Indalecio Prieto, el pagano del callejero franquista de Oviedo

Juan M. Arribas

ASTURIAS

09 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras una larga polémica, con intervención judicial mediante y con denuncia de la Hermandad de Defensores de Oviedo, el Ayuntamiento de la capital procederá a cambiar los nombres que homenajeaban a personalidades de la dictadura franquista en la ciudad con una propina añadida por el gobierno municipal de PP y Ciudadanos para eliminar también del callejero a Indalecio Prieto, el dirigente socialista bestia negra de muchos de los debates sobre memoria histórica desde el espectro conservador.

Los cambios del gobierno de Canteli incluyen una carambola para que la calle Calvo Sotelo que anterior gobierno tripartito había modificado para honrar a Federico García Lorca se quede con los mismos apellidos de José, asesinado en la víspera de la Guerra Civil y ungido como protomartir por el bando nacional. La calle se llamará ahora Leopoldo Calvo Sotelo como el breve presidente de la democracia que sufrió el 23F en su investidura y santas pascuas.

Quedan nombres por modificar (se mantendrán por ejemplo los cambios de Plaza de la Liberación a Plaza de la Libertad o de La Gesta a El Fresno) pero entre los anuncios del gobierno local ha entrado quitar la calle a Indalecio Prieto y dársela entonces a Lorca que la perdió por Calvo Sotelo, pero Leopoldo, no José.

Lo cierto es que quitarle la calle a Prieto fue primero una petición de Vox, en inicio demorada en Oviedo pero atendida con premura en Madrid en septiembre del año pasado cuando lo demandó Javier Ortega Smith calificándolo de «personaje siniestro». Aquella decisión despertó las protestas de no pocos historiadores que elaboraron un documento con «un juicio estrictamente técnico» con firmas de la talla de Paul Preston, el catedrático José Álvarez Junco, Walther L. Bernecker, de la Universidad de Núremberg, o Julián Casanova; además asturianos como el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de León, Francisco Carantoña; el catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Oviedo, Francisco Erice, el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Oviedo Luis Benito García Álvarez; o el profesor, también en Oviedo, Jorge Muñiz Sánchez.

En su texto recordaban que los alegatos de Vox contra Prieto estaban llenos de imprecisiones sobre la revolución de 1934 (en la que Prieto fue gran protagonista en su preparación) pero sobre todo respecto cuestiones de la Guerra Civil como el famoso 'oro de Moscú', la venta de las reservas del Banco de España que califican en el texto de «acto de legítima defensa» contra el golpe para adquirir armas y recuerdan que «esta medida financiera de emergencia también fue utilizada, por ejemplo, por los países de la Entente para financiar su esfuerzo bélico durante la Primera Guerra Mundial». 

El gobierno de PP y Ciudadanos en Oviedo no ha justificado la eliminación de Prieto con ningún argumento público. En todo caso, no sobra recordar que el asturiano formó parte de la «representación española en el Congreso de La Haya de 1948, organizado por el Movimiento Europeo, que inició el camino que llevaría a formalizar la hoy Unión Europea» tal y como recordó estos días el eurodiputado Jonás Fernández.

Pero también que Prieto fue uno de los pocos protagonistas de la Guerra y la Revolución que pidió perdón por sus errores y reconoció su responsabilidad en la catástrofe que sacudió a España el siglo pasado. Lo hizo llegados los años 40, aún sin haber concluido la Segunda Guerra Mundial y con la dictadura franquista como aliada de las potencias del Eje, en un escrito en el que recalcó: «Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario [de octubre de 1934]. Lo declaro, como culpa, como pecado, no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento, pero la tengo plena en su preparación y desarrollo. Por mandato de la minoría socialista, hube yo de anunciarlo sin rebozo desde mi escaño del Parlamento. Por indicaciones, hube de trazar en el Teatro Pardiñas, el 3 de febrero de 1934, en una conferencia que organizó la Juventud Socialista, lo que creí que debía ser el programa del movimiento. Y yo -algunos que me están escuchando desde muy cerca, saben a qué me refiero- acepté misiones que rehuyeron otros, porque tras ellas asomaba, no sólo el riesgo de perder la libertad, sino el más doloroso de perder la honra. Sin embargo las asumí».

Cuesta encontrar un declaración entre personalidades que lucharon en el bando de la dictadura.