«Para que el covid sea estacional habrá que esperar al otoño del 2023»

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado REDACCIÓN / LA VOZ

ASTURIAS

Exconsejero de Salud de Cantabria y asesor sénior de Ernst & Young España
Exconsejero de Salud de Cantabria y asesor sénior de Ernst & Young España Jaime del Barrio

El experto en gestión sanitaria cree que vivimos «un cambio de época»

25 ene 2022 . Actualizado a las 18:08 h.

El médico internista Jaime del Barrio Seoane (Santander, 1954), especialista en gestión sanitaria, fue consejero de Salud de Cantabria y director general del Instituto Roche. Ahora trabaja como asesor sénior de Ernst & Young España y analiza la pandemia como un momento histórico del que aprender porque «sí o sí» se volverá a repetir.

—¿Le hubiese estimulado o asustado que le pillase la pandemia al frente de la consejería?

—Gustar, gustar no, pero no me hubiese preocupado excesivamente. Tanto como médico como en una responsabilidad pública, cuando estás al frente de determinadas circunstancias lo que tienes es que estar bien preparado para que cuando lleguen, las cosas vayan bien. No me tocó esta pero me tocaron otras, como la de la meningitis, la de las vacas locas... En esos momentos lo importante es que todo esté bien preparado, bien engrasado, y que se vayan dando las soluciones que vayan siendo necesarias en cada momento. En esta pandemia una de las cosas que hemos aprendido es que a aquellos que estaban bien preparados les ha afectado mucho menos. El reto es, después de dos años: cuánto hemos aprendido y cuánto de esto se va a quedar, porque, sí o sí, vendrán otras.

—Con esa perspectiva, ¿es fácil decir qué cosas se hicieron mal?

—No es fácil decir qué, de todo lo que se hizo, está bien o está mal. Estamos hablando de una pandemia y ante un patógeno nuevo, diferente. Independientemente del lugar del mundo o de la responsabilidad, teníamos que estar haciendo frente a algo totalmente nuevo. A partir de ahí, yo creo que lo más importante es analizar la situación en cada momento, ver con qué recurso se cuenta y, en la medida de lo posible, ver hasta donde puedes llegar a medio plazo, a corto plazo y adoptando soluciones. Pasado este tiempo, hemos visto diferentes estrategias en todo el mundo: países que desde el momento cero su estrategia era impedir que hubiese casos (Corea, Australia, Nueva Zelanda... países de este tipo), los hubo que dijeron que el virus circule libremente y vamos a ir a una inmunidad de grupo (Latinoamérica, Reino Unido, etcétera). Y luego en medio países como el nuestro, países europeos, que dijeron: vamos a ir alternando medidas de restricción, paliativas, físicas... Han pasado ya varias olas en diferentes momentos y el problema es que no tenemos una única base de datos para poder comparar. Es muy difícil decir cuál de ellas era mejor. Podemos intuirlo, pero yo creo que si de algo han carecido todas las estrategias es de una buena base de datos realmente fiables de la incidencia, la letalidad, la comorbilidad, de cuánto se impactó en los sistemas sanitarios... Que se han hecho cosas mejores y peores, indudablemente. Pero hay que estar ahí para poder decidirlo. Yo no me atrevería a decir que se han hecho cosas bien y mal. El tiempo, e incluso la historia, será muy difícil que puedan evaluarlo bien. La mayoría de los gobiernos han trabajado en base a aproximaciones, tendencias, ensayo-error... Incluso hoy estamos viendo que comunidades en nuestro entorno que decidieron ser muy restrictivas no han visto disminuir mucho su incidencia en relación a aquellas que fueron más permisivas. Y estamos viendo al lado nuestro países como Alemania, Francia, Austria —que acaba de promulgar una ley que obliga a la vacunación—, que están siendo muy restrictivos y sus cifras no son mejores que las que tenemos en España. Si algo tenemos claro es que este virus ha ido aprendiendo, ha ido variando, sorteando las distintas barreras que le hemos ido poniendo, y esto nos tendría que alertar para los próximos dos-tres años para que no nos relajemos y sigamos siendo muy prudentes.

—¿Por dónde se le han visto más las costuras al sistema, quizás por la parte de los sistemas de información?

