sí, pero con un positivo por coronavirus en su casa. De mano, tendrían que estar en cuarentena en sus casas y, lo más probable, es que den también positivo y tengan que esperar seis meses para inyectarse una dosis como recomiendan los vacunólogos.

También ha habido casos en los que, por error, se ha citado por tercera vez a personas que ya tenían la pauta completa. Lógicamente, no hubo tercera inoculación. «También vienen muchos niños con los padres, que piden permiso para entrar con ellos», explican, o bien para ver cómo se vacunan los mayores -«lo está escuchando todo el día en la tele y quiere verme», indican los progenitores- o para que se conciencien de lo importante que es la vacunación en una pandemia global que ya va por el año y medio de duración.

Y, por supuesto, como la mayoría de la gente acude «feliz» a vacunarse, los selfies están a la orden del día para inmortalizar el momento del pinchazo e incluso «muchos están hablando por el móvil mientras se vacunan contándolo». Otros, quizá por los nervios, ya se suben la manga o muestran el brazo desnudo en la misma puerta, sin entrar siquiera al punto de vacunación.