La Unión Europea no dará la batalla con balas (de momento) contra Rusia tras la invasión de Ucrania y sus elementos de presión serán duras sanciones económicas. Pero con un alto, altísimo, precio, que se ponga en cuestión el suministro de gas ruso a buena parte de los países del continente (especialmente Alemania) en un contexto además en que se llevan meses de escalada de precios de la energía.
Muchos ojos se han puesto en las últimas horas sobre los mapas de Europa y de sus redes de abastecimiento. España ocupa una posición singular al ser, junto a Portugal, el estado menos dependiente del gas ruso (se abastece fundamentalmente de Argelia y eso tiene implicaciones en un conflicto distinto, con Marrueco) y los estrategas empiezan calibrar la importancia de la ubicación ya que precisamente España es dentro del ámbito comunitario el país que mejor podría resistir un cierre del grifo ruso.
Y en muchos mapas, en varios de medios de comunicación internacionales sobre las posiciones clave del suministro del gas europeo aparece un punto blanco en Gijón ¿por qué? Porque allí se encuentra la regasificadora de El Musel, construida a comienzos de siglo y aún sin usar por un largó cúmulo de problemas judiciales. El desarrollo de los acontecimientos pudiera acelerar su puesta en marcha ya que en pocos meses se recompondrá el mapa energético europeo y las vías de entrada de fuentes de energía. Estados Unidos se ha comprometido a hacer valer su capacidad de influencia en el medio oriente para facilitar alternativas a los centroeuropeos si el conflicto ruso se recrudece, pero también podría llegar por el Atlántico y El Musel tiene sin usar un centro de almacenamiento crucial. En el norte hay dos regasificadoras más, una en Galicia y otra e País Vasco.
La regasificadora de El Musel entra también en los planes del Principado para poder hacer de la comunidad un lugar clave en el desarrollo del hidrógeno verde que contará en Arcelor con uno de los principales compradores de esta energía en la próxima década. También, y tiene mucha relación con lo que ocurre en Ucrania, es una aspiración europea el desarrollo de alternativas por ser menos contaminantes que las fósiles pero además para contar con una cierta soberanía energética de la que ahora no dispone.