—Esto tendría que ser ya totalmente indiscutible. En una economía de datos como en la que estamos inmersos a nivel global, no es entendible que no haya unos sistemas de información perfectamente homogéneos, intercambiables, interoperables, conectados... Cuando llegó la pandemia hace dos años nos dimos cuenta de ello. En los primeros meses de la pandemia parecía que estábamos aprendiendo rápidamente, que estábamos siendo mucho más permeables, y da la sensación que, pasado este momento más angustioso, estamos volviendo para atrás. A mi me preocuparía mucho que estuviésemos aprendiendo poco. Hemos visto entre todos que los sistemas de información sanitaria son fundamentales, vitales, y no solo a la hora de gestionar el día a día, sino para planificar recursos, establecer medidas de prevención, de predicción. No es verdad que no supiésemos que esto iba a pasar. Hace tres-cuatro años en diferentes entornos científicos ya trabajábamos todos sobre esto. No sabíamos cuándo, eso es verdad, pero sí que una consecuencia de la globalización iba a ser, en un momento determinado, que apareciese un patógeno en cualquier lugar del mundo y que llegase rápidamente a producir una pandemia. Esto lo veníamos hablando desde hacía tiempo y, sin embargo, a aquellos sistemas de alerta que teníamos no les hicimos el caso necesario. De cara al futuro, los sistemas de información sanitarios tienen que ser fundamentales, los países se tendrían que organizar en base a esto y no solo para esta pandemia sino de cara al futuro. Establecer qué recursos, tanto materiales como humanos, necesitamos. Siempre se decía, pero ahora se ha demostrado, que la salud es la que impacta directamente en la economía y no al revés. A mi lo que me preocupa es que hemos pasado en esta segunda fase de la pandemia a estar más preocupados por la economía y da la sensación de que bajamos la guardia: menos restricciones, la vacuna nos está dando una falsa sensación de seguridad, el perfil de la ómicron nos está dando una falsa sensación de no gravedad... Tenemos que seguir siendo prudentes y estando alerta.

—Llegados a este punto, ¿Cuál es el camino: contención, mitigación, gripalización...?

—Me preocupa mucho que estemos continuamente tratando de ponerle nombre a las cosas, como intentando justificar determinado tipo de momentos. ¿Estamos gripalizando esta pandemia? En mi opinión no, todavía no. Seguimos estando ante una pandemia, una enfermedad infecciosa que tiene un impacto internacional, en muchos países al mismo tiempo. Seguimos ahí todavía. Cuando hablamos de que se convierta en algo estacional y estamos pensando ya en el otoño que viene nos estamos mirando a nosotros, a Europa. Estamos a ver si ahora pasamos esta sexta ola, pero el virus va a seguir entre nosotros varios años, no unos meses. Además, mientras aquí estamos por la sexta ola y con tercera dosis de vacuna, en otros lugares del mundo van por otras olas y con otras variantes. Ahora mismo si miramos al cono sur, que están en verano, están teniendo una incidencia muy alta y muertes muy elevadas. Por lo tanto, no podemos asegurar que este virus sea estacional. Por eso probablemente cuando nosotros nos relajemos en primavera y en verano —que yo espero que sí, que la incidencia baje mucho— el virus seguirá circulando por el resto del mundo. Entonces, en cualquier momento podrá aparecer una variante y volveremos a empezar. ¿Igual que en la primera ola? No. Probablemente el virus tendrá menor poder patógeno, la situación será diferente pero podrá hacer también daño. Hace tiempo que llevamos diciendo en muchos foros que en lugar de estar hablando de la tercera dosis en el primer mundo, tendríamos que estar asegurando la primera y la segunda del tercer y el cuarto mundo, porque mientras aquí estamos con una cobertura entre el 70 y el 80 %, en África no han llegado siquiera al 15 %. Pero claro, nosotros ahora —porque estamos todos locos por salir— vamos a ir a estos países: a Latinoamérica, a África, al Sudeste Asiático... Con la maleta de vuelta podemos traer la nueva variante y que nos pille otra vez con la guardia baja. En mi modesta opinión, da la sensación que en nuestro entorno vamos a tener una primavera y un verano relativamente tranquilos. Probablemente en otoño tengamos unas nuevas versiones de las vacunas que hemos recibido ahora y podamos administrarnos una que pudiésemos llamar estacional. Incluso se está trabajando para que en otoño del 2023 haya una única para la gripe, el covid y el virus sincitial. Por eso si me pregunta cuándo creo yo que esto podría ser estacional me iría al otoño del 2023, diciendo que el invierno del 22 probablemente sea mejor que este e insistiendo en que las medidas de contención, de evitar espacios cerrados, de barreras físicas... tendríamos que seguir manteniéndoles. El virus va a seguir circulando en el mundo, y mientras siga circulando no podemos hablar de una gripalización. Seguimos hablando de una pandemia, en diferentes fases y en diferentes sitios del mundo, pero una pandemia, porque lo que la define sigue vigente en estos momentos.

—¿Es realista pensar que las vacunas pueden llegar a sitios a los que ni siquiera llega la comida?

