¿La falta de sol en Asturias favorece la expansión del coronavirus?

Marcos Gutiérrez ASTURIAS

ASTURIAS

Administración de la tercera dosis de la vacuna contra el coronavirus en Asturias
Administración de la tercera dosis de la vacuna contra el coronavirus en Asturias Gobierno del Principado

Expertos debaten acerca de los efectos que los rayos ultravioleta tienen en la mayor expansión de la sexta ola en ciertas zonas del norte de España

12 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La sexta ola del coronavirus en Asturias es una realidad, con la región en riesgo alto y una incidencia de 363 casos por cada 100.000 habitantes. Con más del 93% de la población con la pauta completa, la situación en lo referente a hospitalizaciones y gravedad de los casos entre los vacunados es muy diferente a la que se daba hace tan solo un año. Pese a todo, la pregunta que surge desde muchos ámbitos es, precisamente, por qué los contagios están repuntando tanto en el último mes y medio.

Preguntas complejas como esta suelen tener respuestas igualmente complejas o contestaciones múltiples: la caída con el tiempo de la protección de las vacunas; el (si bien residual) porcentaje de población que no se ha puesto las inyecciones; la relajación de las medidas de protección; la carrera del virus para mutar de cara a su propia supervivencia… una de estas explicaciones que ahora se añade a este cúmulo de hipótesis es la que tiene que ver con la climatología, en concreto con la nubosidad y su efecto en el repunte de casos en zonas como Navarra, Euskadi o Asturias, entre otras. Pero, ¿ayuda la luz solar a debilitar al virus?

Rafael Bengoa, exdirector de salud pública de la OMS y exasesor de Barack Obama, es uno de los expertos que defiende la relación directa entre la escasez de horas de sol y una mayor incidencia de la COVID 19. En unas recientes declaraciones a Radiotelevisión Española explicaba que «los coronavirus son muy susceptibles al ultravioleta, a la luz solar, y, obviamente, de eso tenemos algo menos en el norte», en respuesta a preguntas acerca de si el clima brumoso y la carencia de luminosidad natural podría tener un efecto en el incremento de los contagios en el norte de la península.

De acuerdo con las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina (la academia científica colectiva nacional de los Estados Unidos) «se ha demostrado que la luz UVC inactiva rápidamente al nuevo coronavirus, SARS-CoV-2. Puede ser un desinfectante eficaz, pero debe usarse correctamente para evitar daños en la piel y los ojos».

Sin embargo, también insisten en que «la luz UVC del sol es bloqueada por la atmósfera de la Tierra», por lo que «estos tipos de luz ultravioleta no destruyen los virus tan rápidamente como la luz ultravioleta UVC». No obstante, «con suficiente tiempo, la luz ultravioleta del sol puede degradar los coronavirus», sobre todo en superficies.

Otra investigación, dirigida por Paolo Luzzatto-Fegiz, ingeniero mecánico de la Universidad de California en Santa Bárbara (EE UU), y publicada en The Journal of Infectious Diseases, resalta que el coronavirus se inactiva con los rayos solares hasta ocho veces más rápido en el laboratorio de lo que predijeron los planteamientos teóricos más recientes.

Otro estudio, desarrollado por investigadores de la Universidad de Edimburgo (Escocia) y publicado en el British Journal of Dermatology, apunta que la exposición a los rayos del sol puede reducir el riesgo de fallecimiento por coronavirus. Estos expertos compararon todas las muertes registradas por Covid-19 en EEUU en el primer cuatrimestre de 2020 con los niveles de radiación ultravioleta de 2.474 condados en ese mismo periodo.

De acuerdo con sus conclusiones se observa que las personas que viven en zonas con una mayor exposición a los rayos UVA, tenían un menor riesgo de morir por COVID 19 en comparación con aquellas con niveles más bajos.

Matices a la hipótesis climática

Daniel López Acuña, exdirector de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cree que hay una cierta influencia en las horas de luz para explicar la expansión del coronavirus en Asturias y el norte de España, si bien este factor sería residual. «Es uno entre tantos y no el más importante», puntualiza. «Por supuesto, la temporada de otoño e invierno en los climas más fríos incide en el riesgo de contagio», apunta, pero aclara que esto «no es solo por la luz del sol».

En esta línea cree que influye más el hecho de «realizar más actividades en interiores» y espacios «mal ventilados», así como la «desprotección» individual. Considera que la situación «que se genera en sitios como Navarra, La Rioja, Galicia, Euskadi o Asturias» es «mucho más atribuible» a la relajación y a la más intensa actividad en interiores. En este sentido constata que «el virus prácticamente no se mantiene activo en superficies» y sí es muy peligroso en lugares cerrados, «eminentemente por los aerosoles».

Adonina Tardón, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Oviedo, considera que comunidades como Navarra o Euskadi «han tenido mayor incidencia» desde el inicio de la pandemia, si bien resalta que «no hay evidencia científica alguna» que zonas con más horas de luz solar afronten mejor la lucha contra los contagios, ya que se dan «también en climas templados». «Si el coronavirus fuera solo a quedar estacional no afectaría a países templados», constata.

Insiste en que «la transmisión se favorece en espacios cerrados, mal ventilados y con muchas personas». También añade que las comunidades autónomas más duramente golpeadas en la sexta ola son las que «tenían menos tasa de vacunación» y que «una vez que no se controlan los brotes empieza la transmisión comunitaria». «Nosotros en España hemos retrasado el inicio de esta ola por la alta tasa de vacunación y, asimismo, las comunidades autónomas con una mayor inmunización han sido en las que más tarde ha comenzado», afirma.

Adonina Tardón apunta que «vigilando los casos en España, la incidencia acumulada a 14 días es mayor en los menores de doce, que son el colectivo sin vacunar». Cree que «esta sexta ola se ha iniciado y se ha mantenido porque el virus se ha refugiado en los no vacunados, por eso es una gran noticia que ya se puedan vacunar los niños menores». Insiste en que regiones como Euskadi, Navarra y Aragón «tienen la mayor tasa de incidencia en los menores de doce».

«Esto apunta a que, como es un virus que no desaparece, es ahí donde se refugia», recalca. Respecto a la variante Ómicron, dentro de la prudencia, Tardón es relativamente optimista, en el sentido de que «la OMS no ha dicho que sea más virulenta», algo que se deja ver en el hecho de que no ha causado «hospitalizaciones en Sudáfrica y Europa». «Parece más transmisible, pero menos virulenta de la Delta», adelanta con prudencia. Explica que «el virus parece apuntar desde agosto que lo que quiere es mutar para quedarse a convivir con nosotros. Si se ha recombinado con algún virus respiratorio humano de los que están circulando que lo haga menos grave, por un lado puede ser una buena noticia».

También cree que en esta supuesta menor gravedad de la nueva variante influyen «la inmunidad por vacunas y por haber pasado la enfermedad, que modifica los efectos sobre la población». Considera que siguen siendo «cruciales la mascarilla, los medidores de CO2, la ventilación cruzada y el lavado de manos; lo que diría es que en este mes de diciembre tendríamos que volver a saludarnos en la distancia, por lo menos hasta que a nuestros niños los tengamos vacunados».