«Si la víctima de violencia de género rompe el miedo a denunciar, el sistema la va a escuchar»

Elena G. Bandera
E. G. Bandera REDACCION

ASTURIAS

MABEL RODRÍGUEZ

La letrada asturiana Patricia Magadán detalla los pasos del procedimiento judicial que se abre cuando una mujer se decide a denunciar su situación de maltrato

30 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Dar el paso de denunciar una situación de violencia machista no es fácil. Siete de cada 10 mujeres que soportan estas situaciones no denuncian. En Asturias, en lo que va de año, sí lo han hecho 1.270 mujeres. «El primer obstáculo es el miedo a denunciar, armarte de valor y hacerlo, pero si consiguen abrir esa puerta para contarlo van a ser escuchadas por muchos profesionales que van a a estar ahí para apoyarlas.Todo el sistema está orientado a apoyarlas para que el proceso salga bien y esta lacra social que es la violencia de género deje de pasar», asegura la abogada Patricia Magadán, que lleva en el turno de oficio específico de la violencia de género desde 2011 en Siero, Langreo y Laviana.

Magadán, como especialista, impartirá un taller este martes, 30 de noviembre, en San Martín del Rey Aurelio invitada por la Asociación Mujeres del Carbón en lucha y la concejalía de Igualdad en el que, a través de una experiencia práctica, pondrá a los asistentes en la piel de una víctima de violencia de género que decide interponer una denuncia para romper con su vida de maltrato. El proceso de la víctima de la violencia de género, desde que acude a la Policía, o a la Guardia Civil, hasta que obtiene una sentencia judicial que le ayude a rehacer su vida.

El proceso se inicia contando esa situación de maltrato. «Tiene que contar toda su vida, su historia, sus momentos íntimos, sus miserias personales en varias ocasiones. Se lo tiene que contar a la Policía cuando llega, dando al menos unos esbozos de lo que pasa, para que avisen al abogado de guardia. Luego tendrá que volver a contarlo todo para prestar declaración y, con posterioridad, de nuevo en sede judicial. El proceso tiene unas pautas, que son lentas y ese es el mayor inconveniente. Lo que sí es cierto es que ya no se va a encontrar con la respuesta de que ‘eso no es nada, vete para casa, que no es violencia de género’ como sí ocurría antes con cierta frecuencia -relata Magadán, que pasa a la primera persona-. La Policía te va a escuchar y te va a dar credibilidad. Vas a encontrar un apoyo, no va a ser un obstáculo».

Para una víctima es importante que la escuchen y le den credibilidad. «Esa es la realidad que se van a encontrar: va a ser atendida y le van a dar credibilidad». El proceso, como todos los judiciales, es engorroso. «Los protocolos para todo son lentos», señala Magadán, que considera que deberían poderse agilizar. Pone el ejemplo del paso por el juzgado. «Si entramos a violencia de género con un detenido a las nueve de la mañana, lo normal es que no se salga hasta las dos y en ocasiones se puede dilatar más allá de la hora de cierre del juzgado. Eso implica nervios. Ella está allí, él está allí, ella sabe que no le va a ver y que hay policía, pero la tensión es inevitable. La familia de él muchas veces está en la calle esperando y cuando ella baja los ve, puede haber conocidos que la estén llamando… Esa tensión, al dilatarse en el tiempo, va aumentando, pero el procedimiento, aunque tiene aspectos sin duda mejorables, funciona adecuadamente».

La formación en violencia de género de los profesionales es fundamental para que así sea. «Los agentes ahora están mucho más formados y los abogados también. Hacemos mejor nuestro trabajo porque hace muchos años no había especialización en violencia de género ni siquiera en el turno de oficio y ahora en el Colegio de Abogados tenemos una formación constante y continua. Es un tema sensible y se está trabajando en ello de manera correcta».

Juicio a meses vista

Magadán también explica que si el proceso en sí es lento es porque todo procedimiento judicial requiere de unos pasos. «Lo que sí es rápido es que si se denuncia por ejemplo un lunes, ese mismo lunes se detiene a la otra parte y el martes por la mañana vamos al juzgado». Y si se solicita una orden de alejamiento, esa misma mañana del martes ya se tendría una resolución al respecto. «Si la otra pare acepta los hechos, el juicio rápido termina ahí y ya tenemos sentencia, pero si no acepta los hechos, aunque el martes se resuelve la orden de alejamiento, el procedimiento penal pasa a previas».

Esta terminología significa que el juicio se desarrollará a meses vista. Lo habitual, apunta Magadán, es que la otra parte no admita los hechos aunque con el tiempo la sentencia diga que sí ocurrieron. La víctima de violencia de género a veces no entiende cómo con una orden de alejamiento en vigor tiene que esperar meses para el juicio. «El procedimiento es así. Tiene que haber unas garantías procesales de que se cumpla la normativa y se ajuste a derecho. Quizá tendría que ir por una vía algo más ágil para que los tiempos no fueran tan largos pero es cierto que hay veces que no se pueden acortar más».

Magadán explica que el quebrantamiento de las órdenes de alejamiento suele ser habitual, «con lo cual ya no tienes un juicio, tienes dos pendientes». En los años en los que ella lleva representando a víctimas de violencia de género ha visto que se quebrantan al menos la mitad de esas órdenes que prohíben aproximarse o comunicarse con la víctima. También señala que solo con la sentencia se consigue cerrar el último capítulo de la vida que la víctima ha dejado atrás.

«Aunque a la otra parte no la vean, en su cabeza siguen dándole vueltas por tener el juicio pendiente. Tengo que volver a verle, tengo que volver a declarar… Eso las revuelve y el día del juicio se vuelve a rememorar todo -indica la abogada-. La sentencia tarda y hay muchas personas que necesitan esa resolución para poner punto y final en su cabeza. Ese ya pasó y ahora puedo empezar, e incluso reconstruir mi vida».