—No es alcanzable, es ilusorio y probablemente utópico, pero tenemos que seguir insistiendo en ello. Con el bajo nivel de vacunación y con las precarias condiciones higiénico-sanitarias en estos países no está ocurriendo un desastre, como sería previsible. Probablemente porque esas propias limitaciones socio-económicas implican una movilidad más restringida y su propio contexto hace que al virus le cueste más moverse. Que sea utópico, que sea difícil, no tendría porque ser motivo para tirar ni la toalla, ni los millones de vacunas que estamos tirando en el primer mundo. En estos próximos meses la mayoría de las plantas de producción van a poder seguir trabajando con un coste muy, muy pequeño, porque la inversión ya se ha recuperado. Entonces, el mecanismo Covax podría insistir en que lleguen a más sitios del mundo. No es una cuestión solamente de solidaridad, sino de que o lo hacemos así o volveremos al principio. Ya es una cuestión de interés. Por ejemplo, la cuarta vacuna se está poniendo en tela de juicio. Científicamente no está demostrado que mejore muchísimo la protección. Es verdad que la tercera para ómicron sí que ha sido muy importante, ha sido decisiva, pero la cuarta no significa un salto cualitativo. Entonces, es verdad que es utópico, que no es realista conseguir un porcentaje elevado, pero si en vez de un 15 podemos llegar a un 40 mucho mejor. Además, insisto, es que en el primer mundo se van a tirar miles de millones de vacunas. Mientras no propongamos estrategias globales a un problema global y sigamos poniendo soluciones locales seguiremos un poco donde estamos ahora mismo, en que cada país tiene diferentes resultados, diferentes estrategias.

—¿Cómo debemos valorar el papel de las farmacéuticas, como salvadoras de la humanidad o como el freno para que la salud pueda llegar a todo el mundo?

—Sé que es un tema muy controvertido, pero creo que muchísimas veces se habla de él sin conocimiento. Si ahora mismo no tuviésemos vacunas estaríamos ante una situación mundial inimaginable. Por lo tanto, mi primera opinión es de agradecimiento porque en un tiempo récord, en menos de un año, fueron capaces de poner unas vacunas ante un patógeno nuevo y se han demostrado eficaces. Esto no se inventa, no nace de la nada. Para conseguir esto tenían el conocimiento, la experiencia, la metodología, todo lo que hay que tener para ponerse en marcha. De hecho se pusieron más de cien en el punto de salida y solo cuatro-cinco-seis son las que ahora mismo estamos viendo que tienen resultados eficaces. Desde fuera lo que parecía muy difícil de entender es que en un año se hiciese lo que hasta este momento se tardaba diez-doce años. Y no ha habido ningún atajo, lo que ha habido es una colaboración entre la industria farmacéutica más investigadora, las biotecnológicas, las agencias reguladoras, los gobiernos, los inversores... Y por otro lado también se han introducido herramientas innovadoras como puede ser la inteligencia artificial que ha permitido hacer muy rápidamente análisis clínicos en cualquier sitio del mundo y con muestras perfectamente utilizables. Primero tendríamos que reconocer el valor de lo que se ha hecho. Dicho esto, yo creo que con una buena relación de países, de gobiernos, con grandes farmacéuticas —y no en este momento de la crisis, siempre— probablemente ahora estaríamos hablando de patentes mucho más accesibles. Aunque ese mero hecho no garantiza la producción y mucho menos en países donde es muy difícil que llegue la comida. Más difícil es que se fabrique un medicamento. Pero sí que es verdad que se podían haber limitado muchísimas barreras. El desarrollo de un país no se crea de la noche a la mañana. Venimos de unos años en los que países como el nuestro han visto como se ha disminuido mucho la inversión pública, y no solo en cuestión de dinero sino en dificultades para que la iniciativa privada investigase y promoviese nuevos medicamentos, nuevos elementos diagnósticos. Yo creo que más que demonizar a un sector que hace muchísimo por la salud individual y colectiva, tendríamos que ver como somos capaces de —no solo en las crisis sino en el día a día— trabajar de manera colaborativa. Las crisis son momentos que someten a estrés a organizaciones, a gobiernos, a industrias, a sistemas sanitarios,... Entonces, lo que hay que estar es preparado antes. Ahora deberíamos aprender mucho para que cuando pase todo esto, que pasará, nos vayamos armando perfectamente, trabajemos de manera colaborativa, retengamos el talento, investiguemos más... Dejémonos de eso y pongámonos a trabajar juntos, porque yo creo que hay espacio para todos.

—¿Se puede mantener a futuro ese espíritu de colaboración?

—Tendríamos que ver que hemos aprendido de todo esto. Es verdad que en la historia de la humanidad este tipo de situaciones se han dado, pero creo que hay hechos diferenciales. Uno de ellos es la globalización. Nunca hubo esta situación en la que un pequeño resfriado en una parte del mundo afectase en cuestión de horas al resto del mundo. Esto no ha ocurrido nunca, ha ocurrido ahora. Lo estamos viendo no solo en la salud, sino con posibles guerras. Y en la economía pasa exactamente igual. Una pequeña alteración en una parte del mundo afecta al resto. Estamos en el contexto de problemas globales para los que hay que ir aportando soluciones locales. Pero luego tenemos otro hecho diferencial que nos permite ayudarnos, y es todo lo derivado de la comunicación, la digitalización y las nuevas tecnologías. En la medida que somos capaces de compartir información en tiempo real, de ser más transparentes, de aplicar la inteligencia artificial a muchísimas de las cosas que estamos haciendo. No sé si somos conscientes, pero yo creo que estamos viviendo un momento totalmente paradigmático. No estamos hablando de una época de cambios sino de un cambio de época. Yo creo que es un momento apasionante en el que tenemos que aprender a nivel individual y colectivo.