El revólver de Oviedo que se empuñó en la primera gran batalla contra la esclavitud en Estados Unidos

ASTURIAS

Salen a subasta en Denver dos armas elaboradas en la capital asturiana que se usaron en la Guerra Civil de Estados Unidos

15 dic 2021 . Actualizado a las 08:30 h.

A mediados del siglo XIX, la fábrica de armas de Oviedo contaba entre su producción con la fabricación de un revolver de percusión que se hacía para el Ejército español, de alguna manera uno de ellos cruzó el océano Atlántico y terminó siendo un arma con cierta historia en la primera gran batalla, en Bull Run, de la Guerra de Secesión de Estados Unidos, no una de las primeras reyertas entre sudistas y unionistas sino en el primer choque a campo abierto con gran movimiento de tropas. La pistola asturiana no la empuñaba alguien del bando de los buenos en esta historia, sino un oficial esclavista, Francis Stebbins Bartow, que falleció en esa misma conflagración y que por su, temeraria para unos y heroica para otros, carga contra una batería de cañones terminó siendo uno de los primeros «mártires» de los sudistas.

El revólver, marcado con las siglas de «F.S. Bartow» saldrá a subasta este miércoles en una puja que se celebrará en Morphy Auctions, en Denver, según informó Joincultura con un precio se salida de 1.000 dólares aunque «ya ha sido superado por varias pujas. Se cree alcanzará entre 2.000 y 3.500 dólares». No es la única arma elaborada en Oviedo que sale ahora a subasta; la puja también incluye una carabina Mauser de cerrojo hecha en 1895, que lleva grabado Oviedo en una de sus piezas y que saldrá por un precio inicial de 300 dólares aunque «la casa subastadora estima que la pieza alcanzará entre 500 y 800 dólares». Aunque eran armas construidas para el Ejército español parece ser que de este arsenal se nutrieron buena parte, al menos al comienzo de la contienda, de los oficiales secesionistas para armarse.

La batalla de Bull Run (también conocida como Primera batalla de Manassas, porque el mismo campo acogería otra más adelante en la guerra) supuso una derrota humillante para el norte, también una muestra de la crueldad extrema de la guerra. La prensa unionista de entonces informaba después de que los sudistas habían capturado en plena batalla a esclavos liberados que luchaban a favor del norte y les obligaron a disparar contra sus propias tropas.

La historia de la batalla y la del revólver de Bartow están bien documentadas desde el comienzo de la guerra por el simbolismo que se le quiso dar desde el sur a su muerte. En la propia casa de subastas se relata que el oficial, ferviente secesionista, alistado desde primera hora, marchó con sus hombres a pie después de que su caballo hubiera recibido un disparo y cargando contra los cañones enemigos terminó él mismo herido de muerte. Según el relato, sus últimas palabras fueron «chicos, me han matado pero no abandonéis el campo». A Bartow se le considera el primer comandante de brigada confederado muerto en batalla de la guerra y por azares del destino lo hizo empuñando arma asturiana.

La batalla de Bull Run enfrentó a tropas del norte sin apenas experiencia contra el, al inicio de la guerra mucho más motivado y con mejores oficiales, ejército sudista. Y metió miedo a los de Lincoln ya que se desarrolló a relativa poca distancia de la capital, de Washington. Tan es así que una buena cantidad de personas, incluso mujeres y niños, procedentes de la ciudad se acercaron al lugar para ver el combate desde la ladera de una colina cercana y por eso, en la historia norteamericana, a veces se la conoce como la batalla del picnic.

Al mando de los del norte estaba Irvin McDowell, nombrado comandante del ejército de Virginia nororiental; presionado por el gabinete del presidente para lograr una victoria rápida no ocultaba sus recelos por la falta de preparación de sus tropas. En Bull Run llegó a usar un globo aerostático para hacerse una idea de las fuerzas del enemigo.

El ejército sudista, al mando de los brigadieres generales Joseph E. Johnston y P. G. T. Beauregard, no era pequeño, uniendo refuerzos logró reunir más de 32.000 soldados para la batalla. Los del norte cargaron con intensidad al comienzo hasta casi arrinconar a los confederados que se revolvieron a fuerza de bayonetas en una colina hasta romper las líneas unionistas y hacer entrar en pánico a sus tropas. Hubo una desbandada general y una huida en desorden que terminó por despertar el pánico también entre los espectadores civiles de la colina, que terminaron por entorpecer la retirada de los soldados azules.